12
Abr 08

El derecho individual vrs. el colectivo

En esta semana recibí una valiosa carta de un lector. La suya ilustra un problema particular que enfrentan muchos guatemaltecos; pero a la vez es un problema general del cual no nos hemos dado cuenta.

Para hacer la historia corta, el lector vive en un sector de la zona 15 el cual algunos vecinos han decidido cerrar por seguridad y para ello han instalado una garita con sus costos y sus reglas correspondientes.

La carta se titula El derecho individual vrs. el colectivo; y a mi modo de ver hay dos formas de leerlo: la primera es como el derecho individual contra el derecho colectivo y en ese sentido me queda claro que los derechos son individuales y que no hay tal cosa como derechos colectivos.

De hecho, y eso nos lleva ala segunda forma de leerlo, los derechos individuales nos protegen contra el colectivo o la comunidad.

Los derechos, a saber, son tres: vida, libertad y propiedad; y si como individuos no tenemos la facultad de quitárselos, arrebatárselos, o impedirles su ejercicio a los demás, como individuos tampoco tenemos la facultad de delegarle a la comunidad, o a sus representantes, la facultad de quitárselos, arrebatárselos o impedirles su ejercicio a los demás. No podemos darles a otros facultades que no tenemos como personas individuales.

Un derecho es una facultad de las personas individuales que se ejerce sin necesidad de pedir permiso a nadie, ni a costas de nadie. Como los derechos son inherentes a los seres humanos, eso quiere decir todas las personas individuales gozan de los mismos derechos, siempre. Luego, la única obligación implícita en el ejercicio de un derecho es el respeto de los derechos ajenos.Los seres humanos, como personas individuales, tenemos derechos. Los grupos no. Los derechos los gozan los individuos no porque el grupo se los conceda, ni los goza para bien del grupo, sino que los goza para defenderse de la colectividad y de los otros. Cualquier cosa, parecida a un derecho, de la cual gocen sólo unos, y no todos los miembros de una sociedad; cualquier imitación de derecho de la que las personas gocen de cuando en cuando; cualquier pseudoderecho que para disfrutarlo haya que pasar sobre los derechos ajenos; y cualquier otra gracia que concedan la colectividad, o el tirano de turno, no son derechos, sino privilegios.

Lo que creemos conocer como derechos colectivos, en realidad son intereses colectivos. Una de las razones por las que la sociedad guatemalteca es una sociedad enferma es porque demasiadas personas creen que los intereses colectivos deben prevalecer sobre los derechos individuales. Nótese, por favor, que no he dicho –como malintencionadamente se da a entender en algunos círculos- que los intereses individuales deben prevalecer sobre los intereses colectivos. Este es otro asunto que no voy a discutir ahora para no distraer del tema principal.

En una comunidad, o en una sociedad sana, los derechos individuales deben prevalecer sobre los intereses colectivos.

Dicho lo anterior, si yo viviera en un área que puede ser cerrada y protegida con garitas, estaría de acuerdo con que así se hiciera. Empero, es mi opinión que todos los propietarios y los que alquilan en el área deben estar de acuerdo con el alcance de las garitas y con el pago de su costo. Es decir, que debe ser una decisión de consenso, y no por mayoría.

La razón de aquello es que la instalación de la garita y sus costos son circunstancias que alteran las condiciones de vida, posteriormente al momento en el que los propietarios y arrendatarios decidieron mudarse al lugar. Y la situación es diferente cuando alguien llega a vivir a un lugar donde ya hay garita y se conocen los costos de la seguridad, pues no le queda más que aceptar las condiciones preexistentes.

Visto desde otro punto de vista, ni una mayoría, ni una minoría, tienen facultades para exigir que otros contribuyan a satisfacer sus necesidades de seguridad; ni siquiera en defensa de su derecho de propiedad, o su derecho ala vida.

Así como un individuo no puede exigirle a otro, u otros, que le de dinero para satisfacer sus intereses, necesidades y aficiones; así es como un grupo de individuos (sin importar su tamaño) no puede exigirle a otro grupo que le entregue su dinero para satisfacer sus intereses, necesidades y aficiones.

