09
Sep 22

¡Gracias, Dodgers!

 

El equipo favorito de las grandes ligas de beisbol, de mi papá, era el de los Dodgers.  Yo no tenía equipo favorito porque normalmente elegía cualquiera que se compitiera contra el equipo angelino; no por afición, ni nada parecido, sino por lo divertido de llevarle la contraria a mi papá. Por eso es que, a pesar de que a mí me gusta mucho la marimba, nunca dejaba pasar la oportunidad de cambiarle la estación de la radio cuando él sintonizaba Fabumarimbas, al medio día.

Haz clic en la foto para ver el vídeo. La foto es de guatemala.com

A aquellas circunstancias, añádele que septiembre es mi mes favorito del año.  Es el de los pasteles de Luna y el de los chiles en nogada, es el de la fiesta de las antorchas y el de los desfiles; y claro…es el mes de mi cumpleaños.

De ahí que me haya dado muchísimo gusto que, el domingo pasado, los Dodgers le hayan dedicado su juego contra los Padres, de San Diego, a Guatemala; y que hayan sonado las notas del Himno Nacional en marimba.  No sólo eso, la noche se llamó Guatemalan Heritage Night y fueron repartidas tshirts con los colores de la bandera chapina y con el código de área 502. Abi Rodríguez, vestida con traje indígena, fue la marimbista.

¿Así, o más chulo?

Si yo hubiera estado ahí se me hubiera puesto la carne de gallina por tres motivos: el primero es que uno que es más chapín que las champurradas no puede sino emocionarse cuando escucha marimba en el extranjero; el segundo es porque es septiembre, el mes en que se recuerda la desvinculación de Guatemala de la monarquía española; y el tercero es que actos como el de los Dodgers visibilizan a los migrantes chapines cuyos aportes culturales y económicos a las sociedades donde se asientan no deberían pasar inadvertidos.

Como no deberían pasar inadvertidos los aportes culturales y económicos de los migrantes a sus poblaciones originales.  Una amiga que sabe de esas cosas sostiene que la actitud más positiva y humanitaria que actualmente tienen los indígenas hacia los perros se debe a que han aprendido cómo es que sus familiares en Los Ángeles, Chicago y otras ciudades gringas tratan a los canes.

De todos modos, ¡Gracias, Dodgers…y salud, papa!

Columna publicada en elPeriódico.


24
May 22

Panchito, el mono araña

 

Debe haber sido en 1974, no recuerdo bien; pero una noche de esas mi papá entró a la casa, subió a su cuarto que mis hermanos y yo invadíamos para ver televisión y saludó como si nada.  Los niños y mi madre tardamos unos segundos en notar que en uno de sus brazos levaba un pequeño bulto peludo y ¡Oh, sorpresa! no era un perro.

¡Era un monito araña!

Haz clic en la imagen para ver el ensayo fotográfico de Nicholas Helmuth.

A Nora por poco y le da algo; y los niños nos volvimos locos.  Le pusimos de nombre Panchito.  Bebía agua en un pocillo y lo tomaba de una forma perturbadoramente humana.  Pelaba sus bananos con habilidad. Y a mi, lo que más me fascinaba, era su cola prensil.  ¡Ah, la cola prensil es una maravilla!

No duró mucho en casa porque cuanto se agarraba de ti y no quería soltarte no había modo de removerlo; y se ponía agresivo si uno intentaba separarlo contra su voluntad.  También porque ensuciaba mucho el área que le había sido asignada junto a la mesa de ping pong que había en el garage.  Nadie quería hacerse cargo de limpiar esa área.  Luego se decía que en su adolescencia, los micos se ponían celosos y acosaban a las mujeres. Todo aquello selló la suerte de Panchito que primero se fue a vivir a Panajachel donde lo recibió mi tía Adelita y luego fue a parar al zoológico La Aurora.

De aquello me acordé cuando me topé con el ensayo fotográfico que hizo Nicholas Helmuth sobre los monos araña. Animalitos que son mencionados en el Popol Vuh y son mostrados, con frecuencia, en la cerámica clásica de los mayas. Nichola y su proyecto FLAAR Mesoamérica hacen este tipo de ensayos y siempre son valiosos.  No se por qué no te había compartido uno antes.


22
May 22

En recuerdo de Juan José Hurtado

 

Juan José Hurtado fue mi pediatra; y la última vez que lo vi como médico fue en 1997.  Tenía que ponerme unas vacunas de niño y más por visitarlo que por las inyecciones decidí volver a su clínica.

