08
Feb 12

Los gobiernos, ¿deberían poder forzar evacuaciones?

La tragedia en Mixco, donde centenares de personas podrían perder sus propiedades debido a que se está agrietando el terreno, da qué pensar: Los gobiernos, ¿deberían tener la facultad de forzar evacuaciones?

Mi primera idea es que no. Las evacuaciones forzadas son actos de paternalismo y de estatismo que violan la libertad de las personas y anulan su responsabilidad individual. No hay duda de que los gobiernos tienen las facultades legales para imponer sus criterios por la fuerza; empero, esta discusión no es acerca de si pueden hacerlo legalmente, o no. La discusión es sobre si deberían hacerlo, desde los puntos de vista legítimos, y morales. Los gobiernos no deberían tener la facultad de obligar a las personas a salir de sus casas y a abandonar sus propiedades…ni siquiera en casos de peligros como erupciones de volcanes, inundaciones, derrumbes, terremotos, agrietamientos u otros fenómenos.

Empero, como el ejercicio de la libertad implica -necesariamente- el de la responsabilidad; quien se queda en su casa y en su propiedad durante un fenómeno de aquellos, debe enfrentar las consecuencias de su decisión y no esperar servicios; y mucho menos que otras personas se arriesguen por ellos si las cosas se llegaran a poner verdaderamente feas. Las personas que deciden quedarse están moralmente obligadas a prepararse para lo peor, y para ser autosuficientes.

Por otro lado, si los políticos y funcionarios deciden obligar a la gente a abandonar sus casas y sus propiedades, también deben obligarse a proveerlas con todos los servicios necesarios para que la evacuación y su reubicación sean lo menos traumáticas posibles. Lamentablemente esto es a costa de los tributarios; pero una cosa debería ser consecuencia de la otra mientras se considere que las evacuaciones si pueden ser forzadas.

Al final de cuentas, sin embargo, ningún gobierno debería tener la facultad de decidir por las personas individuales; y creo que a este asunto -el de las evacuaciones obligatorias- no se le ha puesto suficiente atención.

Actualizaciones gracias a observaciones de Pepe y Romilio: Es cierto que la Constitución obliga a proteger la vida y garantizarla, y por eso No hay duda de que los gobiernos tienen las facultades legales para imponer sus criterios por la fuerza.  La duda, sin embargo va dirigida a sí debería tener la facultad de “proteger” por la fuerza a la gente. No dudo que el gobierno deba tener la facultad de protegernos CONTRA el uso de la fuerza; pero lo otro es distinto.

Es cierto que la Constitución obliga a garantizar la vida; pero, garantizar la vida no quiere decir evitar que nos muramos? ¿O sí? Digo, porque si así fuera…¿dónde me inscribo?

Definitivamente no se trata de sálvese quien pueda; pero tampoco debe tratarse de salvar a la gente de sí misma.


17
May 11

Luisfi colgado y un encuentro con Hayek

Hoy empecé la mañana colgado.   Como parte de las discusiones alrededor del capítulo VIII de Los fundamentos de la libertad, por Friedrich A. Hayek, participé con mis estudiantes en un taller de cuerdas acerca de la responsabilidad, del riesgo y del riesgo calculado.

Básicamente el asunto es explorar uno su zona de comfort, y lanzarse responsablemente al riesgo calculado desde una altura considerable, y tocar una campana.

En el capítulo citado, Hayek explora los efectos que tiene, en una república y en la legislación, por medio de los procedimientos democráticos, las mentalidad propia del asalariado, para quien numerosas libertades carecen de interés siendo que le es difícil comprender que el mantenimiento de su nivel de vida depende de que otros puedan adoptar decisiones libremente.

Es inevitable, dice Hayek, que los intereses y valores de quienes trabajan por cuenta ajena sean algo distinto de los intereses y valores del que acepta el riesgo y la responsabilidad de organizar la utilización de los recursos.

La verdad es que pasamos momentos muy divertidos y emocionantes enfrentando el reto de tocar la campana y pensando acerca de lo que nos enseña Hayek acerca de este tema.  Asunto de importancia en temporada electoral y en todo momento en el que a uno le inquiete la dirección que toma el manejo de la cosa pública.

¿Mi consejo para los estudiantes? Lean detenidamente a Hayek, que es genial; y coman sano y hagan ejercicio.  Más que tomar la decisión de tirarme y tocar la campana, lo que me costó fue el ascenso.  Todos pasamos un buen rato gracias al Centro de Excelencia de la Universidad Francisco Marroquín.


08
Dic 10

La guerra contra Occidente y los WikiLeaks

A estas alturas del partido, es evidente que lo que dijo lord Acton, en el sentido de que el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente es cierto por donde quiera que se lo vea.  De ahí que debería ser impensable entregarles el poder absoluto a los administradores del estado; y debería ser inadmisible que ellos consideren moralmente aceptable mantener sus acciones fuera del dominio público.  Hay ahí afuera tantos políticos ávidos de poder que debería pararnos los pelos a todos.  Y si los hay en países con largas tradiciones constitucionales, sistemas republicanos  y estados de derecho bastante enraizados, ¿cómo será en sociedades donde hay poco, o nada de aquello?

