22
Dic 13

Mi bisabuela y sus hijos en 1940

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Mi sobrino, Andrés, anda escarbando cajones y mandando correos en busca de sus raíces; y en esas estaba cuando una genealogista de Arizona, descendiente del hermano de mi bisabuelo, Federico, le envió esta foto.

Al frente están mi abuela, Frances; y luego mi tía abuela, Adelita; mi bisabuela, Adela (Mami); mi tía abuela, Janet (Baby) y mi tío abuelo, Emilio.  Atrás, mis tíos abuelos Jorge y René.  Frances era la madre de mi padre.

Esta foto no la conocíamos ninguno de los familiares en Guatemala y ve como son las cosas que fue a aparecer a miles de kilómetros de aqui.  ¡Que maravilla es la tecnología que permite estos descubrimientos!

Me encanta la foto, tan 1940 y todos elegantes y jóvenes.


20
Ago 13

El conservadurismo y la familia

Este es el programa Dimensión TV que fue transmitido el 18 de agosto pasado.  En él, Ana Sylvia Monzón y Warren Orbaugh explican la naturaleza de la familia en el siglo XXI y los orígenes de esa institución. También cuestionan los paradigmas conservadores y los mitos más comunes y generalizados sobre la familia.


19
May 11

Recuerdos de la Tía Adelita

Mi anécdota favorita, sobre mi tía Adelita es la siguiente: Ella y mi abuela, Frances, discutían con alguna frecuencia.  Y mi abuela siempre creía tener la razón, en el supuesto de que Adelita siempre estaba equivocada;  y por eso, la tía Adelita apodó a mi abuela Mrs. Right. (Adelita being Mrs. Wrong).

Un día cualquiera llegó una turista con algo que Adelita no podía resolver, así que le dijo: Please, go ask Mrs. Right.  Y la viajera se dirigió a donde estaba mi abuela, a quien le preguntó: Are you Mrs. Wright?; pregunta y guasa que dejó a mi abuela sin palabras y algo mosqueada por el ingenio de su hermana.

Mira tu como son las cosas.  Adelita murió el 18 de mayo de 2011; y Frances falleció el 18 de mayo de 2007.

Adelita fue una emprendedora que trabajó con tesón y al frente de su Hotel Cacique Inn hasta que sus ojos no pudieron seguirle el paso.  Ella tenía la pasión de la hotelería y sabía compartirla con otros.  Sabía cómo hacer que otros se sintieran bienvenidos y apreciados.

Fue madre y abuela cariñosa y generosa.  Daba cuando tenía, y daba cuando no tenía.  Y daba con cariño.

Yo pasé muchísimas temporadas inolvidables, en Panajachel, gracias a aquella generosidad suya, y gracias a aquel cariño suyo.   Muchas tardes y noches las pasamos paseando, platicando, escuchando música, o viendo televisión.  Mi papá y mi mamá la querían mucho, y estoy seguro de que siempre le agradecieron mucho el cariño que me daba.

La tía Adelita daba buenos consejos como el de siempre guardar algo for a rainy day.  Y tenía algunos dichos que a mí me causaban gracia: Santo rogado, santo cagado, era uno de ellos; y el otro era He smells like a house on fire.

¡Aaaaah, como se veía elegante con sus huipiles!  Yo siempre la recuerdo usando hermosísimos huipiles que sabía lucir muy bien.

Era muy difícil para la comida; pero una de las veces que más me la disfruté, fue una ocasión en la que –parados junto a la olla y la estufa– comimos jaibas hasta que teníamos los dedos bien lastimados.  Se gozaba, muchísimo, los palitos de queso que le enviaba a veces.

El primer recuerdo que tengo, de ella, es de cuando a la edad de 6 años pasé mis primeras vacaciones solo, allá en Panajachel.  No nos dejaba solos a los niños; pero su presencia no era opresora, ni nada parecido.  ¿Y la última vez que la ví? Hace unas semanas, cuando ya se veía malita, pero aún pudimos platicar.  Aún pudo tomar mi mano y aún pude sentir su cariño.

Heredera de la tradición hotelera de mi bisabuela, Adela, la tía Adelita fue un pilar importante para su familia y para su comunidad, el Panajachel en el que vivió, en el que trabajó, y en el que pasó sus últimos días.

