16
Ene 19

Verapaces 2018, y quinta etapa, Cobán y Año nuevo

Celebramos el Año nuevo en el parque central de Cobán luego de haber comido delicioso durante todo el día y así despedimos 2018.

Haz clic en la foto y en los vídeos para ver más fotos y los vídeos.

Chocolate, tiú, moronga de chunto y otras delicias, almorzamos en El pedregal.

El retorno de Las conchas fue sorpendentemente media hora más rápido que la ida; y volvimos a Cobán con mucha hambre.  Luego de un baño, una chela y un breve descanso en La posada, salimos en busca de El peñascal, un restaurante que nos habían recomendado mucho.

La posada es mi hotel favorito en Cobán porque está frente al parque central, porque tiene mucho carácter y porque siempre la he pasado bien ahí, desde que iba con los miembros de la Asociación Guatemalteca de Orquideología a finales de los años 70. Es un hotel con mucho carácter.

Para sentir el ambiente festivo de las compras para la fiesta de la noche vieja, en la ciudad Imperial, pasamos por el mercado central y, aunque no entramos, la calle estaba muy animada y alegre, especialmente en la sección de ingredientes para el ponche, los tamales y otras comidas tradicionales; ya sabes: marshmellows, nueces, uvas, manzanas y eso.  Ahí aprendí, porque me lo contó Raúl, que la gente acostumbra comer pastel en esta fiesta y eso explicaba la gran cantidad de familias y personas que llevaban un pastel entre sus compras.

Llegamos El peñascal luego de perdernos un poco y gracias a un taxista muy  amable.  Y, ¡Oh, maravilla! nos atendió Sonia y, ¡Oh, maravilla! la comida ahí es magnífica.  Casi que se siente como ceremonial. Almorzamos Kak-ik (el caldo cobanero de chunto); Tiú, que es un recado regional que estaba delicioso y morcilla de chunto que estaba riquísima.  Chunto es como le dicen allá al chompipe. También pedimos tasajo en salsa de chiles, que es muy picante, pero que uno disfruta muchísimo. La sirven acompañada de una crema de cebollas muy sabrosa.

Luego del almuerzo memorable, otro descanso con siesta y todo para luego pasear por el parque y sus alrededores.

Vimos el ocaso y volvimos al hotel para arreglarnos e ir a cenar.  Elegimos Casa D´Acuña, donde ya habíamos estado dos años atrás y habíamos tenido una experiencia estupenda.  Ahí full relax y cenamos pizza y guacamol con cangrejo (surimi). La primera estuvo deliciosa y el cangrejo que le ponen al guacamol puede mejorar.  Nos fuimos contentos, no sin darle un par de ideas al chef.

Al salir nos dirigimos al parque central animado por el Arbol Gallo y por las familias que estaban ahí disfrutando del ambiente y pasando buenos momentos.  Yo disfruto mucho no sólo de ver a la gente contenta, sino de la cordialidad generalizada que priva en esas circunstancias. En la medida en que nos acercábamos a las 0:00 horas, en esa medida se iba quedando más solitario el parque, momentos propicios para conversar y pensar.

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¿Y la media noche? El Arbol Gallo fue apagado y nos subimos al Jupiter II, como me gusta decirle al kiosko de aquel parque; y desde ahí vimos los fuegos artificiales, en compañía de los locales y extranjeros que también optaron por subir.  ¡Abrazos y buenos deseos! ¡Auguri, auguri!, dijo alguien. Luces de colores y fuegos artificiales. Así terminó 2018 y empezó 2019.  Luego de un paseo lleno de aventuras, buenas comidas y gente encantadora.

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¿Qué ocurrió el 1 de enero? Pues nos levantamos temprano, cargamos el carro y agarramos camino rumbo a la Posada de la montaña del quetzal con la esperanza de que nos entrara el hambre ya avanzada la mañana, y con la seguridad de que desayunaríamos riquísimo como en los días que recién habíamos estado allá.

Al volver a casa y abrir la puerta sentimos los olores de pinabete y manzanillas que nos dieron la bienvenida; y trajimos centeneras de recuerdos de un viaje lleno de experiencias y de aventura. ¡Listos para la aventura de un nuevo año!

Primera etapa: La posada de la montaña del quetzal, Biotopo del quetzal y Purulha.

Segunda etapa: El salto de Chilascó y el Saltito.

Tercera etapa: Chicoy, el pozo vivo, Chixoy y Cobán.

Cuarta etapa: Las conchas y Chahal.


14
Ene 19

Las verapaces 2018, cuarta etapa, Las conchas

En el cuarto día de nuestro viaje por las verapaces el destino son las cataratas de Las conchas, un paraíso de agua, colores y selva cerca de la frontera entre Alta Verapaz e Izabal. Haz clic en las fotos y vídeos para ver más fotos y vídeos.

Las cataratas de Las conchas son bellísimas.

Salimos temprano de Cobán y agarramos rumbo norte hacia la Franja transversal del norte.  En esa área las carreteras están entre bien y muy bien; pero son tres horas y media de camino.