El individualista y antiestatista que hay en mí, no puede sino reaccionar con repugnancia ante la idea de que los políticos pueden tener secretos y no rendirles cuentas a los electores y a los tributarios; pero…¿y qué tal si la exposición de aquellos secretos beneficia directamente a los enemigos de valores como el estado de derecho, el sistema republicano, la tecnología, la razón, y otros afines?

Therere is a bigger picture que no terminé de ver hasta hoy en la tarde.   Las filtraciones que originan estas meditaciones ocurren en medio de una guerra que rebasa a las administraciones de Barack Obama y de George W. Bush y a sus miserias; y que rebasa a los mismísimos Estados Unidos de América.  Ocurre en medio de una guerra declarada del Islam contra Occidente.  Es decir, una de el misticismo y el colectivismo, contra la razón y el individualismo.  No nos engañemos, el ataque del 11 de septiembre de 2001, contra las Torres Gemelas, no fue uno contra la administración Bush, ni contra los EUA; fue uno contra la civilización.  Esta es una guerra contra el individualismo, la razón, la libertad, el capitalismo, las ciencias,  la tecnología, el estado de derecho, y otros valores que hacen posible la civilización.

En el contexto de aquella guerra, exponer que a Cristina Kirchner podría faltarle un tornillo es anecdótico y hasta podría parecer divertido; pero descubrir cuáles son los lugares estratégicos y las industrias vitales, no sólo para los EUA, sino para la sobrevivencia de Occidente,…eso es como traición.  Moralmente es como afirmar que lo de las Torres Gemelas fue un acto de libertad de expresión. ¿Recuerda, usted, a Efialtes en la historia de Leónidas y sus 300 espartanos? El tenía sus motivos…;pero cuando les mostró a los Persas una ruta alternativa para el paso de las Termópilas, ¿estaba haciendo uso de su libertad de expresión, o de la libertad de información?

Ah, como quisiera yo que este asunto fuera sólo cuestión de desenmascarar a José Luis Rodríguez Zapatero, a Daniel Ortega y a Hugo Chávez, entre otros; pero con todo y el daño que el gobierno de los Estados Unidos de América les hace con su guerra perdida contra las drogas, a los pueblos que podrían ser sus amigos, al final de cuentas hay hechos que no deben ser ignorados para entender la big picture.

1. El misticismo y el colectivismo le tienen declarada una guerra a Occidente, a la razón y al individualismo.

2. Sería bueno que el pueblo de los EUA reconocieran que la guerra perdida, de sus gobiernos, contra las drogas, mina las relaciones con los que deberían ser sus amigos naturales y lo hace vulnerable frente a sus verdaderos enemigos.

3. Esto es importante porque en la guerra que el Islam le declaró a Occidente, se juegan el futuro de la vida civilizada en todo el Globo.

4.  En esta guerra, si ha de ser ganada por Occidente, hay que tomar en cuenta lo que Ayn Rand escribió en Capitalism: the unknown ideal (Capitalismo: el ideal desconocido).  En el capítulo denominado La Anatomía del Compromiso, Rand describe algunas reglas acerca de trabajar con principios en la práctica y acerca de la relación de aquellos con objetivos concretos. a. En todo conflicto entre dos hombres (o dos grupos) que comparten los mismos principios básicos, gana el más consistente. b. En toda colaboración entre dos hombres (o grupos) que se apoyan en diferentes principios básicos, es el más maligno, o irracional, es el que gana. c. Cuando los principios básicos opuestos están abierta y claramente definidos, eso obra en ventaja del lado racional; y cuando no están claramente definidos, sino que están ocultos o difusos, eso obra en ventaja del lado irracional.

Por esto es que, consciente de la guerra que enfrenta la civilización, al final de cuentas no puedo sentirme cómodo cuando los enemigos de Occidente se regodean porque han sido expuestos los lugares y las industrias estratégicas de los EUA.   No puedo sentirme cómodo cuando los principios no están claramente definidos, sino que están ocultos o difusos.

Pero, ¿cuáles son los principios atingentes?  El primero es reconocer que sí hay una guerra y que en esa guerra hay amigos y enemigos.  El segundo es que no es racional pensar que aquello que beneficia a  los enemigos y a los aliados de los enemigos de Occidente, en esta guerra, va a ser bueno  para Occidente; ni siquiera si aquellos enemigos y sus aliados no siempre salen bien parados.  El tercero es que no es racional pensar que aquello que perjudica a Occidente va a ser bueno para Occidente; ni siquiera aquello que, de paso, perjudica a los enemigos de la civilización.

