09
Abr 09

Miel de garbanzos y pan

La miel de garbanzos es uno de los platillos tipicos de la Semana Mayor chapina, que espero con más deseos cada año.

Yo estaba acostumbrado a comerlo al modo de La Mamita, mi tía abuela, que es el modo típico de la ciudad de Guatemala. Es decir, con miel de azúcar y canela. Ese es el modo, por cierto, en que lo hacen mis tíos Rony y Veralí, y que espero disfrutar este sábado que viene.
El de la foto es el modo de la Costa Sur, en donde se hace con panela y en donde se le añaden frutas. Y lo mejor de todo es que se come con pan. El pan dulce, que las familias hacen en sus casas para consumir y obsequiar, es remojado en la miel y sabe delicioso. El pan ese, de por sí, tiene un aroma extraordinario y su sabor se combina de maravillas con el de los garbanzos. Eso y leche con café, fue mi desayuno de hoy.
Este dulce es difícil de hacer porque hay que pelar garbanzo por garbanzo, y porque la miel debe calar bien; de modo que no queden secos los centros de las leguminosas.
El pan de la foto es gracias a mis amigos Alexis y Mari; en tanto que los garbanzos son obsequio de mi amiga, doña Lucy.

Digg!

05
Abr 09

Recuerdos de terremoto

Después de la seguidilla de temblores de ayer, se puede decir que todo ha pasado, sin que pase nada. Aunque, eso sí, en el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología e Hidrología, estiman que habrá unos tres días de movimientos terrestres.

Y bueno, a esto de los temblores, si uno vive por estar tierras, no queda más que acostumbrarse. Anoche dormí con mi Terremoto Kit que tengo listo desde hace años: una mochila con una mudada de ropa, una lata de frijoles, una de atún, linterna, baterías, agua, fósforos, medicinas de primeros auxilios, una anforita de tequila, radio, galletas de soda, cámara de fotos, papel y bolígrafo, y cositas así.

Ayer, luego del temblor fuerte de las 8 de la noche, mi madre vino a casa para unirse a la noche de Scrabble que teníamos aquí; y entonces recordamos algunas cosas del terremoto de 1976.

Al día siguiente de aquel 4 de febrero, y como no había pan, ella horneó biscuits. Mismos que yo recuerdo como magníficos y efímeros; no sólo porque nos los comíamos inmediatamente, sino porque el día 6, Gustavo, que era el mensajero de mi papá, llegó con pan abundante porque su padre tenía panadería y ya la había echado a andar.

También nos acordámos de que el único cassette que teníamos mi hermano Juan Carlos y yo era uno de Paul Anka; y en la carpa que compartíamos, todas las noches se escuchaban Having My Baby, Papa y otras…pero siempre las mismas.

Recordamos que mi padre y los vecinos hacían rondas durante las noches; que nos fascinabamos oyendo las historias de los terremotos de 1917 y 18 contadas por La Mamita, mi tía abuela; y que yo dormí con mi ropa echa un taco, durante por lo menos dos años.

He aquí, informes sobre los sismos de ayer más notables.


21
Mar 09

Recuerdos de helados de carretilla

A estos heladeros los vi desde mi balcón. Antes me gustaban mucho los helados de carretilla. Me gustaban los sandwichs, los olímpicos y los de crema forrados de chocolate. Los olímpicos, por cierto, eran de naranja, rellenos de crema y esos eran mis favoritos. Cuando mis padres nos mandaban a las matinales, en el cine, nos daban 15 centavos y con eso comprábamos un helado a la entrada, uno en el intermedio (porque había dos pelis) y uno a la salida.

Cuando era muy niño, mi abuelita Juanita y La Mamita, a mi hermano y a mí no nos dejaban comprar más que helados Sharp. Yo resentía eso porque unos compañeros de colegio eran hijos de los propietarios de los helados Super Ricos.

Más tarde en mi vida, al principio de la Secundaria, el heladero de mi barrio era Nelson. A él le comprábamos helados Foremost con frecuencia, y nos conocía de nombre. Uno conocía el sonido de las campanas de su carretilla, y la forma de su sombrero.

Si me preguntan ahora, que cuánto tengo de no comer helados de carretilla, diría que por lo menos unos 25 años. Cuando hace unas semanas estuve en Comalapa estuve a punto de comprar uno; pero los de pueblo son distintos. Generalmente son de crema y se ponen en cono de galleta; y se adornan con jalea de fresa.


Digg!

01
Feb 09

¡Ya hay cascarones!