Luego de Cobán pasamos por Chisec, Raxruhá y el desvío hacia Cancuén, Sayaxché y Ceibal y por las entradas a Candelaria (todos esos lugares que uno quiere visitar), pasamos por San Bartolomé de las Casas, por el río Sebol y ¡llegamos a Chahal y Las conchas!.

Con hambre, sed y cansados llegamos al Jardín las Conchas, una parada muy agradable para refrescarnos con agua de coco y unos riquísimos tostones con salsa.  Muy bien atendidos por el personal enfrentamos a las vendedoras de chocolate y de cocos, y una niña  llamada Rosemary, así como un par de cuidadores de carros llamados William y Néstor nos hicieron sentir bienvenidos.

Ingresamos al área de las cataratas y nada -ni siquiera las fotos que habíamos visto- nos había preparado para lo que vimos.  ¡Una serie de cataratas de colores en medio de la selva!  Algo parecidas a Semuc Champey, pero diferentes.  Uno queda embobado entre tanta belleza y tuvimos la suerte de que no había mucha gente.

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Raúl y yo tomamos posesión de un recodo apacible y nos metimos al agua.  En el agua hay pececillos que cuando uno mete los pies y las piernas se acercan a dar mordidas y deleitarse con…lo que sea que muerdan ahí. Y, mientras tanto, uno se deja embelesar con el encanto del lugar.  Los sonidos del agua y de la selva. Los aromas; los colores; el agua fría, pero sabrosa y la idea de haber llegado a ese lugar recóndito y de poder disfrutarlo.

Las cataratas de Las conchas son muy diferentes al Salto de Chilascó; y ambas experiencias son muy distintas.

Cuando y era hora de salir del agua, porque el hambre aprieta, regresamos al estacionamiento y vimos que del bosque salían unas personas. ¡Se nos había olvidado que en el lugar hay un mirador que hay que visitar!  Si vas, no regreses sin encaramarte a la torre de madera y apreciar la vista más espectacular de aquel lugar que ya, de por sí, nos había ofrecido muchísimo.

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Pero claro, el hambre es canijo y cierran el lugar al atardecer.  El ocaso nos agarró en la carretera rumbo al hotel Villa Santa Elena en donde nos alojaríamos.  Nos dimos sendas duchas y llegamos al comedor a eso de las 6:20; y a pesar de que la cocina cierra a las 6:00, Augusto y su equipo tuvieron la gentileza de ofrecernos una cena de spaghetti que disfrutamos bastante.  La salsa de tomate estaba muy rica y mi única sugerencia fue que, en vez de usar romero, usaran albahaca, u orégano.

Dormimos y descansamos en un cuarto muy sencillo; pero limpio y seguro.

Al día siguiente nos despertamos temprano y nos duchamos.  A pesar de que la cocina no abre hasta las 7:00 a.m., César y su equipo se las arreglaron para ofrecernos un desayuno sabroso, poco antes de esa hora, mismo que incluyó panqueques con banano y tortillas que César tuvo que salir a comprar al mercado. La naranjada con soda, por cierto, es muy, muy sabrosa en ese hotel.

Luego de prepararnos para el viaje cogimos la carretera de vuelta a Cobán.  Ya mencioné que el camino es muy agradable y variado.  Lo más notable que vimos fue una plantación de achiote y cardamomo; pero el camino está lleno de detalles.  Curiosamente hicimos sólo tres horas de vuelta a Cobán, en vez de las tres horas y media que hicimos de ida a Las conchas.

Llegamos a Cobán justo a la hora de ducharnos de nuevo, descansar un poco y salir a buscar almuerzo.

Primera etapa: La posada de la montaña del quetzal, Biotopo del quetzal y Purulha.

Segunda etapa: El salto de Chilascó.

Tercera etapa: Chicoy, el pozo vivo, Chixoy y Cobán.

Quinta etapa: Cobán y Año nuevo.


09
Ene 19

Las verapaces 2018, tercera etapa, Chicoy, pozo vivo y Chixoy

Luego de la visita al Salto de Chilascó, la tercera etapa del viaje de fin de año nos llevó a la cueva de Chicoy, el pozo vivo, el camino a Chixoy y finalmente a Cobán.  ¡A comer delicioso y a descansar! Haz clic en las foto para ver más fotos y los vídeos.

Vista del río Chixoy cerca del atardecer.

Salimos con rumbo a Cobán luego de nuestro descanso en la Posada de la montaña del quetzal.  La consigna, sin embargo, era parar, o desviarnos si se daba la oportunidad de explorar….y dicho y hecho.

El primer desvío fue hacia la cueva de Chicoy, ahí merito en Purulhá.  Este es un sitio ceremonial muy respetado por los queqchìes y pocomch´íes de la región.  Pero eso no lo sabíamos nosotros.  Así que llegamos, estacionamos, saludamos al encargado que nos recibió con una magnífica sonrisa de oro, pagamos la tasa de ingreso y empezamos a caminar para subir.

