11
May 25

Aventura en El Soch, II

Amanecimos con una sorpresa agradable: una yegua y su potranca de tres días de nacida junto al porche de nuestra cabaña. Luego de una noche reparadora, con una buena taza de café, las flores en el jardín y el sonido de los chorros frente a la cabaña, los animalitos le añadieron alegría a la mañana del sábado, 12 de abril del 2025 en El Soch.

Yegua y potranca junto a nuestra cabaña en El Soch.

Uno amanece entre chorros y flores.

Camino a la casa para desayunar, nos encontramos con don Santana, el responsable de reparar el puente que cruza la quebrada, y le pusimos cara a aquella obra.

Dos muchachos y don Santana, arriba; y el puente que cruza la quebrada, abajo.

Luego de los huevos, frijoles y panqueques —en compañía de doña Nohemí y don Julio—, es fácil que la sobremesa se alargue. Total… ahí se disfruta de los sonidos y los aromas del entorno. Además, nos encontramos con doña Chepa, la señora que llegó a ayudar el año pasado. Parte de la gracia de la visita a aquel lugar es el reencuentro, que se pondrá mejor al anochecer.

Otra novedad de este año fue que había un cascanueces especial para abrir las macadamias que se producen allá; de modo que ahora no tuvimos que usar piedras para gozar de aquellas nueces que son bocatto di cardinale

Cascanueces para macadamias.

Como corresponde, cerca del mediodía pasamos a saludar a los ahaw de El Soch, porque uno de los monumentos principales, así como uno de los campos de juego de pelota, está junto a la casa. Guiados por don Julio, procedimos a escalar y a internarnos en la selva.

Estructura principal del grupo A en El Soch.

El sitio arqueológico El Soch, por si no sabes, es una ciudad maya, del Clásico Temprano, ubicada en Chicamán, Quiché.  Por su posicionamiento fue una ciudad estratégica para el control territorial. 

Caminar por la selva y disfrutar de sus sonidos, aromas, colores, sabores y texturas siempre es agradable.

El sendero es un paseo muy agradable porque tiene variedad de encantos y no es particularmente demandante. Uno pasa por estructuras de la ciudad antigua, por cedros de 400 años de edad, por manantiales de agua milenaria y de las profundidades de la tierra, y por variedad de hongos y flores. Siempre escuchando las historias y aventuras de don Julio. Siempre haciéndonos y haciéndole preguntas. Siempre maravillándonos por la naturaleza y por los cuidados que le da  don Julio. ¿Recuerdas que el año pasado dije que él -salvando las distancias- me evoca a John Dutton (de Yellowstone) por su amor a la tierra y al legado que guarda?

Este es mi manantial favorito porque sale de entre un árbol. Me encanta beber el agua de ahí.

Al volver a la casa, luego de haber tomado un baño sabroso, caminamos hacia la cabaña para descansar, las florifundias hicieron lo suyo y nos preparamos para la noche.

Luisfi en la selva de El Soch.

Otra sorpresa para ese día fue que las tías Chita y Tita nos invitaron a cenar. El año pasado las visitamos por la tarde y la pasamos tan bien que, de verdad, nos dio mucho gusto aceptar su generosidad de nuevo. Así que, justo cuando se puso el sol, agarramos camino hacia su casa encantadora, ubicada en medio de un jardín y con vistas al valle por donde sale la luna a nuestros pies.

Al anochecer caminamos a la casa de las tías Chita y Tita.

La Luna sale abajo, en el gran cañon que vigilaban los ahaw de El Soch.

Allí nos esperaban la alegría y el cariño de esas damas extraordinarias que personifican la hospitalidad y las virtudes de quienes saben trabajar el campo. Lissa, Raúl y yo subimos acompañados por doña Nohemí, don Julio y Julio hijo. A Lissa algo la picó en el pie durante el paseo por la selva, de modo que, rápida y efectivamente, fue atendida por las tías. Y, para entonces, ya el poyo estaba echando punta con la cena que nos habían preparado: frijoles parados, huevos revueltos, tortillas y chirmol de tomates de árbol, frutos que allá llaman tomates extranjeros. Ese chirmol es una delicia y eleva a la décima potencia lo rico de una cena como aquella. Y… ¿sabes qué? También hubo picado de hierba santa María, una hierba que en consistencia recuerda al apio, pero que tiene un sabor anisado muy agradable. El año pasado no la probamos, pero ahora fue un descubrimiento maravilloso.

Comer la cena que preparan las tías Chita y Tita, en su compañía tiene muchos niveles de cautivador.

Además, llevábamos lasaña que venía de la casa de Lissa, de modo que dijo la tía Chita, comimos comida del campo, y añadió la tía Tita, y comida de la ciudad.

Como si eso no fuera suficiente, durante la sobremesa nos reímos mucho a costa de historias sobre la vida en el campo y sus vicisitudes, y sobre anécdotas familiares. Bromas que hemos hecho nuestras gracias a esa capacidad que tiene la familia para integrarnos a los visitantes. Gracious es la palabra con la que —el año pasado— describí la actitud con la que uno se siente acogido en medio de la selva, a la luz de las estrellas y de la luna, y al calor del poyo en aquella casa de cuento.

@luisficarpediem

Que rico es volver a dinde uno es feliz. El Soch. #elsoch #arqueologia #selva #chicaman #chapinesenusa #turismo #alegria #exploracion

♬ sonido original – Luis Figueroa

Cuando el frío y la humedad se acentuaron fue el momento de iniciar el retorno a la cabaña, así que bajamos contentos y agradecidos por un día memorable y por la dicha de una velada entrañable.

¿Sobra decir que el frío y las florifundias sacaron su tarea? Pues dormimos como tiernos. Eso sí, yo no me quité los calcetines y me puse un henley para protegerme mejor del frío bien envuerlto en la sleeping bag.

@luisficarpediem

Cenamos rico con cariño, buenas historias y la mejor compañía #elsoch #chapinesenusa #luisfi61 #campo #alimentos #cocina #alegria

♬ El Carretero – Buena Vista Social Club

En El Soch, cada instante es un regalo que combina naturaleza, hospitalidad y recuerdos entrañables. ¡Gozar de eso, así, sin duda es carpe diem en su máxima expresión!

2/4, continuará.

Aventura en El Soch, I


04
May 25

Aventura en El Soch, I

 

Has oído el dicho que dice nunca las segundas partes fueron buenas. Este refrán se usa para advertir que una continuación de una obra, una relación o una situación nunca es tan buena como la original. En el cine, se usa para expresar descontento con las secuelas, por ejemplo. Pero ya sabes, muchísimos refranes se contradicen entre sí. Como el que dice que el pájaro madrugador se come al gusano y el que dice que no por mucho madrugar amanece más temprano. Pues bien… el refrán que reza: la segunda es la vencida, contradice al que da inicio a estas meditaciones sobre la segunda Semana Santa en el sitio arqueológico El Soch.

Los chorros, los manantiales y la selva nos esperan en El Soch.

Los que siguieron esta andanza el año pasado entenderán por qué la experiencia del 2024 sería difícil de superar, sobre todo si gustas del turismo cultural, de aventura y de acampar. ¿Qué te parece? Un sitio arqueológico maya casi virgen; la selva en la frontera con la Zona Reina, en Chicamán, Quiché; una cabaña sin energía eléctrica y sin agua corriente; cedros de 400 años de edad, manantiales preciosos de agua incomparable, cataratas y pájaros diversos. Y a eso… como si fuera poco… añádele la compañía de personas generosas, cariñosas y extraordinarias, con vidas de película.

Por eso fue que, habiendo tantos lugares que conocer en Guatemala, este año decidimos volver a El Soch suponiendo que nunca las segundas partes fueron buenas, solo para confirmar que las segundas partes pueden superar a las primeras porque la diferencia la hacen las personas y, si las personas son encantadoras, las experiencias también. 

En fin… te cuento.

El viernes 11 de abril, Raúl y yo salimos de casa a las 6:00 a. m. para recoger a Lissa y agarrar camino por la carretera Panamericana rumbo a Tecpán. A lo largo de esa ruta, uno nota la falta total de mantenimiento en los arriates invadidos por malezas y con las bardas retorcidas. The Three Amigos on another road trip!

Maleza y bardas inservibles se ven a lo largo de la carretera Panamericana.

De acuerdo con la tradición, desayunamos rico en Kape Paulino’s y pasamos a El Pedregal, en Xetzac, para comprar hogazas de pan integral. De ahí continuamos en busca del puente Chimaché sobre el río Motagua en dirección a Quiché. A pesar de que la ruta no está hecha para tráfico pesado y de que hay bastante, esa vía ahorra por lo menos una hora de camino comparada con la antigua carretera que pasa por Chichicastenango y Santa Cruz del Quiché.

El trafico pesado es dos veces desagradable en carreteras que no están hechas para eso.

