La verdad y la libertad de expresión

No es cierto que el límite de la libertad de expresión sea la verdad como afirma el presidente Alejandro Giammattei.

La ilustración la tomé de Facebook.

Lo que si es cierto es que en la medida en que nos es limitada la libertad de expresión, en esa medida nos acercamos a la esclavitud, porque perdemos no sólo una herramienta valiosa para la búsqueda de la verdad, sino que perdemos la posibilidad de conservar nuestra dignidad humana como seres racionales.

El ejercicio de la libertad de expresión, es decir, el de la facultad de decir con enunciados, o mediante otros signos lo que se piensa, siente o desea, hace posible la exploración de ideas, posibilidades y hechos que pueden ser verdaderos -o sea que sean producto de la identificación de hechos de la realidad-, o no.

La libertad de expresión, además, es un contralor de la actividad social y estatal; así como una forma de verificación del respeto a los derechos individuales.

De ahí que cualquier pretensión de señalar como punible, o siquiera inaceptable la libertad de expresión sea una actitud peligrosa.  Sobre todo cuando viene desde el poder político.  Su propósito es de evitar que evaluemos y que discutamos…porque para los que ejercen el poder la verdad es la versión que viene desde el poder político. Es, digamos, un ataque contra la razón, enraizado en emociones.  Es, ciertamente un ataque contra el libre albedrío y por lo tanto contra la justicia.  En ese contexto es fácil ver que donde es mal vista la libertad para discutir, es mal vista la libertad para expresarse y mal vista la libertad para pensar.

La verdad, pues, se busca y muchas veces por un largo proceso de prueba y error; y ciertamente que no se dicta desde el poder, por los pipoldermos.

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