21
Abr 22

¡En carro por la Sexta!

 

La Sexta avenida originalmente era La Calle Real.  Cuando yo era niño, con mis padres y mis abuelas ahí se hacían las compras.  El carro era estacionado en algún parqueo -normalmente en el que está entre la novena y décima calles y de ahí bajábamos y subíamos hasta donde hubiera que ir.  Normalmente la jornada terminaba en la cafetería París, o en el Hotel Panamerican, dependiendo de con quién iba y a qué hora.

Haz clic en la foto para ver el recorrido.

Desde 2010 la Sexta es peatonal y está lejísimos de ser él un lugar fashionable para las compras. Su deterioro comercial comenzó a finales de los años 70; pero todavía es un lugar fascinante que me gusta muchísimo frecuentar.  El lunes, o martes de la semana pasada, debido a la procesión de ese día, la PMT nos desvió por esa vía y tuvimos la rara oportunidad de circular como se hacía antes.  Fue sólo una cuadra, pero sentí como un viaje en el tiempo.

El vídeo de abajo, por cierto, lo tomé en octubre de 2010 en el último día en el que se pudo circular en automóvil por la Sexta.  Los vendedores fueron reubicados.

¿Quién visita la Sexta con alguna frecuencia?


19
Abr 22

Meones en la zona 1

 

Aquí van dos meones cachados en la zona 1 durante la Semana Santa.  El primero está orinando junto al Palacio Nacional; y el segundo lo hace en la Sexta avenida.

De cuando en cuando, en casa jugamos con la idea de irnos a vivir a la zona 1; pero es el olor a meados y la suciedad es lo que siempre nos detiene.

Hace unos 15 años, cuando empecé a bloguear, una de las primeras secciones que incluí fue la de los meones; y la hice porque me llamaba la atención la cantidad de gente que hacía sus micciones en las calles.

¿Cuál es el origen aquella sección?  A finales de los años 80 el columnista José Eduardo Chepe Zarco organizó una campaña exitosa contra aquellos que tiraban basura en las calles; y el lema de la campaña era No sea coche; y más tarde, no se en donde, leí que en algún lugar de México a la gente que orinaba en la calle le gritaban: ¡Meón, meón!  

Sé que en Guatemala no abundan las facilidades sanitarias para quienes andamos en la calle; pero eso no quita que sea feo, sucio y una falta de consideración para los demás echarse una araña en la vía pública.


19
Feb 21

Un adefesio para el bicentenario

Con ocasión de la celebración del bicentenario de la Independencia, Tu Muni está construyendo un adefesio en el Parque Centenario, que desintegrará el área.

Aquel espacio es el corazón del centro histórico de la urbe y cuenta con joyas y símbolos del patrimonio arquitectónico urbano. ¿Qué necesidad, hay, de clavarle una construcción ajena y fuera de contexto en medio?  El monumento en cuestión no solo malintegra el espacio, como lo hizo la plaza que sustituyó al parque tradicional; sino que desintegra el área al separar la concha acústica -casi con violencia visual y de texturas- de los edificios históricos que están a los costados de la Plaza de la Constitución.

La necesidad cognitiva de integración es de importancia para los seres humanos, no sólo al nivel filosófico de la epistemología y la metafísica; sino al nivel filosófico de la ética y de la estética.  ¡E incluso para el nivel más pedestre! Ya que la arquitectura es un arte, y el arte tiene que ver con el sentido de vida del artista y con el del que aprecia la obra, la falta de armonía de las partes con el todo y del todo con las partes -que creará el mamarracho en cuestión- crea una desintegración grotesca no sólo entre el Parque Centenario y la Plaza de la Constitución; sino en el carácter de la experiencia urbana y en el de la efeméride

Si la urbe es la arquitectura de la ciudad, y la ciudad es una forma particular de asociación, ¿qué bien le hace a la urbe y a la ciudad la multiplicación -desde el poder político- de monumentos y edificaciones desintegradas y desintegradoras? El corazón del centro histórico no es tabula rasa y tiene una dignidad que los políticos y los arquitectos orgánicos deberían respetar.  No es el lugar para librar una guerra de estilos.