Fue una buenísima decisión porque sentí muy agradable entrar a aquel lugar, sentarme en la camilla en la que me había sentado quién sabe cuántas veces cuando era niño y platicar con Juan José.  Pocos años después lo vería con alguna regularidad en la Universidad Francisco Marroquín donde era profesor.  Donde era un querido profesor, lo cual no me extrañó para nada.

La foto la tomé de Facebook.

Mi hermano y yo íbamos con mi madre a donde Juan José cuando su clínica estaba en la 6a. avenida A de la zona 1; y luego seguimos yendo con mis otros hermanos cuando él, Maruca y Martita se trasladaron a la 2a. calle de la zona 9.

Cuando nos enfermábamos de gravedad, Juan José llegaba a la casa al salir de su clínica y era un alivio verlo llegar.  Se sentaba junto a uno en la cama y se acomodaba.  Llegaba con un jade colgado al cuello y a mí siempre me fascinaba esa piedra.  Recuerdo su sonrisa con los ojos cuando me operaron de las amígdalas y entre muchos otros recuerdos no olvido una vez que se me infectó un dedo de la mano y lo limpió con maestría.

En los 80 Juan José enfrentó la adversidad como un caballero y, ¿quién de sus familiares, amigos, pacientes y conocidos no lo sintió muy profundamente?

En su clínica siempre había buena música clásica.  La que más me impresionó, una vez, fue Las cuatro estaciones, de Vivaldi, disco que en ese año les pedí a mis papás que me regalaran para una Navidad de los 70…y recuerdo que costó Q16 de aquel entonces y fue comprado en Musical.

Adiós Juan José, y muchas gracias.


11
May 22

Salmorejo “guatemalensis” y almuerzo frío

 

No se por qué, desde hace semanas andaba con la gana de hacer salmorejo.  Seguramente que el calor de esta temporada contribuye al deseo por esa sopa fría; pero también un poco de nostalgia por los días en que, al volver a casa, había gazpacho, o sopa de banano para el almuerzo en casa de mis padres.

En casa nos gusta interpretar las recetas ya sea que preparamos un clásico como el salmorejo, o que preparemos una receta familiar, o de amigos.  Es normal que le quitemos, o le pongamos ingredientes para que el resultado sea nuestro, aunque basado en receta ajena.

De ahí que al salmorejo que preparamos el lunes le hayamos añadido el adjetivo guatemaltensis.  Ya que a los ingredientes tradicionales: Tomates pelados y sin semillas, buen pan de ayer,  aceite de oliva virgen, ajos asados y sal, le añadimos…le añadimos…chile guaque asado.  MI mamá preparaba el gazpacho con chiles guaques y como no teníamos vinagre de Jeréz, usamos un toque, un toquecito de vinagre de manzanas.  El chile guaque le da mucho carácter al salmorejo.  Lo servimos bien frío.

Los tropiezos fueron el clásico huevo duro; y sustituimos el jamón serrano por tocino sólo porque eso es lo que había en casa.  También sustituimos los trocitos de pepino por trocitos de uvas verdes, práctica que aprendí con mi amiga, Maite y que nos gusta mucho en casa.

La verdad es que quedamos contentos con el resultado y con ganas de volverlo a hacer.

Esto me lleva a la tradición del almuerzo frío.

Cuando pasaba la fiesta de Pascua en el Hotel Cacique Inn, en Panajachel (gracias a la generosidad de mi tía Adelita) era tradición que el jueves se sirviera un plato frío para el almuerzo.  Práctica atinadísima para los calores y el espíritu relajado de la temporada. La semana pasada, en casa, hicimos una interpretación de aquella costumbre y preparamos platos con pastrami, jamón de York y jamón prensado, acompañado por huevos endiablados, chucrut, ensalada de papas, y mostaza a la antigua o mostaza de grano. Acompañado por buena baguette fue un éxito.

¿Y la sopa de banano?

Cuando yo estudiaba la primaria había dos jornadas en el colegio: de 8:00 a 12:00 y de 14:00 a 16:00 horas.  Uno llegaba a casa, con calor justo antes de la hora del almuerzo, y en esta temporada mi madre a veces servía sopa de banano.

Aquella no era más que un batido de banano con leche servido bien frío en un plato sopero con un cubito de hielo flotando.  A los niños nos caía en gracia la ocurrencia y siempre era motivo de alegría que hubiera aquella sopa fría.  Luego se servía el almuerzo normal.

¿Te animas a preparar alguno de estos tres platos antes de que se termine la temporada de calor?


