El caso Molina Theissen, que podría haber sido uno por la justicia, se ha convertido en un instrumento de poder y en un disparador de pasiones peligrosas.
Antes de continuar me gustaría dejar claro algo: Así como son criminales las ejecuciones extrajudiciales, las torturas, los secuestros y las desapariciones que cometen regímenes revolucionarios como los de Nicaragua, Venezuela, o Cuba, y las que aquí cometieron los delincuentes subversivos, son inaceptables aquellas prácticas en otros contextos. Ni siquiera contra personas involucradas en repartir propaganda y material subversivo con el propósito de ayudar a establecer -por la fuerza- la dictadura del proletariado y un régimen revolucionario al estilo de los de Nicaragua, Venezuela, o Cuba. ¡Y menos contra un niño! Hoy, Oscar Clemente Marroquín, en su columna, trancribió un testimonio de Emma Molina Thiessen que es muy conmovedor.
En su oportunidad ca. 1983, defendí los tribunales de fuero especial porque, con defectos y todo, eran opciones más civilizadas y decentes para tratar con los delincuentes subversivos, vis a vis las prácticas señaladas arriba.
Dicho lo anterior, los promotores del caso Molina Thiessen y quienes se benefician de él perdieron la oportunidad histórica de hacer justicia cuando el juez de Mayor Riesgo C afirmó que en este tipo de acciones los relatos de la víctima deben considerarse reales y subsisten por sí mismos; haciendo a un lado las evidencias y de las pruebas, y haciendo caso omiso de que un relato puede ser verdadero, o falso. De ahí que las pruebas científicas sean más valoradas que las pruebas testimoniales en un proceso. De ahí que un relato, un cuento o una narración, por conmovedores que sean, por horribles que sean (y los de los Molina Thiessen lo son) no pueden constituir prueba alguna. Pueden ser útiles para la retorica y para la cobertura mediática; pero como elemento probatorio, un relato no sólo no puede subsistir por sí mismo (frente a las pruebas plenas, o en sustitución de las pruebas plenas), sino que no tiene por qué ser considerado como real…y menos en ausencia, o sustitución de evidencias.
Estoy seguro de que en Segunda instancia, la sentencia del tribunal de Mayor Riesgo C va a ser anulada, en buena parte por las razones expuestas arriba.
Mientras tanto la maquinaria de opinión pública se ha echado a andar sobre las exigencias políticas de los Molina Thiessen que entre otras cosas quieren que, con dinero de todos los tributarios:
El Ministerio de Educación -que tiene el control de la educación estatal y privada y por lo tanto controla el pensamiento de los niños y los adolecentes (especialmente de los más vulnerables)- incluya textos que expliquen lo actontecido contra aquella familia. La cuestión es si esos textos serán objetivos, o presentarán un sólo lado de la historia.
Los ministerios de Educación y de Cultura y deportes elaboren un documental que explique el caso, avalado por la familia y, una vez, más, la custión es si servirá para fijar en el imaginario de la gente una sóla versión de lo que ocurrió.
La Universidad de San Carlos diseñe otro documental sobre el mismo tema y que sea difundido por medios de comunicación.
Haya becas con el nombre del niño Marco Antonio Molina Thiessen.
Se construya un monumento en Quetzaltenango, con el nombre de Emma Guadalupe Molina Thiessen.
El Ministerio de la Defensa cree una condecoración llamada Molina Thiessen para oficiales y miembros del Ejército que realicen labores humanitarias, o se destaquen en el respeto a los derechos humanos.
La familia quería que al Campo de Marte se le cambiara el nombre por el del niño Marco Antonio; que se diera de baja deshonrosa a los militares y que aquellos le reintegraran al estado los US$690 mil que la familia ya ha recibido como resarcimiento. La familia renunció a un nuevo resarcimiento; pero ya había recibido dinero antes. Con algo de buen juicio, el tribunal rechazó esas peticiones.
Todas estas disposiciones son instrumentos de poder porque no sólo modelan la opinión pública, sino que siembran formas de pensamiento único en las mentes de niños y adolescentes, en las aulas; y las de un público de más amplio espectro en distintos medios de comunicación y redes sociales. En una sociedad sana, nunca es suficiente advertir contra el peligro que representan el control estatal de la educación y de sus contenidos. ¿Te has dado cuenta como es que los estatistas y los revolucionarios insisten tanto en el control político y burocrático de la educación, sus contenidos y su iconografíá?
En ese ambiente, el caso Molina Thiessen está despertando pasiones que dan escalofíos.
Ayer leí que un columnista escribió: La familia Molina Thiessen es un cáncer en la sociedad guatemalteca y hay que extirparlo de raíz, lastimosamente sólo fue uno el desaparecido. Y me quedé papo. Es cierto que las pretensiones del tribunal tienen propósitos políticos; pero Emma fue torturada, violada y su vida fue horriblemente dañada y Marco Antonio fue desaparecido. Es cierto que Emma transportaba propaganda y material subversivo para imponer por la fuerza la dictadura del proletariado y la revolución; pero la idea de que una familia debería ser extirpada y desaparecida no anuncia nada bueno. Es inaceptable animar una escalada de venganzas y violencia.
La libertad, no es libertad para hacer lo que uno quiera, sino estar libre de la coacción arbitraria de terceros. Por eso es que la libertad de expresión tiene límites razonables como la injuria, la calumnia, la difamación y ¿cómo no? la intención de extirpar, o desaparecer a una familia.
Yo prefiero confiar en que la sentancia del tribunal de Mayor riesgo C será anulada por un tribunal superior, en la apelación, como ocurrió con la sentencia contra Efraín Ríos Montt. Con todos sus defectos prefiero confiar en la administración de justicia, que en la idea de que tirios, o troyanos, deberían ser extirpados, o desaparecidos.
La foto la tomé de elPeriódico y la ilustración es de Twitter.