Estoy totalmente de acuerdo con los columnistas y académicos socialistas que afirman que algunos liberales guatemaltecos en realidad son conservadores. Librecambistas sí son muchos de ellos y también son neoliberales; pero ¿liberales clásicos, o libertarios? Les voy a contar por qué es que no lo son.
Los acabo de ver cerrando filas, con el conservadurismo más cachureco o religioso posible, contra la Convención interamericana contra el racismo, la discriminación racial y formas conexas de intolerancia. En ese documento, y con mucha habilidad, los patrocinadores de aquel acuerdo mezclaron el tema del racismo -a favor del cual no puede estar nadie con dos dedos de frente y menos si se dice liberal- con el matrimonio igualitario y el derecho de las mujeres a elegir qué hacer con sus cuerpos y sus vidas. Estos dos últimos temas espantaron a los conservadores de todos los colores, incluyendo a los que se dicen liberales; y ahí se resbalaron.
Si le creemos a Alberto Benegas-Lynch que la mejor definición de liberalismo –que ha sido tan mal interpretado– es el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros, no es difícil empezar a atisbar por qué es que afirmo lo anterior. La prueba o el “test” no es la tolerancia con las personas que comparten nuestro proyecto de vida, sino con las personas que disienten con nuestro proyecto de vida. Sólo en este contexto se puede recurrir a la fuerza cuando hay lesión de derechos de terceros, explica Benegas-Lynch.
Tanto el matrimonio, como el derecho a hacer uno con su cuerpo y su vida lo que mejor le convenga a uno son temas inseparables del proyecto de vida individual de cada persona. Además, ¿no es cierto, pues, que la filosofía de la libertad está basada en la propiedad de uno mismo? ¿No es cierto que la propiedad de ti mismo quiere decir que tú eres dueño de tu vida? ¿No es cierto que negar esto significa que otras personas tienen más derechos sobre tu vida, que tú mismo? ¿No es cierto que ninguna otra persona, o grupo de personas son dueñas de tu vida? Y claro, tú no eres dueño de las vidas de otros.
¿Se les escapa esto a los conservadores que pasan por liberales? Si. ¿Por qué? En el caso del matrimonio porque se han tragado la idea, o se han hecho a sí mismos la idea de que el matrimonio no debe servir a los proyectos de vida de los involucrados; sino a los de la sociedad, los del estado, o los de un dios. Y en el caso del aborto, porque se han tragado la idea, o se han hecho a sí mismos la idea de que el cuerpo de una mujer no es suyo, ni debe servir a sus proyectos de vida; sino a los de la sociedad, los del estado, o los algún dios. Los conservadores, claro, son colectivistas, y apuntan que no eres dueño de tu vida. Apuntan que otros son dueños de tu vida.
El caso del matrimonio igualitario
Sostengo que la única posición liberal con respecto al matrimonio igualitario es la misma que se le aplica al matrimonio en general: Nada tiene que hacer el estado, metiéndose en los asuntos que son propios de los proyectos de vida de las personas. Empero, como el estado ya se ha metido a regular algo tan privado e íntimo como el contrato por medio del cual las personas deciden compartir sus vidas, el reconocimiento del matrimonio igualitario por parte del estado constituye un acto de justicia y una confirmación del principio de igualdad de todos ante la ley.
En realidad lo que conocemos como matrimonio es un acuerdo privado entre personas que deciden compartir sus vidas y hacerlo en el marco de cierta formalidad. Formalidad que subraya su carácter de compromiso y que busca el apoyo del prójimo para la pareja contrayente.
En algún momento de la historia de la humanidad las religiones dispusieron hacer uso del matrimonio para hacer avanzar sus intereses; e igual cosa hizo el estado. Pero antes de que ambas instituciones se inmiscuyeran en aquel acuerdo privado, ya había compromisos de largo plazo entre personas individuales que decidían unir sus vidas. Las iglesias cristianas y el estado pretenden que el matrimonio sirva principalmente para la reproducción; y viene a mi mente la oración que, uno de los protagonistas de la novela Como agua para chocolate, dice antes de copular con su esposa a través de una sábana con un agujero. Pedro reza no es por vicio, ni por fornicio, sino para hacer un hijo para tu servicio.