La única forma de cambiar legítimamente las condiciones que afecten los derechos individuales en un lugar como el descrito (o en una sociedad) es por consenso. Por mayoría, es absolutamente inaceptable.

Claro que nos han educado a respetar las decisiones democráticas (tomadas por mayoría); pero lo que no nos han dicho es que las decisiones mayoritarias deben estar limitadas por el respeto irrestricto a los derechos individuales de la minoría; y la minoría más pequeña es la minoría de uno.

El respeto a la vida, la libertad y la propiedad de unos, no debe estar sujeto a decisiones mayoritarias (y menos minoritarias). Sólo así podemos tener comunidades sanas, y una sociedad sana.


10
Mar 08

¿Derecho a ser feliz?

De entrada, les cuento que simpatizo con la lucha de las mujeres por la igualdad ante la ley y por la eliminación de privilegios. Dicho lo anterior, me llamó mucho la atención -de forma negativa- que en el Día Internacional de la Mujer, la marcha fuera “por el derecho a ser feliz”.

Una de mis definiciones favoritas de derechos es que son facultades que pueden ser ejercidas sin que su ejercicio sea a expensas de otro; o sea, que se ejercen sin dañar a otro. Por eso es que todo derecho lleva una única obligación: la de no infringirle cargas a nadie.

Cuando en una sociedad unos tienen derechos y otros deberes, esa sociedad vive bajo un doble estándar moral que desequilibra las relaciones y hace difícil la cooperación social pacífica. Por eso creo que es malo que haya un estándar para hombres y otro para mujeres. Y por eso me parece equivocado el eslógan de la marcha del 8 de marzo. Estoy de acuerdo con que todos tenemos derecho a la búsqueda de la felicidad; pero me parece muy desatinado que exijamos un supuesto derecho a ser felices. Podemos exigir que los demás no impidan que busquemos la felicidad (sin dañar, ni gravar a otros); pero, ¿a título de qué podríamos exigir que otros nos hagan felices, o que nos den la felicidad? ¿A quién se le asignará el deber de hacernos felices?

Creo que este es un buen punto para meditar en beneficio de la efectividad de cualquier reivindicación de derechos, y en beneficio de la paz.

La foto la tomé en la feria de Panajachel; y me pregunto si esa niña podrá vivir algún día en una sociedad en la que todos seamos iguales ante la ley sin importar el sexo, la étnia, la religión, o la capacidad económica, por ejemplo. O bien, si tendrá que seguir viviendo en una sociedad en la que los privilegios se reparten entre grupos de interés, según sea su capacidad de usar la ley en beneficio propio.


30
Dic 07

"La anatomía del compromiso"

“No se vale participar para obstaculizar los procesos”, dijo el procurador de los derechos humanos, de Guatemala, el viernes pasado, al cuestionar el proceder de representantes de algunos sectores sociales en las instancias de diálogo convocadas por el gobierno.

Sergio Morales dice que “los sectores sociales deben participar más para aportar y empujar los procesos, en busca del bien nacional”.

Le he puesto atención a estas declaraciones del Procurador porque ilustran muy bien, ¡pero muy bien!, los errores metodológicos de la muchos políticos y analistas guatemaltecos. En esta entrada voy a ocuparme de dos: el colectivismo, y el hábito de tratar las cosas en paquete.

El colectivismo se hace evidente cuando se piensa que la política, o la economía, son cuestiones de sectores sociales, de grupos sociales, o de grupos de interés; no de individuos. Se piensa que hay un interés nacional más allá de la suma de los intereses individuales. Esta forma de pensar estima que lo que importa es el grupo, y entonces, sin un grupo, uno no es nada. Desde una visión marxista, estos grupos son las clases sociales; pero desde otras perspectivas, hay grupos étnicos, o de sexo, para poner dos ejemplos.

Yo prefiero el individualismo metodológico que entiende la acción humana como un proceso personal, y no como uno grupal. Para los políticos del corte del Procurador, lo que importa es llegar a acuerdos entre grupos de interés y lo que valen son los acuerdos, no los contenidos. Esto es porque esa posición tiene raices utilitaristas a la manera de que lo que se persigue es el mayor bien para el mayor número, sin tomar en cuenta a las minorías que disienten. Por eso es que aquel que no esta de acuerdo con lo decretado por la mayoría es un obstaculizador de procesos, un negativo, un inconforme, o “un miembro de las mafias”.