Parte de la gracia en esa carretera son las MacMansions que abundan a diestra y siniestra. Algunas terminadas y otras en suspenso o abandonadas. Ese tipo de construcciones contrastan mucho con las encantadoras y vernáculas casas de adobes y tejas, con patio en el centro, que todavía se construyen en Quiché. Desde que empezamos a visitar ese departamento con frecuencia, notamos que las bellas casas tradicionales todavía se construyen donde no prevalece la arquitectura de remesas.

Parte de la gracia, en los road trips es la variedad de macmansions.

Si leíste la crónica del año pasado, recordarás que el viaje nos llevó casi 12 horas porque tuvimos que desviarnos; pero este año íbamos con buen tiempo, así que comíamos sin prisas y tranquilos. En una población, antes de Uspantán, encontramos un grupo de personas que limpiaban la carretera; en otra población, we were mooned by a guy in a bicycle. Almorzamos en el restaurante Don Alejo en Uspantán y ahí tomamos la carretera para la Zona Reina. En La Lagunilla vimos un rezado muy chulo en su sencillez. Un rezado no es más que un tipo de procesión, digamos que menos solemne, pequeña y generalmente con carácter festivo. El que vimos en La Lagunilla era de un Nazareno y por eso no era festivo.

We were mooned.

Rezado tradicional de Semana Santa, en La Lagunilla, Quiché. Haz clic en la foto para ver el Tik Tok.

Llegamos a Chicamán y de ahí empezamos a bajar hacia San José El Soch, la población donde nos recibe una ceiba preciosa antes de que subamos rumbo al sitio arqueológico y hacia la finca El Recuerdo, donde pasaríamos los próximos cuatro días.

El camino al sitio arqueológico El Soch es de terracería pero precioso.

Una ceiba nos da la bienvenida a San José el Soch.

Llegamos con la luz del día y fuimos recibidos por doña Nohemí y don Julio con alegría y cariño, mismos que son correspondidos con creces. Descargamos en su casa la comida y el equipo que se necesita ahí, para luego dirigirnos a la cabaña donde nos alojamos, que queda a unos 150 o 200 metros de la casa. Sin energía eléctrica y sin agua corriente, la cabaña es rústica, pero… muy importante… tiene buenas camas y no hay bichos.

Nuestra querida cabaña frente al río y los chorros de agua fresca.

Luego de desempacar y acomodar el equipo, tomamos un descanso; y, una vez repuestos, nos dirigimos a donde doña Nohemí y don Julio para ponernos al corriente después de 12 meses. Entre la cabaña y la casa hay un río pequeño y un puente que estaba en reparación. A la pequeña casa principal se le está añadiendo un segundo piso —con una vista espectacular de la selva—; también se le está agregando un baño. En esa casa está el poyo donde doña Nohemí hace maravillas y el porche con comedor donde ocurren muchas conversaciones fascinantes. Se nos unió Julio, hijo, y comimos deliciosos frijoles parados, acompañados por huevos revueltos. En la mejor compañía, rodeados por los sonidos de la selva y con la luz tenue de lámparas de batería, nos entregamos al encanto de El Soch. Con una diferencia notable con respecto al año pasado. En 2024, el clima fue principalmente cálido y húmedo, como en la selva. Pero este año había frío… el frío que hay en las montañas húmedas…

@luisficarpediem

Viaje a El Soch #luisfi61 #quiche #elsoch #chicaman #uspantan #sitioarqueologico #selva #carretera #alegria

♬ sonido original – Jesús Manuel – Jesús Manuel

Luego de la cena y de ponernos al día, cruzamos el río (por el puente en reparación) acompañados por don Julio. Tras despedirnos y hacer dos o tres bromas, Lissa, Raúl y yo subimos al porche de la cabaña para abrir la puerta y entrar. Esa puerta, por cierto, se cierra y no teníamos llave. Para evitar que se cerrara del todo, puse un cartón, y Lissa puso una cuerda con la que se podría abrir en caso de que la puerta se cerrara.

Pero llegamos, y el cartón estaba en el suelo;  y al primer intento no se pudo abrir la puerta. Y pues… como don Julio se había ido un par de minutos antes, lo que se me ocurrió fue gritar, en medio de la noche y de la selva: ¡Don Julio! A los dos segundos, Lissa y Raúl lograron abrir. Entonces grité: ¡No pasa nada, buenas noches! En menos de un minuto, apareció Julio, hijo, alarmado porque nos había oído gritar. Así que, apenados (y yo bein azareado), le contamos lo que había pasado.

La vida a la luz de veladoras en El Soch. En la cabaña dormimos como tiernos.

Concluido ese asunto, dormimos delicioso… bien envueltos en las sleeping bags e incluso tuve que dormir con calcetines, cosa que no suele agradarme. En la madrugada, tuve que cubrirme la cabeza porque el frío era intenso. Con todo y todo, en El Soch se duerme como tierno porque, claro, el viaje había sido largo; pero también porque allá abundan las florifundias y, aunque este año no había tantas como en 2024, su efecto se dejó sentir, ya que fue poner las cabezas en las almohadas y caer en brazos de Morfeo… en 3, 2, 1. Ni siquiera me desperté a orinar, por fortuna, dado el frío.

Así fue el primer día en aquella experiencia. En El Soch, las personas y la naturaleza se unen para que la visita sea inolvidable, demostrando que las segundas partes, cuando las vives con la mente y el corazón activos no son decepcionantes. ¿Que experiencias inolvidables nos esperan?

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Aventura El Soch, II


02
May 25

Salvar La Antigua, ¡Ya!

 

A finales de los años 90, un amigo me llamó en Viernes Santo para preguntarme qué iba a hacer y, como le dije que nada interesante, me dijo: Vamos a La Antigua, y en la noche agarramos camino para la ciudad virreinal. Llegamos, estacionamos y la pasamos muy bien. A finales de los 80 y principios de los 90, era costumbre ir a parrandear a La Antigua los jueves en la noche, al salir de la universidad.

La Antigua, vista desde el convento de Santa Clara.

A principios del siglo XXI, con un grupo de amigos, íbamos a medianoche a La Antigua a ver el paso de una procesión por el parque, también en Viernes Santo, ¿por qué? Porque el área era iluminada con velas al paso del cortejo. Llegábamos, aparcábamos y disfrutábamos del ambiente y la tradición.

En ese tiempo, no era raro que, en casa, dispusiéramos ir a cenar a nuestro restaurante favorito de La Antigua y volviéramos a tiempo para descansar en la noche.

Mi punto es que, hasta no hace mucho, era práctico ir y venir a aquel destino encantador que siempre ha estado en mi corazón; desde la primera vez que recuerdo haber ido —en primer grado de primaria— porque les pedí a mis padres que me llevaran a almorzar allá el día de mi cumpleaños.

Seguro que no lo sabes, pero a principios de los 90 tuve un restaurante llamado Luna Llena que quedaba a una cuadra de La Merced. Antes de comprarlo (con mis socios), iba de viernes a domingo casi todos los fines de semana; y luego me quedé a vivir allá. Fue una época de mucho aprendizaje, a la que le tengo cariño.

Pero poco a poco, ir a La Antigua perdió practicidad (aunque no encanto). Dejamos de ir a ver lo de las candelas porque la ciudad empezó a llenarse de gente inmunda que ensuciaba todos los espacios posibles. A ratos, en las calles parecían escucharse frases como Nadaremos, nadaremos, de Nemo; o Imhotep, Imhotep, de La Momia.

A eso añádele que, en un día cualquiera, no puedes hacer viaje a La Antigua si no cuentas con por lo menos hora y media para el camino y que, en un sábado, te puede llevar un mínimo de cuatro horas llegar allá. ¡Cuatro horas! Eso es lo que tomaba llegar a Cobán a finales de los años 70.

Por eso no me soprendió leer que La Antigua perdió casi un millón de visitantes en sólo dos años. Es muy triste que las estadísticas del Inguat muestren que la ciudad virreinal pasó de atraer al 52 % del turismo local en 2023 a sólo 19 % en 2025. A duras penas está entre los cinco destinos chapines que más atraen turistas.

A mí tendrían que pagarme mucho dinero para que fuera a La Antigua en Semana Santa; y —como me ocurrió hace unos meses— si tuviera un compromiso allá, me tendría que ir con un día de anticipación para no arriesgarme a las cuatro horas mínimas de carretera.

Amo a La Antigua y disfruto mucho dormir allá y amanecer entre sus jardines y volcanes. Es tan rico caminar en la noche por sus calles; calles que todavía conservan fascinación, siempre y cuando no haya un grupo de borrachos peleando por ahí.

