Quienes gustan de las leyes y las salchichas, no deberían ver cómo se hacen, le oí decir -varias veces- a mi maestro Manuel F. Ayau. La semana pasada una amiga extranjera me comentó que en su país, cada vez que alguien quiere “mejorar” las cosas, recurre a buscar que sea aprobada una ley que obligue a los demás a actuar de acuerdo con el propósito de la ley.
De ambas meditaciones me acordé hoy, que leí que en Guatemala existen más de 70 mil regulaciones de todo tipo (leyes, reglamentos, acuerdos y demás); y que, no obstante, los diputados siguen aprobando más y más leyes, muchas de ellas repudiadas por la opinión pública y la ciudadanía. Asimismo, abundan las leyes con mano cargada, o leyes con nombres y apellidos, hechas al gusto del cliente.
Leí, también, que hay quienes creen que no hay ley perfecta, que los errores en las leyes son porque se las aprueba de prisa, que las inconstitucionalidades minan la integridad de las leyes, y que muchas leyes traen doble intención. También leí que hay quienes creen que las leyes no se cumplen porque no hay quien las haga valer.
Está claro que hay una inflación de leyes. Está claro que en Guatemala hay una impunidad generalizada que data de décadas. Hubo gente que apoyó una ley específica contra el robo de celulares habiendo ya una ley general que prohíbe y castiga el robo. Como no se hace valer esta última, aquella gente concluyó que lo que hacía falta era una ley adicional, sin resolver las causas de la impunidad. ¿Alguien sabe cuál es la proporción de ladrones de teléfonos condenados, con relación al número de ladrones de otras cosas, condenados?
Está claro que leyes absurdas como la del chaleco para los motoristas y la ley anticapuchas son el hazmerreír de la gente. ¿Cuántos motoristas respetan la disposición de sólo parar detrás de otros automotores, y no al lado? ¿Ya viste que la mayoría de chalecos ya están tan sucios y raídos que los números empiezan a ser muy difíciles de identificar? ¿Hace falta una ley que obligue a los motoristas a cambiar sus chalecos, o a lavarlos con alguna frecuencia?
A todos los males señalados arriba añádele algo peor. Lo que ha ocurrido con la ley no es novedad y ya lo había explicado Federico Bastiat en la primera mitad del siglo XIX: La ley se ha pervertido bajo la influencia de dos fuerzas radicalmente diferentes: el egoísmo falto de inteligencia y la falsa filantropía. La ley ha sido convertida en instrumento de expliación y por lo tanto borra de las conciencias la noción de lo que es justo e injusto. La perversión de la ley confiere preponderancia exagerada a la pasión política, a las luchas políticas y a la política propiamente dicha.
¡Parece que Bastiat viviera hoy entre nosotros!, ¿Sí, o no? Y Bastiat nos da la clave para resolver el asunto: La fórmula para lograr el respeto de las leyes es que las leyes sean respetables.
¿No te convenció Bastiat? ¿Qué tal El principito? En el capítulo X de esa obra, por Antoine de Saint Exupéry, el Rey -monarca absoluto y universal- explica que la autoridad se fundamenta en primer lugar en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, hará la revolución. Yo tengo el derecho de exigir obediencia porque mis órdenes son razonables. Si yo ordenara a un general convertirse en ave marina, y si el general no obedeciera, no sería la culpa del general. Sería mi culpa.
La autoridad se fundamenta en la razón. No en la fuerza; no en el capricho; no en el egoísmo irracional, o falto de inteligencia; y no en los votos que alguien haya recibido en un momento específico y circunstancias específicas que podrían haber cambiado. La ley y la autoridad tienen que ser respetables para ser respetadas.
Dicho lo anterior, vale la pena profundizar: no todo lo que llamamos ley, es Ley. El positivismo jurídico -una tradición maldita- y la ligereza de los medios de comunicación masivos le llaman Ley a casi cualquier cosa que cumple los procedimientos legislativos en el Congreso. Pero si queremos entender mejor lo que nos está ocurriendo hay que cavar más hondo.
Las leyes, propiamente dichas, son normas universales de conducta justa que son aplicadas a un número de casos futuros e igualmente a todas las personas que se encuentren en las circunstancias objetivas descritas en la norma, independientemente de lo efectos que la observancia de la norma producirá en una situación específica. Esto se lo aprendí a Friedrich Hayek. Tales normas no son marcos de conducta ni nada parecido; su propósito es proteger esferas individuales de acción permitiéndole a cada persona, o grupo organizado usar todos los medios posibles en la persecusión de sus fines particulares -siempre que no viole derechos ajenos, ¡por supuesto!- y evitar conflictos entre las acciones de las diferentes personas. Por eso se dice que son normas generales y abstractas. ¿Quieres un ejemplo? Quien tomare, sin la debida autorización cosa, mueble, total o parcialmente ajena, será sancionado con prisión de 1 a 6 años. La norma prohíbe el hurto y se los prohíbe a todos por igual. No distingue entre tirios y troyanos, ni le importa cuál es el propósito del hurto. Lo importante es que no debemos tomar cosas ajenas sin permiso…y si lo hacemos debe haber consecuencias. Protegen derechos.
La legislación -que no es lo mismo que la ley- son normas que son aplicables solamente a personas específicas o que están al servicio de finalidades de los gobernantes. Aunque pueden ser generales en diferentes medidas y pueden referirse a múltiples casos específicos, normalmente se transforman, o son mandatos específicos. Eso también se lo aprendía a Hayek. Tales normas suelen ser marcos de conducta de los cuáles no se puede salir el actor. Establecen límites, u ordenan cursos de acción. Otorgan permisos, o facultades. ¿Quiéres un ejemplo? Los conductores de motocicletas y motobicicletas deben usar chaleco de color anarajado con las siguientes características…bla, bla, bla.
La plaga legislativa, la inflación no es necesariamente de leyes, pero sí de legislación, que es una explosión nefasta de regulaciones que te dicen qué hacer y cómo hacerlo. Que ropa debes usar cuando vas en ciertas ocasiones, qué medicinas puedes usar y cuales no, de qué color puedes pintar tu casa, qué alimentos puedes consumir y cuándo, en qué debes utilizar parte de tu sueldo, y centenares de detalles más.
¡Hay que detener la inflación legislativa! ¡Hay que detener la expoliación y el endeudamiento forzado! Es absurdo y peligroso evaluar a los legisladores por la cantidad de legislación que producen. ¡Nadie debería de tener la facultad de usar el poder de hacer legislación para beneficiarse de los demás!
Y de paso no está de más recordar algo que escribió Jaques Matter: Las leyes no pueden ser observadas cuando no sean buenas, y no pueden conseguirse buenas leyes sin tener buenas costumbres.
La ilustración es Authority of Law por James Earle Fraser CC BY 2.0