Cabe la posibilidad de que el futuro de Occidente no dependa de la sobrevivencia de los estados-nación y de que las filtraciones terminen de acabar con los estados-naciones.  Entonces, el mundo que conocemos tomará giros que cambiarán nuestros paradigmas.  Y seguramente deberíamos prepararnos para esa eventualidad.  Sin embargo, si han de ocurrir los cambios en esa dirección, el éxito sólo podrá fundamentarse en la razón y en el individualismo; y no en el misticismo y en el colectivismo.  Por ese motivo es que, aún en medio de la guerra, Occidente en general, y los Estados Unidos de América en particular, deben abrazar a los valores que le son propios y ser fiel a las ideas que hicieron posible esta gran civilización.

Dicho lo anterior, ¿qué pasa con la libertad de expresión?  Pues esta es la facultad de expresar, compartir y publicar los pensamientos, ideas, obras y acciones propias; no las de otros.  ¿Cabe hablar de libertad de prensa? Sí; pero distinguiendo lo que es de interés público, de lo que es de interés del público; y recordando siempre que, como nos dejó dicho Viktor Frankl, la libertad y la responsabilidad son inseparables.  Puede que conocer la lista de lugares estratégicos y la de industrias vitales sea de interés del público; pero la conservación de Occidente es de interés público.  Al menos en las sociedades que gozan de sistemas republicanos, y en las que se vive por derecho, y no por permiso.

Esto de los WikiLeaks rebasa a las administraciones de Obama y de Bush, y rebasa a los Estados Unidos de América como estado-nación.  Esto de los WikiLeaks tiene que ver con el futuro de la civilización.

Y, por cierto, si quiere leer algo sobre Occidente, le recomiendo El genio de Occidente, por Louis Rougier; un libro pequeño y estupendo para leer cuanto antes.  En tanto que, para una perspectiva útil sobre esta guerra, le recomiendo Winning the Unwinable War, por Elan Journo.


22
Oct 10

No hay tal cosa como una factura petrolera del país

Supuestamente, la factura petrolera del país se incrementó un 23.9 por ciento; pero eso no es cierto.  Esa colectivización del consumo de combustibles fósiles es perversa y ahora le cuento por qué.  Usted paga un factura petrolera y yo pago una factura petrolera. El gobierno y todos los que consumimos productos del petróleo pagamos facturas petroleras.  Puede haber una sumatoria del monto de todas las facturas petroleras individuales; pero esa sumatoria no es del país.  Es suya, es mía y es del gobierno, pero no del país.

La colectivización es perversa porque siento que su factura es suya, y mi factura es mía, tanto usted como yo somos responsables de ella.  Y la administramos de acuerdo con nuestras necesidades y posibilidades.  Empero, si la factura fuera del país, los que dicen representar al país se sentirían con alguna autoridad política para modificar e influir en la forma en que usted y yo administramos nuestras facturas petroleras que pagamos usted y yo de acuerdo con nuestras necesidades y posibilidades.  Los que dicen representar al país se sentirían con la autoridad política para quitarnos a usted y a mí la responsabilidad del manejo de nuestras facturas petroleras y diluirían esa responsabilidad individual -suya y mía- en la colectividad política e irresponsable que ellos dirigen.
Si la responsabilidad fuera colectiva o de todos, pararía siendo de nadie.  Y si fuera colectiva o de todos, todos, menos usted y yo tendríamos la última palabra en cuanto a nuestro consumo individual de combustible.  Y no importaría si lo podemos pagar, porque es nuestra factura, los que dicen representar a todos podrían querer decidir por nosotros y someternos a su voluntad en cuanto a nuestro particular consumo de combustibles.

Lo mismo ocurre con la energía eléctrica -y la foto lo ilustra muy bien-.  No hay tal cosa como un consumo de energía eléctrica del país.  Somos usted y yo quienes consumimos energía eléctrica, y usted y yo pagamos nuestras facturas y somos responsables de ellas.  Si apagamos un foco, ahorramos un poco…pero usted y yo, no la colectividad porque la colectividad no es la que paga su factura, ni mi factura.

Hay que tener cuidado con la perversa idea del consumo colectivizado.  La responsabilidad y la libertad son cuestiones individuales.  No de la colectividad.

07
Sep 10

¿A quién se le reclaman los muertos?

Los chapines, a duras penas nos estábamos sobreponiendo a la lluvia de arena que nos ofreció el Volcán de Pacaya y al agua y lodo que nos ofreció la tormenta Agatha; cuando se dejó venir una temporada lluviosa de dimensiones bíblicas. Y con ella, se vino la destrucción de la precaria infraestructura de puentes y carreteras que, en muchos casos era de utilería. Pero peor aún, los muertos por deslaves se cuentan por docenas.

¿A quién se le reclaman los muertos?

Todas las carreteras destruidas tienen algo en común: fueron construidas por el estado; y voy a atreverme a decir que, generalmente, con más criterios políticos que económicos. Es sabido, también, que generalmente la construcción de carreteras se asigna entre socios, amigos y parientes de los funcionarios que tienen la capacidad de asignarlas. No es extraño, tampoco, que los trazos de las carreteras, el corte de los taludes, la calidad del asfalto, y otros detalles técnicos no sean la primera prioridad de los constructores, ni de quienes asignan la construcción.

