27
Ene 23

Descubrimientos fabulosos en El Mirador

 

En diciembre pasado hizo 18 años que caminé por la selva petenera rumbo a El Mirador.  Todavía me fascina todo lo que tiene que ver con el reino Kan y no pude sino alegrarme de que han sido encontradas una cantidad increíble de ciudades y calzadas que hacen de la Cuenca Mirador un sistema integrado.  Los descubrimientos con tecnología LiDAR y el liderazgo del arqueólogo Richard Hansen así como el profesionalismo de su equipo, nos están descubriendo un mundo que ni imaginábamos.

Sylvia, Inés y Luisfi en el campamento de El Tintal. Foto por Alejandro Masdeu.

Cuando uno ha viajado bajo el dosel espeso de los árboles, en la selva, bajo el cual oyes que llueve, pero la lluvia no llega al suelo debido a lo espeso del follaje en las alturas, uno se da cuenta de lo fascinante que es la tecnología que permite ver estructuras y ciudades ocultas por la jungla.

La imaginación se dispara cuando uno trata de traer a la vida toda aquella infraestructura, al servicio del comercio, de la política y de la guerra.  Porque, ¿ya sabes, verdad? Los mayas no eran aquellos matemáticos y observadores de estrellas pacíficos con los que fantaseó Eric Thompson.

El MIrador. La foto la tomé de Facebook.

Me deja papo el hecho de que los mayas hayan conseguido los niveles de complejidad que consiguieron en un ambiente tan hostil como el de las tierras bajas.  Otras grandes civilizaciones de la humanidad prosperaron al lado del Nilo, del Ganges, del Yangtse y del Tigris y el Éufrates, pero los mayas prosperaron en las selvas y a merced del agua de lluvia.

Como durante mi visita al reino Kan tuve la dicha de conversar con nuestro guía, Darwin, y con la cocinera, los muleros, y el ayudante, se lo valioso que es el involucramiento de los habitantes de la cuenca en la explotación racional de aquellas maravillas.  Se que los saqueadores, los ladrones de madera y los narcos son amenazas para quienes viven pacíficamente en el área y para quienes quisieran visitarla.  Se que esos problemas son camisas muy grandes para el gobierno y se que la riqueza potencial de El Mirador sólo será aprovechable significativamente si hay un involucramiento más profesional de quienes viven por allá y un involucramiento del sector privado; y por si acaso, por sector privado me refiero al sector voluntario de la economía, en oposición al sector coercitivo de aquella.

Imagen LiDAR. La foto la tomé de Facebook.

Dicho lo anterior, te comparto lo que escribí en 2005 luego de mi visita a El Mirador:

El aroma a copal inundó el aire, y desde lo más alto de la pirámide El Tigre, mis amigos y yo observamos el ocaso. A nuestros pies estaba ese inmenso mar verde que es la selva. Nos llevó dos días y tantito atravesarla, pero ahí estábamos al fin, en la cuna de la civilización maya: la ciudad colosal de El Mirador.

Allá arriba, emborrachado por la luz, los aromas y los colores, uno no puede sino pensar en las personas que construyeron ciudades y calzadas a lo largo y lo ancho de esa jungla. Frente a nosotros estaba la La Danta, una mole increíble que mide 10 metros más que el templo IV de Tikal y cuya base ocupa el área de tres estadios de fútbol. La ciudad es inmensa, ¡y es unos 800 años más antigua que Tikal!

En toda la cuenca Mirador hay unas 26 ciudades grandes [ahora se sabe que hay centenare]; y en nuestra jornada a través de la selva visitamos: La Florida, El Tintal y La Muerta. No es fácil llegar a El Mirador; pero el duro viaje hacia esa ciudad formidable es el vivo ejemplo de cuando el camino vale tanto como el destino. Auxiliados por Billy Cruz, de Petén, mis amigos Silvia, Inés, Antonio y Raúl, así como mi sobrino Alejandro, y yo, emprendimos la aventura el 17 de diciembre pasado. Ale de 12 años, y yo, fuimos a lomo de macho; pero los demás caminaron por bosques interminables y por bajos intimidantes a través de humedales enormes. 

