30
Jun 22

La libertad de expresión, con Antonini de Jiménez

La libertad es la ausencia de miedos, es la posibilidad de dirigir tu vida en función de aquello que en cada momento es conveniente y necesario por eso es que la libertad es un concepto que se vive extremadamente empírico, práctico y real.  Es el único instrumento que tenemos para llegar a ser lo que somos. El diablo de la libertad es la seguridad, el sentirnos seguros, el sentir que no hay riesgo, ni incertidumbre, eso está grabado con fuego.  El principal enemigo que enfrentan los jóvenes actualmente es la autocensura, la servidumbre voluntaria que es aceptar lo políticamente correcto.  Vivimos en una época de la humanidad con más personas estudiadas y paradójicamente vivimos en una época en la que la humanidad tiene más miedo de decir lo que piensa.  Mientras más libertad, mayor es el precio.

Haz clic en la imagen para ver la conversación con Antonini de Jiménez.

Aquellas son algunas de las ideas que compartió Antonini de Jimenez, El economista de las pequeñas cosas, durante una conversación que sostuvimos hace unas semanas.

Durante aquella charla, Antonini abordó la relación que hay entre la libertad, el propósito y la admiración.  Habló del valor de expresarse con convicción. Distinguió entre libertad y libertinaje.  Comentó la relación que hay entre libertad y responsabilidad.

Explicó que la libertad que no se arriesga, se pierde; y que a la libertad sólo se llega desde la libertad porque es medio y fin de sí misma.

Antonini de Jiménez habló sobre el rol de las redes sociales y recomendó no aplacar el aburrimiento con ellas, no dejarse llevar por la inercia de la información, y pasar en ellas más de un par de horas al día como mucho. Participar en redes es un acto de auto aprendizaje y de humildad, acotó. Para tener el sello de humano, dijo, es necesario responderse a la pregunta de para qué he nacido.

Finalmente habló del rol del profesor y de la importancia de tener vocación y de enseñar con sentido.

Este año he escrito tres columnas sobre libertad de expresión, y quizá quieras visitarlas:


01
Abr 22

El sentido del humor y la incultura “woke”

 

Si mal no recuerdo, cuando estudié literatura con el ilustre Salvador Aguado-Andreut, el profesor nos contaba que don Quijote era un loco cuerdo; y el motivo por el cual tenía esa característica es porque siendo loco y divertido podía decir verdades que, de otra forma, no hubiera podido expresar en sus tiempos.  Podía hacer críticas sociales y políticas que, de estar cuerdo su personaje, Cervantes no habría podido compartir sin poner en riesgo su libertad.  A Juan de Mariana, por ejemplo, su crítica a la facultad inflacionaria del Rey le costó la cárcel.

Haz clic en la imagen para saber más de don Quijote.

En algunas cortes, los bufones eran personajes -muchas veces grotescos- cuyo ingenio y otras habilidades humorísticas e histriónicas les permitían reírse de situaciones, y hasta de personas de las que nadie se atrevería a hacer mofa.  El bufón le era útil a la corte y al monarca para tomarle el pulso a la opinión pública sin poner en riesgo la vida, ni la libertad, ni la propiedad de nadie.  Ni la dignidad de nadie porque, lo que dijera el bufón eran disparates del bufón. Hubo bufones famosos como Triboulet y Calabacillas.

En nuestros tiempos tristes la incultura woke y el victimismo en el que medra están asfixiando al sentido del humor y a la valiosa contribución social que hacen el loco cuerdo y el bufón.  El meme se salva porque es anónimo; pero el miedo a que algún colectivo se ofenda está cundiendo tan rápido en muchas sociedades que ¿llegará el momento en que de miedo compartir un meme?

La persecución de los ofensores es tan rabiosa y despiadada que la exposición de la condición humana por medio de los dislates y el sentido del humor se ve menoscabada.  La multiplicación de los ofendidos es tal que la libertad de expresión se ve amenazada como por una plaga.

Por lo pronto, para la comedia y los comediantes, la incultura woke y sus amenazas de cancelación han de sentirse como cadenas con bola.  Y todos perdemos, no sólo por la intolerancia, sino por la asfixia del sentido del humor y por el ambiente atosigante y denso que no admite más perspectivas que las autorizadas por los policías de la corrección política.