Los cascarones son propios del Carnaval; y me he encontrado estos, hoy en el mercado. Son huevos vacíos, rellenos con confetti y un grano de maíz, coloreados con añilina y cubiertos con papel de China. De verdad quisiera saber para qué es el maíz.

La idea, con los cascarones es rompérselos a alguien en la cabeza; normalmente de forma sorpresiva y por atrás.

Cuando era niño recuerdo haber hecho cascarones en dos ocasiones. Eso fue con mi tía abuela, La Mamita, que fue quien me enseñó la técnica de pintado. Ella guardaba cáscaras de huevo a lo largo meses, elaboraba el confetti, preparaba la añilina, cortaba el papel y hacía el engrudo necesario para sellar los cascarones. Y los niños, ¿qué hacíamos? Pues pintábamos los cascarones y nos pintábamos entre nosotros, combinabamos los colores, hacíamos diseños y nos divertíamos. Y si uno quería llevar la diversión un paso más allá, podía ponerle harina a algunos cascarones, travesura que había que hacer sin que La Mamita se diera cuenta.

Muchas culturas en Europa y en el Oriente Medio tienen la costumbre de pintar huevos.


23
Nov 08

A Esquipulas, en el Chino

Mi tía abuela, La Mamita, contaba que a principios del Siglo XX ella acompañó a mi bisabuela, Gilberta, en su peregrinación a Esquipulas. La Mamita tenía una habilidad extraordinaria para contar cuentos e historias; y relataba aquel viaje con particular encanto.

Ella, que era una niña pequeña (porque además era menudita), viajaba en un pony llamado Chino; y las suyas eran historias de arrieros, de asaltantes, de noches al aire libre, y de aventuras. En la primera década del siglo pasado, esos viajes deben haber sido travesiás verdaderas. Cuando fuí El Mirador, montado en mula, recordé mucho a La Mamita y su viaje a Esquipulas.

Igualmente la he recordado ahora que leo que desde hace más de 20 años, 40 jinetes se reunen en Los Yumanes para cabaljar por 11 días en peregrinación a Esquipulas. En esa población hay una imágen a la que la gente le atribuye propiedades milagrosas.

Cuando yo era niño mis padres solían ir a Esquipulas cada tanto y, a nuestro modo, a finales de los años 60 y principios de los 70, era una aventura. Para comenzar nos levantaban antes de que amaneciera; y antes de que el sol saliera ya estabamos en camino. Recuerdo que comíamos en el camino, como les gustaba hacer a mis padres, y que llegabamos temprano a aquella célebre población. Mis padres seguían la costumbre de entrar hincados a la basílica y los niños los acompañabamos. Luego comprabamos los adornos típicos de la ocasión -que nos distinguían como peregrinos- y enfilábamos de vuelta a con rumbo a Longarone. Ahí nos esperaban la piscina, el almuerzo y la siesta, para luego volver a la ciudad.

La última vez que fuí a Esquipulas fue hace unos pocos años, en compañía de mi sobrino El Ale y de mi cuate, Raúl. En esa ocasión dormimos en esa población; y al día siguiente nos fuimos a Copán, Honduras, en donde pasamos tres días extraordinarios. Y cuando ibamos llegando a Esquipulas, de noche, no pude dejar de pensar en La Mamita y en el Chino.


20
Mar 08

¡Miel de garbanzos!

Esta es la miel de garbanzos que me obsequió doña Lucy. El brillo, la textura y el sabor de este plato delicado son maravillosos.

En la Costa Sur se hace con panela, platano y mango, por ejemplo; pero en la ciudad de Guatemala se hace con azúcar.

En la Costa se come con pan de velación remojado y francamente es una delicia.

La Mamita, mi tía abuela, decía que era un postre muy difícil de hacer: primero, porque hay que pelar garbanzo por garbanzo a mano; y segundo, porque en aquel tiempo, cuando no había la buena calidad de garbanzos que hay ahora -y al momento del cocimiento los garbanzos- aquellos se podían “pasmar” y quedarían duros. Y luego porque a la hora de ponerlos en la miel se corría el riesgo de que esta no “calara” y los garbanzos quedaran desabridos y desagradables. En mi familia, mi tío Rony es el que hace los mejores garbanzos en dulce.


09
Feb 08

Niguas en sartén de palo

“¡Andá a freír niguas en sartén de palo!”, decía, mi tía abuela, La Mamita, cuando uno se la estaba tratando de cuentear. La anécdota viene al caso por un correo electrónico que recibí de mi amiga B, sobre la supuesta destrucción de glaciares en Chile.