Luego, como ocurre cuando algo es de todos (y entonces no es de nadie), como con los bienes llamados públicos, la responsabilidad también es de nadie. En ausencia de consecuencias para los encargados del mantenimiento de los bienes públicos, estos no tienen incentivos para actuar responsablemente. Por eso es que cuando llueve, llueve y llueve, a pesar de que se sabe que en ciertas carreteras el riesgo de deslaves es grande, nadie toma la decisión de cerrarlas. Total, dirán los encargados, si se mueren 22, ó 40 habitantes de Nahualá, o de Santa Catarina Ixtahuacán, ¿qué es lo peor que puede pasar? ¿Qué responsabilidad enfrentan el director general, o el ministro del ramo? Ninguna. ¿Quién se atreverá a demandar a los responsables de dejar abierto el paso en carreteras peligrosas, o a los responsables de trazos y taludes mal calculados? ¿Nadie?

En cambio, si las carreteras fueran construidas y administradas por el sector privado, y las empresas administradoras fueran responsables civil y penalmente por obras mal hechas en las que murieran, o resultaran dañadas vidas humanas, o las propiedades ajenas, los administradores tendrían incentivos para:

1. No construir, ni administrar carreteras que pudieran generarles demandas y querellas.
2. En caso de desastres naturales, cerrar el uso de las carreteras que pudieran generarles demandas y querellas, y asumir el costo del cierre.

3. Seguramente pagaría un seguro tanto para la obra, como para los usuarios.

¿Y la gente? La gente podría demandar y querellarse en caso de irresponsabilidad en la construcción y en la administración de las carreteras. Hay más posibilidades de ganarle un juicio a una empresa privada que al estado; pero, peor aún, el estado es inembargable y si se llegara a ganar el caso, las responsabilidades civiles no las pagarían los responsables, sino nos tributarios.

Es cierto que esa cultura no existe entre nosotros y es cierto que podría resultar complicado; pero en todo caso, una familia destruida por un deslave a causa de la irresponsabilidad de constructores y administradores del sector público está total y absolutamente indefensa; en cambio, una destruida por la irresponsabilidad de constructores y administradores del sector privado tendría una oportunidad. La de buscar justicia en los tribunales sin tener que enfrentarse al estado, a sus políticos y a sus funcionarios.

Y aveces no hay que llegar a tanto. Por ejemplo, las empresas privadas que prestan servicios públicos, ¡por mucho!, son más susceptibles a la opinión pública que los monopolios estatales que anteriormente prestaban esos servicios. De hecho, ustedes quizás no recuerden, pero estos monopolios eran totalmente indiferentes frente a las quejas de sus clientes, como ahora lo es el estado frente a las pérdidas –en términos de vidas y bienes– por parte de las víctimas de la irresponsabilidad del estado. Seguramente haya minutos de silencio, y las usuales muestras demagógicas de duelo aparente, ¡pero no habrá consecuencias! Y por eso, hasta que no cambiemos el sistema de incentivos y de responsabilidad, los desastres naturales inevitables, seguirán causando víctimas perfectamente evitables.


He, aquí, un magnífico artículo sobre este tema, en inglés.

17
Ago 10

La libertad y los vínculos matrimoniales

El establishment guatemalteco ha estado reaccionando activamente frente al acuerdo 27-10 del Congreso de la República, que reforma los códigos Civil y Penal y que les reconoce, tanto a la mujer, como al hombre, la libertad de pedir el divorcio sin necesidad de contar con el consentimiento del otro cónyuge.

Quienes se oponen a esta disposición han basado sus argumentos en premisas colectivistas que generalmente suponen que las personas, sus vidas y su felicidad deberían estar al servicio de la sociedad, cuando no del estado; o en premisas místicas que suponen que las personas, sus vidas y su felicidad deberían estar sometidas a los caprichos de su dios, cuando no a los de su iglesia.

Hay otro tipo de argumentos que tienen que ver con las responsabilidades para con los hijos, que no tocará ahora, porque se entiende que no hay libertad sin responsabilidad, y viceversa. Y porque este es un tema de suyo importante que vale la pena tocar aparte. En estas meditaciones exploraré sólo la parte que tiene que ver con los argumentos colectivistas y místicos.

Lo que conocemos como matrimonio es un acuerdo privado entre dos personas que voluntaria y pacíficamente deciden compartir sus vidas –generalmente porque se aman; pero no necesariamente por esa razón– y hacerlo en el marco de cierta formalidad. Dicha formalidad subraya el carácter de compromiso y de permanencia en la unión, y busca el apoyo del prójimo para la pareja contrayente.

En su Compendio de derecho civil, Federico Puig Peña, sin embargo, considera que el abandono del matrimonio como acto privado es una etapa superada, y que tanto la affectio maritalis como el principio consensus facit nuptias, así como la sola voluntad de los contrayentes “sin requisito de forma alguna”, no son suficientes para que el matrimonio quede válidamente constituido.

