27
Sep 23

Persimones: Recuerdo de adolescencia que ilumina el presente

 

¡Dos años tenía de no comer persimones! ¡Dos años ingratos! Pero ayer se compensó la situación porque esa fruta hubo de postre para el almuerzo/cena.

Los que comimos ayer estaban magníficos. Grandes y en su punto perfecto de maduración que es difícil de lograr.  ¡Todo el orbe cante!

Mi abuela, Frances, era fan de los persimones y ella me enseñó a comerlos, en mi adolescencia.  En aquel tiempo eran escasos y desconocidos y ella compartía conmigo los suyos que le llevaba su comadre, Queta. Esos persimones eran cosechados en el jardín de su suegro don Manuel María, en Panajachel.  La Abui, como le decíamos a mi abuela los comía crudos disfrutando de su dulzura y de su textura tan peculiar; o preparaba un pudding que sacaba lágrimas de emoción de lo delicioso que era. 

A mí no sólo me gustan por su sabor delicado, sino por su color y porque parece que la luz saliera de ellos; y…sobre todo por su textura.  Una vez la pruebas quieres volver a sentir la caricia de su pulpa en tu boca.

Freddy, que es primo de mi papá, me contó una vez que los primeros árboles de persimones que vinieron a Guatemala los trajo mi bisabuelo Federico y uno de esos arbolitos estaba en la casa de mi tía abuela, Olga, la mamá de Freddy.

Tengo la hipótesis, sin fundamento científico, de que el árbol de persimones que se halla en la Universidad Francisco Marroquín está emparentado con el de Olga y con los de mi bisabuelo porque el campus está muy cerca de las casas de mi tía abuela, y de mi bisabuelo.

Por si te interesa te cuento que Raúl consiguió los de ayer en el Mercado Sur 2 -al que yo llamo La Placita, por su nombre antiguo-.  Ese era el mercado preferido por mi padre, a donde íbamos de compras cuando él iba a cocinar en sábado, o domingo. Ahí comprábamos ingredientes para paella, corazones de res para hacer anticuchos; y enfrente, sobre la Sexta avenida, había una marisquería donde comprábamos los mariscos. 


12
Sep 23

La bola de metal Marlboro

 

La bola de la foto está hecha con papelitos metálicos que cubrían los cigarrillos Marlboro en los años 80; la hice con la ayuda de amigos y compañeros cuando estaba en la universidad.

Resulta que antes, las cajetillas de Marlboro traían papel metálico adherido a papel normal y con eso se cubrían los cigarrillos.  Cuando era niño un amigo de mis padres me enseñó a remover el papel normal para luego alisar bien las hojas metálicas delgadas que venían adheridas y con ellas ir haciendo una bolita al sumar una y una a las anteriores.  En algún momento de descuido perdí la que me había enseñado aquel amigo de mis padres y ahí quedó la cosa.

Bolita de metal Marlboro.

Un día de tantos, en la vieja cafetería de La Marro, dispuse enseñarles a mis amigos aquel entretenimiento.  Era algo para distraernos en los descansos mientras discutíamos sobre la inmortalidad del cangrejo, la racionalización del yeso blanco, o sobre cómo arreglar el mundo.  

Ese día a alguien se le ocurrió que si quemábamos el papel este desaparecía de la hojita metálica con gran facilidad y ahí mismo se armó una línea de producción.  Al rato ya teníamos una bolita razonable sólo con las hojitas metálicas que los amigos y compañeros consiguieron en el momento.

A lo largo de las semanas aquella bolita fue creciendo y creciendo con papelitos metálicos que varios aportaban; hasta que la hicimos del tamaño que tiene ahora, poco más o menos 13.5 cm.  No tengo una pesa pequeña en casa, pero siendo que es de metal es proporcionalmente pesada. A mi me gustaba imaginar que era hecha de metal Rearden…aunque el color no coincidiera.