No voy a dar el nombre de B para no quemarla, porque cayó de inocente y porque la quiero mucho, pero es bueno estar alerta para no hacer el oso que hizo ella.

Para hacer la historia corta, el mensaje cuenta que por dos ríos, alimentados por dos glaciares, en el valle de San Félix, de Chile, corre el agua más pura. Advierte, el mensaje, que debajo de aquellas formaciones han sido hallados grandísimos depósitos de oro y plata, y que para llegar a ellos será necesario destruir los glaciares, ¡algo nunca visto en la historia del mundo!

Para estas alturas, la veta ecohistérica de la mayoría de personas que leen el mensaje está a flor de piel; y, para no dejar las cosas a medias, los autores del correo lanzan lo que para ellos es una de las peores infamias: afirman que George Bush padre es miembro de la empresa minera que destruirá los glaciares. Ecohisteria y sentimientos antiyanquis hacen del correo un éxito seguro. Pero para no dejar nada al azar, sus autores le añaden un toque étnico, así que, según el mensaje, los campesinos de la zona se oponen al proyecto. ¿Qué puede salir mal?

Antes de llegar a ese punto, comparto con ustedes que el mensaje que me llegó venía firmado por entusiastas de México, Suecia, Nicaragua, Honduras, Brasil, Colombia, República Dominicana, Argentina, Italia, España y Puerto Rico; además de dos chapinas y de una multitud de ticos. El e-mail dice que para detener la atrocidad citada, es necesaria la ayuda internacional.

Ahora volvamos a lo que salió mal: varios amigos de B respondieron el mensaje para advertirle que toda esa historia es una fabricación malintencionada. Por ejemplo: 95 por ciento de los metales preciosos no está debajo de los glaciares, y la empresa explotadora se ha comprometido a proteger el 5 por ciento que sí lo está.

El área en la que se encuentra el proyecto cuenta con 50 glaciares diferentes y los dos que están cerca del proyecto sólo aportan 0.3 por ciento de las potenciales fuentes de agua.

El desempleo en esa área es tan alto que la empresa recibió más de 50 mil solicitudes de trabajo; la gente, en realidad, apoya el proyecto, y según una carta enviada por presidentes democráticamente electos, de asociaciones comunitarias: “Estamos cansados de escuchar a nuestros compatriotas que no tienen conocimiento de nuestra realidad, y sobre todo, de extranjeros que hablan de nuestros problemas. Estamos cansados de ver cómo la Iglesia es usada para difundir sus mentiras”.

Para consuelo de los antiyanquis, Bush sí tuvo relación con la empresa, pero sólo fue consejero honorario, a mediados de la década de 1990, y nunca fue director, ni ejecutivo de la misma.
Los ecohistéricos son tan cuenteros que La Mamita los mandaría a freír niguas en sartén de palo varias veces al día. En 1914, la Oficina de Minas de los EE. UU. predijo que el petróleo duraría 10 años. En 1939, el Departamento del Interior informó que quedaban 13 años de producción petrolera en los EE. UU. En la década de 1970, Lester Brown, de Worldwatch Institute, vaticinó que el crecimiento de la población excedería la producción de alimentos. Y, en 1968, Paul Erlich advirtió que el hambre reduciría la población de Estados Unidos a 22 millones para 1999. Y ahí anda Al Gore neceando con el Protocolo de Kioto y con su visión antropocéntrica del calentamiento global.

Uno de los cuates de B escribió que antes de incluir su nombre y datos en este asunto, decidió informarse bien al respecto. Y creo que ese es el mejor consejo para estos casos de propaganda ecohistérica. Saben qué, muchá, con eso de los glaciares, el petróleo, el calentamiento y los alimentos, ¡váyanse ustedes a freír niguas en sartén de palo!

Publicada en el diario Prensa Libre el sábado 8 de febrero de 2008


05
Feb 08

Marcado de por vida por el Carnaval

Hay cosas que lo marcan a uno en la vida y episodios de la infancia de los cuales uno no puede escapar. Este, es uno de ellos:

Cuando mis jóvenes padres viajaban -o andaban de parranda- mi hermano, Juan Carlos y yo ibamos a vivir a la casa de mi abuelita Juanita y de La Mamita (su hermana). Ese era un mundo centrado en nosotros. Ligeramente sobreprotector; pero enormemente creativo y entretenido. Aveces, se podía decir, un poco alejado de la realidad.