Al llegar a la parte alta del cerro encontramos a personas dedicadas a la tabacomancia y encontramos docenas de puros en el suelo.   Luego de saludarlos avanzamos hacia la cueva y ¡Oh, sorpresa! En medio del verdor del cerro se abrió, ante  nosotros, una boca inmensa y negra de la que manaban humo de inciensos y los rezos de los sacerdotes que estaban en su interior.  A ratos, cuando la nube de humo se disipaba un poco, se atisbaban los fuegos encendidos en el interior de la caverna y los detalles de las rocas que formaban aquella entrada a Xibalbá.

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Debido a lo empinado del descenso y a lo cansado que iba de la aventura en Chilascó, no me animé a bajar; y tuve que contentarme con la naturaleza que rodea a la cueva y con lo  misteriosa y seductora que se ve desde arriba.

Al volver a donde estaban los tabacomntes pregunté acerca de esa tradición y un joven me regaló un puro, que me encendió y di unos jalones.  En ocasiones anteriores que me han ofrecido puros la experiencia no ha sido agradable porque me mareo rápido, así que agradecí el gesto y me alegré que me permitieran atisbar en esta práctica cultural.

Bajamos del cerro y continuamos nuestro camino.

En esas estábamos, avanzando hacia Cobán cuando encontramos el desvío hacia el pozo vivo, en Tactic.  Este es un fenómeno geológico e hidrológico que despierta la imaginación y fantasías. Leyendas de príncipes y princesas mayas, de riquezas prohibidas, y de amores obsesivos.

Waze nos llevó y uno no debe dejarse engañar por el abandono aparente del  lugar.  Llegamos al portón hicimos señas a la encargada, corrió ella, nos abrió el portón, nos cobró unos pesos y señaló: Hacia allá. Y caminamos por nuestra cuenta.

Atravesamos un de turicentro/potrero y nos dio la bienvenida un caballito muy excitado.  Caminamos unos metros y nos encontramos con el célebre pozo.  Y si, es encantador en su simplicidad y en su naturaleza misteriosa.  Es fascinante ver como bulle la arena en su fondo y no sorprenden las leyendas que genera el fenómeno. La verdad es que hubiera querido pasar un poco más de tiempo ahí; pero había que continuar y dejamos el lugar.

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Contentos de haber visitado el pozo vivo enfilamos hacia Cobán, sólo para desviarnos de nuevo y esta vez hacia el embalse de Chixoy que es un ejemplo notable de ingeniería. Posee una superficie de agua de 13.79 km2, una profundidad de 50 metros y máxima de 110 metros.

En los años 79/80, cuando yo era orqideólogo y miembro de la Asociación Guatemalteca de Orquideología, ya había visitado el área de la casa de máquinas de la hidroeléctrica; pero no me acordaba bien de la experiencia, quizás porque iba mas interesado en orquídeas (que no hay muchas en el área).  El caso es que el camino se torna fascinante.  Primero entre bosques y plantaciones para luego ascender y ascender entre montañas y carretera pedregosa.

Desde arriba, plateados entre montañas que parecieran ser de terciopelo, o de algo parecido, se aprecian los ríos que alimentan el embalse.  Yo dispuse que el más grande y cercano que veíamos era el Río Negro, o Chixoy, pero pudo haber sido cualquiera de los otros.  El caso es que el paisaje es fascinante y muy diferente a lo que habíamos visto hasta el momento. Nos fuimos deteniendo para tomar fotos y disfrutamos mucho del sol y de las vistas.

Dispusimos no bajar al embalse porque se hacía tarde y una de nuestras reglas es no conducir en la noche.  De modo que emprendimos el regreso hacia Cobán cuando vimos que el sol se acercaba al horizonte.

¡Y llegamos a la ciudad Imperial!

A mí me encanta Cobán y me encanta la Posada, que es el hotel que usábamos con los orquideólogos y el que usamos en el viaje de 2016 a las cuevas de Lanquín y a Semuc Champey.  ¡Me encanta la arquitectura del lugar! y sus cuartos y camas le dan a uno la oportunidad de descansar sabroso.  El aroma que hay en ese lugar siempre me trae recuerdos gratos.

Luego de instalarnos y de darnos un buen baño tibio salimos a visitar el Parque Central de la ciudad y a saludar a Manuel Tot y al Arbol Gallo.  Así como a disfrutar del ambiente del parque y de su gente.  Compramos horchata en polvo y un par de pulseras. Y regresamos al hotel para tomar un par de cervezas antes de ir a cenar.

La cena no podía ser en otro lugar que no fuera XKape Kob´an., un restaurante de comida tradicional verapacense.  Ahí Raùl pidió un plato de hierbas nativas acompañadas con arroz, frijol y tortillas; y yo pedí una bacha de pollo (tambie´n con hierbas, arroz, frijol y tortillas.  Ambas fueron buenas elecciones Y ahora mismo me estoy imaginando los sabores y salivando.

Como panza llena, corazón contento, volvimos al hotel para recargar las pilas y al día siguiente emprendeer viaje rumbo a las cataratas de Las conchas.

Primera etapa: La posada de la montaña del quetzal, Biotopo del quetzal y Purulha.

Segunda etapa: El salto de Chilascó.

Cuarta etapa: Las conchas y Chahal.

Quinta etapa: Cobán y Año nuevo.


