10
May 13

En celebración de la mía, y de todas las madres

Ayer* pasé por su casa, en la tarde, y se hallaba feliz porque estaba ayudando a uno de mis sobrinos con su álbum del Mundial. Si hubieras visto las chispas que salían de sus ojos cuando contó que ya sólo les faltaban 26 estampas, sabrías por qué es que es imposible no sentir admiración y cariño por esta septuagenaria que sabe como apasionarse como niña.

Lo de las estampas me llega porque cuando yo era niño, era ella la que me llevaba a la Sexta Avenida, a inmediaciones del antiguo almacén Marlin, a comprar las de mis álbumes. Se, como mi sobrino, que ella de verdad se goza lo de las estampas y lo de llenar los álbumes.
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La admiro mucho porque ha sabido llevar la adversidad con dignidad; porque cuando faltó mi padre no se intimidó y porque si lo hizo, sus hijos nunca nos enteramos. La admiro porque sabe ser la voz de la razón, en medio de la confusión; porque sabe conservar la serenidad, en medio del caos; y porque siempre tiene palabra de consuelo y cariñosas para cuando hacen más falta.
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La admiro porque es generosa, paciente, comprensiva y alegre. ¡Ah, como es alegre! Aunque fracasó miserablemente en enseñarme a bailar, nunca se desanimó en esa empresa. Y aunque ella baila fabuloso, nunca se avergonzó de que su primogénito tuviera dos pies derechos. Gracias a ella y a mi padre, en casa nunca faltaba la música.
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Nora debe tener, por ahí, un manual de cómo ser madre…y ahora lo aplica en su versión de cómo ser abuela. Sus nietos la adoran y yo se por qué. Porque contagia alegría, porque no pierde la cabeza y porque sabe lo que es la justa medida.
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Que sea divertida, generosa y paciente, no quiere decir que no sepa cuándo apretar el tornillo. Una mirada suya solía ser suficiente para evitar travesuras y otra conductas infantiles. Y si la mirada no bastaba, pues ahí iba un pellizco de dimensiones bíblicas seguido de la sentenciosa frase: Te es-tás luciendo.
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Ahora, con sus nietos, es incapaz de dar un buen porrazo; pero una de las anécdotas que estos más gozan que les cuente es cuando una vez, en la cocina, sin duda la tenía tan desesperada que agarró una paleta de madera y la levantó como para darme una nalgada con ella. Empero, la paleta  estaba algo quemada, y, con la fuerza del momento de levantarla se rompió. Y yo quedé mudo, y ella se echó a reír con muchas ganas.
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Nora cocina como…como…como…!cocina de una forma innenarrable! Por mencionar sólo cuatro cosas, ¡nadie! hace mejor fiambre, mejor lasagna, mejores pies, ni mejores galletas, que ella. Tiene un green thumb increíble para los culantrillos; y sabe disfrutar de la vida. Se goza igual, una tortilla con sal, que cualquiera de las comidas que he mencionado antes. Tiene un talento nato para navegar en los ambientes más diversos y para hacer que los demás se sientan cómodos, bienvenidos, valorados y queridos.
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A mi lado estuvo cuando me dieron varicela, hepatitis y malaria; estuvo de mi lado cuando perdí un año en el colegio y cuando perdí mi primer empleo; estuvo cuando perdí a mi padre y cuando me le escapé a la parca. Ha estado en todas las buenas, y se las arregla para estar en las malas. Sabe cuándo hay que abrir una botella de vino, y sabe cuándo es mejor que haya silencio. Nora se ve menuda, pero siempre ha sabido cuidar a sus cachorros.
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A mis hermanos, a mis sobrinos y a mi -¡y a quien se le acerque con cariño!- siempre nos ha ofrecido un hogar feliz y un lugar a su lado; y aunque aveces no todo ha salido bien, lo cierto es que donde ella está, siempre hay lugar para la alegría, para la luz, para las cosas algo locas, para los aromas y sabores olímpicos y para la generosidad.
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Amo a mi madre porque es como es; y porque me ayudó a ser como soy.  A Nora -y a todas las madres que, por dicha, tengo en mi vida- ¡Feliz Día de la Madre!
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* Este artículo lo publiqué por primera vez en 2010.

10
May 10

¿Por qué amo y admiro a mi madre?

Ayer pasé por su casa, en la tarde, y se hallaba feliz porque estaba ayudando a uno de mis sobrinos con su álbum del Mundial. Si hubieras visto las chispas que salían de sus ojos cuando contó que ya sólo les faltaban 26 estampas, sabrías por qué es que es imposible no sentir admiración y cariño por esta septuagenaria que sabe como apasionarse como niña.