En mi vida, la tía Adelita deja la huella de su sentido del humor, muchas alegrías y sólo buenos recuerdos.

La foto es de mi tía Adelita y mi abuela, Frances, ca. 1940.


06
May 11

A Nora y a todas las madres

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Un día pasé por su casa y estaba feliz porque ayudaba a uno de mis sobrinos con su álbum del Mundial. Si hubieras visto las chispas que salían de sus ojos cuando contó que ya solo les faltaban 26 estampas, sabrías por qué es que es imposible no sentir admiración y cariño por esta septuagenaria que sabe cómo apasionarse como niña.

La admiro porque ha llevado la adversidad con dignidad; porque cuando faltó mi padre no se intimidó y porque si lo hizo, sus hijos no nos enteramos. La admiro porque sabe ser la voz de la razón, en medio de la confusión; porque sabe conservar la serenidad, en medio del caos; y porque siempre tiene palabra de consuelo para cuando hacen más falta.

La admiro porque es generosa, paciente, comprensiva y alegre. Aunque fracasó miserablemente en enseñarme a bailar, nunca se desanimó en esa empresa. Y aunque ella baila fabuloso, nunca se avergonzó de que su primogénito tuviera dos pies derechos.

Sin duda que Nora tiene un manual de cómo ser madre… y lo aplica en su versión de cómo ser abuela. Sus nietos la adoran y sé por qué. Porque contagia alegría, porque no pierde la cabeza y porque sabe lo que es la justa medida.

Que sea divertida, generosa y paciente, no quiere decir que no sepa cuándo apretar el tornillo. Una mirada suya solía ser suficiente para evitar travesuras y conductas infantiles. Y si la mirada no bastaba, pues ahí iba un pellizco seguido de la sentenciosa frase: Te-es-tás-lu-cien-do.

¡Nadie! hace mejor fiambre, mejor lasagna, mejores pies, ni mejores galletas que ella. Se goza igual, una tortilla con sal, que cualquiera de las comidas que he mencionado antes; y tiene un green thumb increíble para los culantrillos.

A mi lado estuvo cuando me dieron varicela, hepatitis y malaria; estuvo de mi lado cuando perdí un año en el colegio y cuando perdí mi primer empleo; estuvo cuando perdí a mi padre y cuando me le escapé a la parca. Ha sabido estar en las buenas, y se las arregla para estar en las malas. Sabe cuándo hay que abrir una botella de vino, y sabe cuándo es mejor que haya silencio. Nora se ve menuda, pero siempre ha sabido cuidar a sus cachorros.

A quien se le acerque con cariño siempre ha sabido ofrecerle un hogar feliz y un rincón a su lado; y aunque a veces no todo ha salido bien, lo cierto es que donde ella está, siempre hay lugar para la alegría, para la luz, para las cosas algo locas, para los aromas y sabores olímpicos y para la generosidad. A Nora, y a todas las madres: ¡Feliz Día de la Madre!

Esta columna fue publicada en El Periódico.


12
Jun 10

Apareció la tumba del abuelo de mi bisabuela

El abuelo de mi bisabuela era un capitán de barco y arquitecto que vivió en Hawaii; y su tumba fue descubierta recientemente. He aquí la historia del Capitán, relatada por Oliver Crowell, cuya abuela era hermana de mi tatarabuela:

¿Tu bisabuela es Edwina “Minnie” Nihoa Hart Schuman? Si es así, ¿tu abuela* es Adele [Mami]? ¡Entonces somos parientes!

Mi abuela es Ottillia Hart, la menor de ocho hijos Hart, cuyos padres fueron Isaac Kapuniai Hart y Elizabeth Wond. Edwina era la mayor de los ocho hijos de Hart. Todos están en mi Árbol genealógico en Genealogy.com, y le invitamos a navegar y recopilar información si lo desea. Ottillia se casó con Oliver Robinson y juntos tuvieron 10 hijos. Mi madre, Marie Keikilani Robinson, fue la tercera hija. Se casó con Edwin K. Crowell (mi padre), quien fue el Jefe de Policía de la Isla de Kauai.

