¿Destruccionismo? ¡Aquí presente!

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Debido a que considero el tema muy importante, el viernes reproduje en mi columna de elPeriódico un artículo que escribí sobre el totalitarismo colectivista, el chavismo y el destruccionismo.

En su obra El socialismo, Ludwig von Mises nos recuerda que según Marx, la posición política de los individuos está determinada por la clase a que pertenecen y la posición política de las clases por los intereses de clase…entre todas las tesis de Marx ninguna como esta quizás ha ejercido influencia tan profunda y duradera sobre las teorías políticas. Ha encontrado crédito más allá de los medios marxistas; y en general se ha afirmado la costumbre de considerar al liberalismo como una doctrina que expresa los intereses de clase dela burguesía y del gran capitalismo.  El liberalismo [sin embargo] no se presenta como doctrina que tenga como finalidad la defensa de los intereses de clase de los poseedores…el poder del socialismo, como todo poder, es de carácter espiritual y su sostén se encuentra en las ideas…las ideas pueden vencerse únicamente con las ideas…la sociedad es obra del hombre…depende de los hombres que continúe desarrollándose o sucumba…el fracaso del intervencionismo no demuestra la necesidad de adoptar el socialismo: sólo exhibe su inutilidad. Como en Venezuela, en Cuba, en Corea del norte, en China, en Viet Nam por ejemplo. Mises sugiere, que por la capacidad que tiene el socialismo de destruir a la economía y al a sociedad, el nombre que mejor le vendría es el de destruccionismo.

Comparto con ustedes el texto de aquella columna publicada el viernes pasado:

Cuando veo hoces y martillos pintados en la Sexta avenida, luego de la manifestación del 1 de mayo de cada año una pregunta viene a mi mente: ¿Por qué la gente no reacciona contra estos símbolos de muerte, odio y miseria de la misma forma en que reaccionaría si fueran esvásticas? Digo porque la ideología totalitaria y colectivista que representa aquel símbolo costó 62 millones de vidas en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas,  poco 35 millones en la China comunista…y no sabemos cuántas en Corea del Norte, o Cuba, para citar dos.  Aquellas cifras, ¿por qué no son suficientes para que a la gente le den escalofríos cuando ve pintas de hoces y martillos?

Culturalmente mucha gente es tolerante al socialismo real.  Hay docenas y docenas de películas que exponen los horrores del nacional-socialismo (que costó unos 20 millones de vidas humanas). Haz la cuenta: ¿Cuántas películas y reportajes has visto sobre los horrores de los nazis; y cuántas has visto de los horrores de los comunistas? En muchos ambientes donde nadie duda en escupir al suelo cuando dice la palabra nazismo; al comunismo se le considera una idea respetable como cualquiera otra.

Las pintas en la Sexta avenida también incluyen consignas que recuerdan a Jacobo Arbenz (el soldado del pueblo que usaba corbatas Countess Mara); imágenes de fusiles AK-47 y mensajes de odio.

Tal vez es tiempo de rescatar el 1 de mayo y conmemorar el “Día de las víctimas del comunismo”. Mi generación vivió las miserias de Europa oriental, la URSS y China; y esta generación parece haberle aplicado un punto ciego a las evidencias en Venezuela, Corea del Norte y Cuba.  En Guatemala una operación para infiltrar el chavismo en la educación y en la vida académica es vista con ligereza, como con ligereza se ven las pintas. Es un error permanecer neutral ante la actividad chavista y ante las hoces y martillos porque lo que promueven es la miseria, la violencia y la dictadura. Traen el discurso de odio y el divisionismo y cuestan millones de vidas humanas.  ¿Los destruccionistas? ¡Presentes!

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