Desde hace varios días, la empresa Montana Exploradora de Guatemala denuncia -en campos pagados- amenazas, intimidaciones, agresiones y atentados contra su personal y su propiedad.
La suma de aquellas acciones incluye: robo y asalto de vehículos; bloqueos y agresiones físicas directas; ataques con armas de fuego; y sabotajes a las líneas de transmisión eléctrica.
“Todos estos eventos e han llevado a cabo después que varios grupos de personas y organizaciones nacionales e internacionales han estado realizando una serie de actividades de manipulación y desinformación en las áreas alrededor de la mina, en donde se ha llegado hasta amenazas en contra de las personas y comunidades que se beneficioan o apoyan la actividad minera en el área”.
A mí me resulta obvio que la minera está siendo objeto de una campaña cuyos actores ya están pasando de las palabras, a “las obras”; y que esas obras son violentas.
Es una lástima que esta empresa, o cualquiera otra, tenga que “agradecer” que las fuerzas de seguridad y el Ministerio Público cumplan con sus funciones constitucionales; y que tengan que “recordarles” que deben hacer que prevalezcan el estado de derecho y los derechos individuales de las personas.
De no haber sido por el campo pagado, ¿nos hubieramos enterado de estas agresiones por medio de las noticias? Los medios masivos paracen tener una actitud de No oigo, no oigo, soy de palo, tengo orejas de pescado. ¿Quienes están detrás de las acciones coordinadas contra la minera?
La minería, en Guatemala, tiene enemigos poderosos. En su primera homilía de este año, por ejemplo, el dirigente católico Rodolfo Quezada tronó con que “con los obispos hemos visto que no es conveniente para el país la minería”. Y al grupo Quezada se le suman los echohistéricos, algunos etnicistas, socialistas de muchos colores, exguerrilleros, ONG y otros grupos de interés.