El hábito de tratar las cosas en paquete es muy cómodo y es otra característica del análisis político y económico chapín. Al descartar el individualismo metodológico, políticos y analistas centran su atención en grupos de personas y eso conduce a agrupar ideas y fenómenos de igual manera.

Quien hace eso, deliberadamente ignora las diferencia sutiles pero importantes que existen entre las ideas (aunque superficialmente parezcan iguales) y entre los miles y millones de actos y hechos que día a día conforman eso que conocemos como sociedad. Por eso es que muchos políticos y analistas creen que la sociedad actúa y piensa. Por eso creen que el mercado es un “dios”, o que el mercado consume y produce.

El tratar las cosas en paquete tiene una ventaja para aquellos políticos y analistas: les permite hacer caso omiso de los principios y de los valores porque “el paquete es más importante” que las valoraciones individuales, o los principios involucrados en las decisiones personales. Desde aquella perspectiva, el paquete es más grande y por lo tanto debe tener precedencia.

Por eso es que, para ellos, los intereses generales deben prevalecer sobre los derechos individuales. Y por eso es que aquellos que no están de acuerdo con lo que decide la mayoría, son los que obstaculizan los procesos. Los procesos, son más importantes, para ellos, que las personas individuales que se ven involucradas en ellos.

Para ellos el interés nacional es más importante que los derechos individuales de cualquiera que se oponga a los designios del grupo (mayoritario, o minoritario) que haya acordado cuál es ese interés nacional.

Por eso también, es que muchos “representantes de sectores” que llegan a los dialogos convocados por los políticos, llega a regatear posiciones y no a defender principios. No llegan a cuestionar si es legítimo y moral que el gobierno tome recursos ajenos por la fuerza para atender y privilegiar a intereses particulares; sino que llegan a negociar la tasa del impuesto. O su temporalidad, como ocurrió con el Ietaap.

Yo digo que si un proceso viola los derechos individuales de una sola persona. ¡Una sóla!, el deber de cualquiera que valore la vida, la libertad y la propiedad, es obstaculizar ese proceso. Su deber moral es desactivarlo y ponerlo en evidencia.

En todo diálogo y en todo proceso político, los “representantes de los sectores sociales” deberían ponerle atención a algo que escribió la filósofa Ayn Rand en Capitalism: the unknown ideal (Capitalismo: el ideal desconocido). En el capítulo denominado La Anatomía del Compromiso, Rand describe algunas reglas acerca de trabajar con principios en la práctica y acerca de la relación de aquellos con objetivos concretos.

1. En todo conflicto entre dos hombres (o dos grupos) que comparten los mismos principios básicos, gana el más consistente.

2. En toda colaboración entre dos hombres (o grupos) que se apoyan en diferentes principios básicos, es el más maligno, o irracional, es el que gana.

3. Cuando los principios básicos opuestos están abierta y claramente definidos, eso obra en ventaja del lado racional; y cuando no están claramente definidos, sino que están ocultos o difusos, eso obra en ventaja del lado irracional.

No hay, ni puede haber, nada de malo en defender la libertad individual frente al colectivismo. Y si uno está en un “diálogo”, imbuido en un “proceso”, no hay nada de virtuoso en acceder a las demandas del poder y a las exigencias de los grupos de interés por el sólo hecho de no ser un intransigente.

Los derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad no se pierden de golpe; sino que se pierden cada vez que alguien accede a ceder un pequeño “pedazo”, para que no se rompa el diálogo, y para que no se interrumpa el proceso.


03
Nov 07

¡Me gané un Premio Stillman!

Anoche tuve la dicha y la alegría de recibir un Premio Charles L. Stillman por una de mis columnas titulada ¿Matrimonio?, ¡No!

