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Ene 09

Mano invisible y mano de mono

Desencanto da para bastante porque es un buen ejemplo de cierta mala práctica de la retórica chapina para el debate. Su autor, el banquero y periodista Julio Vielman afirma que Adam Smith decía que “La mano invisible de un mercado corregiría cualquier desequilibrio”. Y la mala práctica a la que me refiero es la de criticar las ideas de una persona, no por lo que dijo, sino por lo que el crítico dice que dijo. Por ejemplo, si uno afirma que la educación estatal es violatoria de la libertad, algunos críticos disparan porque aseguran que uno está contra la educación para los pobres. Otro ejemplo es que si uno dice que el interés general no debe prevalecer sobre los derechos individuales, no falta quien ataque porque quiere hacer creer que lo que uno está diciendo es que el interés general no debe prevalecer sobre los intereses individuales.

Esa mala práctica es vieja y fea, pero efectiva; y, aunque le baja la calidad al debate, es sorprendente lo mucho que se usa. Y en el caso que nos ocupa, me pregunto si el autor de Desencanto la usa a propósito, o si simplemente es que no ha leído a Smith. Esta entrada, por cierto, es continuación de del jueves pasado, que titulé Desencanto y superficialidad de Vielman.

En An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, el escocés dice que “by directing that industry in such a manner as its produce may be of the greatest value, he intends only his own gain, and he is in this, as in many other cases, led by an invisible hand to promote an end which was no part of his intentions”. Smith explica que cuando un individuo conduce una industria de manera que su producto es de valor, lo que busca es su propia ganancia, y de paso, como guiado por una mano invisible, promueve el bienestar de los demás al producir valor, al crear riqueza. Busqué y busqué lo del desequilibrio en el capítulo II de The Wealth of Nations, de donde saqué este párrafo, y no lo encontré.

Entonces me cambié de obra; porque ha de saber, usted, que el presunto Padre de la Economía era profesor de moral; y que otra de sus obras importantes es The Theory of Moral Sentiments. Ahí, encontré que Smith escribió que “The rich…consume little more than the poor, and in spite of their natural selfishness and rapacity, though they mean only their own conveniency, though the sole end which they propose from the labours of all the thousands whom they employ, be the gratification of their own vain and insatiable desires, they divide with the poor the produce of all their improvements. They are led by an invisible hand to make nearly the same distribution of the necessaries of life, which would have been made, had the earth been divided into equal portions among all its inhabitants, and thus without intending it, without knowing it, advance the interest of the society, and afford means to the multiplication of the species”. Así es como Smith trata de explicar que los ricos, movidos como por algo natural, o más bien como consecuencia no intencionada, promueven el interés de la sociedad y aportan medios para la multiplicación de la especie, cuando persiguen sus fines propios.

Y al final de esto me quedé con ganas de ver esa mano invisible que, según Vielman ¡y muchos otros!, “corrige cualquier desequilibrio”. El uso distorsionado de la metáfora de Smith constituye mano de mono y es como jugar con dados cargados, o como inventar un hombre de paja al que se golpea cuando no se puede argumentar con ideas.

Lo ideal, claro, sería que en un buen debate se discutieran ideas; no que se las tergiversara y se las retorciera.