05
Ene 22

Así le han robado valor a tu dinero

 

El 21 de octubre de 1994 hice el primer supermercado para mi primer apartamento.  Imagínate la ilusión; pocos días antes había equipado la cocina y ese día iba a llenar la despensa.  Compré 108 artículos diversos y el total fue de Q925.19 ¿En cuánto te saldría el super si hoy mismo fueras a comprar los 108 artículos que compré hace 28 años? Sin duda en mucho más porque las autoridades monetarias le han robado valor al dinero que ganas y ahorras. Eso se llama inflación.

Mi mamá contribuyó con algo para que la lista no fuera más larga, pero te comparto algo de lo que incluía aquella compra y los precios: Una crema Maggi costaba Q2.12; una lata de frijoles Ducal costaba Q.3.22; una bolsa de queso parmesano tenía un precio de Q9.95; ¿Una libra de cebollas? Q1.75; un paquete de tocino por Q8.46 y una docena de huevos por Q6.34.

Sigo. Una caja de Raisin Bran costaba Q. 12.22; un frasco de mayonesa, Q.10.64; un frasco de Listerine costaba Q8.18; una lata de leche Carnation costaba Q4.38; y una bolsa de harina Gold Medal, Q14.27. Una libra de manzanas rojas costaba Q. 5.70.

¡El IVA estaba a 7% y no a 12% como ahora! Otro detalle para la historia es que pagaba con cheque. ¿Sabes? Tengo meses de no tener chequera. Me causa gracia que pusieran especie, en vez de especia.

La forma popular de detectar la inflación es cuando suben los precios; pero ese es el efecto de la inflación, no la inflación misma.  Para entender el fenómeno y su naturaleza perversa, es mejor verlo desde su realidad: la inflación es la pérdida de valor de la moneda; por eso es que necesitas más quetzales para comprar lo mismo.

Guardé esa factura, junto con la de equipamiento de la cocina dentro de mi Guía de las ruinas de Quiriguá, por Sylvanus G. Morley y apareció hace unas semanas cuando moví mis libros sobre los mayas de la casa a la oficina.


08
Dic 21

Equipar una cocina en 1994

 

En octubre de 1994 volví de La Antigua a la ciudad de Guatemala para armar mi primer apartamento: y la lista que ves abajo es la de algunas de las compras que hice para equipar la cocina, principalmente.

Mi mamá contribuyó muchísimo para ese equipamiento; con una vajilla completa, un par de ollas y algunos instrumentos y cubiertos. Pero el 19 de octubre fui a Cemaco a comprar elementos que me hacían falta.  Veintisiete años después, algunas de aquellas compras como el cucharón, el tenedor, la cuchara y la cuchara calada, de acero todavía están en uso y en perfecto estado.  El rallador está nítido. La sartén cuadrada todavía la usamos para panqueques, o tostadas a la francesa. ¡Que calidad de productos!

La lista tiene gracia, pero más los precios.  La sartén, que es lo más caro de los objetos recién mencionados me costó Q70.08 y en aquel tiempo el dólar estaba a Q5.77 por $1, de modo que el cucharón costó $12.14.  Descontando otros factores y sólo por hacer un ejercicio, si hoy comprara aquella sartén a $12.14, tendría que pagar Q95.05.

Descontando otros factores y en esa dirección, si en 1994 el total de la factura fue Q1708.40, ó $296.08; hoy tendría que pagar Q2318.30. ¡El IVA estaba a 7% y no a 12% como ahora!

Otro detalle divertido es que pagué con cheque, algo que tengo añales de ya no hacer.

Aquella pérdida de poder adquisitivo del quetzal se debe, en elevado porcentaje, a un fenómeno monetario llamado inflación.  La inflación le roba valor a tu sueldo y a tus ahorros, es un impuesto oculto y es muy inmoral.

Guardé esa factura, junto con la de abarrotes y otras que compartiré en otra ocasión, dentro de mi Guía de las ruinas de Quiriguá, por Sylvanus G. Morley y apareció ahora que moví mis libros sobre los mayas de la casa a la oficina.


19
Oct 21

Árbol de persimones, que alegría

 

Este año todavía no he comido persimones; pero, ¡Sorpresa!, ayer me encontré con un árbol de esas deliciosas frutas y es la primera vez que veo uno.

Los persimones siempre me recuerdan a mi abuela, Frances, en mi adolescencia.  En aquel tiempo no eran comunes, ni conocidos, y ella compartía conmigo los suyos que le llevaba su comadre, Queta, cosechados del jardín de su suegro don Manuel, en Panajachel.  La Abui, como le decíamos a mi abuela los comía crudos disfrutando de su dulzura y de su textura peculiar; o preparaba un pudding que sacaba lágrimas de emoción de lo delicioso que era. Freddy, que es primo de mi papá, me contó una vez que los primeros árboles de persimones que vinieron a Guatemala los trajo mi bisabuelo Federico y uno de esos arbolitos estaba en la casa de mi tía abuela, Olga, la mamá de Freddy.