Columna publicada en elPeriódico.


25
Mar 22

Libertad de expresión, ¿para qué sirve?

 

¿Para qué sirve la libertad de expresión?  Estoy de acuerdo con quienes sostienen que la libertad de expresión es útil para tres cosas: proteger la dignidad humana, controlar la actividad social y estatal; y buscar la verdad.

Como manifestación de la facultad que todo individuo debería tener para decidir y actuar de acuerdo con su mejor juicio, sin estar sometido a coacción arbitraria, la libertad de expresión es la facultad de decir con enunciados, o mediante otros signos lo que se piensa, siente, o desea. Hace posible la exploración de ideas y posibilidades que pueden ser verdaderas -que sean producto de la identificación de hechos de la realidad-…o no. Uno deja de ser un individuo pleno y digno si debe callarse por temor a la legislación, al poder, o al linchamiento.

Como contralora de la actividad de los individuos en sociedad y de las actividades de aquellos que ejercen el poder (formal, o informalmente), la libertad de expresión nos faculta para cuestionar, o reforzar las costumbres y las ideas.  Nos permite poner en duda, o consolidar las facultades de aquellos que -por el momento- ejercen el poder; y las de aquellos que son sus patrocinadores, electores, o clientela. La libertad de expresión hace posible la discusión cívica de nuestros sistemas de creencias, de nuestros patrones de crianza y de nuestros valores.

Como herramienta para la búsqueda de la verdad, la libertad de expresión hace posible que pongamos a prueba nuestras ideas, tecnologías, conocimientos y más.  Es peligroso que una marea de pensamiento arrase con la diversidad de perspectivas e ideas (sobre todo si no es orgánica, sino impuesta y como consecuencia de la intimidación, o de la fuerza).  Sin la posibilidad de explorar, someter a prueba, o expresar lo  aún no ideado, o lo diferente, ¿cómo podemos aprender de nuestros errores e identificar lo que es falso? ¿Cómo podemos aprender de nuestros éxitos e identificar lo que es verdadero?

En ausencia de plena libertad de expresión se imponen el pensamiento único y la historia única; y como dijo Chimamanda  Adichie, es imposible hablar de pensamiento único sin hablar de poder.

Columna publicada en elPeriódico.

Anoche, por cierto, participé en Canal Antigua, junto a Jorge Ceballos, en un programa sobre la libertad de expresión.


18
Mar 22

Ni de religión, ni de política

 

La libertad concedida tan sólo cuando se sabe de antemano que sus efectos serán beneficiosos no es libertad. Si supiéramos cuándo debe utilizarse libertad, desaparecerían en gran medida las razones a favor de la misma. No es una razón en contra de la libertad individual el que frecuentemente se abuse de ella. La libertad necesariamente significa que se harán muchas cosas que no nos gustan, escribió Friedrich A. Hayek y añadió que su confianza en la libertad no descansa en los resultados previsibles en circunstancias especiales, sino en la confianza en que a fin de cuentas dejará libres más fuerzas para el bien, que para el mal.

La ilustración la tomé de aquí: https://bit.ly/3qgGySL

Esta es una de las perlas hayekianas más difíciles de entender porque es una de las más difíciles de llevar a la práctica; tanto en la vida personal como en la de la polis.  ¿Por qué? Porque la tentación de querer siempre el bien es tan poderosa, que a veces puede impulsarnos a sacrificar hasta los derechos individuales. Por ejemplo, la libertad de expresión suele ser una de las primeras víctimas de aquella persecución desesperada del bien por parte de quienes saben exactamente qué es el bien y no están dispuestos a sostener una conversación al respecto.

Esa indisposición tiene sus raíces en un mal consejo que nos dan desde niños, ese que dice que no hay que hablar de religión, ni de política.  Esa mala admonición inhabilita a algunos para sostener conversaciones civilizadas sobre temas controversiales; y es en aquellas condiciones de precariedad intelectual que medran el pensamiento único y la pulsión de hacer callar, eliminar y arrasar.