Tengo entendido que los cigarrillos ya no traen aquellas laminitas metálicas protectoras, de modo que una bolita similar ya no se puede hacer.  Paramos de hacerla porque seguramente encontramos otro entretenimiento; pero siempre guardé la bolita que encontré la semana pasada.  


28
Ago 23

La Mamita en el corazón

 

Todo pasó, sin que pasara nada, es una frase que uso cuando las expectativas de desastre no se cumplen en un evento de cualquier naturaleza; esa es una frase que oí de mi tía abuela La Mamita y se me pegó. 

La Mamita era Elia Hidalgo, hermana -y cuas– de mi abuelita Juanita. Era tía de mi madre. Nunca se casó y mi papá le cantaba Solamente una vez amé en la vida. A los niños nos divertía mucho cuando cantaba Te voy a hacer tus calzones, como los usa el ranchero. También cantaba Si a tu ventana llega una paloma/ Trátala con cariño que es mi persona/ Cuéntale tus amores bien de mi vida/ Corónala de flores que es cosa mía.

La Mamita y mi tío Rony.

Cuando mis padres se fueron a vivir a Costa Rica y yo era recién nacido, ellos viajaron a San José por tierra y atravesaron el istmo centroamericano en auto.  Fue La Mamita quien me llevó en avión a encontrarme con mis padres en Tiquicia.

La Mamita era una contadora de cuentos con talento.  Contaba docenas de cuentos tradicionales como el de la Caperucita roja, el de Los tres cochinitos y otros, y el de Almendrita, una niña que era tan pequeña que vivía en la cáscara de una almendra. También contaba historias y aventuras de su vida de niña que había sido extraordinaria.  Viajó, con su madre a Esquipulas -con una trupe, como se estilaba en la primera década del siglo XX y a lomo de un pony llamado Chino-. Siempre terminaba sus cuentos con una de tres frases: Me monto en un potro para que me cuenten otro, Me meto en un hoyíto para que me cuenten otro más bonito y Colorín, colorado, este cuento se ha acabado. Durante un cumpleaños del presidente don Manuel Estrada Cabrera ella tuvo a su cargo declamar un poema que empezaba con el verso: Quisiera ser un pajarito; y ella dijo Quisiera ser su pajarito causando la risa del mandatario y de todos los que estaban presentes.

Tenía, La Mamita, manos hábiles y era creativa como ninguna.  A los niños nos enseño, a hacer peces con pepitas de mango secas; y caras de micos con semillas de jocotes marañones.  Llenaba de faroles chinos el cuarto, hechos con cartón, papel crepé y otros materiales para alegrar cualquier tarde lluviosa. Durante las fiestas de fin de año ella montaba el Nacimiento de los niños; y para la Semana Santa, ella organizaba la procesión con Nazareno, alfombras, anda y todo lo necesario…en el corredor de la casa.  Fue ella quien hizo las custodias que se entregaron como sorpresas en mi primera comunión.  Nos enseño a hacer barriletes.  De ella aprendí a pegar botones y a zurcir calcetines y a preparar la mezcla necesaria para levantar una pequeña pared de ladrillos en la terraza de la casa.  Fue ella quien me enseñó qué eran unidades, decenas y centenas. Tenía paciencia de santa hasta que soltaba un ¡No me incomoden!

Ella nos enseñó juegos como el de Juan Perulero, que era uno de imitaciones; Un buque cargado de…, que era para aprender palabras nuevas; y Por allá fumé, que era una especie de tenta. 

Otra frase suya, para cuando alguien le pedía algo absurdo, o imposible era: ¡Andá a freír niguas en sartén de palo!

La Mamita tenía gato, sus biceps eran fuertes y a los niños nos divertía que los mostrara.  Hacía círculos de humo con los cigarrillos y fumaba Payasos. Los niños nos fascinábamos cuando sacaba el humo de la nariz, cosa que otros adultos se negaban a hacer para nosotros.  Cuando en la noche me daban ganas de orinar, ella era la que me ponía de pie en la cama, acercaba la bacinica de peltre y procedía en consecuencia para ayudarme en aquel proceso.