El capitán Isaac S. Hart, un capitán de barco que frecuentaba los puertos de Hawái, finalmente se instaló en Honolulu y se convirtió en ciudadano naturalizado del Reino de Hawái. Era arquitecto y constructor, y construyó dos casas que ocuparon un lugar destacado en la historia de Hawai, aunque esa no era su intención. Ambas se completaron en 1846.

Construyó una casa para el gobernador de Oahu. El gobernador Kekuanao’a quería una casa hermosa para su sobrina, la princesa Kamamalu. Sin embargo, el rey Kamehameha III, que regresaba a Honolulu desde Maui, quería la casa más hermosa de todo Honolulu para su palacio. Da la casualidad de que aquella era la casa que deseaba, por lo que se convirtió en el primer palacio, que luego se llamaría Iolani Palace. Siguió siendo el palacio de los reyes que le siguieron, que fueron Kamehameha IV, Kamehameha V, el rey Lunalilo y, finalmente, el rey Kalakaua, que lo demolió para dar paso al actual Palacio Iolani, ¡que sigue en pie hoy en día!

La segunda casa, que sigue en pie hoy en día, recibió el nombre de “Washington Place” en honor al padre de nuestro país, George Washington. Lo construyó para otro capitán de barco, John Dominis, cuya nave se perdió en el mar en su viaje a Oriente para comprar muebles para la casa. Con el tiempo se convirtió en el hogar de nuestro último monarca, la reina Liliuokalani, que vivió allí durante 55 años. Después de su fallecimiento, se convirtió en la residencia oficial del gobernador de Hawái y lo sigue siendo hoy.

Recientemente ubicamos la tumba del capitán Isaac Hart en el cementerio de Oahu, con la ayuda del personal de la oficina del cementerio. Murió el 13 de octubre de 1849 y fue enterrado el mismo día. No había lápida, así que reuní a algunos de mis primos y ordenamos una placa de piedra para él. Luego invité a nuestros familiares a venir y celebrar con nosotros. El 13 de abril de este año, nos reunimos todos en el cementerio de Oahu para ver su lápida y celebrar su 205 cumpleaños.

*Adela era mi bisabuela.


17
Jun 09

Padre Nuestro

 

Esta es la nota que, sobre mi padre, escribí para el 17 de junio de 2006. La comparto con ustedes porque hoy es el Día del Padre y porque entonces no existía este espacio:

“En 1986 las campanas doblaron por mi padre, que dejó de existir casi a la misma edad que tengo ahora; y desde entonces, el Día del Padre no ha sido lo mismo para mí.

Extraño a mi padre cuando tengo un éxito, y lo extraño más cuando tengo un fracaso. Lamento mucho que no esté aquí para ver a sus nietos creciendo y para ver sus caras de felicidad cuando gana su equipo en el Mundial de Futbol.

Mi padre me enseñó a limpiar calamares, a sentarme a leer tranquilamente al final de la tarde, a montar moto, a cangrejear en la playa, a preparar Bloody Marys, y a cantar En un bosque de la China y Pajarillo barranqueño.

Me enseñó a hacer castillos de arena y me construyó un invernadero cuando yo era orquideólogo. Me enseñó tiro al blanco y seguramente hubiera preferido que yo fuera beisbolista, a que fuera orquideólogo; pero recuerdo que estaba muy contento cuando gané mi primer Mención Honorífica en una exhibición nacional.

Con mi padre íbamos a La Placita Quemada a comprar mariscos, donde una señora que tomaba sangre de tortuga.

Íbamos cada 1 de noviembre al Cementerio General a visitar la tumba de su padre, y con mis hermanos entrábamos a pie. Él, además, había inventado la historia de un lorito suyo, de nombre Vito, que había sido piloto. El avión de Vito había sido derribado durante la Liberación y se hallaba enterrado cerca de la tumba de mi abuelo. Así que mis hermanos y yo llevábamos flores para el padre de mi padre, y flores para el lorito caído.

Al final de sus días discutíamos mucho. Él, sin lugar a dudas, era un constructivista irredento; y yo, soy un convencido total de la existencia de órdenes espontáneos. El era un apasionado con un corazonote así de grande; y yo que soy un objetivista, que sin duda le parecía exageradamente racional.

