25
Dic 21

Tamales y fuegos artificiales

 

Un tamal colorado y otro negro son mi desayuno tradicional, para el 25 de diciembre, acompañados por el mejor café posible y algo de los postres que hayan sobrado de la nochebuena.

Como todos los años, anoche nos gozamos mucho los fuegos artificiales, la cena y la compañía de la familia y amigos que nos acompañaron en el open-house que acostumbramos celebrar en casa.

¡De verdad soy muy feliz cuando cuando abro las hojas de mashán  y me encuentro con los colores brillantes de los tamales!  Y al mismo tiempo, los aromas intensos de ambos tamales invaden el ambiente, mi cuerpo y mi mente y me llevan sobre olas de recuerdos y alegrías.  El momento culminante  es cuando las masas gentiles y los recados complejos y deliciosos llegan a mi paladar.

Los que visitan este espacio, con frecuencia, saben que valoro mucho las tradiciones como formas de mantener puentes con los recuerdos, el pasado y con quienes nos precedieron; así como con el futuro y quienes nos sucederán.  Ahora, también las valoro por sus facultades sanadoras, luego de los encierros y la incertidumbre a la que hemos sido sometidos durante casi dos años.

¿Sabes? Tengo la dicha de recordar los tamales que hacía mi bisabuela, Mami, y los de mi tía Baby.  Y los pequeños, de 2 x 2 pulgadas y perfectamente doblados que  mi tía abuela, La mamita, nos hacía a los niños.

Los tamales de Navidad, en Guatemala, son colorados y negros.  Cada región y cada familia tienen su propia receta de tamales; pero básicamente son de masa maíz y/o de arroz y el recado se prepara con tomates, chiles y aceitunas (aveces con semillas tostadas, como pepitoria y ajonjolí) y, en el caso de los negros, con chocolate y anís. Estos últimos son los más difíciles de hacer para que sean bien balanceados. También pueden ser de cerdo, pavo, pato, gallina y pollo e incluso de res.   Eso sí a mí me gustan más los de cerdo, y los de pato.  En ciertas regiones -especialmente en la costa sur- no se usa el recado del altiplano, sino una especie de mole. También hay diferencias entre los tamales que se cuecen sobre leños y los que se cuecen sobre estufa de gas.  Los tamales de la costa sur no responden, exactamente, a la diferenciación entre colorados y negros

Los tamales tienen raíces precolombinas, y fueron elevados a la décima potencia cuando se le añadieron ingrediente de occidente. Del Nuevo Mundo son el maíz, los tomates, los chiles, y las hojas de mashán en las que son envueltos.  Los tamales negros, además, llevan chocolate. Del Viejo Mundo son las aceitunas, las almendras, las ciruelas y las pasas.

El arte de los tamales no está sólo en la masa y en el recado (o en el mole), sino en la forma de envolverlos y amarrarlos.   Son una experiencia para todos los sentido.  Un tamal que no ha sido envuelto y amarrado apropiada y elegantemente pierde algo de su encanto.  A mí, por cierto, me gustan más grandes que pequeños, y me gusta que la masa no sea muy espesa.

Hacer tamales requiere de cierta infraestructura y es algo muy elaborado. Hay que lavar y asar las hojas. La masa tiene su propia ciencia y es cocida tres veces de tres formas distintas.  El recado (o el mole, según el caso) lleva varios ingredientes que hay que asar y sazonar con talento.

Desde mediados de los años 80, en casa comemos los de doña Estelita de Alburéz que son basados en  la receta de su madre en San Martín Jilotepeque (en el altiplano), de modo que sus tamales son distintos a los de la Costa Sur y a los de Oriente, por ejemplo. Madame Tso, la señora que trabaja con nosotros en la casa ha enriquecido nuestra experiencia tamalera de una forma que merece una ovación de pie. También nos envían tamales de Huehuetenango y a veces conseguimos tamales de arroz, de Quetzaltenango.

Sostengo, que la nochebuena y las fiestas de fin de año chapinas, en general, son particularmente intensas y espectaculares.  Cuando los chapines nos ponemos en navidad mode, es en serio.