Nos hacía tamales de dos pulgadas de largo para los niños. Ella era la diosa incuestionable del dulce de garbanzos, arte que luego desarrolló mi tío Rony y que se nos da muy bien en casa.  Nadie, nadie, nadie hace tamalitos de Cambray tan deliciosos como ella.  Me encantaban sus hojuelas con miel de abejas, sus plátanos en gloria, sus duraznos con cerezas y su caldo de albóndigas. Cuando hacía turrón, a mano y con un tenedor, la cocina de la casa se llenaba de abejas. Todavía la vi moliendo arroz en un metate, para hacer horchata.

La Mamita me heredó su dentadura de oro…¡toda una dentadura de oro! y, como todo patojo es bruto, la vendí para comprarme ropa. 

Mamita, gracias por tanto.


07
Ago 23

Alegría, reflexiones y nostalgia, paseo en tren en la mejor compañía

 

Un paseo en tren por calles antiguas de la ciudad de Guatemala, en compañía de amigos, colegas, estudiantes y personas a la que le gustan este tipo de aventuras, ¿cómo no iba a ser una experiencia agradable y memorable?

Vista del patio de abordaje de la Estación Central, haz clic en la foto para ver más fotos.

Fuimos muy bien recibidos al llegar a la antigua Estación Central, nos reunimos en el patio de abordaje y el tour empezó puntual.  Tuve la oportunidad de tocar la campana de bronce de una de las locomotoras y la verdad es que se siente re chulo. El guía nos llevó por el museo donde se cuenta la historia del ferrocarril y se exhiben cajas fuertes, escafandras, equipo y materiales propios del ferrocarril; así como se recrean oficinas y servicios tales como enfermería, cocina y lavandería, una habitación de primera clase y otras.  Gracias a Pablito, por el vídeo con la campana. 

@luisficarpediem

Luisfi y la campana de la locomotra, nos vamos en el tren, paseamos en ferrocarril #tren #railroad #campana #bell Gracias a @curiouspabloz

♬ sonido original – Luis Figueroa

Abordamos -también puntualmente- y agarramos camino por la vía y por las calles de la ciudad rumbo al norte.  Cuando pasábamos por los barrios antiguos la gente salía a saludar y aunque se ve que los adultos gozan el momento, lo mejor son las caritas y ojos de los niños y de los ancianos.  El ambiente dentro de los vagones era festivo y es muy chistoso oír los comentarios de los niños. ¡Tienen tantas preguntas!

La parte sórdida y triste es cuando pasamos por La línea, en el barrio de Gerona, que es una de las áreas más miserables de prostitución en la ciudad de Guatemala.  A pesar de las bromas y de los chistes uno no puede dejar pensar en la vida dura en ese lugar y en las personas que ocupan los cuartitos de esa calle.

Pasado el momento de reflexión vuelve la diversión.  Pasamos por tres puentes: el primero es el de La Barranquilla (que es un puente de hierro inaugurado en 1894, por José María Reyna Barrios, con ocasión de la celebración de la Revolución de 1871) El objetivo del puente era tener acceso fácil a las fincas Tivoli (zona 9) y Santa Clara (zona 10), además de comunicar la región sur de la ciudad con la región norte por medio del ferrocarril. Tanto el puente como la avenida en la que se encuentra recibieron el nombre de La Barranquilla. Esto se debe a que así se le llamaba a un arroyo que recorría parte de la ciudad y terminaba en el terreno en donde ahora se encuentra el mercado La Terminal en la zona 4.

El segundo es el puente De la Penitenciaría.  Este es un puente de piedra labrada que queda sobre la Séptima avenida de la zona 4. Fue construido en 194, también, por el ingeniero italiano J. Payelá y llevado a cabo por un ingeniero inglés de apellido Blackwood.  En su extremo poniente da con la casa Mini (donde estaba el célebre Teatro del Puente, de Dick y Dialma Smith) y por su extremo oriente da a pocos metros de donde se encontraba la antigua Penitenciaría de la ciudad.  En esa casa también estuvo el Centro de Estudios Económico-Sociales. Cuando mi tío abuelo, Joaquín, salió de Guatemala, luego de la caída de don Manuel Estrada Cabrera, fue en ese puente donde saltó al tren y se fue para siempre. 