No se trata de que la urbe no evolucione; sino de que -desde el poder político- no se plante un lunar con pelos en un espacio con carácter e historia propios, sólo porque así se le antoja a una élite que tiene el poder para hacerlo.

Así va la construcción del adefesio.

Todavía es tiempo de detener la agresión que está sufriendo aquel espacio; y evitar la agresión que sufrirá la ciudad.

Actualización: mi mamá dice que parece parada del Transmetro.

Otra actualización: Pasó lo que tenía que pasar, el adefesio ya es dormitorio para mendigos y vagos.

La foto es del 1 de septiembre del 2023.

Columna publicada en elPeriódico.


29
Ago 20

Triste adiós a la Casa MIMA

Abro elPeriódico para acompañar mi desayuno y leo que fue cerrada la Casa MIMA y me da mucha tristeza.  Ese lugar era uno de mis favoritos en la zona 1 y es un tesoro.

Entrada al comedor de la Casa MIMA. Foto de elPeriódico.

La conocí recién abierta al  publico hace 20 años, y cuando llevé a mi madre a conocerla se le salieron las lágrimas porque le recordaba muchísimo la casa de sus abuelos maternos, en donde pasó buena parte de su niñez. Casa en la 5a. calle de la zona 1, que conocí cuando era muy niño.

Tengo la dicha de mostrarles Guatemala a visitantes extranjeros con bastante frecuencia, y aquellos a quienes llevé a visitar aquella casa-museo salieron encantados, sin excepción.

Y es que una visita a la Casa MIMA nos permitía viajar en el tiempo para recordar personas, momentos y espacios; y viajar en el tiempo para imaginar la vida en la Guatemala de principios del siglo XX y atisbar en la cotidianidad de una familia chapina, como muchas.

¡Muchas gracias a la Fundación La Luz por veinte años de Casa Mima!; y muchas gracias al curador Roberto Andreu por hacerla posible en el día a día.

No se cuanto tenga que ver el encierro forzado con el cierre de aquella joya histórica; pero es evidente que un proyecto de tal envergadura sólo es posible si recibe visitantes con regularidad y en una economía medianamente sana.

¿Qué más perderemos? ¿Qué más ya perdimos?


24
Sep 18

Cabras, leche y recuerdos

Una de las estampas urbanas que más disfrutan los visitantes que suelo llevar al centro de la ciudad es la de las cabritas; y el martes pasado vimos como ordeñaban a una.

Escenas como esta no se ven en las grandes ciudades del mundo.  Y ni siquiera en las pequeñas de los países desarrollados. A los visitantes no sólo les encantan las cabras que pasean por las calles y por la Plaza de la Constitución, sino que les impresiona el chasquido del látigo y el hecho de que la gente tome leche al pie de la cabra.

Cuando yo era adolescente, llegaban cabras a mi colonia y mi padre solía comprar leche de cabra.  Se las daba a mis primos a quienes les causaba mucha gracia.  Yo no la tomaba porque no me sienta bien.  Lo que yo detestaba, eso sí, era el sonido del látigo, sobre todo en vacaciones cuando las cabras pasaban temprano y yo todavía estaba bien dormido.  No era agradable despertar con aquellos latigazos en el aire.

Descontando la imundicia que dejan por ahí, estos son los contrastes entre la urbe moderna, y la Guatemala que todavía tiene rasgos de pueblón.


11
Ago 18

Me salvé de ver un linchamiento

Estábamos en la Octava calle, entre el Portal del comercio y la Plaza de la Constitución cuando notamos un alboroto: pasó una moto y luego otra, y detrás gentes corriendo y gritando: ¡Ladrones, ladrones! ¡Párenlos! y cosas así.

