Excursión a Joyabaj I, perdidos en el viaje de ida

Agarramos p´al monte con la intención de llegar a Joyabaj antes del medio día y de disfrutar de las festividades propias de la feria titular de aquella población.  Yo me moría de ganas de ver el palo volador y los bailes, y de pueblear, de conocer gente fascinante y de disfrutar de la buena compañia de amigos.  Mis expectativas fueron superadas con creces, aún cuando en el primer día, el miércoles 1a de agosto, nos perdimos a inmediaciones de San Martín Jilotepeque y nos llevó casi 12 horas llegar a Joyabaj, vía Santa Cruz del Quiché. Fue de locos, pero divertido a la distancia.

Palo volador en Joyabaj, Quiché. Haz clic en la foto para ver más fotos del primer día de esta excursión.

Durante el paseo no sólo visitamos Joyabaj acompañados por Rosemary; sino que también conocimos el sitio arqueológico Los cerritos de Chijoj ( a inmediaciones de Canillá). acompañados por doña Esther y don Santos. Conocimos a doña Mercedes Melecio y a su familia en la moreria de Joyabaj; y a don Antonio Jucúm y a doña Josefa, en la casa de San Simón, en Pachilip II.  Visitamos a Luis Tárano en la finca Choacorral; llegamos a un sitio de altares de cuarzo, para costumbre, lugar rodeado por un bosque lleno de musgo español o barbas de viejo.Pasamos por pequeños lugares encantadores como un puente colgante sobre el río Pixcayá, una pequeña catarata llena de flores blancas en Quebrada honda y pasamos sobre el río Motagua.

Raúl, Andrew y yo salimos a las 8:00 a.m. rumbo a San Juan Sacatepequez, con la idea de subir hacia Joyabaj via Mixco Viejo y Pachalum (un viaje estimado en 4 horas, sin prisas)…y el plan se estropeó porque al llegar a mediados de la Calzada San Juan el tráfico estaba parado. No estaba lento, sino parado.  Nos enteramos de que, adelante, un sanjuanero (piloto del transporte colectivo que va a San Juan Sacatepequez había sido asesinado). Luego de una espera prudente, y al ver que el tráfico no se movía, decidimos cambiar de ruta e ir por San Martin Jilotepeque. ¿Qué podía salir mal? Total…Raúl y yo habíamos hecho la ruta Mixco Viejo-San Martin hacía años y sin Waze. Haz clic para ver el vídeo.

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De la San Juan pasamos a la Calzada Roosevelt y de ahí llegamos a Chimaltenango y luego a San Martín, todo sin novedad.  Pasamos por el río Pixcaya y por un puente colgante pequeño y encantador.  Llegamos a San Martín y bajamos a la plaza.  Un halo solar nos dió la bienvenida. Le preguntamos a Waze y Waze nos indicó por dónde ir rumbo a Pachalum….o eso creímos.

Waze nos sacó de San Martín y nos llevó como 8 kilómetros y casi una hora por un camino de terracería bien cuidado y chulo…sólo para ir a dar ¡de nuevo! a San Martín…pero por una calle de acceso bloqueada.  Habíamos vuelto a San Martín y no podíamos entrar a la población.  Así que decidimos regresar por donde habíamos llegado, y a partir de San Martín volver a buscar la ruta a Mixco Viejo y Pachalum.  Casi una hora para volver.  De nuevo en la plaza de San Martín volvía consultar Waze y esta vez nos indicó una nueva ruta que cruzaba el río Motagua y nos llevaba en buen camino.  Volvimos a agarrar para el monte y luego de un tiempal…llegamos a un lugar donde decía: No hay paso.

Frustración.