Paso sobre el puente de La Penitenciaría sobre la Séptima avenida, a mano derecha la Casa Mini.

También pasamos por el puente que está sobre la Sexta avenida; una estructura modernista, de concreto que seguramente data de los años 50 cuando fue ampliada aquella vía hacia el sur de la ciudad.  Cuando yo era niño y pasábamos por debajo de ese puente cuando sobre él pasaba el ferrocarril, en el bus del colegio levantábamos la mano porque alguien dispuso que era de buena suerte hacer eso. 

¡Todos felices por el paseo! Foto por Hana Ko.

Desde niño me fascinaban los trenes y es la primera vez que subo a uno. Me gustaban desde que oía las historias que contaban mi tía abuela, La Mamita; mi abuela, Frances y mi bisabuela, Adela.  Contaban historias de viajes que eran aventuras, contaban de las vendedoras que se acercaban en las estaciones.  Luego, desde que aprendí a leer y leía sobre trenes en la enciclopedia Mis primeros conocimientos.  ¿Tuviste una de esas? El volumen de trenes, aviones y viajes interplanetarios era uno de mis favoritos. Más tarde, con la lectura de La rebelión de Atlas, los trenes se volvieron a hacer presentes en mi imaginación.

Boleto del ferrocarril para este paseo.

La aventura del viernes pasado fue gracias a Cam Quesada que organizó el paseo; y lo organizó de forma impecable.  Fue una experiencia bonita y memorable para todos los que participamos, sin distinción de edades.  Si puedes participar en una de estas aventuras te lo recomiendo, puedes pedir información en Fegua 2208 4747. 


01
Ago 23

“Pata Pata”, “Makeba” y las fiestas en casa de mis padres

Siempre disfruté mucho las fiestas en casa de mis padres; y aunque a los niños no se nos admitía en el jolgorio, nos las arreglábamos para ver aunque fuera un rato. Por supuesto que la mejor parte era cuando mis padres y sus amigos bailaban, lo que generalmente ocurría después de la media noche y uno de los bailes que más disfrutábamos era Pata Pata…que está íntimamente relacionado con Makeba, una canción que está de moda.

Era particularmente chistoso ver a mis padres y a sus amigos imitar el baile de los sudafricanos…según ellos… porque Pata Pata es del género pop sudafricano y fue popularizada internacionalmente por la cantante Miriam Makeba. ¿Ves por donde va la cosa?  La versión más popular de Pata Pata fue grabada y lanzada en 1967 y seguramente era muy popular entre ese año y los primeros años de los 70.  Makeba, es el título de la canción de la cantautora francesa Jain, y seguramente la has oído y visto recientemente en redes sociales. Miriam Makeba, por cierto es conocida como Mamá Africa y fue una notable cantante y activista sudafricana. Miriam murió en Italia, en 2008, después de que cantó en un concierto contra la mafia y el racismo.

¿Sabes que Chayanne grabó una versión de Pata Pata con la mismísima Miriam Makeba?

Hoy hice la conexión porque en el tráfico puse mi playlist de favoritas y cuando sonó Pata Pata leí que la cantaba Miriam Makeba.  Me encantan estas ilaciones nostálgicas que hacen -de un mal rato en un embotellamiento- una oportunidad para hallar algo enraizado en los buenos recuerdos de la infancia y la familia, por medio de la música.

Miriam Makeba, foto por Paul Weinberg, CC BY-SA 3.0, via Wikimedia Commons.


26
Jul 23

Dos platos de anacates en una semana

 

Con algo de atraso, pero con mucha alegría, ha sido inaugurada la temporada de anacates en mi casa.  Sobre linguini y acompañados por aguacates y cervezas nos comimos el primer plato de la temporada 2023.