Pienso que es tiempo de que el sector privado de la ciudad virreinal tome el liderazgo de su rescate. Es tiempo de que los políticos (siempre decepcionantes) y los talibanes (siempre desconectados de la realidad) se hagan a un lado. Estos dos grupos deben hacer espacio para que la empresarialidad, la innovación y la creatividad le devuelvan a La Antigua su señorío y para que ir allá no sea intolerablemente absurdo.

La antañona capital del Reino de Guatemala merece algo mejor, mucho mejor. Es hora de que La Antigua recupere su carácter y vuelva a ser el destino que enamora a todos, un lugar donde el pasado y el presente se fundan en armonía.

Columna publicada en República.


17
Mar 25

Chitomax, una aventura

 

¿Objetivo? Ver cómo va el puente Chitomax sobre el río Negro; y explorar la carretera que une Cubulco con aquel puente. ¿Por qué? Porque cuando estén listos el puente y la carretera, va a ser más fácil llegar de la ciudad de Guatemala a Uspantán y Chicamán.

Cuatro exploradores saludamos junto al puente Chitomax. Foto por Raúl Contreras.

Entonces…, el sábado 8 de marzo salimos de la capital poco antes de las siete de la mañana con el propósito de desayunar en el restaurante Chuaxán, ubicado a la altura del kilómetro 42.2 de la carretera entre San Juan Sacatepéquez y la aldea Montúfar.

Nos encanta ese lugar porque se come bien y por la atención. En esta visita y en la del año pasado nos atendió Rudy, que este año fue asistido por Carlos. Para mí, el motivo principal para volver a un lugar es la calidad de la comida, seguido de cerca por la calidad de la atención. Y en Chuaxán se lucen con los dos.

Los caminos polvorientos de la patria.

Como panza llena, corazón contento, después de alimentarnos bien, agarramos camino a Pachalum. Cruzamos el río Motagua y ahí nomasito está Mixco Viejo. Lissa, Katarina, Raúl y yo decidimos visitar Chuwa Nim Ab’aj porque Kata no conocía esa fortaleza poqomam y siempre es agradable dar un paseo por ahí. A los visitantes les encanta y hay espacios muy bien dispuestos para pícnic. Es admirable lo bien cuidado y limpio que está ese sitio arqueológico, donde no encontramos mucha gente y fuimos muy bien recibidos por los encargados.

El río Negro es una chulada.

Luego de un paseo breve, continuamos el viaje y volvimos a cruzar el río Motagua. Lo lindo de ese tramo es que, a inmediaciones del puente, crecen árboles hermosos de tamarindos y, cuando es temporada, uno ve a las familias recoger aquellas frutas deliciosas.

Me gusta Pachalum porque es una población próspera con gente muy amable. En esta ocasión no nos detuvimos porque ya habíamos comido, pero siempre es agradable pasar por ahí. Además, ahí termina el asfalto y de ahí en adelante todo es terracería y polvo. Sin saber por qué, entre Pachalum y Cubulco tomamos el camino por Chovén y luego nos enteramos de que ese camino es mejor que el que pasa por Tres Cruces. Te cuento, por si acaso. Según Google Maps, la carretera de Tres Cruces se ve mejor que la de Chovén, pero parece ser que no es así.

El puente peatonal Chitomax.

Cerca del mediodía llegamos a Cubulco y nos dirigimos al Hotel Los Delfines, donde habíamos reservado habitaciones. Luego de tomar posesión de nuestros cuartos, de sacudirnos el polvo y refrescarnos rápidamente, agarramos camino hacia el río Negro en busca del puente Chitomax.

Para no romper las tradiciones, Waze nos mandó para Rabinal y tuvimos que desandar el camino como 30 minutos. Tarde o temprano, en los viajes por carretera que hacemos, Waze nos pierde y… pues… ahora es anécdota.

Nos detuvimos un rato en Chuwa Nim Ab’aj .

Como preguntando se llega a Roma, pobladores nos orientaron y emprendimos el camino hacia el norte en busca del puente. Más polvo y más curvas y más risas. Francamente, yo sentía que no había modo de que llegáramos, pero llegamos. Lo primero que impresiona es la estructura de concreto que, cuando esté terminada, tendrá 272.75 metros de largo; y lo segundo que impresiona es que, paralelo al gran puente, hay uno peatonal chulísimo.

Bajo el sol abrazador cruzamos ese puente peatonal con la intención de subirnos al puente principal e ir a hablar con los ingenieros, nomás por saber más de esa estructura colosal. Pero el calor era tal que, luego de admirar la obra, nos dispusimos a volver a Cubulco.

Es colosal el puente Chitomax.

¿Por qué hicimos ese viaje?

Quienes visitan este espacio con frecuencia sabrán que el año pasado Lissa, Raúl y yo fuimos a pasar el descanso de la Semana Santa al sitio arqueológico El Soch, situado en Chicamán, Quiché.

Según nosotros, por indicaciones de Michelin, uno podía hacer la ruta que hicimos el viernes; pero ahí está que, cuando llegamos a Cubulco, la gente nos informó que, aunque sí existía el camino, el puente no estaba ni cerca de estar concluido. Después del shock, optamos por agarrar camino rumbo a Canillá y de ahí buscar Uspantán para llegar a El Soch. Fue un camino largo, lleno de incertidumbre y de sorpresas, como un puente sin bardas y con pedazos faltantes, que atravesamos como bólidos.

Me impresionaron mucho los collares que llevan muchas mujeres en Cubulco.

Para hacer la historia corta, llegamos a El Soch luego de once horas de camino, cansadísimos pero fascinados. Y nos quedó la curiosidad de cómo era el puente Chitomax, al que nunca llegamos, y la de si ese camino era mejor que ir a Chicamán por Santa Cruz del Quiché y Uspantán.

Conclusión: Chitomax no estará terminado para la Semana Santa y, aunque estuviera terminado, la carretera es demasiado polvorienta y llena de curvas como para ser práctica. Así que no usaremos esa vía este año para ir a El Soch de nuevo.

Muro de la iglesia virreinal de Cubulco.

De vuelta a Cubulco

En Cubulco nos hospedamos en el Hotel Los Delfines por recomendación de mi cuata, Dulce, cuya familia es de allá. ¡Qué buena elección!

Un tanto bullicioso, porque es un centro recreativo, Los Delfines tiene buenas camas, así que al llegar nos dimos sendos baños para sacarnos la polvazón del camino y relax. A las 7:00 p. m. nos juntamos para cenar y ¡qué cenaza!

Achiote en Cubulco.

Lissa, Raúl y yo pedimos unas mojarras galanas y gordas que llegaron perfectamente fritas, sazonadas y emplatadas; y Kata pidió costillas de cerdo que estaban deliciosas. Además, fue muy agradable la forma en que los dueños del hotel y los empleados nos atendieron. Y, una vez más, panza llena, corazón contento. Tras la cena deliciosa y el vino, una buena conversación junto a la piscina y bajo el cielo estrellado para luego ir a dormir como tiernos.

Al día siguiente, Raúl y yo fuimos a comprar pan a la panadería El Trigal, donde las batidas y las conchas son recomendables. Preparé el café y nos juntamos a desayunar con Lissa y Kata. La calidad del desayuno estuvo a la altura de la cena y la sobremesa se extendió más de lo necesario.

¿Alguien sabe cómo se llaman estos frutos y esta palmera?

El retorno a Guate

No importa que la sobremesa se hubiera extendido; total, estos viajes son para aprender y disfrutar, y los debriefings después de las comidas forman parte de la gracia. Luego de hacer un par de diligencias en busca de un carpintero, agarramos rumbo al parque central de Cubulco con dos objetivos: el primero fue pasear por el mercado, que siempre es una actividad estimulante y alegre; y el segundo fue visitar la iglesia, porque el año pasado estaba en reparaciones y es encantadora. Además, era parte de las misiones dominicas que pacificaron las Verapaces y es parte de la historia de Guatemala.

En el mercado, la mejor compra fue la de guacales de Rabinal con sus diseños característicos.

@luisficarpediem

Chuwa Nima´Ab´ Äj´ fue la capital del señorío poqomam. Así se llena un tecomate #arqueologia #historia #poqomam #mixcoviejo #turismo #exploracion #luisfi61 #tecomate

♬ sonido original – Luis Figueroa

Los trabajos de la iglesia quedaron bien y fueron muy chulas las sonrisas y saludos de la gente en ese lugar. Cubulco no está en la ruta turística de Guatemala y no ha de ser común ver a cuatro visitantes curiosos por ahí. A pesar de ello, en el mercado y en la iglesia abundaron muestras de cordialidad.

