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Dic 06

¡El sol, cachetes de gringo!

Con frases ingeniosas como “¡El sol, cachetes de gringo!”, “¡La muerte quirina, que andando se orina!” y “¡El negrito, calzón rayado!!” se cantan las loterías en las ferias guatemaltecas. Así la cantaba también, mi tía abuela La Mamita, cuando organizaba lotería para mi hermano y para mí.

Ahora imagínese usted lo absurdo de poner a unos niños a jugar lotería y cantar: “¡Reformas constitucionales!”, o “Policía profesional!”.

¿En qué estaban pensando los genios de la Unión Europea cuando produjeron su Lotería para vivir en paz, que distribuyeron aquí en Guatemala porque supuestamente “continee lo que debemos aprender y recordar de los Acuerdos de Paz” y da a conocer los “derechos y oblicaciones que la democracia brinda para vivir en paz”?

Yo encuentro dos explicaciones: La primera, es que esta lotería es el resultado de tener mucho prespuesto y mucha gente ociosa; la segunda, es que aquellos burócratas no entienden que “la naturaleza, para ser gobernada, debe ser obedecida” y que los valores y principios de la gente no pueden ser impuestos por medio de Acuerdos, ni leyes; sino que son fruto de un largo proceso de prueba y error.

La candidez de La lotería para vivir en paz tiene un rescate ominoso. Quien la canta podría decir cosas como: “¡La reforma constitucional, felizmente rechazada de plano en consulta popular celebrada mayo de 1999!”, o bien “¡La policía profesional, frecuentemente involucrada en casos de secuestro, robo de carros, extorsíon y asesinato!”

Ahora que el ingenioso Oscar Berger ha anunciado que presionará para forzar las reformas constitucionales, ¡contra de la manifiesta voluntad popular que ya las rechazó!, me parece oportuno reproducir lo que escribí a respecto en la víspera de aquella jornada cívica en que la Constitución fue defendida por los guatemaltecos.

Un No histórico

A lo largo de su historia los pueblos pasan, cada cuanto, por intensos momentos de decisión. Momentos que demandan principios, audacia y valor, de parte de sus mejores ciudadanos.

Sin embargo, al leer dichos episodios en los libros de historia, al lector casual aveces se le olvida que sus protagonistas fueron personas de carne y hueso, que incluso arriesgaron sus bienes y su vida, y que tomaron decisiones difíciles. De allí que su premio fueran la fama, y algunas veces hasta la gloria.

Los casos abundan: En 1821 nuestros padres lucharon un día, encendidos en patrio ardimiento, y lograron, sin choque sangriento, colocarte en un trono de amor. Son ejemplos, también, la fundación de la República en tiempos de Carrera, la revolución de 1871, la revolución de 1944, la Liberación, y más recientemente el patético serranazo. En cada uno de esos momentos, como en muchos otros, los mejores hijos de Guatemala han salido en defensa de la patria, de sus ideales, y de la Constitución.

Los guatemaltecos de 1999 tenemos la oportunidad de enfrentar uno de estos momentos intensos de decisión. Tenemos la oportunidad de demostrar de qué estamos hechos, cuales son nuestros principios, y qué tanto estamos dispuestos a hacer por defenderlos.

Hoy, a los guatemaltecos nos serán sometidas, en consulta popular, cuatro preguntas que engloban 50 modificaciones a nuestra Carta Magna. Varias de las reformas propuestas harán de nuestra ley fundamental una Constitución de normas específicas y concretas, en abierta contradicción a la teoría y a la experiencia constitucional, que recomiendan normas generales y abstractas. En vez de eliminar privilegios, como lo mandan el sentido común y la razón, las reformas crearan más de ellos, y lo harán sobre bases etnicistas.

Distinguidos estudiosos del constitucionalismo, como el doctor Keith Rossen, han identificado que durante el período independiente de América Latina han habido un promedio de 12.75 constituciones por país. Una de las razones para tamaña inestabilidad jurídica es que aquellas han sido creadas como normas de ideales y aspiraciones, en vez de normas con fuerza de ley.

Desafortunadamente, las modificaciones que nos serán sometidas el hoy, no son ajenas a esta tendencia.

Ante el peligro de que la Constitución de Guatemala sea rebajada a la calidad de un código cualquiera que puede ser reformado de acuerdo con los vientos que soplen. Ante la posibilidad nefasta de que la Carta Magna se convierta en un instrumento de solución para intereses de corto plazo. Y frente a la realidad inocultable de que los organismos Ejecutivo y Legislativo se han confabulado con grupos de interés y la comunidad internacional para imponer dichas modificaciones, aún a costa del consenso ciudadano, los guatemaltecos responsables no podemos quedarnos con los brazos cruzados.

Hoy, como durante el serranazo, y como en aquel 15 de septiembre de 1821, los guatemaltecos no solo haremos historia, sino que definiremos nuestro futuro. Hoy habrá que votar, y si usted está de acuerdo con que la constitución debe ser un fundamento sólido para el respeto a los derechos humanos y la igualdad ante la ley, en vez de una antojadiza colección de privilegios, ya sabe que hacer.