A veces el agua fangosa les llegaba arriba de la cintura, yo me caí cuatro veces de mi Rucio, y el Ale quedó colgando de un árbol en una ocasión. Tras horas de montar, más de una vez reviví mi pierna entumecida poniéndole una cruz de saliva, según la costumbre local. Y entendí lo que es ser terco como una mula. Vimos cualquier cantidad de orquídeas, aunque muy pocas en flor; extrajimos copal del árbol que lo produce. Conocimos el chicle. Vimos aves hermosas y el cielo más estrellado que uno pueda imaginar.

Pero aquello es la selva, y no hay que olvidarlo. Vimos huellas de jaguar y escuchamos sus rugidos, junto a los de los monos aulladores. Dormimos en campamentos en los que el olor a serpiente era perturbador. A mi sobrino se le metió una tarántula en el zapato y le apareció otra en su carpa. Y tuvimos que esquivar ejércitos de hormigas feroces, algunas de ellas muy olorosas. Dormíamos como tiernos, aunque una noche se inundó el campamento y tuvimos que pasarla entre el agua. Una culebra zumbadora se atravesó en el camino y yo regresé con dos garrapatas conchudas, mostacilla y docenas de piquetes.

Sylvia, Raúl, Ines, Alejandro y yours truly en la Cuenca Mirador.

El viaje a El Mirador fue toda una aventura, hecha más inolvidable gracias a los cuidados y a la extraordinaria habilidad de nuestro guía Henry Darwin; y gracias a la cocinera, Gladys. Por ella teníamos tortillas del comal y panqueques en plena selva. También por el asistente, Wilmer, y por los arrieros Manuel y Rudy que cargaban las 12 acémilas y montaban los campamentos con eficiencia.

Mi corazón se aceleraba cuando entrábamos a algún sitio, cuando mirábamos algún montículo, y más, cuando llegamos a El Mirador. A lo largo de la jornada uno puede llegar a experimentar algo de lo que sentían los primeros exploradores de esas regiones en el siglo XIX. Yo pensaba mucho en Stephens y Caterwood, así como en los Maudslay, y también en mi amiga Mayra, que hace años estuvo perdida en la selva durante dos noches.

En febrero de 2003, en el Museo Popol Vuh, tuve la suerte de conocer a Richard Hansen, el arqueólogo que está a cargo del proyecto de la cuenca de El Mirador. Y en esa ocasión quedé admirado del trabajo que está haciendo. Y desde entonces que tenía ganas de viajar hacia allá. A diferencia de otros sitios desarrollados, El Mirador todavía es un mundo perdido, ¡de verdad! y lleno de tumbas sin abrir. En él, uno no encuentra montones de turistas, ni mucha basura; y entra en contacto extremo con uno mismo, con la naturaleza y con grandes obras del genio humano. Por eso, la visita a aquella ciudad preclásica y los cinco días que pasamos en la jungla, fueron una experiencia física y psicológica inolvidable que enriqueció nuestras vidas.

Columna publicada en elPeriódico.


03
Jul 20

El futuro de El Mirador

Visité El Mirador en diciembre de 2005 cuando recorrí el sak´be a pie y a lomo de mula.  ¿Qué te digo? ¡Fue como viajar con Stephens y Caterwood! Escuchamos a balam una noche y vimos huellas de aquellos felinos; dormimos en un campamento que olía a orines de kan, y vimos una piel de serpiente; El Ale, mi sobrino, halló una chiwoj en su tenis y otra de esas arañas enormes se paseó por nuestra carpa. Una noche se nos inundó el campamento y dormimos en el agua; y me froté con chichicaste, o algo parecido un ojo, por evitar el roce de unas arañitas negras con rojo. Vimos el cielo estrellado como lo veía Jasaw Chan Kʼawiil.

