08
Mar 17

En el Día de la mujer

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Me incomodan los días de esto y los días de aquello; empero, como hay cosas que hay que decir, y quizás sea útil decirlas en algún tipo de marco celebratorio.  Por eso hoy quiero reconocer a las mujeres que más han influido en mi vida:

Mi bisabuela, Mami:  Adela Schuman de Morales fue la abuela de mi padre.  Fue emprendedora; pero esos genes no me los legó.  Fue cocinera y anfitriona magnífica y de eso si caché alguito.  En mi adolescencia, cuando yo peleaba con dragones imaginarios (y algunos reales), sus manos, sus ojos, su voz y su regazo siempre fueron el refugio perfecto.  Allí, no importaba cuánto perdiera yo la clase de matemáticas, o cuán difícil me pusiera a ratos (a veces demasiados ratos), allí siempre había paz y consuelo.  Aquella mujer imponente era de un cariñoso inmenso, como ese que sólo pueden serlo las mujeres sabias, que quizás han visto demasiado y que pueden darse el lujo de ser magnánimas.

Mi abuela, La Abui: Frances Chacón de Figueroa fue la madre de mi padre. Con su biblioteca magnífica y su gusto variadísimo por la lectura, ella me enseñó a amar los libros y a apreder de ellos.  Ella me presentó a Beethoven, Mozart, Haydn, Verdi, Donizetti, y a otros personajes de esa talla.  Me introdujo en el mundo de la filatelia y de la numismática. Por donde iba, acarreaba objetos para saciar mi curiosidad y mi sed de coleccionista.  Yo digo que acarreaba libras de monedas y estampillas, de piedras y de maderas, de fotos y de anécdotas.  Fue inmensamente generosa; pero sabía muy bien cuándo decir ¡Hasta aquí!

Mi abuelita Juanita: Juana Hidalgo de Jurado fue la madre de mi madre.  Ella puso un toque de estoicismo en mi vida, que yo he sabido esquivar bastante bien.  Con ella aprendí a disfrutar de las idas al mercado, de las tradiciones populares, de los símbolos y las fiestas. Siempre serena, siempre prudente, siempre alejada de bullas.  Daba con todo lo que tenía y su espacio era uno de tranquilidad, uno para esconderse un rato y luego salir a enfrentar dragones.

La Mamita: Elia Mazariegos Cabrera fue hermana de la abuelita Juanita y tía de mi madre. Porque ella era menudita (auque tenía buenos biceps) uno se preguntaba que de dónde salían tanta creatividad, tanto ingenio, tanta paciencia y tanta paciencia y tanta paciencia. Eso sí, cuando se enojaba, se enojaba, de modo que su ¡No me incomoden! sonaba cono venido de Thor.  Con la abuelita Juanita, La Mamita me llevó por calles y celebraciones populares, me enseñó a disfrutar muchísimo de Los toritos.  Todo lo que hacían, ella y La Juanis, era con primor.

Mi madre, Nora: Nora Jurado de Figueroa es mi madre.  De ella aprendí el amor por la vida, el gozo por la vida.  Ella es la serenidad y prudencia andando.  La racionalidad encantadora de quien no se deja arrastrar por caprichos, ni por arbitrariedades; pero sabe lo que es ser apasionada y cariñosa. Cariñosa; pero no ajena al paletazo oportuno, ni al pellizco bien puesto.  Su ¡Te estás luciendo!, era como el de Juno, o el de Atenea, o como el de ambas.  Nora y su espacio son algo así como un andurrial al margen de la vorágine de todo; pero ajeno a nada.  Fuente de conversaciones iluminadoras y retadoras.  Fuente de sentido común, más allá del sentido común.  Con mi padre hicieron una pareja entrañable y alegre.

