Nos encaminamos a otra catástrofe porque los terremotos se repiten. Preocupa la urbanización del borde oriental del valle. Por motivos desconocidos, esa área no se movió en el 76 y es de esperar que el sistema de fallas que hay ahí se active en algún terremoto futuro, dice el documento de recomendaciones del Estado del aspecto geológico en el diagnóstico de la prevención de desastres por terremotos en Guatemala, por el geólogo Samuel Bonis, del Dartmouth College. Esto ya lo he compartido antes. Estamos advertidos:
En esa área hay elementos de inestabilidad propios de una zona de fallas: taludes pronunciados, cosas fracturadas y alteradas, y filtraciones de agua, entre otros, añade el documento, Estado del aspecto geológico en el diagnóstico de la prevención de desastres por terremotos en Guatemala, de mi estimadísimo profesor de geología.
Para los desorientados, el borde oriental del valle está en la carretera a El Salvador, cerca de donde ocurrió el derrumbe en el Km. 24.
Independientemente de si las construcciones del área tienen licencia o no, creo que la advertencia de Sam no debería ser pasada por alto ni por las inútiles autoridades municipales, ni por desarrolladores, empresarios y clientes. En el documento, el geólogo advierte que, para sorpresa de nadie, en 1976 hubo mucha destrucción y muerte en los barrancos. Se culpó a las fallas; pero en realidad las únicas fallas fueron de juicio, ética y responsabilidad al construir, o permitir construir, en condiciones topográficas precarias.
El del lunes no es el único incidente en el área, ya que hubo uno en Muxbal, en 2020; y en 2013, el de una casa ubicada a la altura del Km. 10.5 de la zona, fue un derrumbe espectacular y peligroso. ¿Te acuerdas?
En aquella ocasión, mi cuate Kike (arquitecto) comentó: Hasta donde yo sé, todo el territorio de la ciudad está fracturado, producto de nuestro proceso sísmico; hay estudios geológicos que lo demuestran. Eso de vivir en laderas es una chifladura extrema porque el suelo siempre está en constante acomodamiento. Mi cuate, el difunto Roberto Woolfok, del Instituto Geográfico Nacional, me enseñó un mapa de las fallas que cruzan el asentamiento de la ciudad de Guatemala. Una lectora, Claudia, escribió: Mi profesor de tipología estructural nos decía que no había que construir a una distancia de una altura desde la orilla del barranco; o sea, que si la altura del barranco era de 100 metros, había que alejarse 100 metros de la orilla para construir; pero muchas veces la ignorancia de unos, unida a la inconsciencia e irresponsabilidad de otros, tiene consecuencias lamentables. El valle de la ciudad es un hundimiento muy antiguo, es decir, las laderas a los lados, la carretera a El Salvador y Mixco, están llenas de fracturas (fallas pequeñas, digamos) y no es recomendable construir tan cerca de la orilla. Se supone que, en una ladera, hay que retirar el equivalente de tierra al peso de la edificación para llegar al nivel del suelo que pueda “cargarlo”.
En esa dirección, el ingeniero Héctor Monzón ha explicado, muchas veces, que no hay desastres naturales, sino desastres fabricados; son las personas las que incuban los desastres al ponerse en situaciones de riesgo.
No podemos seguir ignorando la ciencia y la historia. Construir en zonas de riesgo no solo es jugar con la vida de las personas, sino también con el futuro de nuestra ciudad. Es hora de que autoridades, desarrolladores y ciudadanos asumamos la responsabilidad de tomar decisiones informadas y éticas. Porque, como bien dice Monzón, los desastres no son naturales: los fabricamos nosotros. No ignoremos las advertencias de Bonis, Monzón, Woolfok y el profesor de tipología estructural.
