Así quedó mi capa luego de una mañana entre ramas y espinas a lomo de mula.

Fue un viaje física y psicológicamente retador; pero si pudiera lo haría de nuevo.  Sin pensarlo dos veces.  Comparto con el arqueólogo Richard D. Hansen la idea de que más guatemaltecos -niños y adultos- pudieran visitar la selva y el reino Kan, un patrimonio que deberíamos conservar, cuidar y promover de forma responsable.  Pero para ello los esfuerzos que hagamos en esa dirección deben ser sostenibles, no sólo para para el área, su fauna y su flora, sino para sus habitantes humanos cuya calidad de vida se elevaría sustancialmente, si hubiera más visitantes.

¡Por supuesto que no se trata de convertir El Mirador en un parque de diversiones como caricaturizan algunos individuos! ¿En qué cabeza cabría, y con qué intenciones, un proyecto que pusiera en peligro la biósfera maya si amas lo que ofrece?

Ya dicho lo anterior, lo cierto es que las discusiones sobre el futuro del patrimonio cultural y natural de aquella área son necesarias; porque, aunque vivimos en un ambiente en el que muchos quieren tener el mejor teléfono posible antes que los demás, también quieren lo que nos da raíces y nos identifica en un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo.  De ahí que sea importante responder a la pregunta: ¿A quién pertenece el pasado? 

Sugiero que se abra una discusión sobre cómo valorar El Mirador; pero en un contexto racional y no emotivo; con ganas de encontrar soluciones sostenibles, y no con el ánimo de que no se haga nada por miedo a que se haga algo.

Columna publicada en elPeriódico.


24
Ene 20

¿Un tren a El Mirador?

La cuenca Mirador de nuevo está en el foco de atención pública porque senadores estadounidenses buscan dotar de dólares al sistema Mirador-Calakmul para un programa de investigación, rescate y conservación.  También porque la propuesta de un tren eléctrico de bajo impacto, que atraviese los 50 kilómetros que hay entre la aldea Carmelita y El Mirador, tiene fans y detractores.

Nuestro campamento en El Tintal, rumbo a El Mirador.

En compañía de Raúl, El Ale, Ami Tai, Hue yin y Ho Don recorrí el sak´be  o camino blanco que une El Tintal y El Mirador en diciembre de 2005; y desde entonces me maravillo con todo lo que tiene que ver con el reino Kan. Durante cuatro noches dormí una enorme cantidad de estrellas, que nunca más he vuelto a ver y bajo las copas de los árboles, mojado hasta el tuétano en una de aquellas noches. Conocí a qué huelen los orines de serpiente, vimos huellas de Balám y tarántulas así de grandes, y viajamos a pie y en mulas durante cinco días.

A veces el agua lodosa de los bajos nos llegaba a la cintura, me caí cuatro veces de mi rucio, y El Ale quedó colgando de un árbol en una ocasión. Tras horas de montar, más de una vez reviví mis piernas entumecidas poniéndoles una cruz de saliva, según la costumbre de la jungla. Y entendí lo que es ser terco como una mula.

Las discusiones sobre el futuro del patrimonio cultural y natural de aquella área son necesarias; porque, aunque vivimos en un ambiente en el que muchos quieren tener el mejor teléfono posible antes que los demás, también quieren lo que nos da raíces y nos identifica en un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo.  De ahí que sea importante responder a la pregunta: ¿A quién pertenece el pasado? 

Comparto la idea de que los objetos y edificaciones conservadas del pasado son posibles fuentes de enseñanza; pero no son intocables, ni están fuera del mercado, sólo para ser admiradas, pero no tocadas. Todo esfuerzo para conservar El Mirador, o cualquier otro sitio, debe ser sostenible en el largo plazo y no de espaldas a la realidad.  Porque ya sabes, puedes ignorar la realidad; pero no las consecuencias de ignorarla.

