El Papa, como ciertos personajes latinoamericanos (Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Cristina Kirchner, Rafael Correa, Daniel Ortega y Evo Morales), tiene su vademecum sobre el dinero, la economía y las finanzas. Agarra recientes declaraciones de Jorge Mario Bergoglio, pon que las dijo cualquiera de los personajes citados arriba y no te van a parecer fuera de lugar.
Bergoglio cree que los gobiernos tienen derecho a controlar la economía; y animó a los expertos financieros y a los líderes gubernamentales a considerar las palabras de Juan Crisóstomo: No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles sus vidas. Es la elección de este obispo de Constantinopla la que me motivó a escribir esta entrada. ¿Quién era este personaje al que Bergoglio eligió para apoyar sus expresiones sobre le economía y las finanzas? Nos lo cuenta Francisco Pérez de Antón en El gato en la sacristía: Su apellido no es tal, sino un apodo que libremente traducido significa Pico de oro. Preconizaba la ignorancia entre los fieles: Poned un límite a vuestro pensamiento, de modo que vuestra desordenada curiosidad en investigar lo incomprensible no os lleve a incurrir en la censura. Prefiramos como cristianos la simplicidad de nuestra fe, la cual es más fuerte que las demostraciones de la razón. Pues gastar mucho en investigar la esencia de las cosas no ayuda a la edificación de la iglesia, decía este santo varón.
La cita, sin embargo, es muy apropiada para un Papa que opina de economía y finanzas, como si se tratara de opinar acerca del sexo de los ángeles, o de cuántos de ellos caben en la cabeza de un alfiler.
Sigue Pérez de Antón, sobre Juan Crisóstomo: la izquierda eclesiástica lo tiene como uno de sus más destacados adalides y de quien suele citar expresiones como esta: “gasto de lo mío, disfruto de lo mío [dices]. En realidad no es de lo tuyo, sino de lo ajeno…Las riquezas no vienen de Dios, sino del pecado”. El Obispo, empero, era fogoso, impulsivo, imprudente, sofista, contradictorio e inconsistente, cuenta el autor de El gato en la sacristía. De Juan Crisóstomo también es el párrafo que dice: He de confesar que continuamente ataco a los ricos; pero fijaos bien, mis diatribas no van dirigidas contra los ricos, sino contra quienes usan mal sus riquezas. Yo he dicho repetidas veces que no hago cargos al rico, sino al ladrón, al que todo lo quiere arrebatar para sí.
Lástima que Bergoglio no usó esta cita, en vez de la que eligió. Y lástima que escogió a un predicador tan inestable; porque, si bien es cierto que muchas riquezas vienen de la expoliación, el Papa podría haber hecho un intento de ser menos Maduro, menos Kirchner y menos Proudhon. He aquí una verdadera joya del obispo de Constantiopla: ¿Eres rico? Nada que oponerme. ¿Eres avaro? La avaricia se alimenta de la injusticia. ¿Posees lo que es tuyo? Goza tranquilamente de ello. ¿Robas lo ajeno? Eso no puedo tolerarlo. Aunque tenga que derramar hasta la última gota de sangre, no por eso silenciaré tu pecado…Tan amigos míos son los ricos como los pobres. Ambos tienen un mismo origen y un mismo destino. Me atrevo a afirmar que ni la riqueza ni la pobreza son intrínsecamente buenas, sino en cuanto se usa bien de ellas.
Lástima que Bergoglio no reparó en que la facultad que tienen los gobiernos para controlar la economía, es la facultad que les permite a los políticos, a sus funcionarios y a su clientela, hacerse de riquezas mal habidas.