Los capitalistas o empresarios de verdad, que hacen su dinero en mercados abiertos y competitivos, tienen derecho a sus enormes riquezas; pero los capitalistas mafiosos, los capitalistas del favoritismo, los capitalistas de connivencia -que dependen de los privilegios estatales- no se merecen nuestro apoyo. Es hora de rechazar el capitalismo de amiguismo y abrazar la realidad. Aquellas son las ideas principales de un artículo por Allistair Heath, publicado en The Telegraph.
De aquello me acordé cuando leí el debate alrededor de una pieza de legislación llamada: Ley de promoción de inversión y empleo, identificada como iniciativa 4644; controversia que, ¡por supuesto!, no es acerca de si debería haber más inversiones y más generación de empleo; sino acerca de si esos objetivos deseables deben ser conseguidos por medio de privilegios.
¿Sospechas de qué lado estoy? Estoy del lado del No. Estoy del lado de la igualdad de todos ante la ley; y estoy del lado de la oposición contra todos los privilegios.
Aquella iniciativa multiplica privilegios fiscales y les otorga hasta décadas de exoneraciones de impuestos a los empresaurios que sean beneficiados. ¡Empresaurios!, ¿por qué? Porque hacen uso de la majestad de la ley para conseguir ventajas que no tendrán otras personas. Porque hacen uso de su habilidad para influir y controlar el poder político para beneficiarse directamente a costa de los tributarios que tendrán que cargar el peso que ellos se rehusan a cargar. Si antes eran aceptables esas prácticas, no deben ser aceptables nunca más.
No importa si son grandes, o pequeños emprendimientos los que serán beneficiados con aquel privilegio. Un privilegio es un privilegio. Es una fuente de desigualdad ante la ley. Es un abuso. Es una negación del estado de derecho.
Como los impuestos son una forma de robo, porque son tomar dinero ajeno por la fuerza y luego repartirlo entre los intereses y las clientelas de quienes controlan el poder político, sólo hay de dos sabores: Acabas completamente con aquel sistema de expoliación, o la carga se reparte por igual sin privilegios. Otra cosa es no sólo injusta, sino que aberrante. Mañana que se celebra el 4 de julio, quizás deberíamos meditar acerca de que los impuestos injustos solían causar revoluciones.
¡Por supuesto que para mejorar la calidad de vida hacen falta más inversiones y empleos productivos! Pero aquellos no deben ser conseguidos mediante privilegios, ventajas, abusos, o injusticias. ¿Queremos más inversiones y empleos? Recordemos cuando ProReforma proponía que en ningún caso el Senado o la Cámara de Diputados emitirán Ley o decretos arbitrarios o discriminatorios, en los que explícita o implícitamente se concedan prerrogativas, privilegios o beneficios que no puedan disfrutar todas las personas que tengan la oportunidad de hacerlo. ¿Queremos más inversiones y empleos pero no tenemos las agallas de acabar con la expoliación? Acabemos con el impuesto a los rendimientos del capital, acabemos con la inflexibilidad laboral. Hagamos algo que no sea empeorar el sistema mercantilista, amiguista, compadrero, y fabricante de miseria que hemos tenido desde siempre.
Que el capitalismo no sea confundido con el mercantilismo, ni con sus variantes. Por la libertad individual de producir, consumir, intercambiar y servir, sin coerción ni privilegios.
El vitral de los privilegios, en Tournai, Belgica. Foto por Jean-Pol GRANDMONT (Own work) [GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html) or CC-BY-3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by/3.0)], via Wikimedia Commons.