Columna publicada en elPeriódico.


19
Dic 16

El Mirador no deja de sorpender

luis-figueroa-tintal

Inmensas pirámides, calzadas, plazas, terrazas, muros y diques; carreteras que unen ciudades como El Mirador, Tintal y otras fueron reveladas por medio de un escaneo y radar láser que lo deja a uno papo.  Es admirable lo que consiguieron los mayas en un ambiente tan hostil, sin metales duros, sin ruedas, sin bestias de carga, y sin fuentes de agua.  Tanta grandeza colapsada debería recordarnos los daños que la mala filosofía y la mala economía le pueden hacer a una civilización.

Recorrí el sak´be o camino blanco -una calzada que une Tintal y El Mirador- en diciembre de 2005 y desde entonces me maravillo con todo lo que tiene que ver con el reino Kan. Dormí en Tintal y en El Mirador bajo las estrellas y las copas de los árboles, mojado hasta el tuétano en una de las noches.

Este es un enlace al relato de esa aventura:

El aroma a copal inundó el aire, y desde lo más alto de la pirámide El Tigre, mis amigos y yo observamos el ocaso. A nuestros pies estaba ese inmenso mar verde que es la selva. Nos llevó dos días y tantito atravesarla, pero ahí estábamos al fin, en la cuna de la civilización maya: la ciudad colosal de El Mirador.
 
Allá arriba, emborrachado por la luz, los aromas y los colores, uno no puede sino pensar en las personas que construyeron ciudades y calzadas a lo largo y lo ancho de esa jungla. Frente a nosotros estaba la La Danta, una mole increíble que mide 10 metros más que el templo IV de Tikal y cuya base ocupa el área de tres estadios de fútbol. La ciudad es inmensa, ¡y es unos 800 años más antigua que Tikal!
En toda la cuenca de El Mirador hay unas 26 ciudades grandes; y en nuestra jornada a través de la selva visitamos: La Florida, El Tintal y La Muerta. No es fácil llegar a El Mirador; pero el duro viaje hacia esa ciudad formidable es el vivo ejemplo de cuando el camino vale tanto como el destino. Auxiliados por Billy Cruz, de Petén, mis amigos Silvia, Inés, Antonio y Raúl, así como mi sobrino Alejandro, y yo, emprendimos la aventura el 17 de diciembre pasado. Ale de 12 años, y yo, fuimos a lomo de macho; pero los demás caminaron por bosques interminables y por bajos intimidantes a través de humedales enormes.
 
A veces el agua fangosa les llegaba arriba de la cintura, yo me caí cuatro veces de mi Rucio, y el Ale quedó colgando de un árbol en una ocasión. Tras horas de montar, más de una vez reviví mi pierna entumecida poniéndole una cruz de saliva, según la costumbre local. Y entendí lo que es ser terco como una mula. Vimos cualquier cantidad de orquídeas, aunque muy pocas en flor; extrajimos copal del árbol que lo produce. Conocimos el chicle. Vimos aves hermosas y el cielo más estrellado que uno pueda imaginar.
 
Pero aquello es la selva, y no hay que olvidarlo. Vimos huellas de jaguar y escuchamos sus rugidos, junto a los de los monos aulladores. Dormimos en campamentos en los que el olor a serpiente era perturbador. A mi sobrino se le metió una tarántula en el zapato y le apareció otra en su carpa. Y tuvimos que esquivar ejércitos de hormigas feroces, algunas de ellas muy olorosas. Dormíamos como tiernos, aunque una noche se inundó el campamento y tuvimos que pasarla entre el agua. Una culebra zumbadora se atravesó en el camino y yo regresé con dos garrapatas conchudas, mostacilla y docenas de piquetes.
El viaje a El Mirador fue toda una aventura, hecha más inolvidable gracias a los cuidados y a la extraordinaria habilidad de nuestro guía Henry Darwin; y gracias a la cocinera, Gladys. Por ella teníamos tortillas del comal y panqueques en plena selva. También por el asistente, Wilmer, y por los arrieros Manuel y Rudy que cargaban las 12 acémilas y montaban los campamentos con eficiencia.
 