Ahora bien, como las personas no son animalitos que sólo se aparean para perpetuar la especie, o son apareados para enriquecer el hato, el matrimonio del siglo XXI debe tomar en cuenta las diversas razones que llevan a las personas a juntarse. La comunidad de intereses, el amor, la admiración, la búsqueda de compañía, entre muchos otros, son ejemplos de aquellas razones. No es extraño, entonces, que en la sociedad, que es evolutiva por naturaleza, las palabras también evolucionen. Recuerdo que mi profesor de Lenguaje, don Salvador Aguado, nos advirtió una vez que los diccionarios etimológicos eran útiles para conocer mejor las palabras y para conocer sus orígenes; pero que no servían para saber su significado porque muchas veces el significado actual de aquellas, se alejaba del de su génesis.
De esa cuenta, el matrimonio tradicional reservado únicamente para parejas heterosexuales en el marco de culturas propias de sociedades cerradas, puede perfectamente pasar a ser el matrimonio moderno, como contrato de convivencia y de respeto mutuo entre individuos, en el marco de culturas propias de sociedades abiertas. Ni al servicio de la iglesia, ni al servicio del estado; sino que al servicio de aquellos que, en ejercicio de sus derechos como personas humanas y en persecución de sus proyectos de vida asuman el compromiso.
Imagina el caso de una pareja homosexual a la que a una de las partes se le niegue el acceso a ver a su contraparte, en la sala de cuidado intensivo, sólo porque no es pariente cercano de su pareja. ¿Sería eso correcto? No. Creo que una pareja del mismo sexo tiene tanto derecho de estar al lado de la persona que ama, como lo tiene una pareja de sexos distintos.
En la película Si las paredes hablaran 2 se cuenta la historia de dos ancianas que habían sido pareja durante toda su vida. Y cuando una de ellas muere, llega la familia de la difunta y saca a la sobreviviente de la casa dejándola sola y desamparada, luego de humillarla.
Alguien podría decir que fue por descuido y que ambas deberían haber pensado en esa posibilidad, y que deberían haber hecho testamento, y qué se yo. Pero lo cierto es que no hay razón alguna para que, en una sociedad abierta, una clase de personas tenga ciertos derechos y otra clase de personas no los tenga. Y no hay razón para que estas últimas tengan que hacer previsiones adicionales, sólo porque al estado (en respuesta a presiones de grupos privilegiados) se le antoja que no haya igualdad de todos ante la ley.
El matrimonio igualitario es un acto de justicia que reconoce el carácter contractual y privado del matrimonio; y que reconoce, sobre todo, el derecho de todas las personas a unir sus vidas y a buscar el apoyo de sus prójimos, sin discriminación, ni privilegios. Esa es una posición liberal, que respeta el proyecto de vida de los demás, y no una estatista, ni colectivista, ni conservadora.
El caso del aborto
Cuando se dice que la mejor definición de liberalismo es el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros nunca falta quién diga que eso incluye el proyecto de vida de los embriones. Que incluye la vida de los embriones, y la de los fetos. Sin embargo la palabra proyecto se refiere a planes y disposiciones detalladas para la ejecución de algo; o propósitos, o pensamientos de hacer algo. Perdonen por lo franco que soy: los embriones y los fetos no tienen proyectos.
¡Pero son vida!, dirá alguien más. A esta afirmación sólo se puede responder que son vida potencial; pero no son vida real. Perdón por la franqueza; pero en ningunas condiciones, ningún embrión es viable independiente de la madre (que sí es vida real y tiene proyectos) antes de las 23 semanas de gestación. ¿Hay lesión de derechos de terceros cuando se abortan un embrión, o un feto? No. No se tienen derechos hasta que no se ha nacido, aunque lo diga la legislación. Y todo liberal sabe, o debería saber, que las legislaciones pueden decir todo tipo de cosas, lo cual no quiere decir que sean filosófica, ética, o jurídicamente sostenibles. Lo cierto es que desde esta perspectiva, el ser viviente que es la mujer (y sus proyectos de vida) tiene precedencia sobre lo que no está vivo o no ha nacido. Perdón por la franqueza. ¡Es un ardid eso de equiparar lo potencial con lo real!
Como el liberalismo es esa idea radical de que las demás personas no son nuestra propiedad, consideremos algunos casos ilustrativos:
Cuando un criminal viola a una mujer y la deja embarazada, lo cierto es que la bestia usa el cuerpo de la mujer sin su consentimiento y usa uno de sus óvulos sin su permiso y con violencia. Muchas veces con violencia brutal. Si este acto salvaje es repugnante, ¡más repugnante debería ser, para el verdadero liberal, que grupos específicos de la sociedad usen la coacción legal para forzar a la mujer a gestar la imposición del delincuente! Sin embargo, para los conservadores, la mujer debe aceptar la imposición porque no es dueña de su cuerpo, ni de sus proyectos de vida. Estos deben estar al servicio de la sociedad, del estado, o de un dios. La mujer no es dueña de su cuerpo, los dueños son los que dicen representar a la sociedad, al estado, o a algún dios.