Por eso me alegro que en este año -como el anterior- difícil, duro y para algunos muy triste, el espíritu guatemalteco navideño no haya menguado.  Como en 2020,  la noche de anoche hubo fuegos artificiales en la ciudad de Guatemala y sus alrededores, y los fuegos de la media noche no tuvieron nada que envidiarles a los de otros años.   Cuando veo las luces y disfruto de los cohetes, el niño que hay en mi grita -para mis adentros- ¡Cuanto “cuete” Venado!, como  cuando yo tenía tres, o cuatro años y aquella era la marca de petardos más conocida.

¡Que ricos y reconortantes son los abrazos y el buen vino envueltos en nubes y aromas de pólvora fiestera!


24
Dic 21

Los regalos en estas fiestas

 

La tía Patty fue quien nos enseñó -a mis hermanos y a mí- a darnos regalos de Navidad entre nosotros, y a dárselos a nuestros padres y abuelas.  Nos daba unos quetzales y nos llevaba a El buen precio a comprar los obsequios, que eran objetos sencillos y utilitarios; pero recuerdo muy bien que para mi abuelita, Frances, solía ser un paquete de Viceroy; y para mi tía abuela, La Mamita, era uno de Payasos.

En casa lo habitual era que los abuelos, padres, tíos, tíos abuelos y padrinos nos regalaban a los niños; pero nunca se nos ocurrió que los niños nos diéramos regalos entre nosotros, ni dárselos a nuestros mayores.  Fue la Patty quien nos enseñó el hábito de regalar y el de ahorrar para ello.

Los regalos son importantes en las fiestas de fin de año; y ahora que celebramos el solsticio de invierno en casa, los obsequios no han perdido relevancia.  Nosotros los abrimos a la media noche, en la Nochebuena, para conservar la tradición.

El aspecto encantador de la Navidad, dijo Ayn Rand, es el hecho de que expresa buena voluntad entre los hombres de una manera alegre, contenta y generosa. Uno dice ¡Feliz navidad!, y no Llora y arrepiéntete.  Y esa buena voluntad se expresa en forma material y terrenal, dando regalos a los amigos y seres queridos, o enviándoles mensajes de cariño y buenos deseos.

El mejor aspecto de la navidad, indicó Rand, es el hecho de que se ha comercializado…es que estimula el ingenio y la creatividad para producir bienes que tienen un sólo propósito: darle a los hombres placer y felicidad.

¿Cuál fue tu mejor regalo de navidad que recibiste de niño? El mío fue una motobicicleta.  ¿Y el más conmovedor? Un juego de ajedrez que mi hermano y yo compartimos cuando mis padres estaban en apuros económicos.

Soy muy cleto para elegir obsequios; pero me da ilusión regalar.  Así como nos da ilusión, en casa, recibir a amigos y familia para intercambiar deseos de paz, prosperidad y salud en esta que es la mejor temporada del año.  A ustedes, lectores, les deseo lo mejor entre brindis, abrazos y fuegos artificiales, al lado de quienes aman y en recuerdo de quienes ya no están.

Columna publicada en elPeriódico.


18
Dic 21

Mis tesoros del solsticio

 

Guardo, con cariño, la tortuga, los chinchines y los guacalitos que me compraron mi abuelita Juanita y su hermana, La Mamita, cuando yo tenía unos tres años.  Los usábamos para la orquesta infantil en las fiestas de fin de año.  La tortuga es pequeña: pero tiene muy bueno sonido, de tal manera que el tucutícutu tradicional suena encantador.  De los chinchines, decorados con nij, mi favorito es el que tiene carita de animal; y los guacalitos son de Rabinal, con sus colores amarillo y rojo.  ¡Ah!, y también guardo la jícara en la que tomaba ponche.

Hay toda clase de tesoros del solsticio.  Los mejores, claro, están relacionados con mi familia y amigos.  Centenares de abrazos, risas y recuerdos…aunque no siempre haya sido todo risas.  A veces había que pasar temporales y hasta esos caen en el baúl de los tesoros porque algo se aprende.  Los tesoros son la cara de mi madre cuando encendemos el arbolito, el recuerdo de mi padre quemando cohetes, el alboroto de mis hermanos y mío al abrir los regalos y la alegría de mis sobrinos que -aunque ya no son niños- siguen siendo niños…aunque sea sólo para estas fiestas.

