Thomas Szasz falleció el 8 de septiembre pasado; pero dejó un inmenso y valioso legado intelectual, no solo en su área de expertaje médico, sino para la filosofía de la libertad.
El proverbio dice “No deberías morder la mano que te alimenta”. Pero quizás deberías, si te impide que te alimentes por ti mismo, escribió, Szasz, quien visitó Guatemala en 1979 cuando recibió un doctorado honoris causa de la Universidad Francisco Marroquín.
En el último año supe bastante de Szasz porque edité varias traducciones al español de artículos suyos para una revista en línea; y porque él era amigo de Ethan Nadelmann, de la Drug Policy Alliance; y cuando yo andaba en La Antigua, con Ethan, hace solo unos meses, Szasz le dijo que se alegraba de que él estuviera de visita en Guatemala y en la UFM. La semana pasada, mi cuate Craig citó a Szasz mientras cenábamos: Si una persona habla con Dios, está rezando; pero si Dios habla con él, es porque es esquizofrénico.
Szasz sostenía que el suicidio, la práctica de la medicina, el uso de medicamentos y las relaciones sexuales deberían ser asuntos privados, contractuales y ajenos a la jurisdicción de los políticos y del Estado. Se basaba en el principio de que cada persona tiene derecho a decidir sobre su propio cuerpo y mente; y defendía el derecho a ser libre de la violencia generada por otros. Fue un crítico de los fundamentos morales y científicos de la psiquiatría y fue profesor emérito de esa disciplina en la State University of New York.
La frase del segundo párrafo coincide con que, en Facebook, circula una caricatura que muestra cómo es que las corrientes estatista y de mercado buscan ayudar a los pobres. Del lado izquierdo se ve a los pobres en un pozo recibiendo cubetas y una de ellas dice: Estado benefactor; mientras alguien, arriba, grita: ¡traigan más comida! Del lado derecho se ve a los pobres en un pozo y a dos personas bajándoles una escalera con peldaños etiquetados con la palabra Libertad. Mientras otra persona grita: ¡traigan más peldaños!
Y estoy de acuerdo con que no hay nada de malo en morder las manos que, en vez de facilitar peldaños para que los pobres salgan del pozo, prefieren bajarles cubetas. ¿Cachas la idea? Con la partida de Thomas Szasz se fue un grande de la libertad.
Esta columna fue publicada en El Periódico.