Entre mis amigos que saben de estas cosas, hay dos posiciones con respecto a la legislación de incompetencia, más conocida como Ley de Competencia. Unos dicen que será un instrumento del gobierno para la coacción (y de extorsión) política contra los grandes empresarios que no se alineen; y otros dicen que es compadre hablado, y que los grandes —que tienen abogados de renombre— ya saben cómo usar esta legislación contra competidores eventuales. ¡Vaya uno a saber!
Creo, eso sí, que fue una medallita que se pusieron los semilleros de una facción para tratar de compensar un año de desatinos y de desgaste político casi sin precedentes. De ahí que, al día siguiente de la aprobación de aquella normativa, Twitter estuviera lleno de trinos como: Loa de Bernardo para Samuel, Elegía de Samuel para Bernardo, Madrigal de fulano para mengano y así. Todos los semilleros abrazándose entre sí.
Lo cierto es que, si desde el poder de verdad se quería que hubiera competencia libre, lo único que había que hacer era eliminar todos los privilegios políticos, las barreras arancelarias y no arancelarias, y las regulaciones que impiden la competencia. Bastaba con que se le devolviera a la gente la facultad de comprar, vender, producir y servir sin coacción ni privilegios… pero ¡NO! Había que legislar y generar partidas presupuestarias. No sólo para complacer a la burocracia europea, sino para gozo de los estatistas de todos los colores, y para el de la clientela semillera más básica.
Lo cierto, sin embargo, es que la legislación de incompetencia crea una burocracia todopoderosa, de esas que podrán ejercer la arbitrariedad y gastarán, en canastos, dinero de los tributarios. Con una legislación que viola el principio de inocencia, y en la que los acusados tienen que demostrar que son inocentes, ¿cuánto tiempo pasará antes de que veamos grandes empresarios hincados por la extorsión, como en tiempos de la CICIG?
La ley de incompetencia es un disparo en el pie para una economía emergente como la de los guatemaltecos, y ha creado muchas expectativas tan altas —como la de los precios justos— que terminará siendo otra decepción. Además, ¿ya sabes? ¿Verdad? Mientras más regulaciones, más requisitos, más burocracia y más partidas presupuestarias hay… más oportunidad para la corrupción hay, también. Esta es una legislación mercantilista más para los guatemaltecos.
Esta legislación, además, tiene el potencial de operar en beneficio de los que ya están operando en el mercado, porque ya están establecidos, en perjuicio de los que quisieran entrar, o son muy pequeños, o son foráneos. Con el equipo apropiado de abogados, muchos prodigios son posibles.
En fin… la administración semillera sigue legislando en su favor… y en su favor… y en su favor… una normativa aquí, y una normativa allá. ¿Cuáles crees que serán los efectos electorales y en las instituciones de esta estrategia? ¿Te acuerdas de la gente que decía que no importaba que la mala simiente obtuviera la presidencia porque el Congreso iba a ser de oposición? Pues siempre No. ¿Estamos preparados para eso?