Anacates sobre linguini acompañados por aguacates y cerveza.

Los anacates -en cualquiera de sus formas de preparación- son uno de mis platos guatemaltecos favoritos. En casa los disfrutamos mucho con salsa de perejil y jerez, con frijoles colorados, en pizza, con crema y sobre spaghetti.  También los probé una vez en pulique y fueron deliciosos.  Desde niño, en la casa de mis padres y de mi abuela, Frances, los gozaba mucho.  En aquel tiempo no eran tan abundantes como ahora y siempre fueron bocatto di cardinale.

Anacates frescos.

La época de oro de los anacates en casa de mis padres y de mi abuela fue en los años 90 cuando una señora de San Juan Sacatepéquez los traía en pequeñas y encantadoras cestas de hojas.  Fresquísimos a más no poder.

Estos hongos no sólo destacan por su sabor particular y delicado; sino por su consistencia que ofrece algo de resistencia a la mordida.  Su color anaranjado es muy atractivo y sus formas son variadas.

El lunes los comimos sobre linguini y la salsa se hace de la siguiente forma, según receta de mi abuela, Frances: Limpias bien y cortas los anacates a lo largo, en dos, o en cuatro, dependiendo del grosor.  En una cacerola se derrite mantequilla y se le añade un toque de aceite de oliva para que no se queme.  En esa mezcla se fría cebolla picada fino hasta que se cristalice.  Se añaden los anacates, sal y pimienta negra molida.  Cuando ya han soltado jugo los hongos se añade maicena disuelta en agua y se hierve a fuego lento para que espese.  Que no se recuezan los hongos. Una vez ha espesado se sazona con sal, pimienta y jerez seco y con perejil picado fino.  Se pueden comer sólo así, y bien calientes, o se usa como salsa sobre spaghetti, o linguini, como en la primera foto de esta entrada.

Hoy, miércoles los comimos con frijoles colorados, según receta un amigo de mis padres, Rodolfo.  Cueces dos libras de frijoles colorados con dos cebollas, una cabeza de ajos y sal.  En una cacerola fríes cebolla hasta que se cristalice y añades tomates picados, sazonas con sal y pimienta y añades los anacates que se cuezan pero no mucho. Se terminan de cocer a fuego lento y se añaden a los frijoles.  Los servimos sobre arroz y una cantidad generosa de buena crema, y con chile chocolate.

Anacates con frijoles colorados.

Es tradicional que, en mi casa, el segundo semestre del año no empieza hasta que los anacates llegan frescos a la cocina…y  la mesa…y hasta que comienzan las clases.


23
Jul 23

Adiós a Tonny Bennett

 

Es casi imposible que yo piense en canciones como Fly Me to the Moon, I Left My Heart in San Francisco y I´ve Got You Under My Skin sin pensar, o tararear, las versiones de Tony Bennett.

Tony Bennett. Foto por By Fotograaf Onbekend/ CC0, via Wikimedia Commons.

La música de Tony Bennett formaba parte de la fonoteca en casa de mi abuela, Frances y en la de mis padres. También formaba parte del folklore familiar y en algún momento de las fiestas eran infaltables Bennet, Frank Sinatra, Tony Martin y otros de esa generación, y a mi me encantaba, me encanta ese tipo de música.

No me mantengo contemporáneo para las grandes discográficas, no sigo las últimas modas. Nunca canto una canción que está mal escrita. En las décadas de 1920 y 1930, hubo un renacimiento en la música que fue el equivalente del Renacimiento artístico. Cole Porter, Johnny Mercer y otros acaban de crear las mejores canciones que jamás se hayan escrito. Estos son clásicos y, finalmente, no se tratan como entretenimiento ligero. esto es música clásica, dijo el cantante.

Tony Bennett falleció el 21 de julio de 2023.  Adiós, Tony Bennett.