Si la civilidad ha de sobrevivir y con ella la civilización, quizá sería mejor escucharía el consejo de Hayek más que el despropósito de no conversar abiertamente sobre temas controversiales.  Quizá es mejor huir del pensamiento único y de la tentación de vencer, en vez de convencer, como se huye de la peste.

¿Y si sale ideas y cosas que no nos gustan?  Pues aprendemos y luego afinamos, pasamos de pintar con brocha gorda a pintar con pincel.  Y conservamos el valor de la libertad y el del placer de conversar con agudeza.

Columna publicada en elPeriódico.


06
Dic 21

“Delitos de odio” contra la libertad de expresión

 

El concepto de delitos de odio es inherentemente subjetivo es un concepto que aún los mejores juristas han fracasado en definir objetivamente.  Adicionalmente a ello, las leyes acerca de los llamados delitos de odio son amenazas contra la libertad de expresión porque les dan a quienes ejercen el poder -y tienen influencia en él- el poder arbitrario necesario para silenciar ideas y expresiones disidentes, o impopulares.

Esas son las razones por las que la iniciativa 5494 que se halla en el Congreso de la República, acerca delos supuestos delitos de odio, debe ser rechazada.

Lee concienzudamente el artículo 455 y dime si es posible una tipificación del delito, tomando en cuenta que el tipo penal es la descripción precisa de las acciones, u omisiones delictivas; si una acción humana no se ajusta exactamente al tipo penal, dicha acción no puede ser considerada como delito por un juez.  Eugenio Cuello Calón, en Derecho Penal, explica que el acto cometido tiene que encajar en la figura delictiva y que para el jurista Ernest von Beling la figura del delito incluye todos los elementos objetivos y subjetivos contenidos en la conducta antijurídica.  No es posible una descripción precisa, con con tan elevado subjetivismo en la pretendida tipificación. ¿Cuándo termina la broma y empiezan la humillación, el racismo, o el clasismo? ¿Dónde terminan la analogía y empiezan la hostilidad, el machismo, o la intolerancia?

En los sistemas donde existen aquel tipo de delitos al tipificación depende del criterio arbitrario, cuando no caprichoso, del juez y de por dónde soplan los vientos de quienes manejan la opinión pública que, en nuestros tiempos, quiere decir de quienes tienen la capacidad de organizar linchamientos en redes sociales y en medios de comunicación tradicionales.

Lee concienzudamente el artículo 456 y es tres cuartos de lo mismo, agravado con el hecho de que desde hace ratales la exguerrilla ha hecho intentos por imponer la historia única y prohibir que sea explorada la verdad sobre el supuesto genocidio.  Es imposible hablar del pensamiento único, sin hablar de poder, dice la escritora Chimamanda Adichie.  Como los roles económicos y políticos, las historias también están definidas por el principio de poder cómo son contadas, quién las cuenta, cuándo son contadas, cuántas historias son contadas, depende realmente del poder.  El poder no es sólo la capacidad de contar la historia de otra persona, sino el de convertirla en la historia definitiva de esa personas, añade.

Una de las principales funciones de la libertad de expresión es que sirve para la búsqueda de la verdad; y si por intereses de poder es prohibido y penalizada la expresión de otras versiones y perspectivas sobre ciertos actos y hechos, no sólo se obstaculiza aquella búsqueda, sino que se viola la dignidad de las personas que cuestionan la pretendida historia única.  ¿Cómo se viola esa dignidad? Al negárseles el carácter de individuos pensantes y racionales que tienen algo que aportar y cuyas experiencias de vida son consideradas como delictivas sólo porque no se ajustan a la narrativa de quienes tienen el poder de penalizar, castigar y erradicar perspectivas que no sean las suyas.

En todo caso, en Guatemala la libertad de expresión existe al amparo del artículo 35 de la Constitución de la República; y la del 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.


30
Nov 21

En el Día del periodista

 

En otra vida, una noche en la que hacía turno en la redacción del diario Siglo Veintiuno mis compañeros y yo escuchamos un ruido fuerte en la calle, frente al edificio Galerías España, y dejamos lo que estábamos haciendo para salir corriendo y ver qué había pasando.  El asunto ni siquiera hubiera sido anécdota, si no fuera porque ocurría en el contexto de algunas bombas que habían sido puestas en la ciudad y porque alguien observó: ¿Ya vieron que salimos corriendo hacia el peligro, y no para alejarnos de él?  Y a todos los causó gracia; pero, ¿da que pensar, o no?