Ya cerca del mediodía, volvimos a agarrar camino para volver a Guate y nos echamos a rodar por los caminos polvorientos de la patria rumbo a Chovén, Pachalum, Montúfar, San Juan Sacatepéquez y San Pedro Sacatepéquez. En Pachalum paramos con la esperanza de encontrar abierta la panadería MIreya y tomar sendas coquitas heladas; pero como era domingo la panadería estaba cerrada y tuvimos que refrescarnos por ay

@luisficarpediem

Visitamos el Puente Chitomax, en Cubulco, en busca de una ruta corta hacia Chicaman #puentechitomax #cubulco #bajaverapaz #aventura #viajeporcarretera #amigos #turismo #chapinesenusa #chapinesporelmundo

♬ Good Time – Owl City & Carly Rae Jepsen

¡Y por supuesto que pasamos a almorzar al restaurante Chuaxán! Yo pedí un torito acompañado por un plato pequeño de caldo de patas y estaban los dos riquísimos. Kata pidió el pinol tradicional de la región y de verdad estaba delicioso. Lissa y Raúl pidieron caldo de pollo estupendo. En Chuaxán también compramos pan y huevos recién puestos de la gallina que andaba por ahí. Es muy agradable comer y descansar en ese restaurante porque el paso por San Juan y San Pedro para entrar a la ciudad de Guatemala es muy fastidioso.

¡Regresamos sin novedad!… y listos para un buen baño y la cama fresca. Contentos de haber conocido el puente, fascinados con la gente y los paisajes y listos para la próxima aventura. Entre polvo y risas, confirmamos que el camino a Chitomax sigue siendo una aventura para valientes, pero la gente, la comida y los paisajes hacen que cada kilómetro valga la pena. ¡Nos vemos en la próxima ruta!

@luisficarpediem

Caballero que le fascina el guaro… #mercado #cubulco #medicinapopular #alcoholismo #ebriedad #bajaverapaz #turismo #viajeporcarretera #chapinesporelmundo #chapinesenusa

♬ sonido original – Luis Figueroa

Hashtags: Desde el primer viaje que hicimos Lissa, Rachel, Raúl y yo a Joyabaj es tradición convertir en hashtags las situaciones absurdas y divertidas por las que pasamos, a modo de chistes internos; y los hashtags de este paseo fueron #Estoespimienta? #Nomeimaginequeestoespaydequeso #Estaacincominutos #Hoyhayboda #Nosotrosfabricamosalgoquenoes #Yocreoquesonfamilia #Cuantocuestanlosbanquitos? #Tienencamasadentro? #Ustedsellamavictor? #Whenyouareoldyoudonthavetimeforthatshit #Nopuedodejardeespecular


22
Jul 24

Máscaras y morerías IV, Ciudad Vieja y final

 

Este road trip empezó con un encuentro con Óscar Cruz y termina con una visita extraordinaria a su bodega en Ciudad Vieja. Óscar es un pilar importante de las tradiciones mascareras y de bailes en aquella población de Sacatepéquez que es célebre, entre otras cosas por sus celebraciones el 7 y 8 de diciembre. Ciudad Vieja es famosa por su convite, sus loas y sus danzas tradicionales. 

Máscaras para la danza-drama de los Veinticuatro Diablos, elaboradas por Oscar Cruz.

Lissa, Rachel, Raúl y yo agarramos camino para allá luego un desayuno sabroso y nos encontramos con Óscar que, por supuesto, no sólo sabe muchísimo sobre aquellas tradiciones, sino que, desde muy joven aprendió el arte de hacer máscaras nada menos que con Guadalupe Sinay, de San Antonio Aguas Calientes. Sus máscaras son admirables.

Yo he visitado Ciudad Vieja para la noche del 7 de diciembre en dos ocasiones con el objetivo de ver la danza de los Veinticuatro Diablos, baile del que había oído mucho.  La primera vez fue con Raúl, mi mamá y el Ale; y la segunda vez con Mario, Marta Yolanda Mayra y Raúl. La primera vez fue en 2014; y la segunda en 2019.  En esta última también vimos la danza del Apocalípsis; y la Del tirador, de los niños; o de animalitos.

El Diablo del Mercado es el que induce a los comerciantes a alterar las balanzas.

Lo que no sabíamos es que las danzas del 7 de diciembre, que ocurren a todo lo largo y lo ancho de aquella población son sólo ensayos para las presentaciones que tienen lugar al día siguiente, al medio día, en el atrio de la iglesia.  En ese lugar se reúnen todos los grupos de danzantes para sus representaciones.  Eso ha de ser más que espectacular y me encantaría que este año podamos ir a esa fiesta.

Graciously, Oscar nos contó todo lo que sabe del baile de los Veinticuatro Diablos. Para mí el highlight fue cuando hice sonar la quijada de burro que se usa durante aquella danza.  Es una quijada de burro, de verdad y para obtenerla de modo que produzca su sonido característico el burro fallecido es enterrado de pie y es desenterrado quince años después para obtener una mandíbula sonora.

@luisficarpediem

En el baile de los 24 diablos, en Ciudad Vieja, se usa una quijada de burro como intrumento musical. ¡Muchas gracias a Oscar Cruz por un seminario intensivo sobre máscaras y bailes! #24diablos #bailes #instrumentosmusicales #quijadadeburro #tradicion #ciudadvieja #inmaculadaconcepcion #luisfi61 #bailestradicionales #puebleando

♬ Mussorgsky: A Night On The Bare Mountain – (From “Fantasia”) – Wiener Philharmoniker & Valery Gergiev

Nos enteramos de que hay baile de diablas, y de niños diablos. Algunas personas, por ignorancia, piensan que estas danzas de diablos son malvadas; pero en realidad tienen moralejas.  Por ejemplo: la idea general del baile de los Veinticuatro Diablos es que los demonios tientan a una alma; pero esta es redimida.  Los diablos exponen inmoralidades que hay que evitar; por ejemplo, hay un diablo del mercado que es el que induce a quienes alteran las balanzas; hay un diablo hacendista que, ¡Sorpresa! es el que inspira al recaudador de impuestos y va vestido de frac; hay un diablo sirviente que es el que induce a los que les roban a sus patrones, está el diablo que tienta a los tahúres. y así va la cosa.  Hay un diablo que inventa los refranes y no me quedó claro que había de malo en los refranes; y luego pensé que ese es el mío porque me encantan los refranes.

El mismísimo Rey Diablo, personificado por Óscar Cruz, en Ciudad Vieja.

Óscar ya no baila, pero nos mostró las últimas máscaras con las que participó activamente en los bailes y una de ellas es de Napoleon I.  ¿Vas a creer que hay una danza del célebre emperador de los franceses? Este baile es de San Miguel Dueñas, tiene el estilo del baile de Moros y Cristianos y cuenta los avatares de Napoleón Bonaparte luego de haber perdido la batalla de Waterloo. Por supuesto que no resistí la tentación de usar la máscara napoleónica, y una corona imperial. Aquella máscara, por cierto fue elaborada por el mascarero Fermín Ordóñez

La máscara de Napoleon I, no puede resistir usarla.

Ya no soy tan admirador de aquel personaje; pero durante muchos años tuve un retrato suyo en mi cuarto.  Curiosamente, en mis años de universidad, dos de mis amigos -también de nombres Luis- tenían retratos napoleónicos en sus dormitorios….y los tres teníamos cañones. 

Luego de una larga plática llegó la hora del Almuerzo. Óscar tenía un compromiso y Rachel tenía que hacer en La Antigua así que volvimos a la ciudad virreinal; pero primero pasamos a la  Plaza Telares, en la ciudad virreinal. ¡Que impresionante y chulo está ese centro comercial!  Pasamos a Cemaco (buenísima atención al cliente), compramos pescado y papas en La Torre y…lástima que no apunté el nombre; pero compramos una deliciosísima conserva de coco y panela en un kiosko de dulces típicos, muy recomendable. 

Pasamos a dejar las compras a la Casa Hanckel  y nos encaminamos a almorzar a Red Koi.  Este es un restaurante de comida callejera taiwanesa y a mi me encanta.  Además sirven boba tea, una bebida deliciosa que siempre me alegra. Siempre se come delicioso ahí, gracias al chef, César.

Boba Tea, en Red Koi, una delicia taiwanesa.

Después de almorzar agarramos camino a Ciudad Vieja para reencontrarnos con Óscar, que nos contó más sobre las tradiciones mascareras y de danzas en el área.  Una parte muy divertida fue que él se puso la máscara y peluca del rey diablo.  Esta máscara es aterradora y tiene, en su cara una serpiente y un murciélago.  Muy parecida a la que usé el día en que conocí a Óscar. Por supuesto que él sabe muchísimo de danzas, máscaras y morerías porque su amor por estas tradiciones es fundamental para su continuación.  

Cansadísimos volvimos a La Antigua con la idea de resposar un rato y juntarnos para el cóctel y el debriefing. Pero no hubo tales. Raúl y yo caminamos un rato por la ciudad y volvimos para descansar.  A mí me tocaba preparar la cena así que puse a hornear las papas y sazoné el dorado.  Raúl nunca despertó de la siesta.  Lissa y Rachel se me unieron con vino en la cocina y ahí comentamos lo que habíamos visto y aprendido durante el día.

