En 1348 la peste negra o peste bubónica cayó sobre Florencia y siete mujeres y tres hombres jóvenes huyeron de la ciudad para refugiarse en una villa campestre. ¿Qué hicieron en aquellos tiempos en los que no había Netflix, ni Facebook, ni Twitter?
Antes de contarte qué hicieron, te cuento que la pandemia se origino en algún lugar de Asia y llegó a Europa por medio de las rutas comerciales. En Florencia, sólo un quinto de la población sobrevivió y sólo en Europa se estima que murieron unos 25 millones de personas.
Pues bien, te cuento que los jóvenes florentinos se entretuvieron contando cuentos durante 10 días. Cien cuentos para ser exactos y el libro que recoge aquellos relatos se llama Decamerón, por Giovanni Boccaccio. Los temas de los cuentos fueron el amor erótico y el amor trágico, la inteligencia humana y la fortuna.
En la biblioteca de mi abuela, Frances, recuerdo que el Decamerón estaba junto al Cantar de Mio Cid y de The Tales of Canterbury, en los estantes de arriba. He aquí algunas frases de aquel libro: Confunde un buen hombre con un dicho ingenioso la malvada hipocresía de los religiosos. Boca besada no pierde fortuna, es más renueva como la Luna. La pobreza no quita a nadie nobleza, sino los haberes. La gratitud, según lo creo, es entre las demás virtudes sumamente de alabar y su contraria de maldecir. Empiezas a pensar en el mal antes de que te llegue, y si sucediere, entonces pensaremos en ello.
Ahora que nos toca sobrevivir al coronavirus -como sobrevivimos a la gripe A, a la gripe aviar y a la enfermedad de las vacas locas– ¿cómo y con quiénes pasarías 10 días huyendo de la pandemia? Yo, que recuerdo los relatos de la gripe española -que contaba mi tía abuela, La Mamita- pienso que no estaría mal contar cuentos. Ver Netflix, Facebook y Twitter, OK; pero que no se pierda la bonita costumbre de contar cuentos. Los chapines ya hemos sustituido los chistes por los memes; y aunque hay memes geniales, extraño los chistes, y extraño los cuentos.
Columna publicada en elPeriódico.