Válidamente constituido de cara a lo que el Gobierno y la legislación consideran como válido, claro, porque en las condiciones descritas por Puig Peña los políticos disponen regular un asunto que es principalmente contractual e íntimo. Un asunto en el que –en el contexto de una sociedad abierta, o en el de un orden espontáneo, como es la sociedad– el gobierno y el estado deberían estar obligados a respetar la voluntad de los individuos involucrados; y ocuparse sólo de sancionar a la parte, o las partes, que violen las responsabilidades contractuales tales como la provisión de alimentos, el cuidado de los hijos, la repartición de tareas, y otras tanto mientras dura el vínculo, como luego de su disolución.

Debido a que el matrimonio civil es una creación legislativa, el vínculo debería estar sujeto al principio de igualdad de todos ante la ley; y al debido respeto de la voluntad de los contrayentes.

Kosmos y sociedad abierta

En Derecho, legislación y libertad, Friedrich A. Hayek explica que un orden espontáneo o kosmos, a diferencia de un orden creado o taxis, no está limitado por lo que determinada mente humana pueda dominar; su existencia no tiene por qué estar al alcance de nuestros sentidos, por estar basada en relaciones puramente abstractas que sólo mentalmente cabe establecer; y finalmente, por no ser producto de creación intencionada, no se puede legítimamente afirmar que persiga un fin determinado, si bien el hecho de descubrir su existencia puede en gran medida contribuir a que con mayor facilidad consigamos materializar nuestras propias apetencias. Un kosmos sólo puede ser regulado por leyes tipo nomoi; es decir, por normas generales, abstractas, de aplicación para todos por igual y de conducta justa. Precisamente el tipo de leyes que delimitan y protegen las esferas individuales de acción, dentro de las cuales las personas ejercen sus derechos individuales con la única obligación de respetar los derechos de los demás.

Por su parte, en La sociedad abierta y sus enemigos, Karl Popper advierte que esta civilización [la occidental] no se ha recobrado todavía completamente de la conmoción de su nacimiento, de la transición de la sociedad tribal o cerrada, con su sometimiento a las fuerzas mágicas, a la sociedad abierta, que pone en libertad las facultades críticas del hombre. En la tribu –precisamente por su carácter tribal– cabe la intromisión de otros –por la fuerza de la costumbre o de la normativa– en un asunto tan íntimo y privado como el contrato de unión entre dos adultos capaces; pero en una sociedad abierta, donde es inaceptable aquella invasión, esta sólo se explica por la conmoción a la que se refiere Popper.

El gobierno como taxis, orden creado u organización que persigue fines determinados, y el estado, en persecución de los objetivos que le imponen a la sociedad quienes tienen la facultad de legislar, son los que disponen, por la fuerza de la legislación, que en el matrimonio –como institución jurídica– los involucrados deban permanecer unidos, aunque ya no les convenga, en supuesto beneficio de la colectividad. Puig Peña opina que no basta “la unión espiritual de un hombre y una mujer para alcanzar el fin supremo de la procreación de la especie”, un objetivo indiscutiblemente colectivista, sino que hace hincapié en que, para que haya matrimonio, aquella unión debe ser consagrada por la ley.

En algún momento de la historia de la humanidad las religiones dispusieron hacer uso del matrimonio para hacer avanzar sus intereses, e igual cosa hizo el Estado. Pero antes de que ambas organizaciones se inmiscuyeran en aquel acuerdo privado, ya había compromisos voluntarios y pacíficos, de largo plazo, entre personas individuales que decidían unir sus vidas.

Historia y tradición

En su Diccionario enciclopédico de derecho usual, Guillermo Cabanellas lo explica con claridad, al decir que históricamente el matrimonio tiene por origen un contrato: el consentimiento familiar o sensual de la pareja humana, un acuerdo de las voluntades o de los deseos de ambos cónyuges. Y luego añade que “la religión (y la católica con mayor constancia y empeño que ninguna) lo eleva a la jerarquía de sacramento, basado siempre en la libre manifestación del consentimiento de los contrayentes”.

Sabemos que los gentiles se juntaban sin necesidad de contar con la bendición del dios judeo-cristiano, porque, según la Biblia, en Tobías VII:5, así se lo dice Tobías a Sara en su noche de bodas: Nosotros somos hijos de santos y no podemos juntarnos a manera de los gentiles, que no conocen a Dios .

El punto clave, aquí, es que la unión voluntaria de personas existía antes de que la religión judeo-cristiana dispusiera que esa unión tenía que ser santificada. Del mismo modo en que las casas de cambio preceden por miles de años a los bancos centrales –hecho que a los políticos y a los banqueros centrales no les gusta recordar–. La gente tiende a creer que antes de que el Gobierno regulara ciertas prácticas estas no existían, y que no eran posibles sin aquellas normativas.