La ilustración la tomé de https://www.debatesiesa.com/

En muchos niveles es raro el oficio de periodista y siempre te da que pensar.  Mi parte favorita tiene que ver con el ejercicio constante de la libertad de expresión que, aunque no es una facultad exclusiva de los periodistas, si es parte esencial de su quehacer.

Desde hace años y en todo el mundo una de las libertades más amenazadas es la de expresión. La corrección política, la penetración cultural y la de ideas alla Gramsci, la multiplicación de espacios seguros contra ideas controversiales, y el totalitarismo islámico, así como formas de conservadurismo, son las principales fuentes de aquellas amenazas.

En enero de 2017, en Guatemala, Flemming Rose explicó que la libertad de expresión se basa en el concepto del individuo como un ser moralmente autónomo que tiene capacidad de entender y decidir qué decir y de cómo reaccionar a lo que otras personas dicen y piensan.  Pienso, dijo, que ningún político, ningún individuo, ningún grupo, debería tener el poder de ocultarnos opiniones, ni formas de expresión.  En ese sentido la libertad de expresión también se trata de la dignidad humana; debemos tratarnos, unos a otros, como adultos, como individuos independientes y autónomos, y no como criaturas inmaduras, robots, o niños.

No sólo para quienes ejercen el poder directamente, sino para grupos de interés que buscan influir en políticos y burócratas, o grupos que anhelan controlar el poder, es tentadora la posibilidad de hacer callar las opiniones que los ofenden, que los incomodan, las que no les parecen verdaderas, y las que van contra sus intereses entre otras; pero así de a poquito, haciendo callar aquí y haciendo callar allá, linchando mediáticamente aquí y linchando mediáticamente allá terminaremos en silencio y con la vista hacia el suelo.  Repito: sobre todo en tiempos de calamidades e incertidumbre, como en el contexto del virus chino.

En la medida en que renunciamos a la libertad de expresión, en esa medida nos acercamos más a la esclavitud, perdemos un valioso instrumento para la búsqueda de la verdad, y para la conservación de la dignidad humana como seres racionales.

El ejercicio de la libertad de expresión, es decir, el de la facultad de decir con enunciados, o mediante otros signos lo que se piensa, siente o desea, hace posible la exploración de ideas, posibilidades y hechos que pueden ser verdaderos -o sea que sean producto de la identificación de hechos de la realidad-, o no.

La libertad de expresión, además, es un contralor de la actividad social y estatal; así como una forma de verificación del respeto a los derechos individuales.

La verdad,¿sabes?, se busca por un largo proceso de prueba y error.  De ahí la labor valiosa del periodista, no porque ande en busca del peligro por el peligro en sí mismo, sino porque muchas veces -quizás demasiadas- la búsqueda de la verdad es peligrosa.  De ahí mis respetos para los periodistas que han dejado sus vidas en aquella pesquisa.

Por cierto que, como explica el filósofo Warren Orbaugh, verdad es una cualidad del juicio y por lo tanto de la proposición. Es la calificación de la relación del predicado con el sujeto, que simboliza su referente, dentro de un contexto, rango y precisión específicos y delimitados. El juicio es ‘verdadero’, si lo que se predica del sujeto, dentro de determinado contexto específico, coincide con el estado de cosas del referente del sujeto. Dicho de otra manera, verdad es la concordancia, correspondencia o adecuación del juicio con los hechos de la realidad.

De ahí que la objetividad sea uña y carne con el periodismo: la objetividad es una adherencia voluntaria a la realidad por el método de la lógica. En esencia, la lógica es un método de observar hechos (las premisas), entonces consultar las leyes de contradicción, y entonces inferir las conclusiones que estas leyes garantizan.Es importante notar que el proceso debe anclarse en hechos observados.Derivar conclusiones de premisas arbitrarias, que representan caprichos arbitrarios, no es un proceso de lógica. Si la lógica es el medio de la objetividad, una conclusión lógica debe derivarse de la realidad, debe estar garantizada por conocimiento antecedente, el que a la vez se apoya en conocimiento anterior, y así hasta lo evidente, hasta los datos sensoriales, dice Orbaugh.