Lo de las estampas me llega porque cuando yo era niño, era ella la que me llevaba a la Sexta Avenida, a inmediaciones del antiguo almacén Marlin, a comprar las de mis álbumes. Se, como mi sobrino, que ella de verdad se goza lo de las estampas y lo de llenar los álbumes.
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La admiro mucho porque ha sabido llevar la adversidad con dignidad; porque faltó mi padre no se intimidó y porque si lo hizo, sus hijos nunca nos enteramos. La admiro porque sabe ser la voz de la razón, en medio de la confusión; porque sabe conservar la serenidad, en medio del caos; y porque siempre tiene palabra de consuelo y cariñosas para cuando hacen más falta.
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La admiro porque es generosa, paciente, comprensiva y alegre. ¡Ah, como es alegre! Aunque fracasó miserablemente en enseñarme a bailar, nunca se desanimó en esa empresa. Y aunque ella baila fabuloso, nunca se avergonzó de que su primogénito tuviera dos pies derechos. Gracias a ella y a mi padre, en casa nunca faltaba la música.
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Nora debe tener, por ahí, un manual de cómo ser madre…y ahora lo aplica en su versión de cómo ser abuela. Sus nietos la adoran y yo se por qué. Porque contagia alegría, porque no pierde la cabeza y porque sabe lo que es la justa medida.
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Que sea divertida, generosa y paciente, no quiere decir que no sepa cuándo apretar el tornillo. Una mirada suya solía ser suficiente para evitar travesuras y otra conductas infantiles. Y si la mirada no bastaba, pues ahí iba un pellizco de dimensiones bíblicas seguido de la sentenciosa frase: Te es-tás luciendo.
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Ahora, con sus nietos, es incapaz de dar un buen porrazo; pero una de las anécdotas que estos más gozan que les cuente es cuando una vez, en la cocina, sin duda la tenía tan desesperada que agarró una paleta de madera y la levantó como para darme una nalgada con ella. Empero, la paleta sin duda estaba algo quemada, que, con la fuerza del momento de levantarla se rompió. Y yo quedé mudo, y ella se echó a reír con muchas ganas.
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Nora cocina como…como…como…!cocina de una forma innenarrable! Por mencionar sólo cuatro cosas, ¡nadie! hace mejor fiambre, mejor lasagna, mejores pies, ni mejores galletas, que ella. Tiene un green thumb increíble para los culantrillos; y sabe disfrutar de la vida. Se goza igual, una tortilla con sal, que cualquiera de las comidas que he mencionado antes. Tiene un talento nato para navegar en los ambientes más diversos y para hacer que los demás se sientan cómodos, bienvenidos, valorados y queridos.
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A mi lado estuvo cuando me dieron varicela, hepatitis y malaria; estuvo de mi lado cuando perdí un año en el colegio y cuando perdí mi primer empleo; estuvo cuando perdí a mi padre y cuando me le escapé a la parca. Ha estado en todas las buenas, y se las arregla para estar en las malas. Sabe cuándo hay que abrir una botella de vino, y sabe cuándo es mejor que haya silencio. Nora se ve menuda, pero siempre ha sabido cuidar a sus cachorros.
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A mis hermanos, a mis sobrinos y a mi -¡y a quien se le acerque con cariño!- siempre nos ha ofrecido un hogar feliz y un lugar a su lado; y aunque aveces no todo ha salido bien, lo cierto es que donde ella está, siempre hay lugar para la alegría, para la luz, para las cosas algo locas, para los aromas y sabores olímpicos y para la generosidad.
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Amo a mi madre porque es como es; y porque me ayudó a ser como soy.
A Nora -y a todas las madres que, por dicha, tengo en mi vida- ¡Feliz Día de la Madre!

10
May 09

A las madres y a mi madre…

Hoy, que es Día de la Madre, leo los diarios chapines y encuentro numerosas alusiones al sacrificio de las madres y a las madres sacrificadas. Y pienso…¿es a sacrificio a lo que se refieren? Por ejemplo, si una madre deja de comer para darle alimentos a sus hijos, ¿se está sacrificando?

La creencia general es que sí. Que si una madre deja de ir al cine con sus amigas para quedarse a cuidar a su hijo pequeño, eso es un sacrificio. Que si una madre deja de hacer cosas que hacía antes para ahorrar y tener plata con qué mandar a su hijo a la universidad, eso es sacrificio. Y así sucesivamente.

Empero, un sacrificio es, primero que nada, una acción a la que uno se sujeta con gran repunancia, o es sujetarse con resignación a una cosa violenta. Es abnegación, que a su vez es renunciar uno a sus intereses y a sus propias valoraciones. Hay sacrificio, por ejemplo, cuando uno entrega algo de más valor (para uno), a cambio de algo de menos valor (para uno). Ahora bien, si la madre valora (ama, quiere, respeta, admira y demás) al hijo y deja de comer por él, o deja de ir al cine con sus amigas, por él, ¿dónde esá el sacrificio? Si la madre valora y se interesa por su hijo más que por el cine, por decir algo, ¿dónde está la abnegación?

Es evidente, en aquel caso, que la madre cambia algo que valora (comer, o ir al cine), por algo que valora más (su hijo). No hay repugnancia, ni resignación frente a la violencia. Al contrario.

Entonces, ¿qué es eso que en los medios masivos y en la cultura popular se conoce como sacrificio maternal? Es costo de oportunidad.

