Anda, por ahí, la creencia errónea de que el Individualismo es una práctica que se basa en el aislamiento del individuo frente a la sociedad, o frente a los grupos sociales. Anda, por ahí, la creencia equivocada de que el Individualismo recomienda perseguir los objetivos propios sin tomar en cuenta los derechos ajenos, o los fines ajenos. Anda por ahí la creencia falsa de que el Individualismo debilita a las personas; porque las acciones colectivas son más eficientes y poderosas.
Sin embargo, el Individualismo no riñe con la vida en sociedad; no ignora los derechos de terceros, ni sus fines; ni excluye las acciones en grupo. Sólo un análisis superficial hace posible aquellas apreciaciones sobre el Individualismo.
Propiamente dicho, el Individualismo tiene dos perspectivas que quiero destacar en esta entrada. Por un lado el Individualismo sostiene que las personas individuales (de ahí el nombre) tenemos derechos inalienables que no nos pueden ser arrebatados por ninguna otra persona, ni por cualquier grupo, o conjunto de personas. Por lo tanto, cada persona existe por su propio derecho y para sí mismo, no para el grupo. Los individuos, pues, no somos ni piezas de una máquina, ni peldaños de una escalera, ni herramientas para ser usados. Por esas razones, y de acuerdo con el individualismo, el poder de la sociedad debe estar limitado por los derechos individuales de las personas; y quienes ejercen el poder en la sociedad sólo pueden crear leyes que no violen aquellos derechos individuales. En un sistema individualista, todas las personas son iguales ante la ley, en todas las oportunidades; y cada uno tiene los mismos derechos ya sea que se encuentre sólo, o que lo acompañe un millón de personas más.
¿Es posible no estar de acuerdo con estos principios si lo que se quiere es una sociedad sana, basada en relaciones pacíficas y voluntarias?
Para entender mejor el Individualismo en esta perspectiva, vale la pena compararlo con lo que se le opone, que es el Colectivismo. Este sostiene que las personas no tienen derechos; y que su cuerpo, su personalidad y su trabajo le pertenecen al grupo, comunidad, colectivo, o sociedad. Por eso es que el grupo, comunidad, colectivo, o sociedad pueden hacer con él lo que le plazca, en la forma que quiera y por cualquier motivo que el grupo haya decidido que es su propio bien. En esas condiciones, cada persona existe sólo con el permiso del grupo y en beneficio del grupo. Por esas razones, y de acuerdo con el Colectivismo, el poder de la sociedad (que es el colectivo supremo) es ilimitado y la sociedad puede crear las normas que desee e imponérselas a cualquier persona en la forma que quiera. En un sistema colectivista, las personas tiene que agruparse unas con otras para obtener privilegios. Y los que pertenezcan a los grupos más grandes, más bulliciosos, o más violentos son los que tienden a obtener más y mejores privilegios.
¿Es posible tener una sociedad sana, basada en relaciones pacíficas y voluntarias, en aquellas condiciones? Yo digo que no.
La otra perspectiva desde la que hay que entender el Individualismo, y que quiero comentar aquí, es la del Individualismo metodológico como el método de las ciencias sociales que sostiene que todos los fenómenos sociales son explicables a partir de las acciones individuales de los seres humanos individuales (de ahí su nombre). El Individualismo metodológico descarta la creencia de que los grupos, comunidades, colectivos y sociedades sean organismos que pueden tomar decisiones y actuar propiamente dicho. Una forma de ponerlo es que así como el grupo, la comunidad, el colectivo, o la sociedad no tienen un estómago como para decir apropiadamente que el grupo se comió X cantidad de hamburguesas el año pasado; tampoco se puede decir apropiadamente que el grupo haya decidido, o haya actuado, porque el grupo no tiene cerebro, ni mente para tomar decisiones, o para actuar. Las personas individuales que forman el grupo son las que comen hamburguesas, y son las que deciden y actúan. El Individualismo metodológico descarta la creencia de que la clase social, la étnia, la nacionalidad, el sexo, u otros elementos sean determinantes en las decisiones individuales que toman las personas individuales, para actuar individualmente, o en coordinación con otros.
El Individualismo metodológico no sólo no descarta que un, o unos individuos actúen en coordinación con otros individuos. Sino que sirve para entender la naturaleza de estas formas de cooperación, desde la cooperación entre dos personas individuales, hasta la cooperación social pasando por formas menos complejas de asociación como empresas, tribus, comunidades y otras formas de organización. Entiende que integramos la sociedad, precisamente para perseguir y alcanzar mejor nuestros fines individuales.
En el contexto político -y por eso es que el Individualismo incomoda mucho a los que les gusta el poder- Raimondo Cubeddu cita a Friedrich A. Hayek y explica que “la característica esencial del verdadero Individualismo” consiste en que es ante todo “una teoría de la sociedad, un intento de comprender las fuerzas que determinan la vida social del hombre y, sólo en un segundo momento, un conjunto de máximas política derivadas de esta concepción de la sociedad”. De lo que resulta claramente que la política no es la ciencia arquitectónica de la asociación civil, y ni siquiera un conjunto de máximas que deben calar en la sociedad a fin de transformarla en la perspectiva de los valores éticos, políticos, o económicos que se considera racional, o justo alcanzar; sino la consecuencia de una teoría general de la acción humana.