03
Feb 10

Cuento breve: Suicidio con aroma de café

Don Pedro se levantó, sorbió su espresso y le echó una última mirada a su oficina. No era la cueva llena de papeles que suele asignársele a los contadores; porque él se las había arreglado para hacerla agradable. Con vista al jardín interior y a las paredes de ladrillo que combinaban muy bien con el verdor, era pequeña; pero, ¡hasta daban ganas de trabajar en ella!

Aunque ya no daban muchas ganas, la verdad sea dicha. Los últimos ocho meses habían sido una pesadilla y ya ni el espresso lo animaban como antes. ¿Aguantaría, él, ver su nombre en los diarios? ¿Será cierto que la vergüenza pasa; pero el dinero se queda? ¿Sería capaz de morder la bala? ¿Y si todo era una trampa? ¿Cómo me deje clavar así? Aaaaaaah, como pesa todo, se dijo.

Recordó su primer día en la empresa, justo el día antes en el que del viejo edificio se trasladaron al nuevo, a este que tanto le gustaba. Recordó que febrero sería muy importante para la empresa y sintió mucho no estar para disfrutarlo. Pero…¿disfrutar qué? Sólo un ángel podía salvarlo, y sólo un ángel podía perderlo.

Determinado, pues, puso su mente en blanco, bajó por las gradas y se dirigió al sótano. Pensando en nada, ahora era una máquina y ya había tomado la decisión. Ni el sentimentalismo, ni nada lo detendría porque, claro, sólo así es que se pueden hacer este tipo de cosas, sobre todo si no se tiene experiencia.

Como pudo -y como imaginó que se hacía en las películas que había visto- se puso la soga al cuello, la pasó por la viga y se dejó ir. Pero, ¡Mierda!, nada es tan fácil como parece. Fracasó una vez y lo abordó el pánico. Las manos le sudaban y el corazón estaba por salirse de su pecho. Empero, sabía bien que era ahora, o nunca.

Más tarde, quién sabe si se atrevería a hacerlo de nuevo.

Se serenó como pudo, y más bien casi nada. Tomó uno de los cuchillos que había en la mesa, respiró profundo, se lo llevó al cuello…y ni siquiera sintió que su cuerpo se desplomaba. Ahí todo se oscureció. Terminó la angustia.

El susto, ni modo, fue para don Nayo el de la limpieza. Fue el quien encontró el cuerpo de don Pedro en el sótano. Y fue él quien tuvo que salir corriendo para dar la alarma.


03
Nov 09

Los muertos del demente ágil

Los muertos deben morir es el título del libro de Felipe Valenzuela, que le será entregado este jueves 5 durante un acto en el que la obra será comentada por los periodistas Haroldo Sánchez, Adelma Bercián y Haroldo Shetemul.

¡Felicitaciones al cuate Felipe!, conocido como El demente ágil por sus columnas en el diario Siglo Veintiuno; y por su presencia radial Patrullaje Informativo, en Emisoras Unidas. Además de escritor y periodista, Felipe es músico.

30
Abr 09

El Decamerón y la gripe porcina

Durante la peste bubónica, en Florencia, siete doncellas y tres mancebos huyeron de la ciudad y se refugiaron en el campo.  Para pasar el tiempo y no aburrirse, cada uno contó una historia durante cada una de las 10 noches que pasaron huyendo de la plaga.

Dichos relatos fueron recogidos por Bocaccio en 1351 y llevan el célebre nombre de El decamerón. Los temas eran el amor, la inteligencia y la fortuna; y generalmente eran profanos.  Aaaaaaaaaah, a mí no me vendrían mal 10 días de relatos, en el campo, lejos de la ciudad y de la gripe porcina.  
En la lengua inglesa, el equivalente de El decamerón son Los cuentos de Canterbury, de Chaucer; pero estos no se desarrollan durante una pandemia, sino durante una peregrinación.