14
Ene 21

La neutralidad de Internet

La neutralidad de la Internet es el principio por el cual todo el tráfico de Internet debería ser tratado de la misma forma. El tráfico de Internet incluye todos los mensajes, archivos y datos enviados por medio de la red. Según Tim Wu, Profesor de Derecho de la Universidad de Columbia, la mejor manera de explicar la neutralidad de red es que una red de información pública acabará siendo más útil si todos los contenidos, sitios Web y plataformas (por ejemplo: dispositivos móviles, consolas de videojuegos, y otros) son tratados por igual, sin discriminación, ni privilegios).

Ilustración por Chris Potter, CC BY 2.0, via Wikimedia Commons

En otros campos, por las mismas razones, se habla de la neutralidad del canal de Panamá, o del canal de Suez, por ejemplo.  Un canal de aquella naturaleza termina siendo más útil para todos, si ningún usuario es discriminado.

De aquello me acordé cuando leí que el presidente Donald Trump ha sido banneado de distintas redes sociales virtuales y de que algunas redes han sido banneadas de plataformas. Lo mismo ha ocurrido con otras personas que lo apoyan y que no son del agrado de los propietarios de las redes sociales virtuales.

Por supuesto que, en principio, soy de la opinión de que la libertad de expresión no incluye la facultad de exigir que otros difundan ideas con las que no están de acuerdo.  Puesto de otro modo, nadie está obligado a difundir ideas con las que no está de acuerdo, del mismo modo en que nadie está obligado a servir a otros de forma involuntaria.  Este principio se deriva del derecho de propiedad (nadie puede usar los recursos de otros sin su consentimiento y menos en su perjuicio) y del derecho de libertad (es inadmisible el uso de la coerción arbitraria para que alguien preste un servicio).

Yo, por ejemplo, no publico, ni admito en mi blog, ni en mis redes sociales virtuales, comentarios que injurien, o calumnien a mis amigos y familiares; y tampoco alimento a los troles. Está claro que los dueños de aquel tipo de recursos, tienen el derecho de establecer criterios de admisión y permanencia.

Pero con las redes sociales virtuales hay un caveat, o dos.  Si la red social virtual es neutral y sólo provee una plataforma abierta para todos por igual sus propietarios no tienen responsabilidad alguna sobre los contenidos que colocan sus usuarios.  Pero si los propietarios de una red social virtual deciden quién puede usarla y quién no, y deciden qué tipo de contenido comparten, y qué no, -si la red no es neutra y sus propietarios actúan como editores- entonces -en ejercicio de esta libertad de discriminar usuarios y contenido- los propietarios son responsables por los usuarios y por el contenido.

De ahí que la legislación sobre la libertad de expresión se aplique de forma diferente a las redes neutrales y a las no neutrales.  De ahí que, por ejemplo, la sección 320 de la Communications Decency Act establezca que ningún proveedor, o usuario de un servicio informático interactivo será tratado como el editor, o vocero de cualquier información proporcionada por otro proveedor de contenido de información.

En términos de derecho positivo, o sea de la ley escrita, pareciera que los propietarios de una red social pueden hacer lo que quieran con su propiedad (incluido el cambio arbitrario de las condiciones de prestación del servicio), porque es su propiedad; pero desde una perspectiva ética, no cabe aquella amplitud porque los límites para todo ejercicio de derechos son la vida, la libertad y la propiedad de otros; y porque los contratos de los usuarios, con las redes sociales virtuales, son contratos de adhesión.

Un contrato de adhesión es el que es redactado por una sola de las partes y el aceptante sólo se adhiere, o no al mismo, aceptando, o rechazando el contrato en su totalidad. Como el que tienes con las empresas que te proveen de telefonía, o de energía eléctrica, o los de las líneas aéreas, por ejemplo.