Lo chistoso es que cuando pusimos la mesa Rachel se dio cuenta de que Raúl no bajaría y dijo: ¿Por qué no me dijeron que uno se podía ir a dormir sin cenar? ¡Así estábamos de cansados después de cuatro días de trotes! Cenamos rico, eso sí.

El domingo fue el fin de esta puebleada mascarera y de morerías. Raúl y yo queríamos ver las celebraciones del Día del Ejército y Lissa y Rachel arreglaron una visita a San Miguel Dueñas; y por no haber ido, Raúl y yo nos perdimos de conocer a Chepe Diablo, un personaje de morerías que esperamos conocer en próxima ocasión.

Una vez más quedamos encantados con la riqueza cultural de los guatemaltecos; y es una maravilla compartir raíces con tradiciones que tienen tantos niveles de significados. ¡Ya estoy listo para la próxima puebleada!

Máscaras y morerías I

Máscaras y morerías II, Sumpango

Máscaras y morerías III, San Antonio Aguascalientes


15
Jul 24

Mascaras y morerías III, San Antonio Aguas Calientes

 

Gracious fue nuestra palabra favorita en esta excursión. En inglés se refiere a una actitud caracterizada por la bondad y cierta cortesía cálida y no fingida.  Aunque suele atribuirse a monarcas y aristócratas, también es propia de personas educadas (que no necesariamente instruidas) y con algún grado de orgullo y auto-estima. Graciousness es lo que nos dispensaron nuestros anfitriones en este road trip y ¡Que alegría!

El día comenzó con un buen desayuno en la Casa Hanckel y con la planificación de las visitas; planificación que se redujo a confirmarle a Camila Sinay que la visitaríamos porque ella ofreció engalanarse para las fotos.  Rachel, Raúl y yo llegamos a la casa de Camila en tuk tuk, porque Lissa se nos unió después. Porque las calles son muy estrechas, el carro lo dejamos en el parque de San Antonio Aguas Calientes.  En la casa de Camila nos recibieron su hija -Guadalupe-  y sus nietos en el patio; y luego salió Camila vestida con un bellísimo huipíl tradicional de San Antonio, un chachal hermoso y sus aretes de oro, acompañados por un corte no menos impresionante.  El huipil de San Antonio es famoso por su colorido y sus imágenes de guacamayas; pero, sobre todo, por la calidad del bordado. 

Camila Sinay en el patio de su casa. En la cuarta foto acompañada por su hija, Guadalupe y por Yours Truly.

Camila nos contó sobre la dinastía mascarera de los Sinay que pasa por ella y su esposo, Dolores Pérez; por su padre, Guadalupe, y su abuelo, Juan; luego de que su bisabuelo, Mateo llegara a San Antonio procedente de Villa Nueva.  Con su liderazgo y su patrocinio (muchas veces sencillo, pero siempre entusiasta), Camila promueve la tradición de máscaras y bailes entre los niños y jóvenes de San Antonio.  Hay que aprender a trabajar, Trabaja, trabaja, trabaja, hay que trabajar para tener algo, le decía su padre, Guadalupe; y ella siempre ha trabajado, no sólo para tener algo, sino para colaborar con la fiesta del Dulce Nombre de Jesús y con los niños. 

Camila Sinay, jóven. La foto la tomé de Facebook.

Nos contó que había estudiado para modista profesional, por correspondencia, y que por una necesidad ya no había continuado sus estudios.  De cualquier manera, ella aprendió a tejer y el huipil que lució en esta ocasión es una de sus creaciones.  A los seis años empezó a hacer máscaras, a los ocho años fue enviada a un coro y Camila canta (especialmente canciones religiosas).  Ella cocina y se enorgullece de viajar lejos y de preparar hasta tres mil platillos cuando hay celebraciones con música cara en las aldeas a donde llegan el gobernador y sacerdotes. La dinastía Sinay también está vinculada a los tradicionales y espectaculares Desafíos de moros y cristianos en San Antonio. 

Yours Truly, Camila Sinay y Raúl Contreras en San Antonio Aguas Calientes. Foto por Rachel McCleary.

Uno puede estar horas y horas escuchando las historias y aventuras de Camila, disfrutando de su graciousness y de su facilidad para compartir.  Acordamos una sesión de fotos en el patio y para ella, nuestra anfitriona pidió su tzut. Básicamente un un tzut es una pieza cuadrada de tela que se usa sobre la cabeza, o a modo de capa.  Camila nos contó que ella nunca sale de su casa, y menos si es para ir a misa, sin su tzut.  ¡Y nos mostró el suyo! que es una pieza magistral de brocado característico de San Antonio Aguas Calientes.  Su colorido y detalles de flores y pájaros lo dejan a uno con la boca abierta, y a eso se suma el hecho de que el brocado de San Antonio se ve igual al derecho y al revés, una técnica que hace de esos tejidos algo fascinantemente bello.

Al concluir la sesión de fotos, ¡como nos costó despedirnos de Camila, su hija y sus nietos!  

A la vuelta de su casa vive Victorino, su hermano, también miembro de la dinastía Sinay.  Él estaba ocupado, y accedió a recibirnos más tarde, de modo que, en el carro de Lissa, agarramos camino a donde almorzamos.

Gilberto y Victorino Sinay, en San Antonio Aguas Calientes.

El lugar elegido fue el restaurante Bayit, en San Antonio Aguascalentes.  El lugar es muy agradable y fuimos muy bien recibidos. Yo tuve los ojos más grandes que el estómago y pedí una sopa de frijoles, y spaghetti a la boloñesa y ambos estaban bien ricos; pero la próxima vez pediré uno u otro porque las porciones son generosas.  Lissa, Rachel y Raúl también pidieron sus almuerzos; y , aunque nos fue bien con la comida, lo que yo nunca pediría son los papanachos, 

Visita a Victorino Sinay

En el carro de Lissa, que había llegado un poco más tarde a la casa de Camila, agarramos rumbo a la casa de Victorino Sinay.  Una vez más, gracious fue la forma en que él y su hijo, Gilberto nos recibieron en su casa.  Esta rama de la dinastía Sinay se dedica a la herrería y a la metal-mecánica.  Ya no tienen máscaras, pero Victorino y su hijo recuerdan bien a sus ancestros mascareros y nos compartieron anécdotas familiares relacionadas con las tradiciones de San Antonio.  Tanto Camila, como Victorino tienen en sus casas capillas fascinantes con imágenes talladas y fotografías evocadoras. 

Lissa Hanckel y Rachel McCleary en las calles de San Antonio Aguas Calientes.

Victorino tenía un compromiso así que la visita fue corta; pero le encargó a otro de sus hijos que nos llevara a casa de Lily, la hija de su hermana María Juana, porque Lily sí tenía máscaras y también podía ayudarnos con la investigación de Rachel.  Recuerda que andamos en esto porque Rachel -entre otros intereses académicos y personales- es estudiosa de las máscaras y danzas tradicionales de Guatemala.

Visita a Lily Sinay

Bajo unos torrentes de agua -de esos que caen en el altiplano- llegamos a la casa de Lily que –graciously– nos hizo pasar al corredor de su casa donde nos mostró máscaras de su padre, textiles que ella elabora, y pequeñas esculturas religiosas que hace su hijo Leo, con plasticina.

Lily Sinay y su hijo, Leo. Encaje de bolillo, hecho por Lily. Máscara de coyote para el baile de animalitos.

Lily es polifacética.  Además de tejedora, conoce la técnica de bolillos para hacer encajes y así estuvo de cerca de irse a España una temporada debido a su habilidad.  Lily se dedica a entrenar candidatas a reinas y a candidatos a mister. También entrena a los participan en el baile del sacrificio del venado.  Ella y su esposo son empresarios y ahora, a duras penas se están recuperando de las pérdidas que les dejaron los encierros forzados del 2020 cuando perdieron su negocio de trajes típicos que tenían en Tikal.

Yo quería una de las imágenes que hace Leo, para el altar del Día de los muertos que hacemos en el contexto de la fiesta del fiambre, en casa; pero el chico no la quiso vender.

Lily y Leo, con máscaras y las esculturas del chico.

Luego de una plática llena de anécdotas e historias con Lily, y bajo los guamazos de agua, Lissa nos llevó al pick-up en el Parque Central; y luego de atravesar las correntadas para entrar en él, volvimos a La Antigua. Nos costó mucho volver debido a la lluvia ya que, como colapsó la carretera al Pacífico, todo el tráfico comercial que va del puerto Quetzal a la ciudad de Guatemala y viceversa, pasa por los alrededores de La Antigua, por lo que el paso se hace lento y complicado.

El debriefing fue breve, un par de vinos porque llegaron unos amigos de Lissa, boquiteamos y a dormir.

