Con tanto caos alguien va a hacer algo estúpido, dice el inspector Finch en la película V for Vendetta; y acto seguido un señalador le dispara a una niña y esta cae muerta. Cuando aquello ocurra, las cosas se van a poner muy mal, añade el policía y en la siguiente escena un grupo de personas acorrala al señalador asesino, que desenfunda su arma para luego recibir un golpe con una llave inglesa por parte de uno de los que lo tienen rodeado. Ese acto desata la cadena de sucesos que llevan el desenlace de la película.
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De esa escena me acordé cuando vi que el miércoles pasado una persona (entonces no identificada) atropelló a un grupo de jóvenes que bloqueaba la Calzada San Juan. Luego se identificaría al hechor como Jabes Meda Maldonado. La sucesión de actos en aquél día y lugares fatídicos resultó en la peor de las tragedias cuando Brenda Domínguez, una de las chicas que bloqueaban la vía perdió la vida a causa de las heridas recibidas bajo el automóvil que conducía Meda.
Desde hace ratos –en mayo de 2016 y en junio de 2015– para citar dos ejemplos, he advertido que los bloqueos de calles y carreteras no sólo afectan la libertad de locomoción (así en abstracto); sino que afectan las vidas y los negocios de miles de personas reales, individuales (en concreto). Por eso son situaciones muy volátiles y peligrosas y que lo peor que puede pasar durante un bloqueo, ¡y lo que no debería ocurrir!, es la violencia.
Por su naturaleza, los bloqueos son situaciones muy tensas, en las que la irracionalidad y la violencia pueden encontrar el campo fértil, como triste y desgraciadamente ocurrió en la San Juan. Además de la muerte de Brenda Domínguez, por lo menos 10 chicos más resultaron embestidos y heridos.
Ahora bien, le corresponde a un tribunal de justicia establecer qué es lo que ocurrió ahí exactamente y quiénes (quiénes, no sólo quién) fueron los responsables de la cadena de sucesos que llevó al desenlace fatal. ¿Está claro que deberíamos tratar de que cosas así no vuelvan a ocurrir?
Parece evidente que hay un consenso con respecto a que quien conducía el automóvil que atropelló a Brenda Domínguez y a sus compañeros están la primera línea de responsabilidad. El piloto tomó la decisión de avanzar y acelerar y embestir a los bloqueadores.
Pero hay una segunda línea de responsables: ¿Quiénes organizaron el bloqueo? ¿Quiénes convencieron a otros de que salir a bloquear la San Juan era una buena idea? ¿Había maestros entre ellos? Brenda Martínez era menor de edad, ¿bajo la responsabilidad de quién, o de quiénes está un estudiante menor de edad cuando se halla en la escuela, o en el instituto cualquiera que este sea? ¿Había estudiantes mayores de edad entre los organizadores? Estos responsables no son los hechores, claro; pero sin su participación activa, o sin su negligencia, el bloqueo y el sucesivo atropellamiento no hubieran sido posibles.
La tercera línea de responsabilidad es la de las autoridades castradas encargadas de hacer cumplir la ley y las de mantener despejadas las vías de tránsito y circulación. Los bloqueos son delitos, y cuando las autoridades incumplen con sus obligaciones legales, y permiten que un delito continuado como el bloqueo ocurra y se extienda innecesariamente, su negligencia hace que se intensifique en clima de tensión y que el caldo de cultivo para la irracionalidad y la violencia se haga más nutritivo.
Finalmente hay una cuarta línea de responsabilidad, la de los formadores de opinión y la de las dirigencias que fomentan los bloqueos, las marchas y otras formas de violencia como instrumentos políticos. Los que no dudan en usar jóvenes y gente modesta, desde lejos, para bloqueo tras bloqueo, marcha tras marcha, generalizar un ambiente de tirantez y estrés sociales que, se suman a los problemas que día a día tiene que enfrentar la gente. Inocentemente, muchas personas dudan que los bloqueos sirvan para algo, y se preguntan, que, ¿qué ganan los bloqueadores y marchistas? Pues ganan angustia, incertidumbre, tensión y un sentimiento generalizado de estar al borde. En el Hogar seguro virgen de la asunción se llegó al borde; y aquel triste y fatídico miércoles en la San Juan se llegó al borde.
