10
Mar 07

Apocalypto

La primera vez que supe de Apocalypto estaba yo en la cima de la pirámide de El Tigre, en El Mirador. A mis amigos y a mí, el guía nos contó que Mel Gibson había estado ahí y que había dejado su nombre grabado en un maguey. La planta estaba ahí, pero la hoja con el autógrafo del director ya había desaparecido.

Apocalypto es una buena lica de acción que ofrece una buena idea de cómo pudo haber sido la sociedad maya, cuando su mejor momento ya había pasado.

Se que algunos no están de acuerdo con lo anterior; pero opino que vale la pena ver la película. ¿Quiere otra buena razón para verla? Hay individuos que querían que su exhibición fuera censurada. Y uno sabe, por experiencia, que si hay alguien interesado en prohibir u ocultar la difusión y el conocimiento de una idea, de una obra de arte, o de una película, es porque seguramente vale la pena verla.

El argumento principal de los detractores de la película es que los mayas tuvieron una cultura muy rica, y que nunca fueron salvajes, ni violentos como aparecen en Apocalypto.

¡Claro que los mayas tenían conocimientos astronómicos precisos!, cosa que se muestra en la película cuando es evidente que los sacerdotes programan sacrificios humanos para que coincidan con un eclipse. En esa escena ocurre lo que tenía que pasar: la masa popular queda estupefacta, los sacerdotes confirman su relación especial con los dioses y tutti contenti.

Escierto que la peli tiene imprecisiones arquitectónicas, astronómicas y cronológicas; pero Apocalypto es una película de entretenimiento, no una tesis doctoral.

Eso sí, lo que más indigna a los que no quisieran que usted vea la lica es que muestra una sociedad maya guerrera y cruenta. Y aquella indignación tiene sus raíces en la creencia infundada, de Eric Thompson, de que los mayas eran pacíficos observadores del cielo y de que la suya era una sociedad como ninguna.

La creencia es infundada porque estudios recientes prueban que la de los mayas era una sociedad como cualquiera; y francamente, aunque la película es violenta, no se ve en ella nada que no se haya visto en The Messenger: The Story of Joan of Arc; o en Kingdom of Heaven.

Es un hecho que los mayas eran sanguinarios y violentos. Las de los mayas “no eran teocracias pacíficas. La guerra constante y la captura de cautivos prominentes (para ejecutarlos luego de prolongadas degradación y tortura) era el nombre de su juego”, dice Linda Schele, en The Blood of Kings.

Los mayas no se avergonzaban de su afición por la sangre; y el arte maya está lleno de escenas espantosas. Ejemplos de ello son las imágenes de prisioneros decapitados y torturados, en Bonampak; los cráneos empalados, en Chichén Itzá; la señora Xoc pasándose por la lengua un lazo con espinas, en Yaxchilan; y la más espeluznante: una figura en la que un personaje usa como máscara la piel desollada de otra persona. Estas no son escenas de Hollywood y puede verlas, usted, en mi bitácora.

El Popol Vuh dice que Tohil les dijo a los guerreros y sacrificadores: “Dominaréis todas las tribus; traeréis su sangre y su sustancia ante nosotros”; para explicar, después, que “luego vino la matanza de las tribus”. El Memorial de Sololá, de los cakchiqueles, alude a los ataques, torturas y sometimiento de los pocomames; a la liquidación a muerte de mujeres y niños; y a la esclavitud de los quichés. Todo ello en el tono en el que los vencedores presumen de sus victorias.

Más recientemente, el Via Crucis de la iglesia en Cuarto Pueblo muestra escenas sangrientas aparentemente protagonizadas por soldados indígenas contra civiles indígenas, poco más o menos como pudo haber ocurrido en los relatos del Popol Vuh, del Memorial, y de Bonampak.

Apocalypto es una película de acción entretenida; y reconoce el valor extraordinario de la cultura maya porque la hace humana y real; más que la ilusión thompsoniana que la dirigencia indigenista chapina pretende hacer pasar por verdadera.

Publicada en Prensa Libre, el sábado 10 de marzo de 2007