Máscaras y morerías I

Máscaras y morerías II, Sumpango

Máscaras y morerías IV, Ciudad Vieja 


09
Jul 24

Máscaras y morerías II, Sumpango

 

Sumpango fue el destino de nuestra segunda aventura en busca de máscaras y morerías.  En esa población conocimos a Eduardo Alcor, propietario de la Morería San Agustín. Más tarde visitaríamos a Camila Sinay, mascarera de San Antonio Aguas Calientes.  .

Eduardo Alcor y máscaras de la Morería San Agustín, en Sumpango. 

Partimos hacia aquella población desde La Antigua, luego de haber desayunado chilaquilas con chirmol y frijoles (hechos en casa) y pitayas cosechadas en la Casa Hanckel. Partimos ligeramente inquietos por cómo estaría la carretera debido a las lluvias; pero nos fue re bien.

Lo primero que llama la atención al entrar a Sumpango es que sus calles son empedradas y están limpias Como limpias están una pila hermosa que pasamos y su plaza central. 

Pila de Sumpango.

Por supuesto que Rachel ya conocía a Eduardo con quien ella, Lissa, Raúl y yo quedamos de juntarnos en la Despensa Familiar de la población y de ahí fuimos a la morería que es un lugar fascinante.

Una morería es un negocio donde las personas que organizan y participan en bailes tradicionales alquilan, o compran las máscaras y atuendos necesarios para aquellas presentaciones. En algunas morerías -como en esta de Sumpango-se elaboran aquellas máscaras y trajes.

El trabajo de bordado es delicado y encantador.

El área de recibimiento de la casa exhibe variedad de máscaras: moros y cristianos, animales variados como micos, toritos y más. Eduardo nos mostró una de mico que había sido elaborada por su padre, Simeón. Vimos a sus hijas elaborando uno de los trajes complejos que se usan en las danzas tradicionales y Eduardo nos contó historias y detalles de la vida en las morerías y acerca de cuál es el estado actual de las tradiciones relacionadas con máscaras, trajes y bailes. 

Rachel toma notas y los demás apuntamos para Rachel. Hacemos eso para que no se escape detalle alguno para la investigación y porque luego, durante el debriefing, intercambiamos notas y observaciones. Por supuesto que yo me distraigo con cada cosa brillante que se me atraviesa; pero de cuando en cuando contribuyo con algo.

La guinda del pastel -en el departamento de diversión- fue que Eduardo le permitió a Raúl ponerse un traje elaboradísimo que tenía en su taller.  Sólo la chaqueta debe haber pesado entre 8 y 10 libras.  De un color azul precioso, la pieza estaba decorada con cualquier cantidad de pedrería y espejos. Este tipo de trajes son artesanías admirables y costosas.

Raúl en la Morería San Agustín.

Y yo no pude resistir tomarme una foto con la máscara antigua de mico, ¿cómo iba a ser de otra manera?

Yours Truly con máscara de mico elaborada por Simeón Alcor. Haz clic en la foto para ver más sobre la Morería San Agustín.

La visita a Eduardo y a la Morería San Agustín nos dejó con ganas de conocer más.  Nuestro anfitrión fue muy generoso con su tiempo y sus conocimientos, a pesar de que ya había llegado la hora del almuerzo.  Sus hijas nos permitieron grabarlas y fotografiarlas en plenas labores de bordado.  Como siempre, en estas visitas inolvidables, uno sale muy agradecido y contento. El lado humano de estos road trips es siempre fascinante.

Cuando uno practica el antiguo arte de pueblear siempre tiene que estar preparado para comer donde sea y como sea.  Por eso siempre llevamos algo que nos saque de penas y, en esta ocasión fueron nueces y el deliciosos hummus que preparamos en casa.  Comimos en la carretera porque habíamos quedado en visitar a Camila Sinay en San Antonio Aguas Calientes.

Por cierto que a Sumpango ya habíamos ido antes.  La primera vez con ocasión de su feria titular y en esa ocasión Alejandro, mi sobrino; Raúl y yo nos subimos a una rueda de Chicago y nos pegamos unas mareadas espantosas. La segunda vez fue con ocasión de su convite célebre y la pasamos muy bien viendo los preparativos y conversando con algunos participantes.

Aunque no logramos afinar detalles para el encuentro con Camila, decidimos ir, de todos modos, porque Rachel ya la conocía y estaba segura de que sería otra experiencia inolvidable. ¡Dicho y hecho!

Arrriba a la izquierda, Camila Sinay. La foto está borrosa porque la pillamos en traje de faena. A la derecha, una foto de Camila cuando era jóven (esa foto la tomé de Facebook). Abajo a la izquierda el cuarto donde ella guarda las máscaras.

Camila nos recibió apenada porque no había notado las llamadas que hicimos para anunciarnos. Nos abrió las puertas de su casa y nos contó historias, nos mostró algunas máscaras de madera hechas por su esposo Dolores Pérez, y por su padre, Guadalupe y su abuelo, Juan Sinay.  Camila también es mascarera, pero ella las hace de papel maché.  Suele hacerlas de animales para que las usen los niños en representaciones escolares.  Esa es una de las formas en las que ella contribuye a mantener vivas las tradiciones de bailes y máscaras.  De Camila y de su dinastía de mascareros te cuento mañana porque la del viernes fue la visita oficial.

En el patio de la casa de Camila hay una enredadera de lorocos y ¿como no nos íbamos a apuntar para ayudala a cosechar las flores de es delicadeza característica de la cocina tradicional guatemalteca en esta temporada? 

Las flores de loroco son comestibes y son deliciosas. Haz clic en la foto para ver más sobre esta enredadera en casa de Camila Sinay.

De paso, te cuento que San Antonio Aguas Calientes es un pueblo célebre por sus brocados coloridos que son iguales al derecho y al revés. Mi bisabuela, Adela, usaba vestidos occidentales con detalles de tejidos típicos y recuerdo dos de estos que son iguales en ambos lados.  Uno era de rosas y otro era con un tejido de San Antonio.  Ya anciana, alguien le comentó una vez: ¿Para qué quieres un vestido con un diseño que se ve igual al derecho y al revés si nadie te lo quita para verlo? y ella respondió: Pero lo veo yo. Ya de niño me pareció que la pregunta era una impertinencia, pero la respuesta me pareció genial, Un insight genial de los que ella tenía varios. 

Notamos que San Antonio también es una población bien cuidada, limpia y con mucho encanto, y da gusto ver que está bien cuidada.  Las calles son estrechas de modo que estacionamos en el Parque Central y usamos un tuk tuk para ir a la casa de Camila. Mira que coincidencia, Camilo fue el nombre del conductor que nos llevó y…de verdad…que buen servicio. Debido a las calles estrechas y complejas, la salida de aquella población puede ser algo confusa; pero gracias a don Beto -que se ofreció a guiarnos cuando le preguntamos como salir hacia La Antigua- logramos salir sin contratiempos.

En la sección de lo chistoso, también notamos que allá hay varias carpinterías en las que se elaboran ataúdes; y no pudimos resistir entrar a la Carpintería Lourdes donde los chicos que estaban trabajando nos permitieron grabar.

Fabricación de Ataudes, Carpintería Lourdes en San Antonio Aguas Calientes. Haz clic en la foto para ver el vídeo.

Para hacer la historia corta volvimos a La Antigua tan cansados que no cenaríamos después del cóctel y del debriefing.  Y nos fuimos a dormir temprano. 

Máscaras y morerías, I

Máscaras y morerías, III, San Antonio Aguascalientes

Máscaras y morerías IV, Ciudad Vieja 


06
Jul 24

Máscaras y morerías I

 

Conocimos a gente encantadora con historias fascinantes; y aprendimos mucho acerca de morerías y sobre máscaras para bailes tradicionales de Guatemala. ¿Dónde, cuándo y por qué? 

Salimos a practicar el antiguo arte de pueblear y visitamos  Sumpango, San Antonio Aguas Calientes y Ciudad Vieja para conversar con Eduardo Alcor en la Morería San Agustín; con Camila Sinay, Victorino Sinay y Lily Sianay en Aguas Calientes y con Oscar Cruz, en Ciudad Vieja. ¿Por qué? Porque vino a Guatemala nuestra amiga, Rachel que no sólo es experta en niños mártires; sino que ha investigado y conoce muchisimo sobre bailes tradicionales, morerías y máscaras de Guatemala. Como en otras ocasiones, Lissa, Raúl y yo la acompañamos en esta aventura.

El miércoles 26 recibí a Rachel en el Aeropuerto La Aurora y luego nos dirigimos a la Universidad Francisco Marroquín donde nos encontramos con Oscar Cruz para almorzar y conversar un poco sobre su experiencia como aprendiz del célebre mascarero de San Antonio Aguas Calientes, Guadalupe Sinay.  Esto fue sólo el aperitivo porque luego platicamos más sobre este tema y sobre otros relacionados. 