Esto fue hace ocho días, y en la esquina de la Octava calle y Sexta avenida, el tripulante de una de las motos abandonó su vehículo y salió corriendo con la gente detrás.  Mi primer instinto fue correr a ver en qué paraba el asunto; pero iba con mi madre así que no corrimos, pero nos dirigimos a aquella esquina.

Para cuando llegamos la moto ya no estaba en donde la había dejado su tripulante y por ir comentando el asunto no vimos quién se la llevó, ni a donde.  Al llegar frente a la Empresa Eléctrica encontramos a un sujeto con las piernas abiertas y los brazos alzados apoyado contra el edificio de aquella empresa.  A su alrededor varios policías municipales, y varios policías nacionales, así como una pequeña multitud.  Todos serenos.  Nos informamos y nos enteramos de que estaban esperando a que la víctima de una salto, supuestamente perpetrado por el detenido y por un cómplice, se acercara a señalarlo como posible autor del delito.  Pero nos quedamos vestidos y alborotados porque la víctima nunca se apareció.  En consecuencia el sospechoso fue dejado en libertad, la gente se dispersó, y el señalado caminó por el Parque Centenario hacia la Quinta avenida, frente a la Biblioteca Nacional.

Creo que nos salvamos de ver un linchamiento, o por lo menos una vapuleada. Y yo, que visito la zona uno con frecuencia, acompañado por extranjeros que visitan Guatemala, me siento triste cuando ocurren cosas así.


14
Ene 18

La zona 1 y su carácter

Es cierto que hace falta seguridad en la zona 1; pero  no a costa de su carácter.  Robos a peatones, robos de vehículos, tiroteos y otros delitos, así como el aumento de indigentes, amenazan aquella área de la ciudad; pero la seguridad no debe llegar a costa de la pérdida de lo que la hace única y diferente.

Suelo llevar visitantes de todo el mundo a conocer la Sexta avenida, la Plaza de la Constitución y el Mercado Central; y mis invitados siempre regresan encantados del paseo.  No sólo tienen la oportunidad de saborear un poco de la vida de la ciudad, sino que conocen algo de su historia, su riqueza y su misterio.

En 16 años que tengo de hacer esos paseos -casi todas las semanas- sólo una vez he sufrido un incidente.  A las 8:00 a.m. de aquel día entré al atrio de la Catedral acompañado por mi cuate, Gerald; y me adelanté porque un empleado del lugar estaba limpiando el piso con una manguera.  Dos, o tres pasos había dado cuando escuché un grito y, al voltearme, vi a Jerry tirado en el suelo con cos sujetos  tratando de quitarle lo que llevaba en la mano.

Pensé rápido y dispuse que lo que correspondía era quitarle a uno de los sujetos a Jerry para que pudiera defenderese en igualdad de condiciones; así que emití mi mejor rugido y me lancé sobre uno de los atacantes.  Paralelo a la fracción de segundo que me tomó tirarme sobre uno de los ladrones, apreté el teléfono que llevaba al cinto y sentí una mano que trataba de arrancármelo.  ¡Eran tres ladrones!

En otra fracción de segundo, los dos que tenían a Jerry se levantaron y corrieron, seguidos por el que trataba de quitarme mi móvil.  Se fueron sólo con el estuche de los anteojos oscuros de mi cuate.  Yo me sentía Tarzán y Jerry mantuvo la dignidad; entramos a la Catedral y luego nos fuimos del lugar.

En 16 años y después de aquello, nunca he tenido un incidente.

A mí el Centro me gusta mucho.  Lo recuerdo con cariño de mi niñez y de mi adolescencia.  Me gusta pasear en sus calles y disfrutar de mucho de lo que ofrece en términos de cultura, costumbres, gastronomía, entretenimiento y aventura.  A veces acaricio la idea de irme a vivir al centro…pero se me pasa.  Se me pasa porque tengo la impresión de que cuando no huele a meados, huele a Criolina.  Y se me pasa cuando leo acerca de los tiroteos.  Pero eso sí….no dejo de ir, ni de llevar visitantes porque no hay uno que no haya vuelto con una impresión agradable de la ciudad.

