No señora, no es cáncer, eso es invento de las transnacionales; lo que usted tiene es que está chipe. Tome esta tisana y queme cuatro candelas, una negra, una roja, una blanca y una amarilla y vaya a su casa.
Esta es parte de una conversación imaginaria (y sarcástica) que me imaginé que podría ocurrir en un centro de salud estatal, ahora que la ministra de Salud, Lucrecia Hernández, anunció que aquellos centros comenzarán a tratar males como debilidad en la sangre, caída de mollera y ruptura del equilibrio; así como enfermedades sobrenaturales como pérdida del alma, malhechos; y padecimientos como estar chipe, tener susto, o flujo y sufrir de mal de ojo, entre otros.
- ¿Cuánto va a costar aquello?
- ¿Quiénes van a ser los beneficiados de las asignaciones presupuestarias necesarias?
- Los especialistas contratados, ¿se van a sumar al sindicato de salud que bloquea carreteras?
- ¿Todos al renglón 029?
- ¿Quién y cómo va a decidir si una afección se trata de un trastorno contenido en el DSM5, o se trata de susto, pérdida del alma, o malhecho?
Tengo respeto por la medicina tradicional en el sentido de que cuando era niño me aliviaban la tos con jarabe de morros y todavía cuando estoy empanzado me tomo cinco chiltepes como si fueran píldoras y me alivio, entre otras prácticas. Pero está fregado que -a costa de los tributarios- si alguien padece de un trastorno psicológico, o somático, el estado no le ofrezca la mejor explicación posible, ni el mejor tratamiento científico posible (y la ciencia no tiene por qué ser incluyente). Está fregado que si alguien necesita resolver un problema psicológico por medio de una terapia cognitiva conductual, o por medio de logoterapia (por mencionar dos arbitrariamente), lo que espere recibir en su lugar sea un vaso con agua y un huevo. Está fregado que si un bebé tiene fiebre alta, el tratamiento sea una ensarta de cuentas rojas y un ojo de venado.
Por cierto, ¿qué es pérdida del alma? El Ministerio de Salud explica que en la cosmovisión maya, se considera que el alma puede separarse del cuerpo durante la vida de la persona y volver al él sin causar mayores daños; vagar libremente o bien quedarse cautiva por fuerzas sobrenaturales.
Según la fuente de su origen, la pérdida del alma puede ser: a) Natural o accidental, se disocia el cuerpo y el espíritu al contacto con seres sobrenaturales, dueños de los cerros, del agua, la llorona, el cadejo o el duende. b) Contraído por contactos con personas, animales u objetos ritualmente impuros, se refiere al malhecho y el ojeado.
La sintomatología en casos de niños/as se manifiesta por un sueño intranquilo, despierta varias veces en forma alterada, se pone irritable. El adulto igualmente su sueño es alterado, puede tener frecuentes pesadillas.
El tratamiento generalmente requiere de la intervención especialista, quien por medio de oraciones y plantas especiales retienen el alma con el cuerpo, trata de convencer a los espíritus que mal que la liberen, para que vuelva a su cuerpo. A veces, también se trata de convencer a la misma alma para que vuelva a habitar el cuerpo que le corresponde.
Seguramente la antropología médica tiene observaciones fascinantes en este campo; y se que muchas personas desconfían de la ciencia y prefieren el misticismo y otras prácticas tradicionales; y están en su derecho. Mi cuestionamiento no es hacia las preferencias personales de la gente con respecto a su salud individual. Mi cuestionamiento es por el uso del dinero de los contribuyentes en beneficio de creencias y preferencias particulares; y porque no estoy cómodo con que -con dinero de los tributarios- a un paciente se le diga que tiene malhecho, en vez de informarle que padece de tuberculosis.
Todo esto me recordó una frase de Thomas Sowell: Una élite arrogante y condescendiente hacia las personas – tratándolos como niños que tienen que ser criados- es uno de los problemas tóxicos de nuestro tiempo. Se encuentra en el corazón del estado niñera y la promoción de una dependencia debilitante que gana votos para los políticos al tiempo que debilita a la sociedad.
La foto la tomé de aquí.