Otras mujeres influyen profundamente en mi vida, como la filósofa Ayn Rand.  Algunas ocuparon espacios muy importantes; pero no fueron influyentes. Otras me ayudaron a cruzar mares y me tendieron sus manos, cuando no puentes. Otras pasaron de largo, pero las recuerdo con cariño.  A todas: ¡Gracias!

La foto es por José Eduardo Valdizán.


12
Mar 07

El que pinta pared y mesa…

Cuando estaba como en Segundo año de primaria escuché por primera vez la frase que dice “El que pinta pared y mesa, demuestra su bajeza”. Pues bien, con motivo de la visita del presidente George W. Bush, los mucos de siempre (a menos que haya mucos nuevos) pintaron paredes y monumentos públicos y privados.

Las pintas contrastan con el ingenio que mostraron las señoras que manifestaron frente a la Corte Suprema de Justicia, con motivo del Día Internacional de la Mujer; y cuya foto, de El Periódico, acompaña esta entrada.

La primera forma de expresión es ramplona, baja, destructiva, y cholera; por no decir otra cosa. En tanto que la segunda demuestra creatividad, inteligencia y determinación proactiva.

Yo no digo que no haya que expresarse. Y estoy seguro de que cada quien tiene sus motivos para estar molesto con Bush. Yo, por ejemplo, estoy en desacuerdo con la guerra contra las drogas, creo que la CICIG es una idea mala; creo que la apetura unilateral es mejor que el TLC; creo que la forma en que estan tratando el tema de las adopciones va a perjudicar a los potenciales adoptados; creo que trade es mejor que aid; y creo EUA hace muy mal en ser el policía del mundo; pero, ¿es necesario ensuciar, destruir y perjudicar para expresar uno sus descontentos?

De verdad estoy seguro de que no. Cuando yo participaba en la organización de los Viernes de Luto, junto a un montón de gente extraordinaria y buenísima onda, nunca permitimos que se ensuciara, o se perjudicara a terceros. No faltaron quienes querían que bajaramos la bandera que ondea en el Obelisco, o que paráramos el tráfico en esa importante intersección. Y sin embargo, jamás ocurrieron tales desatinos. Un principio de aquellas expresiones era respetar los derechos ajenos y no causar daños. Nunca pintamos el Obelisco y nunca ensuciamos esa plaza.

Ojalá que algún día la dirigencia popular madure y entienda que “mis derechos terminan donde empiezan los de los demás”, que “el que pinta pared y mesa, demuestra su bajeza” y que la destrucción y la suciedad no benefician a nadie.


11
Mar 07

En el Día Internacional de la Mujer

“Pongo el ejemplo de que como mujer no tienes que seguir la ruta tradicional”, dice Sue Gogilis en un reportaje que hoy presenta The New York Times que es publicado por Prensa Libre. “Gogilis, de 34 años y madre de dos hijos, fue asistente dental hasta mayo pasado. Ahora conduce un enorme camión de volteo en una de las minas de mineral de hierro de Río Tinto, para transportar 210 toneladas métricas de roca y tierra a través de la abrasadora región de Pibara, en la zona rural de Australia”, dice el reportaje, al explicar que “las mujeres se han vuelto especialmente codiciadas en el mundo anteriormente machista de la minerìa, en particular como choferes de camiones, como Gogilis”.

Esto es cierto no sólo para mujeres como Gogilis que viven en países desarrollados; sino para mujeres como Elma Zacarías que hace el mismo trabajo en la Mina Marlin, de Guatemala.

Hace como dos años tuve la oportunidad de ver a Elma Zacarías manejando orgullosamente su camión inmenso; y pensé que sin duda eso era mejor que vender tomates enjutos en el mercado de su pueblo, o resignarse a la pobreza y la ignorancia en que viven la mayoría de mujeres indígenas en las áreas rurales de Guatemala.

Aunque tarde, ahora que se celebró el Día Internacional de la Mujer, va un saludo de respeto y admiración para mujeres como Elma Zacarías y Sue Gogilis, que han roto paradigmas.