Este año, El Torito le dio un toque especial a la celebración del Día de Gracias en casa. Como en otras ocasiones, amigos y familia nos juntamos a festejar los frutos del trabajo y a divertirnos como micos. El torito estaba programado para mi cumpleaños numero 50; pero como llovió intensamente toda esa noche hubo que diferirlo y esta fue una ocasión propicia; ya que le dió un toque inusual y alegría extra a la fiesta.
¡Por supuesto que yo quería posar con en torito, aunque no fuera yo quien lo bailara!
Y el pavo, ¡ah, el pavo!…el pavo salió magnífico. Hermoso, dorado, jugoso, suave, lleno de aromas y sabores. En casa hemos perfecionado muchísimo el relleno que es mi parte favorita.
A mí me gusta celebrar el Thanksgiving Day porque, ¿a quién no le gusta una comilona epicúrea con la familia y con amigos queridos? Pero, además, aprecio muchísimo su significado profundo. El Día de Gracias, festeja el exito de la libertad, del individualismo, de la propiedad privada.
Antes de que el gobernador William Bradford y los pilgrims abandonaran el colectivismo, no tenían más que escasez y hambre. Pero una vez que optaron por que cada quién fuera responsable de sus siembras y de sus necesidades; y una vez que optaron por un sistema que proveyera los incentivos necesarios para mejorar la productividad y evitar la hambruna, las cosas cambiaron. El colectivismo fue sustituido por la cooperación social y el hambre fue sustituido por la abundancia.
¿Cómo no tener respeto por una celebración así? Este festejo de la vida y de la productividad contrasta con el tipo de cosas que celebramos en otras culturas. Por ejemplo, aquí le damos prioridad al Día de todos los santos (que están todos muertos). Y eso, seguramente, dice mucho de nosotros.
La abundancia, la alegría y el optimismo que caracterizan al Día de Gracias, junto a la compañía de amigos viejos, y amigos nuevos, hacen que esta fiesta sea una de mis favoritas.
¿Y El Torito?
De todos los fuegos artificiales que he visto mi favorito es El Torito. Oí por primera vez de él cuando era niño y mi tía abuela La Mamita me contaba de los festejos populares de cuando ella era niña, a principios del siglo XX.
Cuando ella llegaba a la parte del torito, y de cómo se dejaba ir entre la gente mientras disparaba cohetes y luces, yo me emocionaba mucho. Pero no fue hasta la adolescencia que vi uno en persona. Y desde entonces no me resisto a ver toritos, aunque me correteen.
Fue una experiencia alegrísima el torito en casa.
Por cierto que el de anoche nos lo hubimos en la cohetería Kalimán de la 2a. avenida 20-40, zona 1; teléfono 5709 0997. Duró un montón y tenía luces variadas y de colores. Luces que salían disparadas y que daban vueltas. ¡Un verdadero torito, como debe ser! Y todos aplaudimos y gozamos mucho de este espectáculo chapín.
Aunque en la primera foto soy quien lleva puesto al torito, en realidad fue un experto quien lo hizo bailar. Yo sólo posé.
Las fotos son por Así es la vida.