Como lugar para vivir…lo que se dice vivir, vivir, la zona 1 tiene mucho que ofrecer y tiene potencial; pero no si hiede y no si es percibido como un lugar inseguro.  Y ciertamente no, si pierde su carácter diverso, rico y misterioso.

Mi cuate, Rudy, me llamó la atención sobre esto de su carácter; y vale la pena aclarar que, por su carácter, debe entenderse no la voluntad de los políticos planificadores y los ingenieros sociales (que fuerzan paletas de colores para el área y elevan los impuestos con el propósito de forzar a la gente a vender, entre otras políticas parecidas), sino el de las personas que viven en el área, y usan el área, o van a ir a vivir allí, invertir allí o usar los espacios.  Las cosas como las zonas de una ciudad no tienen carácter, este se los dan las personas, sus decisiones personales y sus actividades personales.

En todo esto, ¿cuál es el rol legítimo de las autoridades? Proveer seguridad y evitar el hedor.


27
Jul 17

¡Volvieron los murales de González Goyri!

Para  nada soy fan de eso que la gente llama arte abstracto; y entiendo que los derechos individuales deben prevalecer sobre los intereses colectivos.  Sin embargo, lamenté en su momento la remoción de unos murales de Roberto González Goyri, de un edificio de la zona 1.  Y me alegra que hoy vayan a ser reinaugurados, luego de volver a su lugar.

Esta es la historia de por qué.

En 1976 yo recibía clases de mecanografía en un colegio que está situado a dos cuadras del parque Enrique Gómez Carrillo y la camioneta Uno me dejaba en ese lugar.  En una de tantas pasadas vi para arriba y en el edificio localizado en la Quinta avenida y Quince calle noté unos murales firmados por Roberto González Goyri, uno de los más notables, admirados y respetados artistas guatemaltecos. Hay murales bellísimos suyos en el Banco de Guatemala, el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social y otros edificios.  El Tecún Uman monumental de la zona 13 es del maestro.

A lo largo del proceso de deterioro de la zona 1 a veces pasaba por mi mente el hecho de que era notable que aquellas obras de arte estuvieran por ahí sin que nadie -aparentemente- reparara en ellas.  En medio de la fealdad y de la inmundicia del área, y aunque artisticamente  no fueran de mi gusto, era bonito saber que estaban ahí.  Y me hubiera gustado que se quedaran ahí. En esa cuadra estaba  la casa de mi bisabuela, Gilberta a principios del siglo XX, lo cual le añadía encanto a todo el asunto.

Los murales fueron removidos hace dos años y los clamores, las vestiduras rasgadas, los puños cerrados y el crugir de dientes a causa su eliminación no se hicieron esperar. A  mucha gente le  gusta pensar que ciertas obras de arte, incluidas las de arquitectura, no son propiedad de sus propietarios, sino que son algo así como propiedad de todos. Esa forma colectivista de ver las cosas supone que si algo es del gusto de algún colectivo, su propietario no puede disponer de él.  Sucedió hace poco con las estructuras de una gasolinera en la Avenida de las Américas y sucedió hace ratales con un mural pintado en un teatro.

Hace años, yo mismo lamentaba la destrucción de varias casas de arquitectura extraordinaria y cincuentera, que estaban ubicadas en la Avenida de la Reforma, y que fueron sustituidas por edificios.  Pero una cosa es lamentar un cambio; y otra muy diferente es pretender que el propietario de un inmueble, o de una obra de arte, no pueda disponer de ella como corresponde, sólo porque un grupo de interés estima que no deba hacerlo….o peor aún, que no tenga derecho a hacerlo.