04
Ene 19

Las verapaces 2018, segunda etapa

El segundo día de nuestra aventura en las verapaces fue el del Salto de Chilascó, que es la catarata más alta de Centroamérica con 130 metros de altura. Haz clic en la foto para ver más fotos.

El salto de Chilascó.

Después de una noche reparadora y con mucho ánimo salimos de la Posada de la montaña del quetzal rumbo a la aldea Chilascó que queda en el kilómetro 143 de la carretera a Cobán.

El día anterior habíamos acariciado la idea de ir primero a unas cataratas cercanas al hotel (ya que había caballos disponibles); pero luego tuve una idea salvadora: ir primero a Chilascó, y luego a las cataratas mencionadas, si regresábamos con ánimo; y esa fue una decisión sabia.

Si alguna vez te animas a este paseo te recomiendo dos lecturas:

La mansión del pájaro serpiente y El mundo del misterio verde; ambos por Virgilio Rodríguez Macal. En Amazon están muy caros; pero seguramente los venden en la librería Piedrasanta, de Guatemala.

Agarramos temprano para Chilascó y ascendimos a la aldea del mismo nombre a través de paisajes riquísimos y encantadores.  A la entrada del lugar nos recibió Elder que arregló que nuestros guías y sus caballos nos esperaran cuando llegáramos al estacionamiento que está justo antes de empezar a bajar rumbo a las cascadas: el Saltito y Chilascó.

Los guías y los caballos se aparecieron al poco tiempo de que nosotros llegaramos al estacionamiento donde Elmer y Alex se ofrecieron a cuidar nuestro auto.  Raúl se montó en la Preciosa, y su guía fue Erick.  Yo -de la forma más aparatosa posible- me encaramé en el Negrito, con la ayuda de Julio, mi guía y cogimos camino.  Mi cuate Paul dice que hice trampa porque fui a caballo, pero quien me haya visto montar…y quien me viera montar en aquellos caminos lodosos y muuuuuy empinados intuirá que si bien es cierto que cabalgar es mejor que caminar, todo aquello no es miel sobre hojuelas.

Ya te imaginas, yo sentía que me caía en las cuestas de bajada y que me caía en las cuestas de subida.  El Negrito agarraba velocidad y Julio tenía que frenarlo; y a veces tenía que animarlo al grito de ¡Vamos Negrito!, ¡Arre Chulo! A ratos el Negrito de desesperaba y relinchaba en protesta.

En algún punto del camino encontramos a una familia que volvía de las cascadas.  Al verme a caballo, uno de los niños dijo: ¡Así quien no! Y la abuela…la abuela…dijo: Ni yo, que padezco de mis rodillas. En medio de las risas, pensé para mis adentros: Si la envidia fuera tiña; y quise decir, como Cuauhtemoc*: ¿Estoy yo, acaso, en un lecho de rosas?

Sobre este caballo iba yo, nota el lodo del camino.

Anyway,  el Negrito y la Preciosa nos llevaron hasta el punto en el que ya no era posible seguir, sino a pie. Y ahi tuve que bajarme del Negrito.  Julio me dijo: Agárrese de mis pulmones; y Erick tuvo que bajar mi pierna derecha que se quedó atorada en la montura.

Y a partir de ahí empezamos a descender.  A atravesar el bosque y a disfrutar de los aromas, los sonidos y los colores propios de aquellos senderos húmedos y algo oscuros. Entre árboles variados.  Y fuimos bajando y bajando hasta llegar al mirador desde donde vimos el imponente Salto de Chilascó por primera vez.  Las fotos no le hacen justicia porque no se terminan de entender las proporciones y no se escuchan los truenos del agua.  Luego bajamos al segundo mirador y de ahí al Saltito.

Para que tengas una idea del camino haz clic en la foto y mira el vídeo. Ahí va Raúl con la Preciosa, Erick y el Bronco.

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El Saltito es una catarata hermosa, rocosa y de aguas abundantes y frías.  Y ahí hice un oso.  Había un grupo de seis jóvenes; unos en el agua y otros comiendo y dispuse tomarme una foto en una de las grandes rocas a la orilla de la catarata.  Puse un pie y pegué un pequeño brinco sólo para resbalarme y para que mi pierna derecha cayera en el agua.  Raúl dio un paso para evitar que yo siguiera resbalándome y tres de los chicos que estaban en la orilla saltaron para ayudar a evitar mi deslizamiento.  La cosa no pasó a más que el momento ridículo; pero pudo haber pasado. Uno de los patojos que estaba en el Saltito llevaba un chichón en la frente porque se había caído en la catarata grande, y luego Julio y Erick nos contaron que en una ocasión tuvieron que sacar cargado a un excursionista que se había roto una pierna.

Pequeña catarata en el camino a Chilascó., aquí fue donde me caí.

En fin…listos para llegar a la gran catarata; o casi listos.  Yo dispuse, con mucha prudencia, que no me convenía bajar, así que convencí a Raúl de que me dejara en el mirador y bajara el solo.  Fue buena idea porque a él le tomó casi una hora bajar y volver a subir.  Es cierto que me perdí de la espectacularidad del fondo de la catarata, pero pasé un buen rato observándola a lo lejos, pensando en cosas en las que tenía que pensar y admirando la gran caída de agua y su contexto.  El vídeo de abajo lo tomó Raúl al fondo del Salto de Chilascó.  Haz clic en la foto para ver el vídeo.

