Yo digo que fue la desesperación y el miedo a regresar con la cola entre las piernas lo que movió a Alvaro San Nicolás Colom a jugar la carta de ofrecerle disculpas a Cuba porque parte de las tropas que iban a invadir Bahía de Cochinos, en 1961, fueron entrenadas en la Finca Helvetia, de Retalhuleu, Guatemala.
Si la Orden del Quetzal no era suficiente para tentar a Fidel Castro para que lo recibiera a él y a su esposa, ¿qué otra cosa podía ofrecer rápidamente el jefe de la socialdemocracia chapina? Pues eso. Podía humillar a Guatemala; y si París bien vale una misa, Colom debe haber pensado que el valor de la foto con Castro era mayor que el de una disculpa.
Con lo que no contaban Los Colom es con que Fidel no recibe a cualquiera. De modo que San Nicolás y Evita regresarán a Guatemala sin el mico y sin la montera. Vuelven sin la codiciada foto con el tirano, y vuelven a enfrentar la indignación de los guatemaltecos por la forma en que fueron a humillar a Guatemala, sin que antes, por lo menos, los Castro hubieran pedido perdón por la guerra que patrocinaron e inspiraron aquí, durante 36 años y por los miles y miles de muertos que hubo en ese enfrentamiento.
Una versión breve de esta nota fue publicada en Siglo Veintiuno el 18 de febrero; y en El Periódico el 19 de febrero.