Pero no me acuerdo, no me acuerdo/ Y si no me acuerdo no pasó, eso no pasó/ Yo no me acuerdo, no me acuerdo/ Y si no me acuerdo no pasó, eso no pasó; así dice una canción de Natti Natasha y Thalía, de la cual me acordé cuando vi que el secretario de Comunicación de la Presidencia anunció que el presidente de la República les devolverá a los tributarios los Q1318 que usó para un baby shower en la Casa Presidencial.
El asunto me recordó la canción porque esta va de una chica que se pasó una fiesta perreando con la mano en la pared y con algunos tragos de más. Su novio cree que le puso los cuernos; pero ella afirma que si no se acuerda de haberlo hecho, la infidelidad no ocurrió…y a otra cosa, mariposa.
Detalles aparte, que no conocemos, lo cierto es que la mujer del César, además de ser honesta, debe parecerlo, frase que destaca la importancia de la reputación y la apariencia —no solo de la conducta real— para aquellos que están en la posición privilegiada de gastar el dinero que toman de los tributarios…, así como para la chica de la canción.
La cosa se complica para la administración Arévalo porque, primero sus funcionarios publicaron un comunicado que decía que no había sido usado dinero de los que pagamos impuestos; pero ahora resulta que sí porque el Presi va a devolver dinero. ¡Ahora que los cacharon, claro!… lo cual lleva a la pregunta de si hubieran devuelto el dinero si el asunto hubiera pasado inadvertido.
A partir de ahí se corre un hilo largo de preguntas incómodas: De Q1000 en Q1000, ¿cuánto dinero de los tributarios ha sido usado para asuntos personales de quienes pueden disponer de ese dinero a lo largo y lo ancho de la administración “semiyera”? Si alguien que no tenga poder toma cosa mueble ajena sin autorización, y luego la devuelve porque lo pillaron, ¿es hurto? Si un funcionario que no tenga poder real se apropia indebidamente de bienes públicos, pero los devuelve porque lo cacharon, ¿es peculado? Si un funcionario promedio aplica indebidamente caudales o fondos públicos, ¿eso es malversación? Es cierto que el monto utilizado sin autorización y de forma indebida no fue los Q170000 que se especularon originalmente; pero, moralmente, ¿es lo mismo Q1000 que Q170000? ¿Lo que es salsa para el ganso, es salsa para la gansa?
Son tiempos difíciles para ser semiyero de corazón, o semiyero pagado. ¿Por qué? Porque desde hace ratos su administración tiene puesta la luz seguidora y a ella se le ha sumado la lupa. No solo por parte de aquellos que anticipamos que un movimiento de activistas y oenegeros no iba a dar bola en el gobierno; sino por dos tipos de decepcionados: primero, los que le dieron su voto a la mala simiente con la esperanza cándida de que sus miembros iban a ser tan diferentes a sus predecesores que iban a llevar aire fresco al albañal del gobierno; y, segundo, por los revolucionarios de hueso colorado que imaginaron que los sucesores de Arévalo Sr. y Árbenz iban a hacer realidad sus sueños ácidos de wokismo y ya se cansaron de esperar. Lo primero iba a ocurrir cuando los sapos bailaran flamenco; y lo segundo no debe ocurrir jamás.
Lo triste es que, entre la estasis de la administración Arévalo y su capacidad para meter la pata cuando al fin se dispone a hacer algo, los que perdemos somos los guatemaltecos; y entre todos, los que más pierden son los más pobres y los más vulnerables. Como están las cosas, se confirma que para el grupo que está en el poder, gobernar es gravar para gastar… y así de mal nos va a ir al final de esta malograda administración. Y mientras los semiyeros bailan al son de sus excusas, los guatemaltecos seguimos pagando la cuenta de una administración que promete mucho, pero entrega poco.