De hecho, cada religión (con su dios y sus ceremonias) lo santifica a su modo. De la misma forma en que cada legislación (con sus normas y sus procedimientos) lo legaliza a su modo. En realidad, y a la larga, ni la ceremonia matrimonial católica (qua ceremonia) es mejor o peor que la judía o que la sintoista. Del mismo modo en que la ceremonia matrimonial civil en Madrid (qua ceremonia) no es mejor o peor que la ceremonia civil en Nueva York, en Jerusalén, o en Japón.

A pesar de ello, las Iglesias cristianas y el gobierno pretenden que el matrimonio sirva a sus intereses, y no a los de los contrayentes. La Iglesia católica, por ejemplo, hace de menos el carácter contractual del matrimonio, al asegurar, en su catecismo, que no depende del arbitrio humano. El mismo Dios es el autor del matrimonio. Esto es, a pesar de que el carácter contractual del matrimonio tiene una importante tradición -aún dentro de la Iglesia Católica- porque, aunque el Código de Derecho Canónico vigente se refiere a la alianza matrimonial, el Codex iuris canonici de 1917, resaltaba el matrimonio como contrato, según cuenta Antonio Benlloch.

El uso incorrecto de la ley

En tales condiciones es evidente que la ley y una institución jurídica están siendo usadas de forma incorrecta para imponerle a todos, en la sociedad, objetivos propios de algunos integrantes de la misma. El propósito de este análisis no es moralizar sobre la ley, como no lo es cuestionar, y menos poner en duda, la validez de aquellos objetivos –en cuando sean fines individuales–. Lo que sí se busca con él es establecer como ilegítimo que aquellos fines le sean impuestos a una situación contractual como el matrimonio, que le sean impuestos en el contexto de un kosmos y que, de todas formas, tanto en este como en cualquier otro caso en el que el Gobierno crea derechos y obligaciones por medio de normas legales, estas deben aplicarse con estricto apego al principio de igualdad de hombres y mujeres ante la ley.

Es demasiado corrientemente aceptada la idea de que el derecho de familia –y consecuentemente el matrimonio– es de orden público. Asegura Puig Peña que las normas del Derecho de Familia son, por regla general, de orden público, inderogables por actuación de la mera voluntad privada. Las partes, en efecto, no pueden dejar de cumplir las condiciones naturales ni modificar a su arbitrio los cánones imprescriptibles del derecho de familia. No pueden casarse cuando quieren como quieren, ni adoptando la forma que estimen conveniente, ni disolver el matrimonio, ni incluso modificar los pactos matrimoniales establecidos. Las potestades familiares no son potestades-derechos, sino potestades-función, o sea, facultades establecidas, no en propio beneficio, sino en utilidad y régimen de los que a ella aparecen como sometidos. Y aquello podría ser bien visto en una sociedad colectivista, en una sociedad cerrada o en una tribu, en la que los individuos están llamados a ser engranajes de una maquinaria, órganos de un sistema, o partes de un todo superior a ellos; pero no está bien en una sociedad de personas libres y responsables, en un kosmos o en una sociedad abierta.

Puig Peña considera que el hecho de que el Derecho de Familia tenga una función social, y no sea una potestad-derecho, es un evidente progreso para el derecho. Desde mi punto de vista, esto pone de manifiesto la idea peligrosa de que el individuo y sus relaciones personales sirvan al Estado o a la sociedad, y, peor aún, que el interés colectivo prevalezca sobre los derechos individuales.

Ahora bien, como las personas no son animalitos que solo se unen para perpetuar la especie, el matrimonio del siglo XXI debe tomar en cuenta las diversas razones que llevan a las personas a unir sus vidas. La comunidad de intereses, el amor, la admiración, la búsqueda de compañía, la conveniencia, entre muchos otros, son ejemplos de aquellas razones. El matrimonio debe tomar en cuenta que las personas son individuos y que las mismas deben ser tratadas por la ley como seres racionales, no como medios, ni como instrumentos.

Tradición y evolución

No es extraño, entonces, que en la sociedad, que es evolutiva por naturaleza, las instituciones también evolucionen.

En Los Fundamentos de la Libertad, Friedrich A. Hayek explica que en todos los países y en todos los tiempos existen grupos que han alcanzado una posición más o menos estacionaria con hábitos y formas de vida establecidos durante generaciones. Tales formas de vida pueden verse inesperadamente amenazadas por desarrollos con los que nada tienen que ver; y no sólo los miembros de las aludidas agrupaciones, sino a menudo otras gentes muy dispares pueden también desear la preservación de los hábitos en cuestión.

De esa cuenta, el matrimonio como una cadena con bola, amarrado por la fuerza de la ley, o por el chantaje espiritual de las iglesias, puede perfectamente pasar a ser el matrimonio moderno y retomar su verdadero carácter como contrato de convivencia y de respeto mutuo entre individuos que lo aceptan libremente en el marco de culturas propias de sociedades abiertas. Ni al servicio de la Iglesia, ni al servicio del Estado, sino que al servicio de aquellos que, en ejercicio de sus derechos como personas humanas, asuman el compromiso, por el tiempo que puedan, o quieran, sin dejar de tomar en cuenta que en caso de disolución hay responsabilidades que enfrentar. En una sociedad abierta, todo ejercicio de la libertad, implica responsabilidad.