Sí, por ejemplo, una madre gasta el tiempo y dinero que tiene en cuidar a su hijo, no puede gastarlos en ir al cine con sus amigas, y en otra cosa.  El costo de oportunidad es el valor del siguiente uso alternativo más valorado para los recursos escasos que una madre (o cualquiera) tiene.  El costo de oportunidad de ir al cine es el amor hacia el hijo (porque lo valora más).  Si el mejor siguiente uso alternativo de tiempo y dinero para cuidar al hijo amado es ir al cine; entonces el costo de oportunidad de cuidar al hijo es el placer de ir al cine. No hay tal sacrificio en este tipo de relación voluntaria y natural.  El costo de oportunidad se manifiesta, también, cuando una madre decide dejar de hacer cosas en el corto plazo, para conseguir o alcanzar otras mejores, en el largo plazo.

Claro que otro es el caso si se diera el uso de violencia; es decir, si la madre fuera obligada a cuidar a un hijo que no quiere, que no ama, que no respeta, que no admira. Entonces sí habría sacrificio, porque hay intervención de violencia que puede ser física, o no. Y claro, ese no es el tipo de relación que admiramos entre una madre y su hijo (o alreves).

En este Día de la Madre, no celebremos el sacrificio, la repugnancia, la abnegación ni la violencia. Por mi parte, ¡celebró a mi madre! -Nora- cuyos amor, gozo por la vida, buen humor, generosidad y buen juicio han estado a mi lado tanto en los días de fiesta, como en los días adversos. 


Este artículo lo publique el año pasado; y pensé que es buena idea volverlo a poner porque ¡de verdad! me parece inapropiada y hasta ofensiva la forma en la que el concepto de sacrificio se usa en esta fecha.  

10
May 08

Día de la Madre: sacrificio vs. costo de oportunidad

Hoy que es Día de la Madre, leo los diarios chapines y encuentro varias alusiones al sacrificio de las madres y a las madres sacrificadas. Y pienso…¿es a sacrificio a lo que se refieren? Por ejemplo, si una madre deja de comer para darle alimentos a sus hijos, ¿se está sacrificando?

La creencia general es que sí. Que si una madre deja de ir al cine con sus amigas para quedarse a cuidar a su hijo pequeño, eso es un sacrificio. Que si una madre deja de hacer cosas que hacía antes para ahorrar y tener plata con qué mandar a su hijo a la universidad, eso es sacrificio. Y así sucesivamente.

Empero, un sacrificio es, primero que nada, una acción a la que uno se sujeta con gran repunancia, o sujetarse con resignación a una cosa violenta. Es abnegación, que a su vez es renunciar uno a sus intereses y a sus propias valoraciones. Hay sacrificio, por ejemplo, cuando uno entrega algo de más valor (para uno), a cambio de algo de menos valor (para uno). Ahora bien, si la madre valora (ama, quiere, respeta, admira y demás) al hijo y deja de comer por él, o deja de ir al cine con sus amigas, por él, ¿dónde esá el sacrificio? Si la madre valora y se interesa por su hijo más que por el cine, por decir algo; ¿dónde está la abnegación?

Es evidente, en aquel caso, que la madre cambia algo que valora (comer, o ir al cine), por algo que valora más (su hijo). No hay repugnancia, ni resignación frente a la violencia. Al contrario.

Entonces, ¿qué es eso que en los medios masivos y en la cultura popular se conoce como sacrificio maternal? Es costo de oportunidad.

Sí, por ejemplo, una madre gasta el tiempo y dinero que tiene en cuidar a su hijo, no puede gastarlos en ir al cine con sus amigas, y en otra cosa. El costo de oportunidad es el valor del siguiente uso alternativo más valorado, para los recursos escasos que una madre (o cualquiera) tiene. El costo de oportunidad de ir al cine es el amor hacia el hijo (porque lo valora más). Si el mejor siguiente uso alternativo de tiempo y dinero para cuidar al hijo amado es ir al cine; entonces el costo de oportunidad de cuidar al hijo es el placer de ir al cine. No hay tal sacrificio en este tipo de relación voluntaria y natural. El costo de oportunidad se manifiesta, también, cuando una madre decide dejar de hacer cosas en el corto plazo, para conseguir o alcanzar otras mejores, en el largo plazo.

Claro que otro es el caso si se diera el uso de violencia; es decir, si la madre fuera obligada a cuidar a un hijo que no quiere, que no ama, que no respeta, que no admira. Entonces sí habría sacrificio, porque hay intervención de violencia que puede ser física, o no. Y claro, ese no es el tipo de relación que admiramos entre una madre y su hijo (o alreves).

En este Día de la Madre, no celebremos el sacrificio, la repugnancia, la abnegación, o la violencia. Por mi parte, celebró a mi madre, Nora; cuyos amor, gozo por la vida, generosidad y buen juicio han estado a mi lado tanto en los días de fiesta, como en los días adversos. ¡Salud!