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Ahora había que regresar y el regreso es para arriba; así que ¡Arre Luis!, ¡Vamos chulo! Lo cierto es que la cuesta se me hacía difícil a ratos; pero pensaba en que si la viejita del padecimiento de rodillas pudo, yo también, y ¿vas a creer?, se confirma eso de que el retorno siempre se hace más breve que la ida.

Para hacer la historia corta llegué hasta donde estaban las cabalgaduras y los guías.  Con la ayuda de estos me encaramé en el Negrito y agarramos camino de vuelta.  Otra vez las cuestas y las bajadas, otra vez el lodo, otra vez el alambre espigado y otra vez la agitación del camino.  Regresamos por tramos de bosque, por siembras de broccoli y de papas.  Regresamos a donde estaban Elmer y Alex.

Nos alcanzó don Carlos, el papá de Erick, montado en la Chula y ahí estaba el potrillo de la Chula esperándola con hambre. Haz clic en la foto para ver el vídeo.

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Luego de cargar baterías con agua fresca y galletas de miel y jengibre, nos despedimos de los guías, los cuidacarros, los caballos y los perros (el Bronco, la Tomasa y sus amigos) y cogimos camino de vuelta a la Posada de la montaña….y por supuesto que yo ya no tenía energías para ir a las cataratas a las que íbamos a ir temprano.

Esa noche: Kak-ik, media botella de vino y a ensayar la muerte. Dormí como un tierno.

Primera etapa: La posada de la montaña del quetzal, Biotopo del quetzal y Purulha.

Tercera etapa: Chicoy, el pozo vivo, Chixoy y Cobán.

Cuarta etapa: Las conchas y Chahal.

Quinta etapa: Cobán y Año nuevo.

*En realidad no lo dijo.


03
Ene 19

Las verapaces 2018, primera etapa

Nuestro viaje de fin de año, en 2018 fue por las verapaces.  Los dos objetivos principales fueron: El salto de Chilascó, que es la catarata más alta de Centroamérica; y las cataratas de Las Conchas.  Así que  agarramos camino el jueves 27 de diciembre de 2018 con el propósito de volver el martes 1 de enero de 2019. Haz clic en las fotos para ver más fotos.

Lycaste virginalis

El paseo nos llevó por la cueva de Chicoy, uno de los pozos vivos que hay en Alta Verapaz, el mercado de Purulha, el Saltito, el camino a Chixoy y por un recorrido gastronómico que seguramente nunca voy a olvidar.  Recibimos el año nuevo en el Jupiter II, que es el apodo que le tengo al kiosko del parque central de Cobán en un ambiente encantador.

Fue un paseo enriquecido no sólo por los lugares que conocimos, sino por la gente alegre y generosa que nos atendió y con la que compartimos.

La ruta de este viaje la puedes ver en negro, el mapa es de Prensa Libre.

En la primera etapa Raúl y yo llegamos al hotel Posada de la montaña del quetzal, con el propósito de usarlo de base para visitar el área.  Llegamos directamente a almorzar y atendidos por Nohemí probamos su delicioso kak-ik, que es un caldo de chunto característico de la región.  El caldo llenó nuestras expectativas. Chunto es el nombre que se le da al chompipe en las verapaces.

A finales de los años 70 visité la Posada de la montaña del quetzal cuando, en compañía de la familia Lizama y de miembros de la Asociación Guatemalteca de Orquideología, viajábamos al interior del país a rescatar y a identificar orquídeas.  Esa fue una de las épocas más felices de mi vida, y me alegró mucho volver a la Posada cuya arquitectura, y sus cabañas con chimenea son dignas de su kak-ik y de la atención de su personal.

El jueves 27, luego de almorzar y de una siesta simbólica agarramos rumbo al biotopo del quetzal Mario Dary Rivera, que yo ya había visitado dos veces; una con los orquideólogos y otra con un grupo de amigos a principios de los años 80.  El lugar es estupendo, no subimos a los senderos, por la hora; pero disfrutamos mucho de la hospitalidad y de las atracciones en el centro de visitantes.  ¡Por supuesto que -igual que en las ocasiones anteriores- no vi quetzal alguno!, como no fuera uno disecado; pero me encantó la visita.  Ese ambiente. Las texturas, los aromas, los colores y los sonidos del lugar.  En verdad que es muy recomendable.

Al salir del biotopo decidimos conocer Purulha.  Llegamos a su plaza y estacionamos para luego caminar al mercado que es pequeño, pero encantador.  Ahí vi, por primera vez en mi vida, lo que llamo el tamal kit, que es una selección preparada con semillas, chiles y especias necesarias para preparar tamales, todo ello en bolsitas y en proporciones tipo tamales for dummies. Bueno…en realidad no hay tal cosa, ni puede haber tal cosa como tamales for dummies.  También llamaron mi atención los paquetitos de achiote, primorosamente envueltos en hojas de tusa. Y la tarde la terminó un lustrador llamado Alex que no se como me convenció de lustrar mis botas y nos entretuvo con dos que tres anécdotas del lugar.