El caso de la violación es más fácil de entender que los casos del error, la ignorancia y el descuido. La mujer que se embaraza por error, por ignorancia, o por descuido, ¿debería pagar por ello durante el resto de su vida? Si reconocemos que es moralmente bueno respetar irrestrictamente los proyectos de vida de los demás, la respuesta es No. No podemos imponerles a otros nuestros proyectos de vida. La tarea de criar un hijo (especialmente de uno no deseado) es una responsabilidad tan grande que nadie debería ser forzado a emprenderla. ¿Has oído la frase de que tener un hijo es una enfermedad de nueve meses, y una convalecencia de toda la vida? Perdón por lo coloquial de la frase; pero nadie debería ser obligado a eso, sólo porque ciertos grupos sociales creen que tienen la facultad de imponer la maternidad. Un embarazo no deseado (por violencia, ignorancia, error, o descuido) puede alterar los proyectos de vida, de una mujer, de manera irremediable y profunda; y puede ser un desastre que sólo traiga miseria e infelicidad.
El Factor D
El conservador puede sentirse moralmente cómodo al defender el sacrificio; pero el liberal o libertario no. Este último sabe que el derecho a la búsqueda de la felicidad y el derecho a perseguir uno sus proyectos de vida son valores que están encima de las demandas de cualquier grupo de interés, o de cualquier colectivo. El liberal o libertario sabe que los derechos individuales deben prevalecer sobre los intereses colectivos. El liberal o libertario sabe que entregar algo de menos valor, a cambio de algo de más valor no es propio de la naturaleza humana. Sabe que eso ocurre sólo por ignorancia, por error, o por la fuerza.
El hecho es que hay grupos de interés y colectivos que están convencidos de que hay un dios que les impone ciertas normas. Y creen que tienen la facultad de convertir aquellas imposiciones en leyes aplicables a otros grupos y a los individuos que componen la sociedad, aunque estos no compartan al dios de aquellos. Creen que tienen la facultad de regular el matrimonio y los cuerpos y proyectos de vida de otras personas del mismo modo en que otros grupos de interés creen que tienen la facultad de regular el uso que se le debe dar a la propiedad, la educación que se les debe dar a los hijos, o qué se puede vender y comprar y a qué precios.
Ya lo dijo Friedrich A. Hayek: la filosofía conservadora, por su propia condición, jamás nos ofrece alternativa ni nos brinda novedad alguna…De ahí que el triste sino del conservador sea ir siempre a remolque de los acontecimientos… Los conservadores, cuando gobiernan, tienden a paralizar la evolución o, en todo caso, a limitarla a aquello que hasta el más tímido aprobaría. Jamás, cuando avizoran el futuro, piensan que puede haber fuerzas desconocidas que espontáneamente arreglen las cosas; mentalidad ésta en abierta contraposición con la filosofía de los liberales, quienes, sin complejos ni recelos, aceptan la libre evolución, aun ignorando a veces hasta dónde puede llevarles el proceso…Ese temor a que operen unas fuerzas sociales aparentemente incontroladas explica otras dos características del conservador: su afición al autoritarismo y su incapacidad para comprender el mecanismo de las fuerzas que regulan el mercado.
Como consecuencia los conservadores le han entregado al socialismo la defensa de principios que son propios del liberalismo: el derecho a la vida, la igualdad de todos ante la ley, el derecho a perseguir los propios proyectos de vida, y la propiedad de uno mismo. Vergonzosamente, en nuestro entorno, son grupos principalmente socialistas los que defienden el matrimonio igualitario y el derecho de las mujeres a disponer de sus cuerpos. El conservadurismo disfrazado de liberalismo está más comprometido con las exigencias de sus pastores –que les hablan en nombre de su dios– que con el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otro. De ahí que cuando se discute la Convención interamericana contra el racismo, la discriminación racial y formas conexas de intolerancia los conservadores cierren filas con las iglesias y no con la idea radical de que las demás personas no son nuestra propiedad.
Como dijo Benegas-Lynch: La prueba o el “test” no es la tolerancia con las personas que comparten nuestro proyecto de vida, sino con las personas que disienten con nuestro proyecto de vida.
La ilustración la tomé de Facebook.