Los tesoros incluyen aromas, texturas, sabores y colores, como los del pinabete, las manzanillas, las mandarinas, las manzanas y las uvas.  Como los del relleno de pavo basado en una receta de mi bisabuela, como la ensalada Waldorf y como las galletas que hacían mi madre y mi abuela; como el mincemeat pie que es mi favorito.   Como el pastel de frutas que hacemos de cuando en cuando, como el stollen de mantequilla y ron. Como el pandoro y el panettone que no formaban parte de las tradiciones en la casa de mis padres; pero que integramos muy bien hace pocos años en casa. Como los turrones y polvorones. Tesoros que nos hacen viajar en el tiempo y en el espacio por medio de los sentidos.

Los tesoros son las tradiciones que no sólo fortalecen la comunidad, sino que nos conectan directamente con los que nos precedieron y con los que nos sucederán; las tradiciones también son sanadoras frente a la incertidumbre y a la desesperanza.  ¿Cuáles son tus tradiciones de fin de año? ¿Cuáles recibiste y cuáles estás creando?

Columna publicada en elPeriódico.


16
Dic 21

La farsa de los termómetros

 

Hoy, al entrar a un lugar, la temperatura de mi mamá fue de 33 grados.  ¡Treinta y tres grados es alarmante! Casi a donde quiera que vayas encuentras termómetros cuya función, supuestamente, es evitar que personas con fiebre ingresen a los lugares donde se hallan esos artilugios. ¡Pero todo es una farsa! ¿Alguien pone atención si esas vainas no funcionan?

Entre una y dos veces a  la semana, llego a lugares donde los termómetros marcan temperaturas tan bajas que…estoy muerto…o soy una rana.  En realidad esto es porque los termómetros no sirven más que para enviar señales de virtud.  Si tienes termómetro, ya sea que funcione, o no, eres virtuoso y cumples con las expectativas formales que se esperan de ti…sin importar si los aparatos funcionan, o no.

El señalamiento de virtud es forma de grandilocuencia moral, en la que un punto de vista o una acción se calcula para verse bien, haciendo que el hablante, o la acción parezca virtuosa para los demás, en lugar de ser elegido porque es estrictamente honesto, u honesta. La honestidad, por cierto, es la virtud de no falsear la realidad.

Me divierte que en algunos lugares, como uno que visité el domingo, cuando el termómetro marcó 34 grados (dos menos que lo normal en un ser humano) y tomé la foto, el encargado se rió.  El sabe que es una farsa, pero sigue la corriente porque…¿qué otra?

Me divierten, también los defensores de la medida.  En Twitter me preguntan: ¿Pusiste la frente, o la mano?  Me comentan: Es que no están bien calibrados, siempre; o que el haz de luz se degrada.  ¡Muchá…no importa!  El caso es que los termómetros están ahí porque los grupos de interés que exigen que estén ahí son muy vociferantes e irracionales.  ¿Quién se va a atrever a prescindir de los termómetros inservibles si se expone al linchamiento de los del Quédate en casa y al del batallón comprometido con el temor? El caso es que los termómetros están ahí porque tienen que estar ahí, sin importar si sirven, o no.

¿Sabes qué es peor? Cuando hay un chatío, o una chatía supuestamente midiendo la temperatura. No sólo porque ese tipo de plazas generan costos innecesarios en una economía muy vulnerable; sino porque que frustrante ha de ser un trabajo tan sin valor alguno y que tan evidentemente falsea la realidad.

Por cierto, ¿qué son más ridículos, los termómetros que no sirven, o los pediluvios secos y los inmundos?


14
Dic 21

¡Arbolito que alegra las fiestas!

 

Ya está en casa el arbolito que alegra las fiestas de fin de año.  Con su aroma espectacular, su forma encantadora, su color profundo lleno de luces alegres y de elementos decorativos que son recuerdos y nos divierten.

Es un Abies guatemalensis, Jade, de modo que su color verde intenso y distintivo no pasa inadvertido.

En casa celebramos el solsticio de invierno y otras fiestas de fin de año con arbolito y decoraciones tradicionales de Guatemala.  El arbolito tiene que ser pinabete; y no pueden faltar la manzanilla, los chinchines, la tortuga y otros objetos que nos conectan con nuestra historia propia, nuestras infancias y con las generaciones que nos han precedido.