La naturaleza del contrato entre la red social virtual y el usuario es importante porque si el contrato es de adhesión el usuario queda a merced del capricho de los propietarios de la red social virtual; y sin mecanismos preexistentes de salida, sin posibilidad alguna de negociar y sin garantía de que las condiciones de prestación del servicio no cambiarán (sobre todo) para dañar directamente al usuario, la salida -especialmente si no es voluntaria- puede tener costos elevadísimos y resultar en daños y perjuicios.

Es cierto, pues, que las redes sociales virtuales y otras plataformas -como los motores de búsqueda y los proveedores de Internet- son privados y que en términos de derecho positivo pueden hacer lo que quieran con su propiedad.  Pero deben dejar claro -por razones éticas- si van a ser neutrales, si van a asumir responsabilidad por todos los contenidos que se comparten en sus espacios, o si sólo van a actuar arbitraria y selectivamente; y deben dejar claro -por los mismos motivos- si pueden usar el carácter de adhesión de sus contratos para castigar, o dañar a usuarios específicos.

¿Por qué nos convienen mas las redes neutrales (sin que esto quiera decir que se debe forzar la neutralidad)  y por qué es que los contratos de adhesión no deben ser usados caprichosamente contra los usuarios -especialmente si es para favorecer el pensamiento único, o para erradicar perspectivas variadas? Porque el pensamiento único y el ejercicio del poder están íntimamente ligados, y porque nunca- antes de ahora- había sido más evidente el hecho de que la variedad de historias y de perspectivas es importante no sólo para la búsqueda de la verdad, sino para la protección de la vida, la libertad y la propiedad. Es imposible hablar de historia única o de pensamiento único, sin hablar de poder; y a quienes disfrutan del poder suele gustarles definir quién cuenta las historias, cuáles historias deben ser contadas, cuándo y cómo.

Yo digo que nadie debería tener el poder de imponer una historia única; ni por medio de evadir la responsabilidad de violar el principio de neutralidad, ni por medio del abuso de los contratos de adhesión. Quienes lo intenten, deberían pagar el costo de hacerlo, frente a los usuarios, como clientes.


16
Sep 20

La verdad y la libertad de expresión

No es cierto que el límite de la libertad de expresión sea la verdad como afirma el presidente Alejandro Giammattei.

La ilustración la tomé de Facebook.

Lo que si es cierto es que en la medida en que nos es limitada la libertad de expresión, en esa medida nos acercamos a la esclavitud, porque perdemos no sólo una herramienta valiosa para la búsqueda de la verdad, sino que perdemos la posibilidad de conservar nuestra dignidad humana como seres racionales.

El ejercicio de la libertad de expresión, es decir, el de la facultad de decir con enunciados, o mediante otros signos lo que se piensa, siente o desea, hace posible la exploración de ideas, posibilidades y hechos que pueden ser verdaderos -o sea que sean producto de la identificación de hechos de la realidad-, o no.

La libertad de expresión, además, es un contralor de la actividad social y estatal; así como una forma de verificación del respeto a los derechos individuales.

De ahí que cualquier pretensión de señalar como punible, o siquiera inaceptable la libertad de expresión sea una actitud peligrosa.  Sobre todo cuando viene desde el poder político.  Su propósito es de evitar que evaluemos y que discutamos…porque para los que ejercen el poder la verdad es la versión que viene desde el poder político. Es, digamos, un ataque contra la razón, enraizado en emociones.  Es, ciertamente un ataque contra el libre albedrío y por lo tanto contra la justicia.  En ese contexto es fácil ver que donde es mal vista la libertad para discutir, es mal vista la libertad para expresarse y mal vista la libertad para pensar.

La verdad, pues, se busca y muchas veces por un largo proceso de prueba y error; y ciertamente que no se dicta desde el poder, por los pipoldermos.


03
May 20

En el Día de la libertad de expresión

Hoy se celebra el Día de la libertad de expresión, libertad que se pierde minuto a minuto, sobre todo en tiempos de calamidades e incertidumbre. No se pierde toda y en un día, sino poquito a poco y por eso no nos damos cuenta de cómo nos vamos privando de ella.

La ilustración la tomé de Facebook.