Todosanteros, en el Aeropuerto La Aurora. Haz clic en la foto para conocer el ambiente de ese espacio.

Después del almuerzo y de la conversación pude probarme las máscaras de el rey diablo, la muerte y el chismoso que son parte de un juego de máscaras elaboradas por Oscar.  Estas máscaras se usan en el baile de los 24 diablos que se presenta en Ciudad Vieja durante la noche del 7de diciembre y al día siguiente en el marco de la fiesta de la Inmaculada Concepción.   

Yours Truly con sendas máscaras de el rey diablo, la muerte y el chismoso, propias del baile de los 24 diablos.

Luego, Rachel y yo fuimos a por Raúl, cargamos el pick-up y nos encaminamos a La Antigua para encontrarnos con Lissa, cuya casa en la ciudad colonial usamos como base para nuestras incursiones a Sumpango, San Antonio Aguas Calientes y Ciudad Vieja. 

¿Qué es una morería, en Guatemala? Es un establecimiento comercial donde las personas que organizan y participan en bailes tradicionales alquilan, o compran las máscaras y atuendos necesarios para aquellas presentaciones. En algunas morerías se elaboran aquellas máscaras y trajes.

Casi listos para el road trip y la aventura.

Ya en La Antigua, después de un poco de relax, de ponernos al día a la hora del cóctel (porque Rachel no había podido venir desde 2022), la cena estuvo a cargo de Raúl y yo: Fettuccini con hongos Portobello; ensalada Rosa Méndez y pay de macadamias.  Para este último usamos macadamias de El Soch, que nos fueron obsequiadas por don Julio y doña Nohemí García cuando estuvimos allá en marzo del 2024.

Pay de macadamias de El Soch. Haz clic en la foto para ver la cena.

Una buena cena y una buena noche de descanso eran muy necesarias para los días intensos que tendríamos a partir del jueves. 

Máscaras y morerías, II

Máscaras y morerías, III, San Antonio Aguascaclientes

Máscaras y morerías IV, Ciudad Vieja


15
Abr 24

Excursión a El Soch, el final

 

El martes fue el día de decirle ¡Hasta pronto! a El Soch y a don Julio, porque, de verdad que Raúl, Lissa y yo queremos regresar.  Luego del desayuno nos dimos el último baño a guacalazos y caminamos hacia la cabaña para cargar el carro. 

Cuando pasamos por el trapiche me acordé que no lo había fotografiado y nos acercamos a la maquinaria y a el bagazo de caña.  Me dispuse a tomar fotos cuando ¡Ay, carajo! sentí un piquete primero y otro después.  Sentí un ardor como de fuego y pensé: Hormigas.  Y cabal dos enormes hormigas rojas me estaban mordiendo, una en un dedo del pie izquierdo y otra más arriba en el pie derecho.  Zapateé contra el piso (más bien chancleteé) para sacudir de las que se estaban encaramando y todavía no habían morido y corrí al arroyo para meter los pies.  Sentí delicioso lo helado del agua y una de las hormigas cayó, pero la otra siguió mordiendo mi dedo que ardía de verdad.  Me agaché y retiré al insecto. Entre risas y maldiciones caminamos a la cabaña donde me unté de Caladryl.

1, 2 y 3. Trapiche en la finca El Recuerdo, en El Soch. 4. La Vuelta del Río, a inmediaciones de Sacapulas. 5. Nuestra mesa tradicional en Santa Cruz. 6. El pick-up empolvado y cargado.

Ese medicamento, que es mano de santo, debe ser infaltable en toda excursión.  En casa lo recuerdo desde que era niño y es una dicha que no sólo todavía exista, sino que ahora viene transparente y no deja marcas rosadas, como cuando lo usaba en los años 60. Me ha ayudado mucho con los piquetes que traje de la selva y que, hasta el viernes pasado, todavía me daban comezón a ratos.

Rumbo a Santa Cruz del Quiché

Pues bueno, cargamos el pick-up, y pasamos a darle un abrazo de despedida y de agradecimiento a don Julio.  ¿Sobra decir que fue un momento emotivo? 

Con nosotros se vino Chito, el ayudante de don Julio a quien le dimos jalón a Uspantán y en esa población legendaria pasamos a despedirnos de doña Mimí y a agradecerle, de nuevo, sus cuidados, sus atenciones y su gratísima compañía en El Soch. 

De ahí la emprendimos hacia Santa Cruz del Quiché porque, aunque nos llevara dos días -y ese era el plan original- por nada del mundo volveríamos por los caminos solitarios, de terracería y polvazón por los que llegamos.  Además teníamos una misión en aquella cabecera departamental: comprar pan de la Panadería Zuly.

1. Santa Cruz del Quiché. 2. Una familia nos encaminó a la panadería. 3. Lissa y Raúl hicieron cola para comprar el pan. 4, 5, 6, 7, 8, y 9. La gente va contenta con su pan.

Pasamos el cruce al triangulo Ixil donde hemos visitado Nebaj y Chajul; pasamos por Sacapulas a comprar sal negra y como ya hacía hambre pasamos -como lo hemos hecho otras veces- a La vuelta del río una playa en el Río Negro.  La idea era comer algo ahí…pero…el hummus que quedaba y habíamos llevado para comer durante la excursión no aguantó hasta ese día y se salió del recipiente en que venía y la hielera llena de hummus y eso nos quitó las ganas de comer.   Por cierto que el hummus me sale delicioso así que perderlo fue una lástima.  Con hambre seguimos el camino hacia Santa Cruz.

Llegamos y en el hotel Casa Antigua El Chalet ya nos tenían reservada la mesa que nos gusta junto a la chimenea.  Siempre elegimos ese hotel porque es chulo, los cuartos son cómodos y se come bien.  Ahí tuve que ir a un Car Wash a lavar la hielera y quitar los restos de hummus que habían manchado todo. Luego de un buen baño con ducha y agua bien caliente almorzamos y nos dirigimos a buscar la Panadería Zuly.

1. Hojas de canak, 2. Tomates de árbol o extranjeros. 3. Helados El Titanic. 4. Sirviendo con pasión, dice la tshirt. 5. ¡Saludos a Rachel! 6. Arco en el parque central.

Disfrutamos un rato del mercado y del parque central y averiguando por donde estaba aquel establecimiento le preguntamos a una familia que andaba de paseo. Viendo que éramos fuereños y que la panadería queda relativamente lejos del parque, la familia se ofreció a encaminarnos.  Yo digo que ese es el espíritu generoso y cariñoso que muchos visitantes aprecian de los chapines.  Me lo han dicho muchos de los visitantes a los que he tenido la dicha de atender en los últimos 20 años. 

¡Pan para Judas!

Gracias a nuestras guías llegamos a la Panadería Zuly donde había cola para entrar. Es que el Martes Santo es el día en el que la gente compra el pan de Semana Santa.  En las calles van y vienen personas, familias, parejas con cajas y canastos de pan. Van para sus casas y algunos viven cerca, y otros lejos.  Lissa nunca había hecho cola para comprar pan y Raúl navegó con maestría la situación.  Mientras yo compraba Coca-Cola y tomaba fotos en la calle, en la panadería atendieron a Lissa y a Raúl con gracia y rapidez.  ¡Y ya teníamos, con nosotros, cazuelejas y bizcochos! Los mismos que nos había recomendado la familia de don Julio, en El Soch. 

Locos de contento, con nuestro cargamento, volvimos al hotel para cenar alguito, tomar un par de tequilas y hacer un debriefing. Pero no encontramos el tequila entre el cargamento del carro, así que nos contentamos con un par de cervezas.

Cansados, contentos y relajados nos fuimos a dormir, no sin que yo pellizcara un pedazo de cazueleja, antes de hacer mis abluciones. 

1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, versiones diferentes de Judas. 9. Judith fue la chica que nos encaminó para salir de San ta Cruz.

El miércoles amanecimos recuperados y luego de desayunar fuimos al parque central.  Paseamos por el mercado donde compramos hojas de canak para que Lissa le encargara a su cocinera unos tamalitos envueltos en esa hoja deliciosa.  También compramos tomates de árbol, que en El Soch conocen como tomates extranjeros.  Yo nunca los había probado, pero en casa de Las Tías prepararon un chirmol con esa fruta algo exótica y de verdad que es algo muy sabroso. Luego Lissa nos contó que en su casa prepararon un chirmol bien rico.

Pasamos a la catedral para tomarnos una foto y enviarla a nuestra amiga y compañera de aventuras, Rachel, que nos hizo falta en esta ocasión.

¡De vuelta a Guate!