Mis padres eran muy jóvenes, y nada me daba más gusto y orgullo que el mío me presentara como su hermano y que cuando iba por la calle, con mi madre, alguien silbara y me dijera, ¡Adiós, cuñado!

Su última foto se la tomé junto a su Mustang, el mismo en el que hizo su viaje final. Y por cierto que, pocos años antes, había pasado por una crisis financiera. Eso lo lastimó mucho; pero nunca perdió su magnífico sentido del humor. De hecho, para pasar el aguacero vendía contratos funerarios; y en sus tarjetas, ¿qué cree usted que decía? Luis Figueroa, asesor en viajes celestiales.

La última vez que lo vi yacía bien rasurado, todo conectado a tubos, inconsciente, y aparentemente tranquilo.

Y no alcancé más que a decirle, muy quedito y entre dientes: ¡Gracias, fuiste un padre divertido! y te voy a extrañar”.

…y en efecto…lo extraño.


31
Dic 07

La Abui

 

La Abui era mi abuela, Frances; y salvando las diferencias, siempre la vi un poco como a la Auntie Mame, el personaje principal de la novela homónima de Patrick Dennis. Quizás eso explica por qué es que la mencionaba mucho en mis columnas, hasta el punto de que una vez, a un mi primo, un amigo suyo le dijo: Al que no soporto es a ese columnista que siempre menciona a su abuela. Mi hermano, Gustavo, fue quien le puso el apodo de Abui.

Frances de Figueroa, La Abui.

La Abui era muy católica; tenía una novena para cada necesidad y varias más por si acaso. Una vez me preguntó que por qué es que yo no iba a misa, y cuando le expliqué que yo no quería tener nada que ver con la organización que las celebraba, sólo se sonrió con un gesto que delataba su capacidad para entender más allá de las formas. Ella me obsequió La rebelión de Atlas y me dijo: Este libro es muy bueno, el final es algo filosófico, pero te va a gustar.

Tenía una biblioteca estupenda. Leyó a Shakespeare, a Cervantes y a Alighieri. Pero también leía otras cosas. Una vez me dijo: I am tired of getting in and out of Amber´s bed, al referirse a las actividades intensas de la heroína de una novelita que estaba leyendo.

Conmigo compartía su gusto por la historia de Inglaterra, por la ópera y por la música ranchera. Ella me introdujo al mundo del Scrabble y al de los crucigramas, a la filatelia y a la numismática. De donde quiera que regresara, lo hacía cargada de monedas y de estampillas que la emocionaban mucho.

No navegó mucho por Internet; pero cuando una vez se la describí como el Mare Nostrum, alrededor del cual estábamos todos e intercambiábamos todos, sus ojitos brillaron. Ella se fascinaba mientras le mostraba todo lo que uno podía encontrar ahí. En una de sus últimas fotos se la ve observando una revista en 3D, con los anteojos correspondientes puestos.

Su sentido del humor era extraordinario; pero era muy mala contando chistes, lo cual la hacía reír. Hasta sus últimos días sostuvo un vaso de vodka y un cigarrillo; y mientras que otras abuelitas sembraban violetas y culantrillos, ella tenía, entre aquellos, una matita de marihuana que no superaba los 12 cms. de alto. ¡Y gozaba tanto, cuando le hacíamos bromas sobre la plantita!

A lo largo de su vida siempre fue generosa. Su casa era punto de encuentro para su familia y para una pléyade de hijos postizos a quienes siempre les tuvo mucho cariño. Nunca hay un momento aburrido en la Casa Figueroa, dijo una vez una amiga suya, que venía a Guatemala y a su casa a pasar temporadas. Era generosa en particular y era generosa en general. Fue presidenta del Club Zonta de Guatemala, fue colaboradora de la Sociedad Protectora del Niño y del Instituto Guatemalteco Americano.

La Abui se crió junto al mar y caminaba descalza al colegio. Cómo refacción llevaba patas de pulpo secadas al sol y sazonadas con una mezcla de chile y cabezas secas de camaroncillos. En su niñez nadó con Duke Kahanamoku, nadador olímpico y actor que hizo de Tarzán. Vivió su niñez en Hawaii, con su abuela; y así como bailaba bien el hula, también bailaba bien el tango.