Para entonces yo ya no confiaba en Waze y estaba muy tenso.  Una familia local (Papá, mamá, hijos y abuelita) nos pidió jalón y nos llevó hasta San Martín.  Ahí tomamos la decisión de ir por la ruta Panamericana hasta Santa Cruz del Quiché y de ahí bajar a Joyabaj.  Eso significaba que no llegaríamos antes de las 7:00 p.m., que sería viaje de horas y horas, y que posiblemente romperíamos la regla de no viajar de noche en carretera. ¿Cuáles eran las ventaja? Carretera de asfalto, camino 60% conocido y poblado.  Raúl y yo estábamos preocupados por Andrew, que, siendo extranjero estaba teniendo una mala experiencia.

Para hacer la historia corta, paramos a almorzar poco antes de Tecpán y subimos hacia Chichicastenango y Santa Cruz…cada vez más cerca del ocaso.  Pasamos por Chiché, Chinique y Zacualpa antes de arribar a Joyabaj justo cuando cayó la noche.  Y ahí…el shock. Yo nunca había visto tanto alboroto, claro que era la víspera de la fiesta y todo…pero, había un gentío impresionante, tráfico apretado pero circulando, humo de cohetes, dos marimbas orquesta tocando con toda la cantidad de watts posible, más de una pequeña marimba haciendo lo suyo…también con todos los watts posibles, una locutora dando la bienvenida y celebrando la fiesta…con quién sabe qué cantidad de watts.  En medio de todo eso había que encontrar a mis amigas Lissa y Rachel, que nos esperaban desde el medio día.  Y había que encontrar el hotel.

Honradamente no fue difícil, La posada de don Guillermo está frente a la plaza y vi a Lissa agitar los brazos con una sonrisa en medio del humo de los cohetes y de la bulla más bulliciosa que he oído en mi vida.  Cansado y tenso por el viaje, me encontré con que para entrar al estacionamiento del hotel hay que pasar por un tunel de unos 50 metros de largo y de unas 4 pulgadas más ancho que nuestro pick-up.  Fue un trabajo de equipo; pero logramos entrar sin causar daños, a pesar de que ni el tráfico vehicular, ni el paso de peatones se detenía cuando estaba haciendo maniobras.

La posada de don Guillermo no sólo está localizada convenientemente junto a la plaza, sino que tiene habitaciones cómodas en el sótano, a donde la bulla de la fiesta no llega con toda su intensidad, ni llega a ser molesta.  Eso, más camas limpias, toallas frescas y baño con agua caliente es todo lo que uno quiere y necesita…más cena, claro.  En La posada, el personal es muy atento y tiene gran sentido del humor.

Para la cena, Lissa, Rachel, Andrew, Raúl y yo nos encaminamos a La hacienda los Panchos, un restaurante que nos habían recomendado muy bien.  Ahi me cené un buen plato de carne asada que me devolvió a la vida, acompañado por cervezas que Lissa habia llevado. Y en Los Panchos, conocimos a Ana y a Rosemary que nos pusieron en autos con respecto a la fiesta en Joyabaj.  Pero, mejor aún, Rosemary se ofreció para ser nuestra guía al día siguiente ¡y que guía maravillosa sería!

Al volver a la plaza de Joyabaj ya no había el alboroto intenso; pero la plaza estaba viva. Ahí estaba -solito- el palo volador que tanta ilusión me daba y que vería, al día siguiente, en todo su espendor tradicional y festivo.  La plaza de Joyabaj es encantadora, bien cuidada, de buen gusto.  Tiene iglesia, portal, fuente y Palacio municipal, este último con reloj musical y campanadas. Haz clic para ver el vídeo.

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Te digo que me sentí muy emocionado de estar ahí.  De estar en Joyabaj, Xol, Xolabaj…el lugar entre las piedras.  Un punto de encuentro comercial que asombra, la ciudad que se levantó de sus ruinas luego del terremoto de 1976 y la que se sacudió las cenizas del enfrentamiento con la guerrilla; la que guarda las tradiciones del Palo volador y los bailes.  Donde no hay una cuadra en la que no haya comercio. La que iba a ser nuestra base en los próximos tres días de exploraciones y de experiencias entre amigos.

En próximos días añadiré etapas de la excursión.

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  1. Fascinante narración… Espero la continuación.