Kit para hacer tamales

Tenemos la regla de no andar en la carretera por la noche así que volvimos a la Posada de la montaña del quetzal; no sin antes pasar por un hotel bonito que ofrecía paseos a caballo hacia otras cataratas de las que no había oído antes y allí acaricié la idea de visitarlas antes de ir a Chilascó; y luego te cuento que ocurrió con ese proyecto.

Volvimos a nuestro hospedaje sólo para cenar temprano, disfrutar un momento de la chimenea que encendió don Bernabé y ensayar la muerte.  Creo que me dormí a las 8:00 p.m. muy emocionado por lo que vendría al día siguiente, y alegre por lo que había visto y vivido ese día.

Segunda etapa: El salto de Chilascó.

Tercera etapa: Chicoy, el pozo vivo, Chixoy y Cobán.

Cuarta etapa: Las conchas y Chahal.

Quinta etapa: Cobán y Año nuevo.


05
Jul 18

El turismo, un largo amanecer que no amanece

La industria del turismo, en Guatemala, es un largo amanecer que no termina de despuntar.  Colapsó en los años 40, colapsó en los 80 y la está dejando el tren en el siglo XXI.

Esto a pesar de que en un territorio pequeño cuenta con los más variados paisajes, climas y variedades de fauna y flora; a pesar de que está en el corazón del mundo maya; a pesar de que el país es riquísimo en experiencias culturales de los más variados tipos; a pesar de su historia compleja y fascinante; a pesar de que los chapines somos querendones.

Pero eso sí…la inseguridad asusta a muchos, y con razón; aquí no hay carreteras confiables porque muchas son casi inexistentes y en otras, cualquier grupo de presión te deja parado horas y horas; el aeropuerto es casi un chchitril y ¡Que, si eres turista, no te vaya a tocar enfrentarte a burócratas y sus trámites, como las largas colas que se hacen para entrar a Semuc Champey. Si los turistas vienen porque vieron fotos de Tikal, de La Antigua, o de Atitlán, cuando a su regreso a sus hogares llevan fotos del fastidio en los caminos, o de una mala experiencia en seguridad, o con la burocracia, ¿qué efectos tiene eso?

Mucho se habla de campañas para atraer al turismo y de nuevas tendencias de viajeros; pero si no se resuelve lo básico, todo aquello son papas y pan pintados. Y nos quedamos como papos, esperando que amanezca…y no amanece.  Es muy arriesgada la inversión en turismo y no crecen las oportunidades de trabajo en ese sector.


07
Ene 18

Fin de año en Monterrico

Siempre me agrada volver a Monterrico con cinco propósitos: que me revuelque el mar, participar en la liberación de tortugas, visitar el tortugario, relajarme en El pez de oro y disfrutar de su flan delicioso y cenar en el Divino Maestro, un magnífico pez sierra fresco.

Haz clic en la foto para ver más fotos.

Aunque Monterrico se ha poblado mucho y ya no es la playa remota y encantadora que era en los 90; sigue teniendo carácter y me gusta volver ahi de cuando en cuando.  En realidad es mi playa chapina favorita en el Pacífico.

Como desde niño me ha fascinado el mar, aunque me fastidie el calor de la playa, una buena revolcada en las olas, o varias revolcadas siempre me divierten mucho.  Le tengo respeto a los peligros del mar; pero no me puedo resistir a el agua, la sal, la espuma y las olas.

En Monterrico hay un tortugario en el que se cuidan y ¿empollan? huevos de tortugas; también se cuidan y conservan variedades de quelonios, caimanes, iguanas y machorras.  También hay variedad de flora y árboles, incluida una Ceiba pentandra con sus espinas características que, incluso, inspiran cierta alfarería maya. Es un lugar particularmente divertido si viajas con niños.  En temporada de tortugas es costumbre liberar tortugas recién nacidas a las 5 de la tarde, en la playa frente al tortugario. Por Q10 te dan tu tortuga y tienes el gusto de ponerla en la arena para que inicie su peligroso viaje en el océano.

A mí me gusta hospedarme en El pez de oro, un hotel agradable, sin pretenciones, donde se come bien y la gente que atiende es divertida y agradable.  Tienen, además, un flan delicioso cuya calidad se ha manetenido por años. Es tradición, también, hacer por lo menos una cena en El divino maestro, uno de los comedores que está en la calle principal del pueblo; a mano izquierda si vas en camino a la playa.  El lugar es pequeño y sencillo; pero no te engañes, tienen el mejor pescado frito de este lado de la Vía Láctea, que acompañan con arroz bien hecho (como pocos), papas fritas y ensalada de pepinos.  Ese plato, con una, o dos chelas es una experiencia playera que valoro mucho.  También es un lugar que ha mantenido su carácter y su calidad a través de los años.

No pasamos la fiesta del fin de año en Monterrico, pero fue un par de días que disfruté mucho.