Cuando yo estaba en Segundo año de primaria nos agarró el Carnaval en esa casa. Por esos días, mi padre había regresado de alguna parte con un extraordinario traje de Batman para mí, y uno igual de admirable, sólo que de Robin, para mi hermano. Those were the days, my friend!

Pues bien…llegado el martes nos vistieron de Batman y Robin, nos dieron sendas bolsas de cascarones y caminamos a la parada del bus, que quedaba como a dos cuadras de la casa. Mi hermano y yo íbamos en las nubes con nuestros disfraces. Veíamos cómo se aproximaba el bus. El bus se estacionó. Lo abordamos. Mi abuela y mi tía abuela nos dijeron adiós en la parada. Y el bus arrancó.

Y todos se nos quedaron viendo, porque ¡todavía faltaba una semana para el Carnaval! Mi hermano y yo eramos los únicos pendejos disfrazados.


04
Feb 08

A 32 años de El Terremoto

¿Qué edad tenía usted cuando ocurrió el terremoto de Guatemala, el 4 de febrero de1976? Yo tenía 14 años.

Recuerdo que me despertó el sonido horrible, y luego el estremecimiento de la tierra. Mi cama se agitaba y yo tardaba en despertar del todo.

Cuando cesaron los movimientos me levanté y me vestí. Mientras lo hacía escuchaba los llamados confusos de mis padres y mis hermanos. Una librera había caído sobre la cama de mi hermano, Gustavo. Pero había sido detenida por la cabecera y no lo había lastimado.

Mi madre, o mi padre habían sacado a mi hermana, Guisela, que era la más pequeña; y mi hermano Juan Carlos estaba sacando de debajo de su cama a su perro, Manix. Simón, el papá de Manix acompañaba a mis papás.

Salimos a la calle y todo estaba en orden. Mis padres sacaron los carros a la calle y empezaron a sacar de la casa agua, colchas, y seguramente algo de comer.

Al amanecer todo estaba bien a nuestro alrededor. Parecía que no había pasado nada porque todas las casas estaban en pie y el único daño en la nuestra lo había sufrido una botella de Emulsión de Scott que se había caído en el comedor.

No había teléfonos y no había forma de comunicarse con mis abuelas que vivían del otro lado de la ciudad; así que temprano, con mi papá, fuimos en su busca. Cuando salimos de la zona 15 y llegamos a la bajada de Vista Hermosa vimos los primeros daños alarmantes. La carretera estaba quebrada. Más adelante había una pared colapsada. En la medida en que nos adentrábamos a la ciudad veíamos más destrucción, y el corazón se me aceleraba.

Recordaba las historias que mi tía abuela, La Mamita, contaba acerca de los terremotos de 1917 y 18. Recordaba historias de la ciudad devastada, de cómo su familia había tenido que ir a acampar al Parque Concordia. Recordaba historias de la escasez de agua y de alimentos y de la Gripe Española. Todo aquello daba vueltas en mi cabeza.

Llegamos a la zona 3 donde vivían mi abuelita Juanita y La Mamita. Ahí la devastación era casi total. Había casas completamente destruidas y había escombros en las calles. Yo me imaginaba sacando los cuerpos de las dos viejitas y en fin…fue un inquietante caminar a lo largo de tres, o cuatro cuadras de ripio esparcido en las calles. Cuando llegamos a su casa, las viejitas estaban bien. La casa estaba totalmente quebrada pero en pié. Ellas y unas amigas, tomaban café en la sala y todo estaba bien. Sacamos a las señoras y nos llevamos lo más necesario antes de cerrar la casa. Luego nos fuimos a la casa de mi abuela Frances. Al llegar a la Avenida Independencia nos enteramos que varias casas se habían ido al barranco y que había muertos. Rápidamente llegamos a la casa de mi abuela, que estaba en perfectas condiciones.

Ahí estaban mi bisabuela Mami, mi abuela Frances, una amiga de ella, mi tía Patricia y mis primos. Luego de constatar que todo estaba bien pasamos gasolina del carro de mi abuela al de mi padre y como yo tragué un poco de combustible, en el proceso, fui al enorme congelador de mi abuela y me comí dos panes congelados. Y ese fue mi desayuno. Entonces volvimos a nuestra casa, con la abuelita Juanita y La Mamita, y mi madre ya tenía todo organizado allá.