Mi corazón se aceleraba cuando entrábamos a algún sitio, cuando mirábamos algún montículo, y más, cuando llegamos a El Mirador. A lo largo de la jornada uno puede llegar a experimentar algo de lo que sentían los primeros exploradores de esas regiones en el siglo XIX. Yo pensaba mucho en Stephens y Caterwood, así como en los Maudslay, y también en mi amiga Mayra, que hace años estuvo perdida en la selva durante dos noches.
En febrero de 2003, en el Museo Popol Vuh, tuve la suerte de conocer a Richard Hansen, el arqueólogo que está a cargo del proyecto de la cuenca de El Mirador. Y en esa ocasión quedé admirado del trabajo que está haciendo. Y desde entonces que tenía ganas de viajar hacia allá. A diferencia de otros sitios desarrollados, El Mirador todavía es un mundo perdido, ¡de verdad! y lleno de tumbas sin abrir. En él, uno no encuentra montones de turistas, ni mucha basura; y entra en contacto extremo con uno mismo, con la naturaleza y con grandes obras del genio humano. Por eso, la visita a aquella ciudad preclásica y los cinco días que pasamos en la jungla, fueron una experiencia física y psicológica inolvidable que enriqueció nuestras vidas.
La foto es de nuestro campamento en Tintal.

12
May 14

¿Se acerca el nuevo colapso de El Mirador y del reino Kan?

luis-figueroa-el-mirador

¿Se acerca el nuevo colapso de El Mirador y del reino Kan?  Lo que empezó como un trabajo para mejorar los senderos peatonales que llevan al El Mirador —antigua capital del reino Kan— se convirtió en preocupación para pobladores dela aldea  Carmelita,  en  Petén, y para arqueólogos y promotores de turismo, al descubrir que la brecha, proyectada con dos metros de ancho, llegó a tener hasta siete metros en ciertas áreas, pese a ser de uso peatonal y de las mulas.

Visité El Mirador en 2005 en compañía de mi sobrino que tenía 10 años y 4 amigos más.  Nos tomó dos días llegar gracias a un patacho de 12 mulas y un equipazo integrado por Darwin, el guía; Gladys, la cocindera, un ayudante y dos muleros.  Fue una hermosa y grande aventura en la selva, que siempre voy a recordar con respeto y cariño.

Cuando la gente me pregunta le digo: Ve ahora, antes de que todo aquello desaparezca y sea estropeado.  Detesto pensar que esa sea una posibilidad; pero cuando leo noticias como la de arriba me da rabia y me pregunto que qué será de El Mirador si esas cosas siguen ocurriendo.

En la foto se ve nuestro campamento en El Tintal.  Estoy en la mesa y al lado izquierdo están mis amigas Ami y Hue yin; al lado derecho se ven las carpas que usamos y algunas de las mulas que cargaban con los bártulos.


10
Mar 11

Mel Gibson en El Mirador

Cuando un grupo de amigos y yo estuvimos sobre la pirámide de El Tigre, en El Mirador, nuestro guía, Darwin, nos contó que el actor Mel Gibson había estado ahí y que había puesto su nombre en una hoja de esta planta de ¿magüey?  Claro que la hoja ya no estaba ahí porque inmediatamente alguien se la llevó.

De esta historia me acordé ahora que leí que Gibson volvió al Reino Kan.


02
Feb 11

Mataron a un jaguar

Los jaguares son animales preciosos; y, el domingo pasado, dos cazadores mataron a uno en El Remate, Petén.   A cambio de Q300 los dos cazadores le dieron muerte al felino, lo destazaron y lo quemaron.