17
Jul 23

La marimba de Mami

 

Mi bisabuela, Adela, tenía una marimba extraordinaria. Aún recuerdo que mi pecho temblaba cuando sonaban sus teclas y me paraba frente a ella para sentir la vibración y sus notas.

Adela, mi bisabuela, baila con su segundo esposo, Victor Morales. Atrás baila Chi-Yun Fei, esposa del escritor Karl Eskelund, ca. 1947 Foto por Helen Williams.

Ese instrumento, de madera de hormigo, fue fabricado por Rosendo Barrios, propietario de la famosa Fabrica Internacional de Marimbas; y uno de los orgullos de Mami era su marimba.

En un reportaje titulado Una voz de madera, Mario Barrios (hijo de Rosendo) contó que la última marimba fabricada por su padre fue la del Hotel Casa Contenta, en Panajachel. En aquella época la propietaria de aquél establecimiento legendario era mi bisabuela, Adela Schuman de Morales, y ella le dijo a don Rosendo: Quiero una marimba que suene. Dicho y hecho. De la fábrica salió una marimba tallada al gusto; pero, sobre todo, potente. Tanto que el sonido rompió los vidrios del lugar, cuenta el reportaje por Christa Bollman que fue publicado en la Magazine 21, el domingo 24 de enero de 2002.

Esa marimba pasó a propiedad del Ministerio de Trabajo y ahora se llama Marimba de Recreación Laboral…a menos que por algún acto de magia la marimba de Mami haya ido a parar a manos de algún funcionario. El martes, que estaba buscando un son y me encontré con varias grabaciones de aquella marimba. ¿Cómo no se me había ocurrido antes?

Con esa marimba y en el salón del Hotel Casa Contenta, bailaron mis padres, mis abuelos y mi bisabuela…y yo todavía llegue a tocar sus teclas a finales de los años 60. Teclas que, en efecto, hacían que a uno le temblara el pecho. 


14
Jul 23

Celebro su vida, agradezco su enseñanza

Doña Rebeca vio mi letra y debe haber pensado horrores así que me dijo que me iba a enseñar un tipo de letra llamado script.  Y me puso a hacer planas.  Es que mi letra, hasta tercer grado de primaria, era particularmente fea.  No es que ahora sea bella, pero entonces era muy fea.  Era una mezcla de mala letra de molde, con mala letra de carta y la cosa era seria porque mi madre y mi abuela tenían muy, pero muy bonita letra; eso sí, me salvaba la de mi padre, que sin ser fea, no era armoniosa.

Aquel fue el primer proyecto de Rebeca Fernández de Arias, codirectora -con Lila de Englhart- del Colegio Guatemalteco Bilingüe, en mi persona. Doña Rebeca acaba de cumplir 100 años y no sólo celebro su vida, sino que agradezco la influencia que tuvo en la mía.

La educadora, Rebeca de Arias celebró 100 años de edad. La foto la tomé de Facebook.

Desde siempre a mí me ha gustado la historia.  De chico consumía todo lo que podía sobre los egipcios, los griegos y los romanos; la revolución francesa, los mayas, los viajes de Colón y las hazañas de Hernán Cortés, por mencionar algo.  En sexto grado, cuando se estudiaban historia y geografía universal -luego de haber estudiado historia y geografía hispanoamericana en quinto, e historia y geografía centroamericana en cuarto- doña Rebeca me hizo disfrutar más de algo por lo que yo tenía fascinación.  No era pesado aprenderse los ríos y montañas de Europa y de Asia, si era para la clase de doña Rebeca y para contextualizar mejor la historia.

No recuerdo bien si también me dio matemáticas, pero como esa nunca ha sido mi área de interés, creo que borré ese archivo.

De cualquier manera, doña Rebeca era una de esas maestras de antes. ¿Tuviste una de esas? Eran maestras a las que les apasionaba enseñar, y era de aquellas a las que les importabas.  Para un estudiante díscolo, como yo, era muy importante que los maestros se enfocaran y encontraran la forma de mantener mi atención, y obtener resultados sin desanimarme.  Ella tenía esa gracia.