Mi argumentación no es contra el matrimonio, sino una defensa del mismo; pero si es una contra la intervención colectivista en un contrato que debería ser de carácter privado e individual: “En una sociedad abierta la normativa sobre el matrimonio debe tomar en cuenta que las personas son individuos, no aparatos reproductores, y que las mismas deben ser tratadas como seres racionales, no como medios ni como instrumentos”. Al final, la norma que le dio orígen al artículo no fue aprobada por el Congreso, y por eso, ¡sólo por eso!, valió la pena escribirlo.

También ganaron premios Stillman la columnista, colega y amiga Carroll Ríos de Rodríguez; y el psicólogo, colega y amigo Juan José Ramírez. Carroll lo ganó por una de sus columnas y Juan José por un ensayo.

La entrega de los premios tuvo lugar en el marco del acto en el que la Universidad Francisco Marroquín distingue a quienes se graduan con honores y contó con la participación del escritor y amigo Carlos Alberto Montaner. En la foto estamos Carlos Alberto y yo, en el Museo Popol Vuh.

En 2005 obtuve otro Premio Stillman por mi columna titulada ¿Prefiero la arena?, que fue publicada en Prensa Libre y en la revista de filosófía Eleutheria.

Los premios Charles L. Stillman los entrega el Consejo Directivo de la UFM a las mejores investigaciones y columnas periodísticas sobre filosofía de la libertad y sobre el análisis económico del derecho y la política, escritos por profesores universitarios de Guatemala.


03
Nov 07

¡Vaya, pues!

1. Por fin llega el día de la segunda vuelta electoral; pero para mí, viene como el día en el que tuve que sacarme las muelas cordales.

Luego de mucho darle y darle; luego de leer todos los días los reportes de los diarios acerca de las ideas, las promesas y las actitudes de los dos candidatos; luego de echarles un ojo a lo que dicen que son sus planes de gobierno y luego de meditarlo bien; he confirmado lo que ya me temía: En el largo plazo, y para la generalidad de los guatemaltecos, no importa mucho quién de los dos gane.

Ninguno se ha comprometido a respetar absolutamente la vida, la libertad y la propiedad de los chapines. Ninguno ha prometido que eliminará el impuesto a los rendimientos del capital. Ninguno ha anunciado que liberará a los guatemaltecos del monopolio del seguro social, o de esos lastres que son la educación y la salud burocratizadas.

Yo, por candidatos como los que hay, no voto con gusto. Por otro lado, y a la larga, el problema no son los candidatos; porque el problema de Guatemala no tiene tanto que ver con las personas que llegan a la administración; sino con el sistema en sí mismo. Tenemos un sistema que no garantiza ni el respeto a los derechos individuales de todas las personas, ni la igualdad de todos ante la ley.

Desde las elecciones pasadas yo he votado nulo. La razón de esa forma de elección es que, aunque mi sufragio nulo no tiene valor jurídico, esa forma de voto sí manda un mensaje político: El de un franco rechazo al sistema; acompañado por la manifestación de mi derecho a no ser obligado a elegir entre dos opciones que no quiero, ni merecen mi confianza.

En esta ocasión, sin embargo, en mi papeleta no voy a poner algo como Mejor cambiemos el sistema o Denme candidatos que valgan la pena. Con sabor a bilis en la boca y con mucha dificultad, voy a poner una X sobre la casilla de una de las opciones.

Primero, porque he llegado al convencimiento de que uno de los dos candidatos, con todo y sus roscas y sus clientelas, es ligeramente peor que el otro. Francamente, en eso tuve que elegir entre cuáles sinvergüenzas son tolerables y cuáles no. Y me consuelo al parafrasear a Chumi Chumez: ¡Estoy harto, quiero ineptos nuevos! Segundo, porque le tengo respeto a uno de los candidatos vicepresidenciales; en tanto que al otro, niente.

Como elector, y como tributario, estoy totalmente claro de que con mi sufragio seré cómplice de un absurdo en el corto plazo. Pero tengo ganas de decir Se los dije, cuando la próxima administración nos arrastre por el mismo camino de servilismo con las burocracias internacionales, por el mismo camino de incoherencia, y por el mismo camino de confusión por el que nos ha arrastrado la administración que se va.

