Salvarse como gato que cae panza arriba es librarse de un gran peligro, en el último momento; pero no por azar, sino por las propias habilidades; y Guatemala se acaba de salvar como gato panza arriba. Más bien: los guatemaltecos nos salvamos como gatos panza arriba. ¡Perdieron la elección la Unidad Nacional de la Esperanza y Sandra Torres cuya victoria hubiera significado la concentración del poder en un sólo partido y en la Presidencia de la república! ¡Ganó la forma pacífica y civilizada de tomar una decisión importante!
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En otras palabras los guatemaltecos esquivamos una bala….por segunda vez.
El valor del sufragio en un contexto republicano es que, como lo explica en Los fundamentos de la libertad, Friedrich A. Hayek, siempre que se estime conveniente la primacía de una opinión entre varias en conflicto -concurriendo la circunstancia de que habría de imponerse, en caso necesario, por la fuerza- resulta menos dañoso que apelar a la violencia el determinar cuál de aquellas opiniones goza del apoyo más fuerte utilizando al efecto el procedimiento e contar los que están en pro y los que están en contra. Salir a votar es uno de los mejores métodos de cambio pacífico de autoridades descubierto hasta ahora. A pesar de la crispación que había a lo largo de todo el proceso electoral, la jornada de ayer se celebró en paz y en paz fue que los mandantes chapines decidimos quien será nuestro mandatario durante los próximos cuatro años.
Cuando escribo esta nota han sido procesadas 99.73% de las mesas electorales en las que Alejandro Giammattei obtuvo 57.9% de los votos válidos; en tanto que Sandra Torres consiguió 42.05% de los votos válidos. Sólo hubo 5.42% de votos nulos, o en blanco. De los votantes inscritos, 43% acudimos a las urnas. Eso quiere decir que, por las razones que fueran, 57% de los electores no fueron a votar y delegaron en los que sí acudimos la decisión de quién será el mandatario.
La diferencia cualitativa entre el voto nulo/voto en blanco, y el acto de no ir a votar es que el voto nulo/voto en blanco es una manifestación inequívoca de voluntad, ya sea en el sentido de mantenerse neutral, o en el sentido de rechazo; en tanto que en el caso del abstencionismo la voluntad no está clara. Por supuesto que podría interpretarse como de neutralidad, o de rechazo; pero habrá quienes no fueron a las urnas porque estaban de viaje; porque murieron; porque estaban enfermos; porque tenían que trabajar, o porque tenían otros compromisos más importantes; o por quién sabe cuántos motivos más. Además existe el abstencionismo normal de aquellos que no participan, sin importar qué. El caso es que, quienes no asisten a las urnas, reununcian a su facultad de elegir y dejan en manos de otros la decisión que hay que tomar. Todo ello en paz y por la convivencia pacífica. Parafraseando a Ludwig von Mises, citado por Hayek, ayer (y a lo largo del proceso electoral) se produjo un reajuste pacífico del gobierno, de acuerdo con la voluntad popular de los que decidimos participar en la expresión de esa voluntad, ya sea de forma activa mediante el voto, o de forma pasiva, al entregarles a otros la facultad de elegir.
¿Qué más pasó ayer? Se hizo evidente -sobre todo en la ciudad de Guatemala, pero también en otras áreas del país- que el antivoto de Torres tuvo mucho peso. Se hizo evidente que uno, más uno, no siempre es dos, cuando se trata de comparar y contrastar los resultados de un partido en elecciones municipales y para diputados, con la elección presidencial. Se hizo evidente que el voto clientelar potencial no es un voto confiable. Se hizo evidente que, si bien es cierto que el elector chapín es un elector principalmente conservador (desconfiado de lo revolucionario y de lo extremadamente colectivista), tampoco es del conservadurismo de los pastores, ni de los silicios, ni es fascista. Se hizo evidente que las redes sociales virtuales están tomando un protagonismo que todavía no está en el radar de muchos, en perjuicio de los medios tradicionales. Se hizo evidente el valor que tienen las juntas receptoras de votos (que merecen una ovación de pie). Se hizo evidente que, a pesar del ambiente de crispación que se vivía, no hubo actos de violencia.
Independientemente de dirigencias y de grupos que prefieren el bloqueo, el boicot, la invasión, la toma e incluso la quema, la mayor parte de chapines preferimos llevar la fiesta en paz. Ese mismo espíritu debe prevalecer durante el largo período de transición que recién empezó. En ausencia de una institucionalidad sólida, los próximos 10 meses van a requerir de madurez y prudencia por parte de la administración saliente y la administración entrante. Teniendo en cuenta ambas (y sus coros), que deben prevalecer los principios republicanos e institucionales, el largo plazo y todo el contexto posible.
Aquello incluye una investigación exahustiva y de carácter forense para aclarar qué es lo que ocurrió en el Tribunal Supremo Electoral, con su sistema informático y todo el enredo que armaron en la primera vuelta. Deben deducirse responsabilidades en todos los niveles y deben ser expuestas las raíces de tanto despropósito. Urge rescatar la credibilidad del TSE. Urgen reformas a la Ley electoral y de partidos políticos que apunten a la neutralidad de esa legislación, que fortalezcan y refuerecen el rol de los mandantes, que establezca distritos electorales pequeños y que desactive el carácter monopólico de los partidos (tanto de los que sobrevivan a la necesaria depuración que se viene, como de los que surgan cuando se asiente el polvo).
Como consecuencia de aquella depuración, habrá que estár atentos a los nuevos acomodos en el Congreso de la república. Los roles del Tribunal Supremo Electoral y del Ministerio Público van a ser claves para aquella limpia y para aquellos reacomodos; y el valor a defender, en este contexto, van a ser el de la justicia y el de la república. Eso sí, los procesos políticos deben permanecer en el ámbito de lo político y no trasladarse al campo de lo judicial.
A la nueva administración, la de Alejandro Giammattei, le deseo éxitos. Le recomiendo ejercer la virtud de la prudencia que es consecuencia del habito de identificar las experiencias, de razonar en contacto con la realidad sin evadirla y de regular las acciones elegidas con el propósito de florecer. Los guatemaltecos no merecemos menos.
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