La gravedad de mi hija Elisa, que hace quince días se encuentra postrada en cama con una fuerte fiebre, me ha privado el gusto que hubiera tenido de saludarle en su finca, como se lo ofrecí al partir usted de esta capital. Celebro infinito que siquiera por pocos días, goce usted de la solaz tranquilidad que proporciona el campo, y con un afectuoso saludo, me reitero su obsecuente y seguro servidor, le escribió mi tatarabuelo Federico Chacón Valenzuela al señor general presidente, don José María Reyna Barrios, el 17 de abril de 1897, cuando este se hallaba en su finca El Salto.
¿Esa finca, El Salto, es la misma del desaparecido Ingenio El Salto, ubicado en Escuintla? Recuerdo que en los años 70 el azúcar de aquel ingenio era anunciada como la más blanca. Por cierto que la finca de Federico quedaba en San Andrés Osuna, también localizada en aquel departamento.
Elisa Chacón Ubico es relevante en mi historia familiar porque el fiambre que preparamos en casa tiene su orígen en la receta que Elisa, hermana de mi bisabuelo Federico Chacón Ubico, compartió con su cuñada, mi bisabuela paterna, Adela. De ella pasó a mi abuela paterna, Frances y de ahí a mi madre, Nora. Afortunadamente Elisa sobrevivió a la gravedad de la fiebre fuerte.
¿Cuántas historias familiares habrán nacido en esas cartas y recetas? La mía sigue viva en cada plato de fiambre que honra la memoria de Elisa y el legado de generaciones.
Gracias a Luis Andrés Schwartz por la pista.