¡Vaya, pues!, mañana voy a ir a poner mi X en una de las casillas; pero que conste que más que nada es porque lo que se perfila en la otra casilla me para el pelo. Eso sí, mi compromiso con cambiar el sistema –que es lo que verdaderamente generará más bienestar y desarrollo para los guatemaltecos– sigue firme. Por eso es que mi opción real se halla en ProReforma.

2. Bloguear no es un crimen. ¿Recuerda usted a Kareem? El es un joven bloguero egipcio que se encuentra en prisión por algo que muchos guatemaltecos han derramado sangre para que todos tengamos y conservemos. Está preso por ejercer su libertad de expresión. Kareem ha criticado a la administración egipcia y a su presidente y por eso ha sido encarcelado. Bajo la presión del fundamentalismo y de la tiranía, su padre ha renegado de él. Este viernes 9 de noviembre, en muchas ciudades del mundo, habrá expresiones de solidaridad con Kareem.

Si desea contribuir a su liberación, y a la defensa de la libertad de expresión, dele una llamada telefónica al embajador Maher Baddar al 2333-6296. Por favor pídale que su gobierno respete la vida y la integridad de Kareem y que lo libere.

Publicado en el diario Prensa Libre el sábado 3 de noviembre de 2007


01
Sep 07

Ficciones

En Guatemala vivimos de ficciones. Ayer leí que la PGN reconoció que once fincas ubicadas en la biósfera maya, que se las habían apropiado personas particulares, han sido recuperadas sólo en papel, ya que en la realidad están en poder de 38 grupos de invasores. Esta es la misma PGN que supervisará el control absoluto de las adopciones en Guatemala. Y si así como les va con las fincas, les va a ir con las adopciones, el futuro de los niños abandonados se pinta mal.

Aquí, en este bello paisaje el estado es dueño del subsuelo, supuestamente para el bien común. Y lo que resulta, en realidad, es que los propietarios del suelo han sido despojados de la propiedad del subsuelo y de sus riquezas, y han sido condenados a padecer la pobreza, mientras viven y trabajan sobre potenciales fuentes de enriquecimiento. El dueño de un terreno en Texas se hace rico si encuentra petróleo en su tierra, en tanto que el dueño de un terreno en Guatemala, sigue pobre si encuentra oro negro en su terreno. ¿Por qué? Porque el chapín no es propietario del subsuelo.

Los guatemaltecos hablamos de partidos políticos, cuando lo que tenemos son roscas y maquinarias electoreras. Un partido político, propiamente dicho, funciona como intermediario entre los gobernantes y los electores y los tributarios, y es una plataforma para la discusión de ideas y de políticas públicas. Sin embargo las organizaciones que conocemos como partidos son grupos de amigos que se asocian para llevar a alguien al poder; y una vez alcanzado ese propósito, o habiendo fracasado en el intento, esas organizaciones se consumen.

Así le pasó a la DCG, que por mucho fue el partido más grande y mejor organizado de su tiempo, y que luego de llevar a Vinicio Cerezo al poder se consumió en la corrupción y en la gran parranda que fue aquella administración para terminar malviviendo, a duras penas, hasta nuestros días. La UCN fue un castillo de naipes que se vino abajo con el asesinato de Jorge Carpio. El MAS fue un estornudo que se hizo nada como consecuencia de los delirios de Jorge Serrano. El PAN, luego de llevar a Alvaro Arzú a la presidencia, no aguantó la primera derrota de Berger y en estas elecciones sólo le faltó irse a parar a la Diecisiete calle de la zona 1 para ver si alguien le hacía el favor. El FRG, tras la escandalosamente corrupta administración de Alfonso Portillo, se diluye poco a poco en la medida en que el patriarca Efraín Ríos Montt se hace más y más irrelevante.

El PU, el CASA y el PP son poco más que clubes de amigos. El primero gira alrededor de Arzú; el segundo lo hace alrededor de Eduardo Suger y el tercero alrededor de Otto Pérez. Otros grupos como la URNG, la ANN, el MAIZ y EG, cuentan entre su dirigencia con varios exguerrilleros y con simpatizantes de la exguerrilla. Entre ellos hay tantos rencores, tanta amargura, y tantas cuentas pendientes, que se atomizan cada vez que pueden. Y la UNE no es más que la necedad de llevar a Alvaro Colom a la presidencia.