Además, era muy elegante y distinguida. ¡Lo es ahora que tiene 100 años!  Guapa y media es doña Rebeca. ¿Cómo no iba uno a sentir respeto y cariño por aquella dama y por su talento docente?

Durante algún tiempo antes del 2020 me la encontraba haciendo mandados sabatinos en Super Verduras, o en Paiz de Las Américas.  Su saludo siempre era cariñoso y a mi me daba mucho gusto verla.  Siempre preguntaba por mi madre y por mis hermanos que también habían estudiado con ella; y por mis sobrinos que siguieron la tradición.  El hecho de que supiera quien soy siempre me dio una sensación de confort.  ¿Sabes? Todo está bien, porque esto está bien. 

Doña Rebeca ha cumplido 100 años y no es poca cosa; sobre todo porque a lo largo de su vida ha visto crecer y multiplicarse promociones y promociones de personas que nos formamos bajo sus cuidados y con sus enseñanzas.  ¡Salud, doña Rebeca!, por una vida rica, hermosa y ejemplar. Muchas gracias, doña Rebeca.

Columna publicada en República.


14
Jun 23

La moda masculina en 1898

 

Los requerimientos de la moda masculina, en 1898, eran elevados según el Salón de la moda, de Barcelona, en una reseña publicada en el Diario de Centro América, aquí en Guatemala.

Un hombre bien, de aquellos tiempos, necesitaba un traje de la mañana; un traje de la tarde, o de visita; uno traje para misa, o boda cuando no fuera parte de la comitiva; otro de comida íntima; necesitaba un traje de banquete; uno de boda cuando formaba parte de la comitiva; un traje de entierro si presidía el duelo, otro de ópera; uno más de teatro; otro de baile; y uno de recepción oficial. 

El otro día ofrecí contar la historia de la chaqueta de estar en casa, de James H. Vinter; así que aprovecho ahora.  En los años 30, James H. Vinter fue el gerente del Anglo South American Bank (que precedió al Banco de Londres y Montreal, que todavía conocí). También fue fundador del hotel Casa Contenta, en Panajachel, establecimiento que luego fue de mi bisabuela, Adela S. de Morales

Mi bisabuela me heredó sus muebles de dormitorio y entre lo que había adentro hallamos una chaqueta de estar en casa que, según Mami, había sido de Mr. Vinter.  Era una chaqueta de tela verde, de una textura suave y muy agradable, con solapas y el borde de las mangas de seda negra.  Era una pieza elegante y que cool era el concepto de chaqueta para estar en casa

Durante mucho tiempo la tuve en casa y la usaba para disfraces; hasta que un día me la robaron cuando yo estudiaba en la University of Maryland.  Así que así se perdió en la guerra la chaqueta de Mr. Vinter. Que algo se perdió en la guerra es un dicho que usamos en casa para referirnos a objetos históricos que hemos perdido en mudanzas, limpiezas generalizadas y profundas, o por descuido…y en este caso por robo.

Por cierto que James H. Vinter y su esposa, Edythh, se hallan enterrados en el espacio de la colonia británica en el Cementerio General de la ciudad de Guatemala. De cuando en cuando, mi abuela, Frances, a quien yo acompañaba, pasaba por ese lugar para asegurarse de que aquellas tumbas estuvieran limpias. ¿Cómo estarán ahora? Edyth, por cierto, fue filántropa vinculada a la Sociedad Protectora del Niño, organización con la que también colaboraba mi abuela, Frances. 

De vuelta al tema de la elegancia de ilo tempore, el columnista de Prensa Libre, Valentín Solórzano, una vez escribió que mi abuelo, Luis Figueroa Olaverri, era el arbiter elegantiarum o árbitro de la elegancia durante la generación de los 30; y estoy seguro que lo fue hasta que falleció en 1963.  Ciertamente era un hombre muy elegante.

Gracias a Andres Schwartz por la pista sobre la moda en 1898.