El niño que incluimos entre aquellas decoraciones representa nuestra confianza en un universo benevolente, nuestra esperanza por un futuro mejor y la alegría que traen a casa las nuevas generaciones.

El lunes fuimos a traer el arbolito a El encanto, de Tecpán;  y, este año, el espíritu de la querida doña MIreya nos acompañará cada vez que lo encendamos.

Para los que vienen por primera vez:

En las casas de mis abuelas y de mis padres no siempre hubo pinabetes. De cuando yo era niño recuerdo varios árboles inolvidables. En casa de mi abuelita Juanita me es imposible olvidar unos chiribiscos hermosamente adornados con cabello de ángel (aquel cabello de ángel, de verdad, que era de fibra de vidrio) y con luces en tonos pastel. También recuerdo los pequeños árboles que ella, y mi tía abuela La Mamita, solían montar -con primor extraordinario- para mi hermano y para mí, junto a nuestro propio nacimiento en miniatura.

En la casa de mi abuela, Frances, recuerdo que los árboles eran generalmente pinabetes, o cipreses. A veces eran adornados con nieve elaborada en la casa con un jabón que venía en escamas; árboles siempre llenos de figuras variadísimas y algunas muy antiguas, así como con luces de colores. Allá los árboles eran tan altos que mi padre y mi tío Freddy tenían que usar escalera para llegar hasta arriba y distribuir bien las luces y las figuras.

En la casa de mis padres tuvimos gran variedad de arbolitos. Aunque los favoritos eran los pinabetes, también tuvimos cipreses y creo que algún pino. Los pinos no me gustaban porque, a pesar de que olían rico, se ponían tristes rápidamente y también tuvimos algún chiribisco plateado. En algún momento de principios de los años 70 se pusieron de moda unos árboles que ya venían nevados y tuvimos uno de esos. Y en los malos tiempos tuvimos un árbol prestado, y un árbol simbólico, hecho con chorizo de pino, en la pared.

En casa es tradición que cada año compramos un adorno nuevo y lo incorporamos a los que ya tenemos. Hay adornos variados: dos hawaiianas, uno que muestra a Odin, otro de La rebelión de Atlas, uno del barco Estrella de la India, varios con motivos propios de la temporada, unos con mapas, y así.


14
Dic 21

Adiós a Carmen Salinas y a Vicente Fernández

 

Carmen Salinas y Vicente Fernández fallecieron en este mes.

Carmen Salinas fue productora de la obra Aventurera y cuando esa pieza vino a Guatemala…no lo vas a creer…subí a bailar al escenario; ¡Yo!, que bailo tan bien como un horno de microhondas.

Esa es mi relación con Carmen Salinas, actriz y productora que falleció el 9 de diciembre pasado.  La foto es de Wikimedia Commons.

Más distante, aún, es mi relación con Vicente Fernández con quien he cantado a duo (pero nunca en persona) en numerosas fiestas y otros encuentros sociales.  Nunca fui a uno de sus conciertos; pero mi madre no se los perdía.

Supongo que para mi generación y para la que sigue y la que sigue Chente es el referente de la música ranchera.  Quizás lo que fueron Pedro Infante y Pedro Vargas para las generaciones de mis abuelos, de mis padres, y también para mí.

Fernández murió el 12 de diciembre pasado; y la foto es de Wikimedia Commons.


11
Dic 21

No me quedé sin toritos

 

Mi barrio es la Villa de Guadalupe donde hoy es fiesta; y hubo toritos, gigantes, bailes como es tradición.

Debido a los encierros y las prohibiciones del año pasado, la celebración fue bastante sencilla; y en 2019 había sido peor.  Me alegro de que la tradición de estas fiestas sea rescatada y que la gente del barrio esté dispuesta a echar la casa por la ventana como se dice en buen chapín.

Ya sabes, en Guatemala las fiestas se adornan con pólvora y la de Guadalupe no es la excepción.

Estoy seguro de que el año entrante será muy bueno en términos de fiestas populares y tradicionales.  Esto es importante porque las tradiciones no sólo nos dan un sentimiento y una sensación de comunidad; sino que cumplen una función sanadora frente a la desesperanza y a la inestabilidad. Aromas, alimentos y sonidos, texturas y colores, así como rituales nos traer recuerdos y nos invitan a reflexionar.  Fuegos artificiales, costumbres,  disfraces y más son parte de aquel acervo rico y enriquecedor.

