Mario Humberto Rodas Ramírez, de 15 años de edad, integrante de la selección sub-17 de Quetzaltenango y jugador de la cantera del Xelajú, denunció ante la Fiscalía que fue víctima de agresiones por parte de un grupo de jugadores del equipo Xelajú M.C. como parte del bautizo para ser aceptado en el equipo mayor.
Tras salir del hospital en el que se recuperó de los golpes, Rodas dijo que los jugadores del Xelajú le cortaron el cabello, lastimaron sus genitales y lo golpearon por negarse a ser bautizado.
Como consecuencia ocho integrantes del deportivo Xelajú M.C., sindicados de agredir al muchacho, quedaron ligados a proceso judicial. El juez Segundo de Primera Instancia Penal de Quetzaltenango, Félix Sontay, decidió ligar a proceso a los futbolsitas por los delitos de agresión sexual y maltrato contra menores de edad, y les evitó ir a prisión al ofrecerles una fianza de Q5 mil cada uno.
Entre los sindicados se encuentran Kevin Eduardo Arriola García, de 22 años; Milton Gari Leal Hoenes, 31; Julio Francisco Estacuy Reyes, 29; Edgar David Chinchilla López, 26; e Israel Silva Matos De Souza, 32. Los cinco fueron sindicados de delito de maltrato contra menores. Mientras que José Alberto Mendoza Posas, de 24 años; Sergio Fernando Morales Araya, de 40; y Juliano Rangel De Andrade, 31, fueron acusados de agresión sexual.
Los jugadores deben presentarse cada día 15 al referido juzgado a firmar el libro de asistencia y, además, se les prohibió salir del país y comunicarse con la persona agraviada.
Yo digo que una cosa es un bautizo en el sentido de un rito de pasaje; y otra cosa es el uso de la violencia y la agresión sexual. Digo, también, que en este asunto no hay cabida para las pasiones futboleras. Y digo que si hay indicio de comisión de delitos, el asunto tiene que ser tratado por la vía penal como cualquier otro asunto de esa naturaleza. Ninguna tradición y ninguna práctica justifica que -en una sociedad civilizada- un grupo de adultos agreda a un menor.
La primera vez que oí un caso parecido fue en la primera mitad de los años 70 en la Escuela Nacional Central de Agricultura, en Bárcenas y no recuerdo en qué terminó todo. Pero fue algo parecido. Un grupo de mayores atacó a un grupo de menores como parte de un rito de bautizo. En aquel caso, también, hubo agresiones sexuales.
Estos rituales de bautizo suelen ser actos de acoso, abuso y humillación -física y psicológica- como parte del proceso de iniciación de un individuo en un grupo. Se dan en distintos grupos sociales como maras y pandillas, equipos deportivos, universidades, fraternidades, el ejército y otros. Yo no estoy de acuerdo con que sean prohibidos por ley, ya que los ritos de pasaje cumplen funciones importantes en las vidas de las personas. Lo que no me parece es que aquellos ritos incluyan actos de agresión sexual, ni que se ponga en peligro la integridad de los iniciados. ¿Podemos coincidir en que no es lo mismo obligar a un iniciado dejarse cortar el cabello, que…digamos…obligarlo a oler los testículos de sus futuros compañeros de equipo?
No estoy de acuerdo con que los ritos de pasaje y bautizos sean prohibidos por ley; pero si pueden ser regulados y si fuera necesario hasta prohibidos por las organizaciones en las que estos se producen. Los bautizos pueden ser divertidos si son ingeniosos; pero si se convierten en actividades en las que los patanes pueden darles rienda suelta a sus trabes y complejos, se corre el riesgo de que los bautizos se conviertan en actividades violentas, peligrosas e inaceptables.
En realidad, ni en la sociedad, ni en los grupos sociales debería ser aceptable el inicio de la violencia. Si los futbolistas encartados cometieron delitos de agresión sexual y maltrato a menores de edad, o si cometieron delitos como lesiones, o algo parecido, es justo que sean sancionados penalmente. Deben ser sancionados penalmente; porque si no, la lenidad en su favor sólo alimenta la impunidad generalizada que tanto nos repugna a muchos chapines.