Las discrepancias entre los pequeños productores de café y los directivos de la Asociación Nacional del Café adquirieron un cariz peligroso porque los primeros demandaron por discriminación al presidente y al gerente de la Anacafé.
El cariz es peligroso porque si dicha demanda es tomada en serio por algún tribunal, abrirá más puertas para que cualquier asunto laboral, o de negocios, que involucre un componente étnico, podrá convertirse facilmente en una disputa de carácter etnicista. Amparado por lo políticamente correcto, cualquier indígena que sea despedido por incompetente, o por cualquier razón, podrá alegar que fue despojado de su derecho a trabajar debido a su naturaleza étnica.
La agitacion de la bandera de la discriminación será tentadora cuando una de las partes se vea perjudicada y no halle otra forma de hacer que prevalezca su criterio. No conozco las intimidades del caso de la Anacafé; pero siendo una organización cuasipública lo que ocurra en este asunto va a tener consecuencias importantes para futuras relaciones laborales y de negocios en otras áreas de la producción.
Llama la atención que el demandante diga que ““Nos sentimos discriminados porque los criterios y políticas son excluyentes, pues están dirigidas a la producción de ellos y tratan de bloquearnos en nuestras exportaciones, que efectuamos de manera directa”. En este último sentido a mi me parece que su posición es correcta. Nadie debería impedir que uno venda y exporte lo que produce, sin obligar a la centralización del comercio. Y eso es lo que hace la Anacafé. Centraliza y monopoliza el comercio del grano, obviamente en perjuicio de cualquiera que pudiera descubrir y mantener una mejor forma de comercialización de su producto.
Ahora bien, la Anacafé hace eso con cualquiera, sea no no indígena. Por lo tanto, es evidente que no se trata de la mentada exclusión, ni de la cacareada discriminación. Aquí, nadie puede vender café sin la bendición de la Anacafé. Punto. Y esa práctica comercial abusiva, tan propia del mercantilismo y del socialismo, se nos aplica a todos sin importar cuanto porcentaje de sangre europea o indígena tengamos en las venas. No es un asunto étnico.
Desde otro punto de vista, si las cooperativas pueden exportar sin pasar a saludar al rey, eso constituye un privilegio, una ventaja que no tienen todos los demás…;y por lo tanto, lejos estaría de consituir discriminación (o algo parecido) que los cooperativistas fueran sometidos al mismo régimen que los mortales.
Finalmente, no está de más señalar que el demandante busca “una sanción penal, pero que sea reparadora”, lo cual me recuerda que, para entender mejor este tipo de asuntos es muy útil aquella frase que dice follow the money.