Volvimos al hotel y luego de una siesta brevérrima agarramos camino en busca de la salida para Zacualpa, Joyabaj y Pachalum.  En las calles de Santa Cruz nos encontramos con una variedad de Judas.  En Guatemala es tradición quemar muñecos que representan a Judas Iscariote el Sábado de Gloria.  A Judas se le quema en un lugar publico, luego de leer su testamento que suele ser un documento chistoso que hace burla de vecinos y autoridades del lugar.  Mientras llega el sábado, Judas es exhibido en diferentes circunstancias de acuerdo con las costumbres locales.  No se cómo es en Quiché, pero en la costa sur, es tradicional bailar con Judas para pedir pan y dinero.  ¡Pan para Judas! es la consigna allá.

En fin…para mantener la tradición de perdernos no podíamos salir bien de Santa Cruz… y Judith, una chica en moto, a quien le preguntamos direcciones, se ofreció a guiarnos y encaminarnos a Zacualpa.  Otra vez esa generosidad chapina que mencioné antes. 

Para ir haciendo la historia corta arribamos a Pachalum con la idea de llegar a San Juan Sacatepequez y de ahí a Guatemala, antes de que oscureciera.  Pero entre Pachalum y San Juan el camino es de terracería…y otra vez polvazón.  Es sin embargo, un camino bonito y muy limpio, impresionantemente limpio porque la gente lo cuida; y pasa por un puente sobre el río Motagua y pasa por campos donde abundan los árboles de tamarindo.

1. No tires basura, te estamos viendo. 2. Camino de terracería, de nuevo.

Para esas horas, ya teníamos hambre otra vez, de modo que nos detuvimos en el restaurante Chuaxán en el kilómetro 42.2 entre San Juan y Mixco Viejo.  Atendidos por Rudy tuvimos una buenísima experiencia, no solo por el ambiente, sino por la comida que estuvo deliciosa.  ¡Aaaaah!, como deseaba una siesta en ese momento, pero había que seguir para entrar a Guatemala antes de que oscureciera. 

@luisficarpediem

Caminos polvorientos llenos de aventuras, anécdotas y buenos recuerdos. El Soch, Quiché #roadrrip #elsoch #quiche #guatemala #camino #aventura #luisfi61

♬ เสียงต้นฉบับ – John (Songs Station) – John (Songs Station)

Pero no todo es fácil, justo antes de entrar a San Juan Sacatepéquez nos enviaron de vuelta porque ya había salido la procesión y era imposible pasar por las calles.  De modo que agarramos para San Raymundo y de ahí Ciudad Quetzal, San José las Rosas y la Calzada San Juan. La carretera, por cierto, tiene su encanto y no la habíamos usado antes. ¿Te acuerdas del anuncio de televisión de la lotificación San José las Rosas? El jingle decía: Yooo tambeeién voy a viviiir en San José las Rooosas.

Llegamos a casa de Lissa y descargamos parte del carro.  La aventura había llegado a su fin. Luego a casa, a descargar el pick-up, a desempacar maletas, hieleras y cajas. Un baño laaaargo y delicioso, y llenos de recuerdos entrañables, listos para la próxima aventura..colorín colorado, este cuento se ha acabado


10
Abr 24

Excursión a El Soch, cuarto día

 

El lunes amanecí con nostalgia porque este sería nuestro último día completo en El Soch, en la finca El Recuerdo y en compañía de nuestros estupendos anfitriones.  Pero amanecí con hambre y con la curiosidad de qué había pasado con la perica y el gavilán.

Luego del lavado de cara y dientes, listos para lo que nos trajera el día nos encaminamos hacia el rancho; y ahí la novedad es que doña Mimí y Julio Jr. estaban desgranando elotes de la finca para preparar atol de elotes.  ¿Sabes qué pasó con la perica? Pues se salvó, ¡Todo el orbe cante! y volvió a la casa de Las tías Chita, Norma y Tita.  Así que tutti contenti, a desayunar. Y luego de comer rico el consabido baño a guacalazos.

Ese día, don Julio en compañía de Chito, nos llevaron hacia la parte de la finca donde hay cardamomo, macadamias y milpa. Lissa, Raúl y yo subimos el cerro y subimos el cerro.  Don Julio nos explicó los altos y bajos del cultivo de aquellos productos.  Ya te conté que me gustan mucho las macadamias y que me recuerdan las fiestas de aniversarios de bodas, de mis padres, cuando era niño.  También me gusta el cardamomo porque mi padre compraba café y cardamomo para una compañía japonesa.  Aquel producto me encantó desde la primera vez que mi padre llevó unas semillas a la casa.  Yo las comía solas y hacía café con cardamomo y galletas de cardamomo.  ¿Te acuerdas de que en los 80 había unos chi

cles de cardamomo? La marca era Romy.  

1. Don Julio, Raúl y Lissa en el cerro donde están las siembras. 2. Raúl cruza el puente rumbo a la cabaña. 3. Semillas aromáticas de cardamomo. 4. La planta del cardamomo. 5. Árbol de macadamias 6. Frutos de macadamias. 7. Vista desde el cerro. 8. Otra vista desde el cerro. 9. Heliconia y elote de El Soch.

Cuando subimos el cerro de las siembras vimos una cotuza.  Yo nunca había visto una y aunque la ví por pocos segundos me encantó el color rojizo de su pelambre.  Adivina de qué me acordé cuando comentamos el avistamiento de aquel animalito.  Me acordé de que al cardenal Mario Casariego lo apodaban Sor Cotuzo.  

Cuando llegó al medio día bajamos a la cabaña donde Raúl y yo tomamos la siesta de ley mientras Lissa disfrutaba de la cascada y de su agua fría.  Por cierto que, en la mañana cuando subimos al cerro, don Julio les había dado permiso a unos niños para bañarse en la catarata y se veía que disfrutaban como Lissa del agua clara y helada.

Niños disfrutan en la catarata frente a nuestra cabaña en El Soch.

Ya descansados fuimos a comer la pierna horneada, la caponata y unos quequitos de bananos que Raúl y yo llevamos preparada, mismas que, ¿cómo iba a ser de otra forma?. compartimos con don Juliio, doña Mimí, Julio Jr. y Chito. ¡Y atol de elote que hizo doña Mimí! ¿Qué es lo que corresponde luego de almorzar y a causa del efecto florifundia? Una siesta breve para agarrar fuerzas e ir a explorar la parte de El Soch que queda junto a la casa de Las tías.

Cuando bajó alguito el sol emprendimos camino a la parte alta de El recuerdo, pero no por el camino principal como el día anterior, sino cruzando las siembras de don Julio.  La casa estaba en silencio y escuchamos a la perica aliviados. Allá arriba sólo estábamos don Julio, Julio Jr., Lissa, Raúl y yo.

@luisficarpediem

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♬ Johnny Quest – Telly Addicts

Luego caminamos hacia los basamentos de El Soch que se hallan en esa parte.  Son diferentes a los que hay en la parte baja.  Estos son más piramidales.  La casa de Las tías se halla exactamente junto a la escalinata principal de uno de los basamentos.  Hay otros basamentos atrás y restos de un campo de juego de pelota, y ¡Sorpresa! Un monolito precioso, con una cara chula que me recordó al dios gordo que se halla en el Museo Popol Vuh. Este no debe ser confundido con los barrigones de La Democracia; ni con los cabezas gigantes de los Olmecas.  Si consigo más Info sobre el dios gordo, te cuento.

1. Siempre es un buen momento para melcocha de doña Mimí. 2. Niños en la catarata. 3. Piedra con inscripciones junto a la catarata. 4. Estructura de El Soch junto a la casa de Las tías. 5. Cráneo en la selva. 6. Campo de juego de pelota. 7. Basamento con escalinata. 8. Otra vista del basamento con escalinata. 9. El supuesto dios gordo.

Si la visita a esta parte del sitio arqueológico fue fascinante en sí misma, la guinda del pastel es que don Julio y Raúl vieron pasar un quetzal entre el bosque.  Yo no lo vi, ni he visto uno en persona; pero sabes que estaba ahí y que ellos lo habían visto me llenó de alegría.  Este era nuestro último atardecer en El Soch y la vida nos había regalado un quetzal.  Cuando uno mura un quetzal es algo mágico, es estremecedor, dijo Raúl

Especulé que es el dios gordo porque se parece a uno que hay en el Museo Popol Vuh.

Cuando se puso el sol nos dispusimos a bajar, pasamos a refrescarnos a la cabaña, pre empacamos tantito y al rato agarramos camino para el rancho. ¿A qué? ¡A cenar y a escuchar historias de don Julio!

En esas estábamos cuando la Luna se dejó ver entre los árboles.  Una Luna casi llena que sería nuestra última en El Soch.   Y en ese momento, en la paz de la noche en la selva y a la luz brillante de Ixbalanqué sentí una gratitud profunda por todo lo que habíamos vivido desde el viernes, en la mejor compañía posible. 

Nuestra última Luna en El Soch.

Luego caminamos a la cabaña, abluciones y a dormir porque al día siguiente haríamos viaje.

Continuará.