En Guatemala, las organizaciones políticas que nosotros llamamos partidos tienen una vida máxima de 20 años; pero aunque vivieran 50, su contribución a la madurez política de los electores y de los tributarios sería casi nula. El problema, una vez más, es que vivimos una ficción. Una rosca electorera, no es un buen intermediario político y no es una plataforma de discusión apropiada para fundar una democracia, ni un estado de derecho.

Quizás los guatemaltecos deberíamos dejarnos de quimeras y de ficciones. Los políticos chapines, presionados por la comunidad internacional y por “los países amigos”, en connivencia con los intereses de numerosas ONG, están abdicando a la facultad de gobernar. Y el primer paso para esta declaratoria de autointerdicción política es la CICIG. ¿Qué otra ficción vendrá después?

Ahora bien. Todo esto no ocurre en el vacío. Ocurre porque muchos creen que las cosas no pueden cambiar, y porque permiten que ocurra. ¿Y usted, qué piensa?

Publicada en Prensa Libre el sábado 1 de septiembre de 2007


27
Ago 07

Un truco viejo al descubierto

En esta actividad, en la de columnista y bloguero, una de las cosas más extrañas que he aprendido es que muchas personas “lo pelan a uno” no por lo que uno dice, ni por sus ideas; sino por lo que aquellas personas creen que uno dijo, por lo que quisieran que uno hubiera dicho, o por lo que creen que son las ideas de uno.

Hace ratos, el columnista Jorge Jacobs se refirió a este fenómeno como el de la creación de un hombre de paja. Y lo explicó de la siguiente forma: “La falacia del hombre de paja consiste en fabricar una débil imagen del oponente, que no necesariamente refleje sus argumentos pero que por lo menos se le parezca en algo, para luego atacar y desprestigiar esa imagen, haciendo creer a los demás que ese en realidad es el oponente”.

Algo así ocurrió durante el foro Perspectivas que se celebró en la Universidad Mariano Gálvez el 21 de agosto pasado. En medio del foro, el moderador Jorge Fuentes, de la Universidad Rafael Landívar, interrumpió el mismo para presentar “al procer de la Revolución de 1944: Alfonso Bauer Paiz”, que se hallaba entre el público.

Bauer se levantó, la gente lo ovacionó, y procedió a echarse un discurso. En una de esas le imputó a Manuel F. Ayau -que no estaba presente- haber dicho, en una entrevista reciente, que el interes general no debe prevalecer sobre el interés particular.

Bauer no se refería algo que Manuel F. Ayau hubiera dicho; sino a algo que él cree que ha dicho Ayau. Yo he oído, más de una vez, que Ayau dice que los intereses generales no deben prevalecer sobre los derechos individuales. Lo he oído decir que es de interés general que los derechos individuales prevalezcan sobre los intereses generales. Lo he oído decir que si los derechos individuales no prevalecieran sobre los intereses particulares, o sobre los intereses generales, no tendríamos derechos individuales.  He aquí lo que dice Ayau, en boca de Ayau.

Todo eso es muy diferente a lo que Bauer quiso hacer creer que ha dicho Ayau. Cuento la anéctota porque la práctica de poner en boca de otros lo que otros no han dicho, con el objetivo de desinformar, o de deformar las ideas es una práctica deleznable.

Creo que la idea de que los derechos de cada uno de nosotros deben prevalecer sobre los intereses de otros individuos, o de grupos de individuos es muy importante; y que eso es lo que debería estar en discusión. Si se distrae el meollo del asunto, con sofismas, la discusión pierde valor…y desgraciadamente lo pierde en favor de aquellos que creen que los derechos individuales deben estar sometidos a los intereses de la colectividad.


18
Jun 07

Marcela también es liberal

Leo la columna de hoy, de Marcela Gereda, titulada Aquí y ahora; y leo su columna anterior titulada Instrucciones para desconstruir los mitos de los Chicago Boys. En medio de todo, puedo suponer que a Gereda, como a mí y como a todos los liberales chapines que conozco, no le gusta el modelo colonial y semifeudal que hay en Guatemala; y que tampoco está de acuerdo con la economía proteccionista. Me identifico con su consejo de apostarle a la humanidad.