La pretensión de que los propietarios de un edificio (o de una obra de arte) no pueden cambiarlo porque hay un grupo que valora  el edificio (o la obra de arte)  parte de la pretensión arrogante de que todos deben valorar lo mismo; y parte de la pretensión peligrosa de que lo tuyo, no es tuyo.  Si prevaleciera el criterio de que los propietarios de una obra de arte en un edificio no pueden alterarla, se crearía un incentivo perverso: el de que es mejor no añadir obras de arte a los edificios para no correr el riesgo de que luego, haya gente que disponga que no se pueden alterar la obra de arte, ni el edificio.

Lamenté la sustitución de los murales del maestro González Goyri por azulejos anodinos; pero respeto el derecho de los propietarios de los murales no sólo a tener gustos distintos a los míos, sino a disponer de su propiedad como le convenga. ¿Por qué? Porque ya lo dijo Benito Juárez: el respeto al derecho ajeno es la paz.


15
Feb 17

Los murales de González Goyri están de vuelta

murales-gonzalez-goyri

En noviembre de 2015 de armó un alboroto porque los murales del edificio ubicado en la Quinta avenida y 16 calle de la zona 1 -por maestro Roberto González Goyri– habían sido removidos.  El lunes pasé por ahí y vi que ya están de vuelta, y me dio mucha alegría.  En la foto no se ven; pero están detrás de los andamios.

En su momento lamenté la sustitución de los murales de González Goyri por azulejos anodinos; pero explresé mi respeto por el derecho de los propietarios de los murales no sólo a tener gustos distintos a los míos, sino a disponer de su propiedad como le conviniera. ¿Por qué? Porque ya lo dijo Benito Juárez: el respeto al derecho ajeno es la paz.

La pretensión de que los propietarios de un edificio (o de una obra de arte) no pueden cambiarlo porque hay un grupo que valora el edificio (o la obra de arte)  parte de la pretensión arrogante de que todos deben valorar lo mismo; y parte de la pretensión peligrosa de que lo tuyo, no es tuyo.  Si prevaleciera el criterio de que los propietarios de una obra de arte en un edificio no pueden alterarla, se crearía un incentivo perverso: el de que es mejor no añadir obras de arte a los edificios para no correr el riesgo de que luego, haya gente que disponga que no se pueden alterar la obra de arte, ni el edificio.

Dicho lo anterior celebro el retorno de los murales con la esperanza de que no haya sido por la fuerza, ni por la amenaza del uso de la fuerza.

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Hay murales bellísimos de Roberto González Goyri en el Banco de Guatemala, en el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social y en otros edificios.  El Tecún Uman monumental de la zona 13 es de aquel gran artista.


17
Jul 16

Meones en el Centro

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A mí me encanta ir al Centro de la ciudad.  El sábado anduve por ahí tomando fotos y como la luz estaba estupenda al atardecer conseguí buenas.  Luego fui a tomar un refresco y a comer una crepe de Nutella. La verdad es que disfruto mucho de esos paseos y de practicar el antiguo arte de People Watching.

Pero hay algo que siempre me desagrada y es que el Centro siempre huele a meados. Por eso tomé la foto que ilustra esta entrada.  Ahí hay dos meones que caché en la Once calle y Quinta avenida.

Cuando empecé a bloguear en Carpe Diem, hace casi diez años, una sección muy popular entre los primero lectores era la de meones y la abandoné porque me aburrió. Empero, creo que es importante denunciar a la gente que orina en las calles.  Es una costumbre sucia y muy fea.  Es una costumbre despreciable. Se compara con la de la impuntualidad, con la de no confirmar asistencia a las invitaciones, y a la de no responder directamente a preguntas directas. La de mear en lugares públicos es tan desagradable como la de sonarse la nariz con la mano y luego arrojar los mocos al suelo, o a una pared.

La idea de aquel espacio surgió porque una vez leí que en algún lugar de México, la gente les grita a los meones: ¡Meón, meón!; y porque el difunto Chepe Zarco impulsó, hace años, una campaña contra la gente que ensucia las calles. La campaña decía: No sea coche.