09
Ene 17

Grutas de Lanquín y “tubbing”, cuarta etapa del viaje de fin de año

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Los murciélagos salen con el ocaso

Para los mayas las cuevas son entradas a Xibalbá o el Inframundo; para mi son maravillas geológicas…o las casas de Batman.  El caso es que tenía mucha ilusión de ir a las grutas de Lanquín, unas de las más grandes y fascinantes cuevas calizas llenas de estalactitas y estalagmitas, así como de formas fantásticas.  Para más gozo de los visitantes, junto a su entrada nace el río Lanquín.

Haz clic aquí para ver las fotos.

Yo tenía ilusión, también, de ver la salida de los murciélagos con el ocaso, cuando aquellos animalitos salen en busca de insectos y de frutas.

Los caminamientos y la iluminación en Lanquín le permiten al visitante disfrutar con seguridad los encantos de la espeleología.  La entrada a las grutas y el nacimiento del río dan la bienvenida con una vista espectacular y los rugidos del agua que sale -poderosa- de las piedras.  La vista de la salida de la cueva, desde adentro hacia la selva y el río es sobrecogedora.  ¡No digamos la salida de los murciélagos!  Los quirópteros salen por miles de entre las piedras y pasan sobre tu cabeza, a veces tienes la suerte de que algunos pasen a tu lado.

Vimos muchas formaciones rocosas encantadoras; pero mi favorita fue el escalofriante altar de sacrificios, donde uno puede imaginar cosas horribles ocurriendo, así como la imágen del tigre y de la cobra.

Cuando vayas lleva linterna y zapatos seguros y lo más antideslizantes posible.  Yo no pude internarme más allá de la tercera sala (hay cinco) porque, como uso anteojos, estos se empañaban constantemente lo que me impedía disfrutar plenamente de la experiencia. Si voy otra vez, usaré los lentes de contacto (que suelo usar sólo cuando me meto al mar).

Como siempre, si no tienes un todoterreno, los pick-ups que transportan visitantes son la mejor opción…con un caveat: la experiencia es mucho mejor si vas en la cabina.

A diferencia de lo que ocurrió en Semuc Champey, en Lanquín no hay colas para entrar porque los boletos de cobro son prácticos, y no burocráticos.

En la mañana del 29, antes de ir a Lanquín hicimos tubbing en el poderoso río Cahabón. El equipo de Utopía nos llevó al puente amarillo de Semuc Champey y ahí nos montamos en los tubos con el guía, los tres en fila, y yo de primero.  El agua es fría y ya te imaginas cómo me fue con eso.

Al principio el rio nos condujo gentilmente; hasta que escuchamos el rugir de las aguas al aproximarse a los primeros rápidos (que en realidad son rapiditos).  Es emocionante cuando los tubos…y uno que va en ellos saltan entre las aguas agitadas y veloces.   Me divertí como mico a lo largo del recorrido de poco más de 30 minutos y al atravesar los 5 rápidos que hay en el área.  Mi momento más extático fue cuando atravesamos un área de la jungla en la que había copal.  Imaginate: flotando garbosa y delicadamente en el río Cahabón, entre la selva, y…de repente…sentir el aroma del copal.

Tanto el paseo por el río, como le de las cuevas fueron memorables y muy divertidos.


05
Ene 17

Semuc Champey y el Sumidero, tercera etapa del viaje de fin de año

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El Sumidero del río Cahabón

No importa cuántas fotos de Semuc Champey hayas visto, ¡nada le hace justicia a ese portento de la naturaleza!; y yo quedé pasmado cuando llegué al Sumidero y vi cómo el poderoso río Cahabón bajaba entre la selva y las piedras para esconderse bajo la tierra.

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Agarramos camino para Semuc Champey el 28 desde Utopía.  Ya sabes…esos caminos lodosos que a veces parecen hechos para cabras; pero toda la agitación vale la pena.  El paso por los valles verdes y profundos salpicados de ermitas, y las hermosas plantaciones de cardamomo y de cacao principalmente.

Yo digo que uno nunca está preparado para el primer encuentro con las docenas de riachuelos, las pozas, la selva y las alucinantes tonalidades del color yax que exhibe Semuc Champey. Yax es el nombre maya para el azul verdoso, y el verde azulado de la jungla, los ríos, los cenotes y los lagos. Meter los pies en las pozas y sentir las caricias del agua es una experiencia encantadora.  Y como el ojo no se harta, supongo que no hay tiempo suficiente para apreciar e integrar los miles y miles de detalles en ese lugar cautivador.

Pero si las pozas de dejan papo, río arriba -a pocos metros- está el Sumidero.  Este es un fenómeno geológico magnífico que ocurre cuando el río Cahabón sale de la selva, se mete bravo entre las piedras para luego esconderse o sumirse bajo la tierra y desaparecer sobre las pozas, para volver a salir más adelante.  Yo creía que las pozas eran formadas por el Cahabón que perdía velocidad; pero en realidad son alimentadas por docenas de riachuelos.  El Sumidero impresiona mucho por su naturaleza, su fuerza, su estruendo y todo.  Por todo.

Al mirador de Semuc Champey no subimos porque es muy empinado y las piedras estaban muy resbalosas. Fue una buena decisión porque nos permitió relajarnos en las pozas y disfrutar serenamente de la belleza que nos envolvía.