Puedo suponer que ella estaría de acuerdo con una sociedad de personas libres en la que se respetaran los derechos de todos por igual, sin importar étnia, sexo, religión, y/o edad, por ejemplo.

Puedo suponer, por eso, que la colega columnista también es liberal; sólo que no lo sabe. Marcela confunde liberalismo con neoliberalismo (el del Banco Mundial, y el del Fondo Monetario Internacional, por ejemplo). Confunde liberalismo con mercantilismo (el de los empresaurios, por ejemplo). La inconsistencia de estas perspectivas debe ser lo que incomoda a Marcela. Y tiene razón. Esa economía mixta y ecléctica que se parece más al socialismo, que al liberalismo, es como para crisparle los nervios a cualquiera.

Estoy con Marcela: lo que hay que hacer es eliminar todos los privilegios. Lo que hay que hacer es fortalecer el estado de derecho. Lo que hay que hacer es que todos seamos iguales ante la ley. Lo que hay que hacer es acabar con la arbitrariedad. Lo que hay que hacer es respetar la dignidad humana y apostarle a las personas.

Marcela tiene razón al observar que el aquí y el ahora es importante; pero me atrevo añadir que el mañana tambíen lo es, y que si bien la realidad nos pesa y nos ahoga aveces, no está de más soñar e idealizar cómo podría ser una sociedad mejor. El liberalismo es acerca de eso. La filosofía social que estudiamos algunos, no es sobre el ser (para eso están la sociología y otras disciplinas), sino sobre el deber ser. El liberalismo no parte de una sociedad libre e igualitaria, sino que aspira a ella. No la persigue por la fuerza, eso sí; y entiende que una sociedad es diferente a una fábrica, una finca, o un kibutz.

Para eso, y para el bien común, que es el bien de todos y no sólo el bien de la mayoría (o de la minoría), me uno al reto de Marcela en cuanto a romper con la lógica excluyente. Mi aportación es: Libertad e igualdad de todos ante la ley.

Si tan sólo estuviéramos de acuerdo en eso…

Si a usted le interesa saber cuáles son sus tendencias filosófico-políticas, le recomiendo que haga este test; en inglés.

La ilustración la tomé de La birra de hoy


17
Jun 07

ProReforma: para los que se dan cuenta de lo que está pasando

El subdesarrollo económico y social de Guatemala se debe a la existencia de un Estado presidencialista que no proteje los derechos individuales. El objetivo del Proyecto ProReforma es la prevalencia del Derecho que fomenta la economía de libre mercado y disminuye la corrupción. Asimismo, promueve la certeza jurídica, el respeto de los derechos y la disminución de la discrecionalidad de los funcionarios. Su principal reforma consiste en la creación de un sistema bicameral diferenciado, otros métodos de elección para ambas cámaras y la reducción de diputados en el Congreso: http://newmedia.ufm.edu/pagina.asp?nom=proreforma


13
Jun 07

José Natividad Trejo fue absuelto

“José Natividad Trejo, piloto acusado de haber matado a un extorsionista, recuperó ayer su libertad de inmediato, luego de que el Tribunal Cuarto de Sentencia aplicara el artículo de legítima defensa para absolverlo de toda culpa”.

El tribunal resolvió eximirlo de responsabilidad porque se consideró que había actuado en defensa propia cuando mató a un delincuente que intentaba asaltarlo, el 4 de septiembre del 2006.

Se hizo justicia. Efectivamente, el artículo 24 del Código Penal guatemalteco dice que es causa de justificación, entre otras, la legitima defensa; misma que define como que obra en defensa de su persona, bienes o derechos, o en defensa de la persona, bienes o derechos de otra, siempre que concurran las siguientes circunstancias: agresión ilegítima (¡como cuando a uno lo asaltan!); necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla; y falta de provocación suficiente por parte del defensor (¡como cuando a uno lo asaltan!).

Foto de José Natividad Trejo, por Erlie Castillo, de Prensa Libre.