16
Ago 10

¿Más corrupción en el "estado niñera"?

Hace años, a un jefe de la Policía se le ocurrió que era obligatorio que todos los vehículos automotores pusieran bandas de tape reflectivo en sus parachoques. Entonces se dijo que era para la seguridad vial y qué se yo que más. Y uno podría pensar que, tan arbitraria orden policial, enriqueció a algún importador y comercializador de aquel tipo de tape. La cosa olía tan mal que la disposición fue anulada poco después; pero no sin que antes, muchísima gente hubiera tenido que gastar en el capricho del jefe policíaco.

De eso me acordé cuando leí que una iniciativa de ley que obligará a que sólo sean importados y comercializados los llamados focos ahorradores, fue aprobada en el Congreso de la República. Según Mario Taracena, diputado oficialista, los focos ahorradores que sí podrían ser comercializados son distribuidos por una empresa determinada.

La justificación para esta disposición arbitraria es que busca el ahorro energético para el país; pero esa es una falacia burda. En realidad, el país no paga la factura de energía eléctrica; sino que cada consumidor paga su propia factura. Uno, como consumidor, decide si quiere ahorrar en su consumo de energía, o no. Y quienes al final pagan más, o menos, de acuerdo con el tipo de focos que quiera usar, o el tipo de aparatos eléctricos que tenga, son las personas individuales, no el país.

Se exceptúan, claro, los casos de subsidio en los cuales los políticos socialistas disponen quitarles la responsabilidad del consumo a unas personas y cargarles el costo a otras. Pero aún en ese caso, el problema es el subsidio, no el costo del consumo. De modo que si se quiere evitar que la socialización del consumo sea más cargosa que lo que sería el consumo responsable individual, con lo que hay que acabar es con la distorsión.

Una vez más, el estado niñera infantiliza a los individuos al quitarles responsabilidad, crea privilegios comerciales y coarta la libertad de las personas, y crea oportunidades para la corrupción.


16
Ago 10

¿Más corrupción en el "estado niñera"?

Hace años, a un jefe de la Policía se le ocurrió que era obligatorio que todos los vehículos automotores pusieran bandas de tape reflectivo en sus parachoques. Entonces se dijo que era para la seguridad vial y qué se yo que más. Y uno podría pensar que, tan arbitraria orden policial, enriqueció a algún importador y comercializador de aquel tipo de tape. La cosa olía tan mal que la disposición fue anulada poco después; pero no sin que antes, muchísima gente hubiera tenido que gastar en el capricho del jefe policíaco.


De eso me acordé cuando leí que una iniciativa de ley que obligará a que sólo sean importados y comercializados los llamados focos ahorradores, fue
aprobada en el Congreso de la República. Según Mario Taracena, diputado oficialista, los focos ahorradores que sí podrían ser comercializados son distribuidos por una empresa determinada.

La justificación para esta disposición arbitraria es que busca el ahorro energético para el país; pero esa es una falacia burda. En realidad, el país no paga la factura de energía eléctrica; sino que cada consumidor paga su propia factura. Uno, como consumidor, decide si quiere ahorrar en su consumo de energía, o no. Y quienes al final pagan más, o menos, de acuerdo con el tipo de focos que quiera usar, o el tipo de aparatos eléctricos que tenga, son las personas individuales, no el país.

Se exceptúan, claro, los casos de subsidio en los cuales los políticos socialistas disponen quitarles la responsabilidad del consumo a unas personas y cargarles el costo a otras. Pero aún en ese caso, el problema es el subsidio, no el costo del consumo. De modo que si se quiere evitar que la socialización del consumo sea más cargosa que lo que sería el consumo responsable individual, con lo que hay que acabar es con la distorsión.

Una vez más, el estado niñera infantiliza a los individuos al quitarles responsabilidad, crea privilegios comerciales y coarta la libertad de las personas, y crea oportunidades para la corrupción.


14
May 10

La insolencia de Castresana

Cuando objeté desde el principio a la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (desde que era el proyecto de CICIACS), tenía dos razones para hacerlo: la primera es que la Cicig podría convertirse en una forma de policía política al estilo de la KGB, la Stasi y la Gestapo en busca de enemigos del estado; y segunda, que como los chapines somos dados a no asumir la responsabilidad cívica de nuestras decisiones, íbamos a delegar en la Comisión aquellas responsabilidades y entonces la Cicig se iba a convertir en una forma de supragobierno, o de proconsulado. ¡Y dicho y hecho!