A veces, los chapines sentimos que estamos en una de esas semanas en las que se nos descompone el automóvil, nos abandona la pareja, se nos muere el gato y perdemos el examen parcial. En esas condiciones, y recordando lo que dijo el inspector Finch: Alguien pude hacer algo estúpido, y las cosas se pueden poner verdaderamente mal. Tal y como ocurrió en la San Juan.
Esto es, en parte (pero no totalmente) a causa de que no distinguimos derechos, de necesidades; ni derechos, de caprichos. Me explico:
Una característica esencial de un derecho es que su ejercicio no viola derechos ajenos. Si en el ejercicio de una facultad que yo creo que es mi derecho, violo un derecho ajeno, uno de los dos no es derecho.
Me explico:
Tengo necesidad a trabajar, lo cual implica que otros tienen la obligación de no impedir que yo busque y encuentre un empleo de forma pacífica y voluntaria. Lo que no puedo hacer, a pesar de tener necesidad de trabajar y el derecho a buscar trabajo libremente, es a forzar a otros a darme empleo. Si fuerzo a otros a emplearme, violo sus derechos a la libertad y a la propiedad y lo que era mi derecho a trabajar se convierte en una forma de violencia.
¿Otro ejemplo?
Tengo derecho a la libertad de expresión y eso quiere decir que nadie debería impedir, o tratar de impedir que yo diga, o escriba lo que pienso, o creo. Eso sí, no puedo, de manera alguna, forzar a otros a publicar, difundir, o patrocinar mis ideas, u opiniones, si no están de acuerdo con ellas. Y ni siquiera si están de acuerdo; pero simplemente no tienen deseos de colaborar con ellas.
¿Un tercer ejemplo?
Tengo el derecho a congregarme y manifestar. Tengo la facultad de ejercer el derecho de petición. Incluso puedo manifestar y ejercer mi derecho de petición para solicitar privilegios y hasta disparates. Pero si en el ejercicio de aquel derecho le ocasiono daños y perjuicios a otras personas, en sus vidas, o en su propiedad, el derecho de manifestar y el derecho de petición dejan de serlo para convertirse en formas de provocación, de agresión, de presión y de violencia. ¡No existe tal cosa como el derecho a la amenaza del uso de la fuerza, o el derecho al uso de la fuerza para conseguir privilegios, o disparates! Si existiera, los extorsionistas no serían delincuentes. ¿Verdad?
Voy a apostar a coincidimos en lo que ocurrió en la San Juan el miércoles pasado fue muy malo y muy triste, y que deberíamos evitar que vuelva a pasar. Voy a apostar a que coincidimos en que los responsables deben enfrentar -con justicia- las consecuencias de sus acciones, u omisiones. ¿Coincidimos en que las autoridades deben proteger la vida, la libertad y la propiedad de todos por igual? ¿Podemos coincidir en que no está bien usar jóvenes y personas modestas para fines alcanzar nuestros fines?
No se vale derivar, de estas meditaciones, que no se debe salir a manifestar. ¡Contra la tiranía, contra la corrupción, contra los abusos de las autoridades, para evitar la injusticia, hay que manifestar! Lo que no es aceptable es violar derechos ajenos durante las manifestaciones, ni dañar, ni perjudicar a otros durante las manifestaciones.
¿Cachas la idea?
¿Podemos coincidir, también, en que debemos evitar acciones violentas, incluidas las amenazas en el uso de la fuerza? ¿Podemos coincidir en que no es un derecho aquello que causa daños y perjuicios a otros?
A mi me conmueve y me da tristeza cuando mueren jóvenes, especialmente si es en circunstancias evitables; y me conmueve y me da tristeza cuando jóvenes estropean sus vidas por no actuar con prudencia, o por actuar criminalmente. Por las Brendas y los Jabes potenciales que andan por ahí, ¡que no haya una víctima más!