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Feb 07

¿Aplanadora? ¡No!

A finales del año pasado varios precandidatos presidenciales, y no son todos los que están, ni están todos los que son, fueron consultados acerca de si les gustaría tener una aplanadora en el Congreso.

El diario Siglo Veintiuno le preguntó a Efraín Ríos Mont si son necesarias las aplanadoras; y él contestó que a veces son necesarias. También le preguntó a Luis Flores Asturias; y él contestó que prefiere aplanadora legislativa. Ellos ya no están en la contienda, pero sus respuestas no dejan de ser sintomáticas. ¡Los políticos prefieren tener aplanadoras, que someterse a la división del poder!

Otto Pérez Molina también fue consultado y él se inclinó por una aplanadora responsable. Por último, Fritz García-Gallont, dijo favorecer una democracia dirigida. Por él y su aplanadora, supongo.

No se a usted, pero a mi me para el pelo pensar que los políticos chapines no se hallan sin tener el control total. ¡Al diablo con la división del poder!, parecen decir los ciudadanos que pretenden, o han pretendido la primera magistratura del país.

Con el control del Organismo Ejecutivo en manos del Presidente; y con el control del Organismo Legislativo en manos de los diputados del mismo partido que el Presidente; ¿qué les impediría tomar el control del Organismo Judicial? ¿Qué los detendría para acaparar la Corte de Constitucionalidad, la Junta Monetaria, y qué se yo qué más?

Por eso es que los tributarios y los electores debemos insistir en el voto cruzado; es decir, debemos votar por un partido para la presidencia, y por diputados de otro partido distinto para el Congreso. Y por otros para las alcaldías.

Yo entiendo que los políticos criollos prefieran no tener que negociar, y prefieran no tener que priorizar proyectos. Entiendo que quisieran que se hiciera todo lo que se les antoje sin el molesto balance de poder y sin la inquietante fiscalización de los otros organismos del Estado. Pero eso no nos conviene a los que pagamos impuestos y a los que votamos; y siendo que como nuestra democracia está siendo construida, todavía, deberíamos huir de la concentración del poder, como se huye de la peste.

El mero hecho de que los políticos de siempre añoren una aplanadora, debería ser la bandera roja que nos lleve a pensar: ¡Ya papo, hay que votar cruzado!

La división del poder es una de las características fundamentales del estado de derecho. En ese sentido, se apareja con el constitucionalismo, con el respeto a los derechos individuales, y con la igualdad de todos ante la ley, entre otras.

No hay que caer en la trampa de suponer que la concentración del poder quiere decir que este esté en manos de una sola persona exactamente, lo cual sería prácticamente imposible en una democracia como la chapina. Quiere decir que el poder se encuentra concentrado en un mismo grupo de personas, en un mismo partido, o en una misma rosca.

Si todos “son coyotes de la misma loma”, no es posible hacer efectiva la fiscalización que el Legislativo debe hacer, de otros organismos; ni es posible el control jurisdiccional que los tribunales debe ejercer sobre las decisiones de los funcionarios de los otros dos organismos.

Si todos “se tapan con la misma chamarra”, los caprichos del gobernante serían aprobados, sin chistar, por sus diputados sumisos; y ¿qué juez, nombrado por estos últimos, se atrevería a cuestionar las decisiones de sus patrones?

Es cierto que la división del poder dificulta la toma de decisiones y entrampa algunos procesos. Pero la historia política chapina es una de abusos, de sinvergüenzadas, de arbitrariedades y de excesos que se cometen ¡aún habiendo división del poder! ¿Qué no ocurriría si, como en tiempos de la tristemente célebre Democracia Cristiana, el Ejecutivo y el Legislativo volvieran a ser “una sola carne”?

Publicada en Prensa Libre el 10 de febrero de 2007.