La foto es de una huella de jaguar que mis amigos Alejandro, Raúl, Ami Tai, Hue Yin, y Yan Ho don vimos  en nuestra excursión a El Mirador, en 2005.  Allá en el Reino Kan, escuchamos rugidos de jaguar y vimos esta hermosa huella de Balam, hallada por nuestro guía, Darwin.


12
Nov 10

¿Y si aprendemos de Pompeya? ¿Muy feo?

Pompeya es un tesoro de la humanidad.  Es aquella ciudad romana que fue enterrada por la violenta erupción del volcán Vesubio en agosto de 79 D.C.  Aún los que nunca la hemos visitado sabemos de ella porque hemos visto imágenes de sus bien conservadas calles y edificaciones, así como los cuerpos impresionante conservados de las personas que murieron a causa de la erupción.  Otros, recordamos el dramático relato de Plinio el jóven, que fue testigo de la destrucción.

Pues bien…Pompeya no está bien conservada y está colapsando; y nosotros podríamos ser testigos de su segunda destrucción.  O no.

La legendaria Casa de los gladiadores, en aquella ciudad romana, colapsó a causa del descuido de parte de las autoridades encargadas de la conservación de la urbe.  Los medios de comunicación lo llaman el colapso de la vergüenza y la opinión pública está explorando la opción de quitarle el control de Pompeya a los políticos y privatizar la ciudad.

Aquí en Guatemala tenemos varias pompeyas.  Recién leímos que las ruinas de la cuna de la cultura maya están en peligro de destrucción por saqueo; y El Mirador, la que fuera la ciudad más grande de los mayas -en el reino Kan-, allá por 600 a.C. está por llegar a un punto de destrucción irreversible.  El saqueo y la destrucción de centenares de ciudades mayas es una realidad de la que los guatemaltecos no queremos hablar.  Pero, ¿hasta cuándo? ¿Cuando ya no quede nada, o quede muy poco de El Mirador, de El Perú-Waká, de Naranjo, de Cancuén, de Piedras Negras, de Seibal, ni de Tikal?

Antes de que un nuevo colapso de la vergüenza ocurra por aquí, ¿qué tal si tomamos en serio el rescate de la Historia y de nuestra herencia histórica? A lo mejor podríamos aprender algo de la discusión sobre la antigua Pompeya.

Si a usted le interesa el tema de la conservación del patrimonio histórico, seguramente le interesará leer Who owns the past.

La foto es de la pirámide de La Danta, en El Mirador, desde la pirámide de El Tigre.


20
Oct 10

El reino Kan en el reino de la impostura

Lo triste es que no debería de extrañarnos: Las ruinas de la cuna de la cultura maya están en peligro de destrucción por saqueo; y El Mirador, la que fuera la ciudad más grande de los mayas -en el reino Kan-, allá por 600 a.C. está por llegar a un punto de destrucción irreversible.

Afortunadamente tuve la oportunidad de visitar el reino Kan en 2005 y de vivir ahí, junto a la mejor compañía, una aventura extraordinaria.  En diciembre de ese año volamos a Flores, Petén, y ahí nos estaban esperando 2 vehículos que nos internaron en la selva hacia la población de Carmelita donde desayunamos.

Al concluir los alimentos, un equipo de lugareños -integrado por el guía Darwin, la cocinera Gladys, un ayudante y dos muleros- nos tenía preparada la recua de 12 mulas que nos llevaría por dos días y medio hasta El Mirador.  Y así agarramos camino.

