La insolencia de Castresana

Cuando objeté desde el principio a la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (desde que era el proyecto de CICIACS), tenía dos razones para hacerlo: la primera es que la Cicig podría convertirse en una forma de policía política al estilo de la KGB, la Stasi y la Gestapo en busca de enemigos del estado; y segunda, que como los chapines somos dados a no asumir la responsabilidad cívica de nuestras decisiones, íbamos a delegar en la Comisión aquellas responsabilidades y entonces la Cicig se iba a convertir en una forma de supragobierno, o de proconsulado. ¡Y dicho y hecho!

Ahora en el contexto de la selección de candidatos para Fiscal General, el jefe de la Comisión, Carlos Castresana se ha atrevido a decir que a diferencia de los procesos anteriores, el problema no es la lista, no son los candidatos. El problema son los postuladores. Y esto es porque los postuladores que son los que manda la ley que sean, no han elegido como candidato al actual Fiscal, que es el del gusto de la Cicig, de Los Colom y de un grupo oenegero afín. Muchas de las organizaciones del grupo oenegero estuvieron relacionadas directa, o indirectamente con la guerrilla.
¡Dicho y hecho!, ahora resulta que el proconsulado de la Cicig quiere decir la misa, tocar las campanas, barrer la iglesia y pedir la limosna. Y yo creo que ese es un abuso y una insolencia.
Yo se que los candidatos no son perfectos; pero, ¿hay candidatos perfectos? Yo se que los comisionados no son perfectos; pero, ¿hay comisionados perfectos? Los comisionados son lo que da la melcocha, pero entre ellos hay mucha gente buena y honorable que está cumpliendo con un mandato legal y político, a pesar de que es muy ajeno a las funciones privadas en las que se desempeñan académicamente.
Mi opinión es que al Jefe de la Cicig se le está pasando la mano cuando pretende microadministrar los procesos políticos hasta el grado de que si no se hace exactamente lo que él quiere, hasta se atreve a retar las decisiones cívicas y legítimas de ciudadanos como los que integran la Comisión. Ciudadanos que, con sus vicios y sus virtudes, son a quienes les corresponde decidir.
Corremos el peligro de que, si le damos más cuerda a Castresana y a la Cicig, siempre seguiremos siendo adolescentes políticos y nunca aprenderemos ni maduraremos en ese largo proceso de prueba y error que es la educación cívica. La insolencia de Castresana puede convertirnos en ciudadanos impedidos…lo cual no va a ser difícil entre una población que está más acostumbrada a ser de súbditos, más que de ciudadanos; y que está más acostumbrada a comportarse como ovejas y observadores, que a comportarse como tigres y actores.

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