Si visitas con frecuencia Carpe diem, sin duda sabes que mi elemento favorito de las fiestas populares son los toritos.  ¡Amo los toritos!

Cuando yo era niño, las historias de mi tía abuela, La Mamita, acerca de toritos durante las fiestas tradicionales disparaban mi imaginación. Yo tenía muchas ganas de ver toritos y no fue hasta hace relativamente pocos años que vi el primero en San Juan del Obispo. Desde entonces pocas cosas me emocionan y divierten tanto y me ponen tan contento como salir a buscar toritos y verlos desplegando sus luces y sus colores entre la gente que se les acerca y les huye.


10
Dic 21

El poder sanador de las tradiciones

 

Salí al balcón de mi casa y el niño que hay en mí se emocionó cuando vi fuegos artificiales en la ciudad. A las luces y a los colores se les sumaron los aromas; especialmente el de pólvora que en Guatemala grita ¡Fiesta!, añadido al de los fogarones con los que los chapines celebramos la Quema del diablo.  El martes sólo faltó la fragancia de los buñuelos con miel de anís.

La Luna y Venus sobre la ciudad el 7 de diciembre de 2021 durante la Quema del diablo.

Tradiciones como aquellas son muy valiosas para la recuperación emocional de las personas luego de los encierros del año pasado y frente a la inestabilidad de 2021.  Aquellas circunstancias han generado crisis emocionales en el contexto de la incertidumbre.  Cuestiones cómo: ¿Cuánto más va a durar esto? ¿Cuántos más de la familia van a perder sus trabajos? y ¿Cuándo retomamos el control de nuestras vidas? son temas que generan desesperanza en muchas personas, en ambientes distintos.  Las tradiciones y su capacidad de conectarnos les abren las puertas, a aquellas personas, para que ganen fuerzas y esas fuerzas son clave para proteger su salud.

Aquella función sanadora de las tradiciones -luego de lo que nos hicieron el año pasado y siguen haciéndonos- se suma a otras funciones reconocidas.  Desde un punto de vista hayekiano, ciertas tradiciones son valiosas por su contenido específico y por su contenido intrínseco.  La quema del diablo, desde aquella perspectiva, es el rechazo al mal en el espíritu del eslogan misiano: Tu ne cede malis (No cedas ante el mal); pero también se vincula a Prometeo que les dio el fuego a los hombres y a Lucifer, el traedor de luz; y nos recuerda que Venus precede al Sol cuando aquel planeta es el lucero de la mañana; y Venus es Ishtar, la diosa de la belleza y de la fertilidad.

Las tradiciones también crean comunidad, nos dan sentido de estabilidad y de pertenencia; y sentido de propósito común…cuando ese hace falta.  De ahí que el valor sanador y constructor de las tradiciones sea consecuencia de un largo proceso evolutivo, y no pueda ser el resultado de imposiciones, ni de prohibiciones

El segundo semestre del año está lleno de tradiciones, aprovechémoslas y disfrutémoslas con alegría.  ¿Qué opinas?

Columna publicada en elPeriódico.


08
Dic 21

Equipar una cocina en 1994

 

En octubre de 1994 volví de La Antigua a la ciudad de Guatemala para armar mi primer apartamento: y la lista que ves abajo es la de algunas de las compras que hice para equipar la cocina, principalmente.

Mi mamá contribuyó muchísimo para ese equipamiento; con una vajilla completa, un par de ollas y algunos instrumentos y cubiertos. Pero el 19 de octubre fui a Cemaco a comprar elementos que me hacían falta.  Veintisiete años después, algunas de aquellas compras como el cucharón, el tenedor, la cuchara y la cuchara calada, de acero todavía están en uso y en perfecto estado.  El rallador está nítido. La sartén cuadrada todavía la usamos para panqueques, o tostadas a la francesa. ¡Que calidad de productos!

La lista tiene gracia, pero más los precios.  La sartén, que es lo más caro de los objetos recién mencionados me costó Q70.08 y en aquel tiempo el dólar estaba a Q5.77 por $1, de modo que el cucharón costó $12.14.  Descontando otros factores y sólo por hacer un ejercicio, si hoy comprara aquella sartén a $12.14, tendría que pagar Q95.05.