Para hacer la historia corta, durante varios días las viejitas durmieron en la sala de la sala de mis padres, mientras ellos, mis hermanos y yo dormíamos en el jardín en carpas que nos enviaron de Nicaragua unos amigos de mis papas. Yo dormí con mi ropa a la mano durante casi tres años. Ese terremoto de Guatemala, costó más de 23,000 vidas.
.
La foto es del Hotel Terminal y la obtuve del U.S. Geological Survey. El nombre de aquel hotel se debía a que estaba a inmediaciones de La Terminal de Buses de la ciudad de Guatemala; y terminal quiere decir final o último. Una enfermedad mortal es una enfermedad terminal; así que el terremoto fue terminal para el Hotel Terminal.


22
Dic 07

Tucutícutu

En esta semana fui al Mercado Central a comprar un par de caparazones de tortugas y otros instrumentos para la orquesta navideña de mis sobrinos.Encontré tortugas abundantes y variadas. Grandes y pequeñas. Claras y oscuras. Con diseños evidentes y con diseños casi imperceptibles. Y compré dos grandes que le harán compañía a la pequeña tortuga que mi tía abuela La Mamita y mi abuelita Juanita me regalaron cuando yo tenía unos ocho, o nueve años.

Con mi pequeña tortuga acompañé docenas y docenas de villancicos tanto en la casa de las citadas abuelas, como en la casa de mis padres. Y en la casa de mi abuela Frances, tenía otra tortuga. Y bueno, como yo era el nieto mayor, no había quien me disputara el derecho a somatar la caparazón en cuestión. Porque, claro, yo no tocaba la tortuga; sino que la somataba. Una orquesta navideña guatemalteca necesita de tortugas y de otros instrumentos como chinchines, guacales y jícaras hechas de frutos del morro.¿Saben qué me sorprendió? Que me costó mucho encontrar chinchines, casi no había guacales y sólo había jícaras sin pintar. “Ya no las hacen”, me dijo uno de los vendedores.

Mis chinchines, guacales y jícaras favoritos son los que están pintados de negro y tienen diseños en forma de animales, o de plantas. Y el que más me cae en gracia es uno que tengo con cara de animalito.

El color negro de aquellas piezas es como un laqueado singular. Los artesanos chapines lo hacen con hollín y la grasa de un insecto parecido a la cochinilla, al que le dan el nombre de nij. Pero también hay chinchines, guacales y jícaras pintados de colores; y de estos, mis favoritos son los que combinan el rojo y el amarillo.

Ahora bien, estos instrumentos encantadores y primitivos, en manos de niños de entre 3 y 12 años, forman una orquesta atronadora que difícilmente puede llevar el ritmo, o si quiera “tocar” la misma pieza. Y sin embargo, es capaz de evocar recuerdos llenos de alegría y de extraordinarios momentos familiares. Al ritmo de tucutícutu, cada quién hace lo que puede y todos la pasamos contentos.

No recuerdo exactamente cuándo fue que dejé de participar en la orquesta de niños de la familia. Y supongo que fue en algún momento cerca de cuando empecé a rasurarme el bigote inexistente, o cuando se abandonó la costumbre de cantar villancicos porque los niños de la nueva generación eran incapaces de esperar a las 12 de la noche para abrir sus regalos…y ¡pobrecitos!, había que dejarlos que los abrieran a las 5 de la tarde, del día 24.

Este año, sin embargo, con un nuevo batch de chiquillos me he propuesto revivir la tradición de cantar villancicos, en casa; acompañado por tortugas, chinchines y jícaras somatadas y agitadas por gente que no llega ni al metro de altura. Es que creo que el mensaje navideño de regocijo debe celebrarse con bulla y todo, especialmente cuando se está en compañía de la gente a la que uno quiere.

Para dicha de los chapines, la Navidad guatemalteca es rica en tradiciones e iconografía que la hacen una fiesta especial: tamales, cohetes, hojas de pacaya, pinabetes, manzanillas, gusanos de pino, gallitos, el estreno y el sabor inconfundible del ponche de frutas (con piquete). De esas costumbres son parte importante las tortugas, los guacales y las jícaras, y sin ellos, poco a poco, la celebración podría pasar a ser sólo una fiesta más. Indistinguible. O peor aún, sin todo el alboroto podría prevalecer el criterio de que la Navidad debería ser una ocasión políticamente correcta, o una propicia para sentimientos de culpa.

Esta Navidad, con alegría y agradecimiento, se la dedico a mis amiguitos de la zona 1. ¡Que sus sueños y sus deseos se hagan realidad! ¡Que cada tucutítutu de esta fiesta les de fuerzas y esperanzas! y ¡Que siempre guarden en sus corazones la alegría de ser niños!

Publicada en Prensa Libre el sábado 22 de diciembre de 2007