Desde hace ratos y en todo el mundo una de las libertades más amenazadas es la de expresión.  La corrección política, la penetración cultural y la de ideas alla Gramsci, la multiplicación de espacios seguros contra ideas controversiales, y el totalitarismo islámico, así como formas de conservadurismo, son las principales fuentes de aquellas amenazas.

En enero de 2017, en Guatemala, Flemming Rose explicó que la libertad de expresión se basa en el concepto del individuo como un ser moralmente autónomo que tiene capacidad de entender y decidir qué decir y de cómo reaccionar a lo que otras personas dicen y piensan.  Pienso, dijo, que ningún político, ningún individuo, ningún grupo, debería tener el poder de ocultarnos opiniones, ni formas de expresión.  En ese sentido la libertad de expresión también se trata de la dignidad humana; debemos tratarnos, unos a otros, como adultos, como individuos independientes y autónomos, y no como criaturas inmaduras, robots, o niños.

No sólo para quienes ejercen el poder directamente, sino para grupos de interés que buscan influir en políticos y burócratas, o grupos que anhelan controlar el poder, es tentadora la posibilidad de hacer callar las opiniones que los ofenden, que los incomodan, las que no les parecen verdaderas, y as que van contra sus intereses entre otras; pero así de a poquito, haciendo callar aquí y haciendo callar allá, linchando mediáticamente aquí y linchando mediáticamente allá terminaremos en silencio y con la vista hacia el suelo.  Repito: sobre todo en tiempos de calamidades e incertidumbre, como en el contexto del virus chino.

En la medida en que renunciamos a la libertad de expresión, en esa medida nos acercamos más a la esclavitud, perdemos un valioso instrumento para la búsqueda de la verdad, y para la conservación de la dignidad humana como seres racionales.

Actualización: Hoy estuve en Canal Antigua, junto a la periodista Sylvia Gereda, hablando del tema con Mariano Rayo y Christians Castillo.

Gracias a María José Saiz por la foto.

#UnlockHumanity


24
Abr 20

“El trono” y la libertad de expresión

Ahora que murió Marcos Mundstock, voz entrañable e icónica de Les Luthiers, vinieron a mi mente unos versos de El rey enamorado: ¡El poder, la prisión, el trono! ¿El trono, o María? Al fin y al cabo, el trono lo quiero para posarme sobre el, y satisfacer mis deseos, los mas sublimes y los mas perversos, en cambio a María la quiero para…. caramba, ¡qué coincidencia!

¿Y por qué es atingente aquello?

La ilustración la tomé de Facebook.

En el mundo, muchos de quienes ejercen el poder han echado mano de un dicho perverso de la política que aconseja que nunca desperdicies una buena crisis; y en ese espíritu han aprovechado “el trono” para satisfacer -con todo tipo de intenciones- muchos de sus deseos y caprichos ideológicos y políticos.  Posados en el trono han encontrado que pueden mandar, ordenar,  prohibir, regular y controlar a una masa ansiosa por ser mandada, ordenada, prohibida y regulada. Incluso si para ello tienen que violar la ley y el orden constitucional.

En casi todo el mundo la libertad individual de producir, consumir, intercambiar y servir, sin coerción, ni privilegios está bajo ataques constantes, cuando no ha sido pisoteada sin más.  Igual suerte corre la libertad de expresión.

En España, por ejemplo, el Jefe de la Guardia Civil, dejó ir que ese cuerpo policial estaba trabajando en minimizar las críticas al gobierno.  En China, el régimen criminal de Pekín ha impuesto restricciones sobre la publicación de investigaciones académicas sobre el origen del SARS-CoV-2.  Aquí en Guatemala hay diputados que quieren regular el teletrabajo; y así podemos seguir con una lista larga de acciones contra la libertad en general, y contra la libertad de expresión en particular. Y este estado de cosas no debe ser tolerado, venga de donde venga. Sobre todo en tiempos de crisis, porque, como leí en Twitter: Al poder se le incomoda, no se le besan las botas.

Todo intento por coartar la libertad de expresión sólo contribuirá a el establecimiento de un pensamiento único, castigará la discusión de ideas y penalizará la búsqueda de la verdad. ¡Nada bueno trae la censura! El trono, no debería ser para eso.

Columna publicada en elPeriódico.