Descontando otros factores y en esa dirección, si en 1994 el total de la factura fue Q1708.40, ó $296.08; hoy tendría que pagar Q2318.30. ¡El IVA estaba a 7% y no a 12% como ahora!

Otro detalle divertido es que pagué con cheque, algo que tengo añales de ya no hacer.

Aquella pérdida de poder adquisitivo del quetzal se debe, en elevado porcentaje, a un fenómeno monetario llamado inflación.  La inflación le roba valor a tu sueldo y a tus ahorros, es un impuesto oculto y es muy inmoral.

Guardé esa factura, junto con la de abarrotes y otras que compartiré en otra ocasión, dentro de mi Guía de las ruinas de Quiriguá, por Sylvanus G. Morley y apareció ahora que moví mis libros sobre los mayas de la casa a la oficina.


06
Dic 21

“Delitos de odio” contra la libertad de expresión

 

El concepto de delitos de odio es inherentemente subjetivo es un concepto que aún los mejores juristas han fracasado en definir objetivamente.  Adicionalmente a ello, las leyes acerca de los llamados delitos de odio son amenazas contra la libertad de expresión porque les dan a quienes ejercen el poder -y tienen influencia en él- el poder arbitrario necesario para silenciar ideas y expresiones disidentes, o impopulares.

Esas son las razones por las que la iniciativa 5494 que se halla en el Congreso de la República, acerca delos supuestos delitos de odio, debe ser rechazada.

Lee concienzudamente el artículo 455 y dime si es posible una tipificación del delito, tomando en cuenta que el tipo penal es la descripción precisa de las acciones, u omisiones delictivas; si una acción humana no se ajusta exactamente al tipo penal, dicha acción no puede ser considerada como delito por un juez.  Eugenio Cuello Calón, en Derecho Penal, explica que el acto cometido tiene que encajar en la figura delictiva y que para el jurista Ernest von Beling la figura del delito incluye todos los elementos objetivos y subjetivos contenidos en la conducta antijurídica.  No es posible una descripción precisa, con con tan elevado subjetivismo en la pretendida tipificación. ¿Cuándo termina la broma y empiezan la humillación, el racismo, o el clasismo? ¿Dónde terminan la analogía y empiezan la hostilidad, el machismo, o la intolerancia?

En los sistemas donde existen aquel tipo de delitos al tipificación depende del criterio arbitrario, cuando no caprichoso, del juez y de por dónde soplan los vientos de quienes manejan la opinión pública que, en nuestros tiempos, quiere decir de quienes tienen la capacidad de organizar linchamientos en redes sociales y en medios de comunicación tradicionales.

Lee concienzudamente el artículo 456 y es tres cuartos de lo mismo, agravado con el hecho de que desde hace ratales la exguerrilla ha hecho intentos por imponer la historia única y prohibir que sea explorada la verdad sobre el supuesto genocidio.  Es imposible hablar del pensamiento único, sin hablar de poder, dice la escritora Chimamanda Adichie.  Como los roles económicos y políticos, las historias también están definidas por el principio de poder cómo son contadas, quién las cuenta, cuándo son contadas, cuántas historias son contadas, depende realmente del poder.  El poder no es sólo la capacidad de contar la historia de otra persona, sino el de convertirla en la historia definitiva de esa personas, añade.

Una de las principales funciones de la libertad de expresión es que sirve para la búsqueda de la verdad; y si por intereses de poder es prohibido y penalizada la expresión de otras versiones y perspectivas sobre ciertos actos y hechos, no sólo se obstaculiza aquella búsqueda, sino que se viola la dignidad de las personas que cuestionan la pretendida historia única.  ¿Cómo se viola esa dignidad? Al negárseles el carácter de individuos pensantes y racionales que tienen algo que aportar y cuyas experiencias de vida son consideradas como delictivas sólo porque no se ajustan a la narrativa de quienes tienen el poder de penalizar, castigar y erradicar perspectivas que no sean las suyas.

En todo caso, en Guatemala la libertad de expresión existe al amparo del artículo 35 de la Constitución de la República; y la del 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.