Los persimones (junto con los chicos) son unas de mis frutas favoritas no sólo por su sabor, sino por sus color y textura. Esta es una caricia y, ¿sabes?, su pulpa tiene dos texturas distintas.


04
Oct 21

Batidoras Sunbeam retro

 

¿Vas a creer que he visto la batidora de la casa de mis padres en tres películas distintas?

Es una Sunbeam Mixmaster de finales de principios de los años 60. En realidad había dos que fueron regalos de bodas.  En esas batidoras hicimos muchas galletas, pasteles y otras delicias.

Me causa mucha gracia que aparecen tanto en películas ambientadas en los años 50.  ¿Sábes qué me gusta? Buscar en ese tipo de pelis artefactos con los que crecí en los 60 y 70.  He visto automóviles, mesitas para comer en la sala, térmos y otros objetos.


02
Oct 21

Pay de ruibarbo, recuerdos y rescate

 

Solemnemente declaro que en casa somos los dioses vivientes del pay de ruibarbo que, cuando yo era niño, no estaba en mi lista de favoritos; pero ahora lo hemos rescatado y ¡Ya!, ya está en mi lista de preferidos.

De cuando en cuando mi abuela, Frances, hacia rhubarb pie con esa maestría que tenía para los pays.  Quizás porque era algo ácido y porque su color no es atractivo nunca estuvo entre mis preferidos, yo me lo comía porque era sabroso, pero nunca se me hubiera ocurrido pedirlo.  A Nora, mi madre, no le gustaba, tampoco, de modo que ella no lo incorporó a su menú de pays; y voy a decir que tenía unos 38 años de no comerlo.  Pero andaba con antojo y desde hace ratos quería hacerlo.

Esta semana, Raúl llegó con un manojo de ruibarbos frescos y aromáticos, de modo que, anoche, Nora y yo hicimos el pay; pero primero, no hallamos la receta de La Abui y Nora no se acordaba exactamente de cómo se hacía el pay; segundo, busqué rectas en Google y las que encontré no se parecían a la de La Abui; tercero, Nora sugirió que exploráramos el Joy of Cooking y siendo que nos dio la impresión de que esa receta era la que usaba La Abui, pues Raúl sugirió que la interpretáramos.   Cambiamos ligeramente algunas proporciones (que hicimos a ojo de buen cubero) y salió delicioso el pay.  Justo de ácido y de dulce, justo de consistencia, justo de sabor y aroma.

La nota chistosa es que cuando yo era niño era…¿cómo se dice?…algo bravo…rascado; y no recuerdo si mi abuelita Juanita, o mi bisabuela, Mami, me daban polvo de ruibarbo; remedo que suelen tomar las personas enojonas.  Y ahora que publiqué mi desayuno en Facebook, don Manuel Figueroa, propietario de una farmacia en Jalapa, comentó: Esa si no me la sabía, el ruibarbo lo vendo en la Farmacia FAS para los de carácter bravo, espero no sea al caso. Pues vea, don Manuel, todavía me enojo cuando me incomodan, ja ja ja, pero no fue por eso que hicimos el pay en casa.

¡Estoy contento porque hemos rescatado el pay de ruibarbo para el menú de la casa!


16
Ago 21

Mi pastel de chocolate favorito

 

Mi pastel de chocolate favorito es el que hacía mi abuela, Frances. Estaba anotado en su recetario como Mother´s $100 chocolate cake y el turrón era de menta.

No es que la receta costara $100 hacerla, claro; sino que sabía como $100. Ya sabes…en sentido figurado, claro. La receta era de mi bisabuela, Adela.

La semana pasada traté de hacerlo y aunque tenía la apariencia de $4, sí tenía ese sabor y esas texturas que yo recordaba desde niño.  El chocolate magnífico y el sabor de la menta no me defraudaron.  Todavía no domino el arte de ese pastel del modo en que domino los pays de mi abuela y de mi madre; pero ya voy cerca.

Me encantan esas comidas que me transportan en el tiempo y en el espacio.  Esas comidas que con aromas, sabores, colores, formas y texturas me llevan a cocinas ocupadas, a mesas alegres y a las sonrisas y miradas de personas con las que tuve la dicha de crecer.  Me encanta compartir aquellas experiencias con las personas que amo y con las que comparto el camino.