¡Ardió Troya! Porque la administración semiyera dispuso imponer un seguro obligatorio de responsabilidad civil contra terceros y ocupantes de vehículos particulares sin decir ¡Agua va!. Yo digo que es la única cosa buena que han hecho… y la hicieron con las patas; sin campañas previas de concientización y de persuasión, por ejemplo. Y la administración tuvo que recular.
Aún con la reculada, la conversación al respecto es válida: aunque obligatorio, el concepto de un seguro de ese tipo no riñe con la libertad porque todo ejercicio de la libertad trae aparejada la responsabilidad. Y, ¿sabes?, la responsabilidad es hacernos cargo de las consecuencias de nuestras decisiones y acciones. Y ese hacernos cargo no es solo en el orden moral, sino material. Luego, si voy a hacer uso de mi libertad para conducir un vehículo, debo prever la posibilidad de hacerme cargo de los daños que pudiera yo causar por el uso del vehículo, incluso si los daños no fueran maliciosos.
En Los fundamentos de la libertad, Friedrich A. Hayek nos dice que siempre, en el mundo occidental, ha constituido un deber de la comunidad el arbitrar medidas de seguridad a favor de quienes —como consecuencia de eventos que escapan de su control— se vean amenazados… y añade que si de modo general se proclama el derecho a quedar protegidos contra las extremas adversidades… prescindiendo de si los interesados podría,n o debían haber adoptado las medidas previsoras oportunas y, sobre todo, si la asistencia adquiere tales proporciones que reduce al mínimo el esfuerzo individual, parece obvio que todo el mundo ha de venir obligado a asegurarse —o bien a adoptar las previsoras medidas de la clase que convenga— contra los habituales azares que comporta la vida. En el caso del seguro en cuestión, la justificación no se basa en que deba coaccionarse a la gente para que realice algo que redunda en su interés, sino en la circunstancia de que los imprevisores pueden no tener la capacidad de hacerse responsables. Imagina que tengas que pagarle la moto a un chato porque te distrajiste; el seguro te saca del apuro. Imagina que rayes un carrazo de esos que andan por ahí; el seguro te saca del apuro.
Hayek añade que si el gobierno exige que todo el mundo adopte determinadas medidas de prevención —de las que tan solo antes algunos se cuidaban—, parece lógico que el gobierno coadyuve a la creación de instituciones apropiadas al caso. Eso no debe interpretarse como subsidios ni seguros estatales, sino como abrir totalmente el mercado de los seguros a la competencia nacional e internacional y facilitar que el espíritu emprendedor e innovador desarrolle productos a precios razonables y con los mejores beneficios posibles. Yo insistiría en que hay que confiar en el mercado y en la creatividad empresarial. Y en que de ninguna manera se deben alcahuetear el mercantilismo, ni fomentar una piñata.
Resuelto el problema filosófico, aquí hay cuatro motivos prácticos para que aquel seguro sea una expresión de responsabilidad, incluso para personas con presupuestos familiares muy ajustados:
- Protección financiera para terceros vulnerables: Si un motorista o automovilista con recursos limitados causa un accidente, es probable que no tenga los medios para pagar los daños causados. El seguro obligatorio garantiza que las víctimas reciban compensación sin depender de la capacidad económica del culpable y evita que queden desamparadas.
- Evitar deudas abrumadoras para el conductor: Sin seguro, una persona de bajos ingresos que cause un accidente podría enfrentar demandas o costos legales que la endeuden de por vida. Aunque la prima del seguro representa un gasto, es mucho más manejable que pagar directamente sumas elevadas tras un incidente, especialmente para quienes ya tienen presupuestos ajustados.
- Reducción de conflictos y costos sociales: Los accidentes sin seguro a menudo derivan en disputas legales o situaciones donde el gobierno debe intervenir (por ejemplo, al cubrir gastos médicos de víctimas no aseguradas). El seguro obligatorio reduce esta carga a los tributarios, lo que beneficia indirectamente a todos, incluidos los conductores de bajos ingresos que dependen de servicios estatales.
- El seguro es civilizador: Sabiendo que hay un sistema que cubre daños, los conductores tienden a ser más conscientes de las consecuencias de sus acciones. Para alguien con poco dinero, el riesgo de perderlo todo en un accidente podría ser paralizante; el seguro le permite circular con cierta tranquilidad, siempre que cumpla normas básicas, sin que el costo sea prohibitivo si se diseñan pólizas accesibles.
Reconozco que para motoristas y automovilistas con presupuestos ajustados el costo del seguro puede ser una carga, pero aquellos motivos justifican su obligatoriedad si se implementan opciones de bajo costo en un mercado abierto y competitivo, sin privilegios para que no sea otra piñata semiyera.
Columna publicada en República.