Los tres eventos que me fascinaron con los antiguos mayas fueron una visita que hice a Iximché, cuando estaba en cuarto grado de primaria; la visita que hice -con mi padre- al Museo Nacional de Arqueología y Etnología uno, o dos años antes; y mi primera visita a Tikal cuando estaba en segundo año de Básicos. Aquellas experiencias despertaron en mí un asombro que sigue vigente.
Por eso me encanta haber leído Las aventuras de Yaxun B’alam en las tierras mayas, por Sylvia Valiente; obra ilustrada por Lila Ramírez. Este libro está pensado para niños, pero también es una bonita forma de iniciarse en la exploración de la cultura maya del período clásico, tenga uno la edad que tenga.
Primero porque tiene historias bien contadas, ¿y quién puede resistirse a historias bien contadas? Segundo porque las ilustraciones y las actividades manuales que trae la obra, cuando no son educativas, son relajantes. Tercero porque de verdad dan ganas de acompañar a Yaxun en sus aventuras. Cuarto porque tiene contenido multimedia.
Cuando eres niño y Yaxún B’alam te lleva por El Baúl y Kaminaljuyú -para luego dirigirse a Quiriguá y adentrarse en la selva rumbo a Yaxhá, Tikal, San Bartolo y El Mirador- te da la oportunidad de explorar un mundo que no conoces. Yaxún te anima a leer más y a ampliar conocimientos para descubrir lo fascinante de los mayas que vivieron en aquellas ciudades.
Lo importante de estas meditaciones es que cuando uno es niño las ventanas para maravillarse están todas abiertas; y cuando uno es niño puede maravillarse con casi todo: deportes, música, personas, libros, lugares, cuadros, comidas y culturas.
Luego de aquella mi primera visita a Iximché, recuerdo que fui a Panajachel como tantas veces y compré unas piecesitas de barro supuestamente mayas en una tienda de antigüedades con dinero que me había dado mi bisabuela, Mami. Cuando se las mostré a ella, me dijo que no gastara mi dinero en esas cosas porque seguramente eran falsas. Acto seguido sacó de su armario una cabeza de barro y me la obsequió después de decirme: Esta tal vez es de verdad. Desde entonces atesoro esa pieza.
Mi mamá y mi hermana disfrutaron el libro porque, si bien es una obra introductoria, no es una obra humilde. Con talento y con la ayuda de Yaxún B’alam e Iki (el búho), el lector con algo de espíritu de niño encuentra motivos para interesarse en el cacao y en el jade; así como en la numeración, en la asombrosa escritura maya y en los calendarios. ¡Adivina quién le dio voz a Ik y quién es el de la cerbatana en el vídeo de abajoi!
Si mi primer contacto con la cultura maya fuera Las aventuras de Yaxun B’alam, a cualquier edad me moriría de ganas de visitar Tikal, o por lo menos de ir a hacer un picnic en Iximché, o en Chuwa Nim Abaj e imaginar que soy un viajero en el tiempo. Eso sí… inmune a la captura para el sacrificio.
El niño que hay en mí siempre se ha embobado un poco con la cabeza que me dio Mami y, como a veces ese chiquillo me hace jugarretas, ahora me gusta pensar que Yaxún B’alam se la obsequió a mi bisabuela. Y me dan más ganas de leer sobre las novedades y los descubrimientos más recientes en sitios arqueológicos enigmáticos.
Columna publicada en República.