En el sitio me llamó la atención que los caminamientos están en relativamente buen estado.  Cuando vayas lleva traje de baño y unos buenos tenis para mojar (no water shoes).  Hay lockers; pero debes llevar tu propio candado.  Lleva algo para comer y bastante agua.  Hay bastante seguridad y casi, casi no encontramos basura.  La que había es porque nunca falta la gente sucia y descuidada.

A inmediaciones del puente amarillo, justo antes de entrar a Semuc Champey, los niños del área venden chocolate artesanal que es muy sabroso.  Uno está en la tierra del cacao y hay que deleitarse con el sabor de ese alimento sagrado de los mayas.  Compra de niños distintos porque no todos los chocolates son iguales.

¿Qué hay que mejorar? El ingreso.  Algún burócrata aplastado en un escritorio en la capital dispuso que, cuando pagan, a los vistantes hay que darles un recibo con nombre, dirección, preferencias en Netflix y uno, o dos datos más.  ¡Y por lo tanto hay cola para entrar!  No es culpa de la chica que atiende, que por cierto es muy amable y diligente. Cuando le dije que no me diera recibo…para ver qué pasaba, me contestó que tenía que darlo porque era dinero el que estaba recibiendo ella.  Así que llenó mi recibo, con primor, mientras crecía la cola.

De verdad este es un lugar espectacular.


02
Ene 17

Cobán, la primera etapa del viaje de fin de año

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Rumbo a las pozas de Semuc Champey y las cuevas de Lanquín, lo sensato es detenerse an Cobán para pasar la noche.  Eso hicimos el 26 de diciembre.

Cuando yo era orquideólogo (una época que recuerdo con mucho cariño), tres veces fuimos en grupo a la exhibición de orquiídeas de allá con los cuates de la Asociación Guatemalteca de Orquideología.  Pasábamos unos días en Cobán, los cuales aprovechábamos para enmontarnos y pasear por los bosques en busca de especímenes raros.  Nos alojábamos en La posada y nos divertíamos como micos.

Yo tenía muy buenos recuerdos de la Ciudad imperial  de Carlos V y de La posada, y no fueron defraudados. La posada está en proceso de renovación; y sus propietarios conservaron el carácter propio de ese lugar encantador.  La arquitectura, el jardín, los muebles y la cordialidad de las personas que trabajan en ese lugar casi, casi te hacen viajar en el tiempo. Los desayunos siguen siendo muy sabrosos; y el café es digno de la región.

Para almorzar, de ida hacia Semuc Champey, en Cobán, elegimos Casa D´Acuña por recomendación del cuate Edgar.  ¡Que buena recomendación!  Yo diría que comí la mejor pizza Margarita que he probado y también unos deliciosos camarones asados en salsa de chile de Cobán.  El lugar, además, tiene una exhibición permanente de orquídeas nacionales y extranjeras.  La atención es muy buena.  El café está a  la altura.

Esa noche no salimos a cenar porque llevábamos los tradicionales sandwichs caseros con ensalada del pavo de la Nochebuena.

¿Sabes qué otra cosa me impresionó? Cobán es una ciudad muy limpia, lo que no es el caso de otras poblaciones en Guatemala.  Es una ciudad vibrante, con arquitectura propia y elegante…con excepción del Júpiter 2 en el Parque Central.  Llamo así al quiosco (seguramente setentero) que es tan feo que tiene gracia.   En fin, si hay basura en las calles es porque la gente es sucia y descuidada; pero es evidente que hay un esfuerzo deliberado de las autoridades por mantener limpia la población.

Al día siguiente agarramos camino para Lanquín donde nos esperaría el transporte hacia la jungla y hacia nuestro destino: Utopía Eco-Hotel.  El camino es embellecido por montones de Epidendrum ciliare, unas orquídeas rojas muy chulas; y lo malo es que una vez entramos a la parte de terracería nos encontramos con dos parejas  de esos extorsionistas que dicen estar reparando el camino y te cruzan un lazo para que no pases.

A Cobán volvimos el 30 cuando retornábamos a Guatemala.  ¡Por supuesto que nos volvimos a quedar en La posada! y regresamos a cenar a D´Acuña.  PIzza y lomito asado fue la elección de esa noche  (la parrilla de D´Acuña tiene buena reputación y bien merecida).  La joya culinaria de ese día, sin embargo la descubrimos en el almuerzo en XKape Kob´an.  Allí compramos el copal mágico que yo tenía mucha ilusión de traer y vimos que estaban preparando caldo de gallina.  Decidimos a comer allí y fue una decisión estupenda.  El caldo estaba delicioso y nos fue servido con arroz y un guiso regional llamado Tiú; que me dejó encantado.  Ya en confianza comimos tamalitos lanquineros de orejas de marrano que estaban de chuparse los dedos.  Todo acompañado por horchata caliente de amaranto, muy reconfortante, y un refresco riquísimo de naranjillas, frutas que yo no conocía.

De regreso también pasamos por el mercado de Tactic, un pequeño paseo muy agradable.

Me traje recuerdos gratísimos de Cobán.