Las escenas de Katmandu en llamas son -para usar un cliché- dantescas. No sólo por el Parlamento, la Corte Suprema de Justicia y el Palacio Presidencial arrojando fuego por ventanas y corredores; sino porque la ira popular alcanzó un hotel y a un medio de comunicación. Son dantescas porque las turbas incontrolables, una vez prueban sangre nada, y nadie está a salvo. Si no, que lo diga la esposa del ex primer ministro, que murió brutalmente agredida, que lo diga el ministro de finanzas que fue desnudado y arrojado a un río, o los funcionarios que fueron evacuados colgando de helicópteros. Miles de reos peligrosos salieron de las cárceles y están en las calles.
¿Qué ocasionó aquel pandemonio que todavía no se ha detenido totalmente? Que el régimen comunista -títere de Pekín- prohibió las redes sociales; pero también fenómenos como los Nepo Kids como los que hay en Venezuela y en otros regímenes totalitarios y socialistas. También por la corrupción en general, las altas tasas de desempleo y por la miseria en la que vive la gente. En ese contexto, un movimiento conocido como la Generación Z abrió las puertas del infierno.
Eso sí, el infierno no es ajeno a aquel país himalayo. Los maoístas de Nepal, inspirados en Sendero Luminoso de Perú, son generalmente acusados de recurrir a la violencia y a la intimidación, y llegaron al poder en 2008 con los puños en alto y al grito de ¡Abajo la democracia! Los comunistas ganaron mayoría en el Parlamento luego de deponer al impopular rey Gyanendra que ascendió al trono luego de que el rey Birendra y su familia fueran bestialmente asesinados por un príncipe ebrio en 2001.
Al principio uno no puede sino alegrarse de que la gente se alce contra un régimen totalitario y colectivista; pero en la medida en que se multiplican los desmanes, los linchamientos, y la destrucción de propiedad privada y estatal (incluso de monumentos históricos) el panorama es otro. Una vez que las turbas entran en acción, ningún régimen aguanta, por muy de hierro que fuera, como ocurrió en Albania en 1989 cuando fueron fusilados Nicolae Ceaucescu y su esposa. ¿Es ese el fin que tendrán los Ortega/Murillo y Maduro?
Dicho lo anterior, las turbas son peligrosas y en el caso de Nepal se pasaron tres pueblos. No hay tal cosa como un derecho a la violencia, como clama Black Lives Matter; pero está claro que a los comunistas hay que sacarlos a cinchazos y muchas veces el costo es altísimo. El intento más reciente en Nicaragua costó 300 vidas de jóvenes.
Durante las jornadas de mayo de 2009, en Guatemala, vi -en primera fila- cuando infiltrados intentaron convertir en violentas las manifestaciones pacíficas en la Plaza de la Constitución; primero al izar una bandera manchada, luego mediante rumores y luego mediante un grupo sospechoso mujeres particularmente agresivas. Fue difícil desactivar los intentos de incendiar las protestas y desde entonces no soy muy amigo de las manifestaciones multitudinarias. ¡Menos si a ellas llegan gentes armadas con bates y piedras como ocurrió en noviembre de 2020!
De vuelta a Nepal, es admirable que la gente, ¡desarmada!, se haya alzado contra el régimen comunista de forma masiva y espectacular. Creo que el desmadre fue monumental; pero, me pregunto si como ocurre con la película V for Vendetta, esa es la única forma de salir de gobiernos totalitarios -que iniciaron el uso de la fuerza- y si ese es el legado de regímenes comunistas como el de Katmandú. Y está por verse quiénes pescan en aquel río revuelto.











