Nos enlodamos hasta dentro de las orejas, dormimos en un campamento de chicleros y en otro que olía a orines de serpientes.  Vimos huellas de jaguar y oímos a esos magníficos felinos una noche.  Comimos el mejor pollo frito que he saboreado en mi vida.  Vimos la osamenta de una mula que fue atacada por abejas y  mi sobrino sacó una tarántula de su zapato.  En la única noche que vimos el cielo, este era tan estrellado que no pudimos identificar las constelaciones.  Una noche dormimos entre el agua y bajo un aguacero.  El vino no faltaba para la cena, y los panqueques se sentían deliciosos en el desayuno.  Dos veces me caí de la mula porque la silla de montar no estaba bien apretada. Atravesábamos bajos en los que el agua nos llegaba hasta la cintura, y pasábamos sobre lodo que, al pisarlo, despedía nubes, ¡nubes! de insectos.  La lluvia sólo de oía, porque la espesura de la selva no dejaba que llegara hasta nosotros en el suelo.  A ratos, no había nada más que verde, verde, verde, y más verde.  A ratos había un sol que abrazaba, a ratos la humedad mantenía mis anteojos nublados y a ratos todo era tan fresco y tan rico.

¿Cuál fue mi experiencia más dramática en esa aventura?  Pues…iba yo montado en mi mula durante el segundo día del viaje, pensando: What possessed me?, cuando vi que por mi izquierda se aproximaba hacia mí una hoja llena de espantosas arañitas negras con rojo.  Con un movimiento como de la película Matrix me incliné hacia la derecha y logré evadir el conglomerado repugnante de arácnidos. Entonces, con la mano izquierda me quité los anteojos y con el dorso de la mano derecha me sequé el sudor que caía sobre mi ojo izquierdo.  Y fue, entonces, cuando una hoja quedó atrapada entre el dorso de mi mano y mi ojo, así que sentí cuando aquella se frotó contra mi piel.  Momentos más tarde empecé a sentir calor y ardor alrededor de mi ojo izquierdo.  Y el calor y el ardor empeoraron. Y pensé: Voy a perder el ojo. Ahí estaba yo, a dos días de la población más cercana, en medio de la jungla, y me iba a quedar tuerto.  Pero el guía, Darwin, me dijo que seguramente no perdería el ojo y me lo lavó con agua abundante.  Y bueno, yo seguí montado en mi mula hasta que las molestias desaparecieron.  No sin que antes yo me imaginara como el pirata cojo y con parche en el ojo de Joaquín Sabina.

Con todo y todo, la sensación de gozo y triunfo al haber llegado hasta allá en mula y caminando, sólo es superada por la intensidad de lo que se siente cuando uno está viendo la pirámide de La Danta, desde la pirámide de El Tigre, y tiene a sus pies el inmenso mar verde que es la selva.  Todo ello envuelto en la luz del atardecer y el olor a copal.

Que bueno que fuimos porque a como van las cosas, quizás ya no haya El Mirador para rato.  Hoy sabemos de que a pesar de proyectos megalómanos como Cuatro Balam, la abulia, la ineptitud y la guerra contra las drogas podrían acabar con el reino Kan.  El Mirador, ahora, está en el reino de la impostura en el que estamos sumidos los chapines.


19
Jul 10

La guerra contra las drogas amenaza El Mirador

Grandes áreas de los bosques lluviosos de Guatemala, que una vez fueron la cuna de unas de las grandes civilizaciones del mundo, están siendo arrasados por ganaderos-narcotraficantes. Así lo denunció The New York Times en un reportaje publicado al sábado pasado, sobre El Mirador. De forma voluntaria, o no, los invasores de tierras se convierten en peones de los narcos. Los ocupas son numerosos, frecuentemente están armados y son difíciles de expulsar. En muchos casos funcionan como guardias para los traficantes y evitan que las autoridades ingresen al área; también hacen otras labores para los narcos.

Un informe del Departamento de Estado, citado por TNYT, indica que regiones enteras de Guatemala están bajo el control total de los narcotraficantes; y el gobernador de Petén afirmó que los carteles de drogas han comprado grandes ranchos ganaderos en aquel Departamento, con el propósito de lavar dinero y ocultar sus operaciones.

Gracias a mi amiga, Ana María, por la pista. La foto la tomé desde la pirámide de La Tigra, en 2005.