Con aquella mezcla de chile y de cabezas de camarón molidas, solíamos cenar frijoles con crema, queso duro y pan. Mientras hacía sus magníficos pays, a los niños nos enseñó a hacer palitos de queso con la masa que sobraba. Hacía galletas deliciosas para la Navidad y su fiambre es el Santo Grial que perseguimos todos los que hacemos fiambre en la familia.

A La Abui le ocurrió lo peor que puede pasarle a alguien: dos de sus hijos murieron antes que ella. Y aún así, nunca dejó de ser inspiración, alegría, consuelo, y amiga para quienes la buscábamos.

A todos los que perdieron a un ser querido en este año, les deseo que 2008 venga cargado de prosperidad, felicidad, y de centenares de recuerdos maravillosos ganados y construidos a lo largo de los años que pudimos compartir con aquellos que ahora no están con nosotros.

Publicada en el diario Prensa Libre el sábado 29 de diciembre de 2007.


05
Feb 07

El obituario de mi abuelo

 

Este el obituario de mi abuelo Luis Figueroa O. publicado el 30 de septiembre de 1963 en Prensa Libre y está firmado por O.B.A. Llegó a mí, ayer, gracias a que lo guardó doña Nati, la mamá de mi amiga Ana María.

El más doloroso impacto vino a conmover a los familiares e infinidad de amigos del que fuera exquisito caballero Luis Figueroa O. cuyo repentino fallecimiento ocurrió en los primeros minutos del día de ayer, a consecuencia de un infarto al miocardio que le sorprendió, precisamente cuando con la alegría que era natural en su espíritu juvenil, asistía a una fiesta familiar. 

Con la muerte de Luis Figueroa, podemos decir que hay luto en Guatemala y gran pesar en los campos del deporte, especialmente en los del Mayan Golf Club, en cuyos “links” conquistó una veintena de valiosos trofeos que conservaba con justo orgullo de vencedor.

En los círculos comerciales se apunta una baja muy sensible ya que el señor Figueroa dedicó su vida activa a esta rama que supo enaltecer con su indiscutible honestidad y también se hará sentir su falta en las campañas de índole humanitaria o filantrópica, a las que el desaparecido prestó siempre su valioso concurso y su más amplia colaboración.

Luis Figueroa, el hombre alegre y siempre jovial, será recordado como una figura de gran valía en nuestros círculos sociales, donde su ancha sonrisa y su corazón de oro fueron característica de su condición de caballero de la amistad.

Hijo y esposo amantísimo, Luis fue un padre sin tacha que supo formar y mantener un hogar decoroso en todo sentido, por esas cualidades y otras múltiple virtudes, su deceso, a los 53 años de vida, es una pérdida irreparable que embarga de dolor a todos cuantos tuvimos el privilegio de conocerle y de tratarle. confirmación de estos conceptos fue la manifestación de duelo organizada con ocasión del sepelio de sus restos, que saliendo de la casa mortuoria en la Avenida Independencia 10-40 de la zona 2, los llevó al cementerio general ayer a las dieciséis horas con un acompañamiento de no menos de quinientas personas.

Escribimos estas líneas con el alma conturbada en gracia del aprecio, la estimación, el afecto y la simpatía que nos inspiró Güicho Figueroa, siempre elegante, impecablemente vestido, luciendo por fuera la limpieza que llevaba por dentro, que reinaba en su alma y en sus acciones, siempre a la vista, sin dobleces, con franqueza, con hidalguía, y con el anhelo de servir por la satisfacción que causa aquello de hacer el bien por el bien mismo.

Descanse en paz el querido amigo y acepten sus deudos el testimonio de nuestra sentida condolencia, que en forma especial significamos a su acongojada madre, doña Jesús Olaverri viuda de Figueroa, a su insustituible compañera Frances Chacón Schuman de Figueroa, a sus hijos Luis Figueroa Chacón y señora Norita Jurado de Figueroa, Silvia, Freddy y Patricia Figueroa Chacón, a sus nietecitos y a sus hermanos: Juliana, Balvina, Lorenzo y Saturnino Figueroa Olaverri.