Ahora en el contexto de la selección de candidatos para Fiscal General, el jefe de la Comisión, Carlos Castresana se ha atrevido a decir que a diferencia de los procesos anteriores, el problema no es la lista, no son los candidatos. El problema son los postuladores. Y esto es porque los postuladores que son los que manda la ley que sean, no han elegido como candidato al actual Fiscal, que es el del gusto de la Cicig, de Los Colom y de un grupo oenegero afín. Muchas de las organizaciones del grupo oenegero estuvieron relacionadas directa, o indirectamente con la guerrilla.
¡Dicho y hecho!, ahora resulta que el proconsulado de la Cicig quiere decir la misa, tocar las campanas, barrer la iglesia y pedir la limosna. Y yo creo que ese es un abuso y una insolencia.
Yo se que los candidatos no son perfectos; pero, ¿hay candidatos perfectos? Yo se que los comisionados no son perfectos; pero, ¿hay comisionados perfectos? Los comisionados son lo que da la melcocha, pero entre ellos hay mucha gente buena y honorable que está cumpliendo con un mandato legal y político, a pesar de que es muy ajeno a las funciones privadas en las que se desempeñan académicamente.
Mi opinión es que al Jefe de la Cicig se le está pasando la mano cuando pretende microadministrar los procesos políticos hasta el grado de que si no se hace exactamente lo que él quiere, hasta se atreve a retar las decisiones cívicas y legítimas de ciudadanos como los que integran la Comisión. Ciudadanos que, con sus vicios y sus virtudes, son a quienes les corresponde decidir.
Corremos el peligro de que, si le damos más cuerda a Castresana y a la Cicig, siempre seguiremos siendo adolescentes políticos y nunca aprenderemos ni maduraremos en ese largo proceso de prueba y error que es la educación cívica. La insolencia de Castresana puede convertirnos en ciudadanos impedidos…lo cual no va a ser difícil entre una población que está más acostumbrada a ser de súbditos, más que de ciudadanos; y que está más acostumbrada a comportarse como ovejas y observadores, que a comportarse como tigres y actores.

26
Abr 10

Una idea disparatada para la CICIG

Cuando objeté, desde el principio, a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, y a su predecesora la nonata Comisión de Investigación de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad, lo hice sobre dos argumentos que me parecían muy negativos e inquietantes:


1. La manía chapina de no resolver las cosas y esperar que otros limpien lo que ensuciamos; y
2. El peligro de crear una superpolicía política al estilo de la KGB, la Stasi, o la Gestapo.

Ya lo primero se vio cuando -sin la concurrencia de la Cicig- la sociedad civil chapina no hubiera podido controlar a las mafias durante la elección de magistrados en el Organismo Judicial y se está viendo durante la selección de candidatos a Fiscal General. Agravado el hecho, eso sí, porque aparentemente la Cicig tienes sus planes propios y las decisiones de los electores (en cumplimiento de lo que les encarga la ley) han incomodado a la Comisión. De hecho, ya un juzgado se cuadró ante las exigencias de los grupos de interés que medran alrededor de la Cicig y anuló la selección de finalistas en la elección de Fiscal. ¡Este será uno de esos casos en los que saldrá peor el remedio, que la enfermedad!

Del punto dos no nos ocuparemos ahora, para no distraer el tema principal.

Lo que motiva estas meditaciones es una especie que circuló entre el viernes y el sábado pasados, en el sentido de que la Cicig debería investigar a los candidatos a diputados. Yo creo que esta es una mala idea y que es una idea muy peligrosa.

¡Los chapines nos estamos acostumbrando, demasiado, a no ser responsables por nuestras acciones y decisiones! En lugar de encarar y resolver los problemas que hemos creado con nuestra abulia y nuestra irresponsabilidad, hemos descubierto que se los podemos encargar a alguien más. Puede ser que en determinada circunstancias una manita de afuera pueda ser muy útil; pero de eso a que le encarguemos más y más procesos políticos a la burocracia internacional, y renunciemos a nuestras responsabilidades ciudadanas, en esa medida estaremos cultivando un futuro pantanoso. Uno en el que la responsabilidad ciudadana será inexistente y hasta innecesaria. Uno en el que no habrá más que obedecer lo que se nos mande a ejecutar desde Washington, Nueva York, Ginebra, o desde Bruselas.

Si los chapines tenemos magistrados, fiscales y diputados (entre otros funcionarios) mafiosos, corruptos e ineptos, es porque los chapines los llevamos al poder, o porque nos escondemos cuando se trata de evitar que lleguen al poder. Usted quizás no me lo crea, pero…¿qué tal y si la causa de tal estado de cosas está en nosotros mismos? ¿Qué tal si exploramos la posibilidad de que los funcionarios mafiosos, corruptos e ineptos son nuestra responsabilidad?

Claro que podemos encargarle a la Cicig que nos seleccione a nuestros magistrados, a nuestros fiscales, a nuestros diputados, a nuestros candidatos a presidente y a alcaldes, y le podemos encargar que nos limpie la casa y la conciencia… Pero, ¿y qué tal si no? ¿Qué tal si actuamos como jaguares, en vez de balar como ovejas pusilánimes escondidas detrás de las enaguas de la burocracia internacional?

Esta entrada fue publicada por el diario Siglo Veintiuno.