14
Abr 09

Puentes colgantes en Perú

Siete escolares y dos profesores que volvían a casa luego de las clases murieron al desprenderse un puente colgante en Perú.   Esta noticia, que ocurrió ayer, me recordó la historia de El puente de San Luis Rey; una novela que leí a finales de los 80, por recomendación del maestro don Gilberto y de la cual se hizo una película en 2004.
Altamente recomendable, usted la puede alquilar en Take One, la tienda de vídeos de Futeca en la zona 14.
El libro y la peli cuentan la historia de 5 personas que mueren al cruzar el puente de San Luis, en el Perú virreinal del siglo XVIII.  Ambientada en una época en la que las ideas de la  Ilustración se enfrenta a la Inquisición de la iglesia católica, esta tragedia cuestiona la moralidad de aquel tiempo y la explicación de los fenómenos como el desprendimiento de aquel puente y la muerte de quienes son arrastrados por el desastre.


Digg!


07
Dic 08

Eduardo Halfon y El boxeador polaco

Eduardo Halfon es el autor de el éxito de librería El boxeador polaco; y también de otra obras como Esto no es una pipa, Saturno; y de De cabo suelto. En esta conversación habla sobre El boxeador polaco y su relación con su abuelo que estuvo en campos de concentración nacionalsocialistas; sobre la arrogancia en el aula; y sobre Mark Twain.


14
Abr 08

Muñeca mala

Muñeca mala es el título del nuevo libro de mi amiga Carmen Matute. Carmen es una poetisa muy respetada y valorada; y ahora, en Muñeca mala, nos ofrece una serie extraordinaria de poemas y cuentos.

El 3 de abril asistí a la presentación de su libro, obra que el escritor y amigo, Ronald Flores, comentó en esa ocasión.

No he leído el libro aún; pero el diario Siglo Veintiuno publicó, hoy, un fragmento del relato que le da nombre a la obra. Ciertamente que es intenso; y Cármen traslada la intensidad de los sentimientos y las reflexiones con efectividad y fuerza. Aún en un pequeño fragmento, el lector no puede quedar indiferente ante lo que está leyendo. Desde una perspectiva Kantiana, tan alejada de mi weltanschauung, la protagonista medita: Me sentía atrapada porque o era por amor que había decidido cuidarla, sino por un ineludible sentido del deber. Esa vertical concepción del deber que ella misma me había inclulcado.

Ahora, tengo más ganas de leer Muñeca mala.


15
Nov 07

Cuento breve: El payaso se comió el pastel

Era una de esas tardes húmedas y calurosas con las que abril se ensaña en la boca costa de Guatemala. No había brisa, de modo que ni en la sombra era agradable estar.

Sin embargo, había que ir a la piñata; así que ahí estaban todos. Grandes y chicos haciendo lo que se hace en esas ocasiones.

El Payaso, en esas, se dio cuenta de que la gente estaba distraída. Entre la modorra y la confusión, los invitados se hallaban lejos del pastel. Y ahí estaba el pastel. Solito. Dulce. Con esos colores brillantes y contrastantes que adornan los pasteles típicos de aquellas tierras. Y El Payaso no se aguantó. Vió a la gente, vió el pastel y le entró sin pudor.

Ya casi se lo acababa cuando oyó el grito. “¡El Payaso se está comiendo el pastel!”

“¡Payasojueputa!”, gritó alguien más. “¡Agarren al Payaso!”, escuchó el animal. El Payaso, que ese era el nombre de la mascota de la casa, tenía su hocico manchado de turrón celeste y no había forma de ocultar la verdad: El Payaso se había comido el pastel.

“Amarrá al Payaso”, le ordenó la matrona de la casa a uno de sus hijos. “Amarrá a ese chucho y le das una apaleada que nunca olvide en su vida”. “Sí”, dijo el muchacho. Y acto seguido ató al perro a un árbol.

Los invitados a la piñata se congregaron alrededor del Payaso, cuyos ojos veían venir lo impensable. Y lo impensable venía en la forma de un energúmeno armado con un bate de beisbol. Y detrás venía la madre. Y el monstruo empezó a golpear al Payaso. Batazo tras batazo, el cuerpo del Payaso fue molido mientras se hallaba atado a un árbol. Hasta que alguien dijo “Vos, terminá ya con el chucho”. Y el monstruo le dió un último golpe al cráneo del animal.

La piñata siguió su curso. Y la vida ya no fue igual.

De la historia de El Payaso me acordé cuando leí que en la India un hombre se casó con una perra para revertir una supuesta maldición que padece desde que mató a pedradas a dos perros.