13
Ene 25

Encantadora visita al Munae

 

Si no has ido al Museo Nacional de Arqueología y Etnología te recomiendo que lo visites.  Me alegra mucho que ese espacio haya sido rescatado con buen gusto y, aunque su remodelación fue algo controversial, me quedo con que si es un lugar a donde uno puede llevar visitantes, y donde uno puede pasar un buen rato, o dos, o tres, o cuatro.

Es para visitarlo varias veces por la riqueza de sus colecciones.  Esta vez fui enfocado en estelas y lítica; pero uno puede dar paseos enfocado en cerámica, figurillas, estilos de cerámica, y otros ángulos.  Y a mí, siempre que voy, me gusta pasar saludando a las piezas de los murales de San Bartolo.

También hay piezas ineludibles que recuerdo desde siempre, como el Trono I, de Piedras Negras; el collar de jaguares de oro, de Iximché; y otras. Ahora hay una exhibición temporal llamada Sonidos del pasado, que es sobre instrumentos musicales; y en otra sala, las figurillas están desplegadas de forma que uno sí puede apreciarlas bien.

Ese museo lo visité por primera vez con mi padre cuando yo estaba en los primeros años de la Primaria y me encantó. Durante décadas se fue deteriorando  lastimosamente pero siempre tuvo encanto. La última vez que lo ví, antes de mi visita de diciembre pasado, había un par de salas remodeladas y ya.  Pero ahora sí es un museo hecho y derecho.

Por supuesto que por su tamaño y por la gran cantidad y calidad de piezas que exhibe es un lugar que hay que hay que visitar de forma planeada.  No es como para ir y ver qué hay, sino que hay que saber qué buscar.  Es como cuando fuí al Metropolitan Museum of Art, en Nueva York -salvando las distancias- que fui en busca de momias egipcias y del hipopótamo William

En la parte de etnología, el Museo tiene un espacio dedicado a mi cuate, San Simón.  De cualquier manera, no importa qué edad tengas, si eres curioso y si quieres hacer algo bueno con tu tiempo valioso, de verdad te recomiendo que visites el Munae.  

El edificio del Munae que es pareja del que ocupa el Museo Nacional de Arte Moderno, por cierto, es obra del arquitecto Manuel Moreno Barahona que también es autor de las pasarelas que hay en el área que ocupaba la feria de Noviembre en tiempos de don Jorge Ubico. A don Manuel también se le deben el Edificio del Congreso y el del Correo

@luisficarpediem

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25
Abr 21

En busca de los “Barrigones”

Los celebres Barrigones son esculturas misteriosas.  Hay quienes dicen que representan ancestros venerables y hay quienes dicen que son mujeres gestando.  Hay quienes las vinculan con las cabezas colosales olmecas y hay quienes las relacionan con la cultura mixteca, de Puebla, o con los pipiles en su ruta hacia El Salvador y lo cierto es que no tienen características mayas.

Haz clic en la imagen para ver más fotos.

La mayoría de barrigones conocidos en Guatemala se haya en el parque de La Democracia, Escuintla, llevados ahí desde el sitio de Monte Alto, localizado a inmediaciones de aquella población. Hay uno en el Museo Popol Vuh, pero ese es de Kaminaljuyú.

En este enlace puedes leer sobre un estudio acerca de las propiedades magnéticas de los barrigones y sobre el uso del magnetismo que hacían culturas mesoamericanas.

En aquella población también se halla el Museo Rubén Chévez van Dorne, con una encantadora colección de piezas pre-colombinas, murales magníficos por Guillermo Grajeda Mena, y algunas pinturas interesantes de otros artistas.  En el museo también hay una réplica hermosa de una máscara de jade que fue hallada en el lugar, fue robada, rescatada y ahora el original se halla en en otra parte.  ¿En el Museo de Arqueología y Antropología de la ciudad de Guatemala?  En el Museo, lo atiende a uno muy diligentemente don Selvín.

En el museo hay muestras de alfarería y lítica.  Hay varias piezas sorprendentes y encantadoras y mi favorita fue un brazalete con forma de jaguar.  También una gran olla de barro con decoración muy particular  y que olvidé fotografiar por distraído.

Los murales de Grajeda Mena que hay en el museo le hacen justicia al talento de aquel artista plástico.  Mena, como él firmaba sus obras, dejó allá un legado hermoso. Su dominio de la figura humana estilizada y en movimiento capta inmediatamente la atención del observador.  El propulsor de dardos, por ejemplo, me conectó con el David, de Miguel Angel y con el Arquero, de Walter Peter, porque el personaje parece estar pensando, preparándose física y mentalmente para lanzar su arma.  Ve su objetivo y calcula cuánta fuerza necesita para dar en el blanco y toda su mente y su cuerpo se concentran en conseguir el propósito que se ha propuesto.

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En el segundo piso del local hay cuadros de otros artistas modernos y naif.  A mí me encantaron tres: una fiesta, de Romeo García Lucas; una procesión en Comalapa, de Birgilio España y un cuadro de A. Vásquez.  En ese espacio también se exhibe La morería de papel, de Grajeda Mena, pieza que también olvidé fotografiar.

Raúl, Edgar y yo fuimos el sábado pasado y es muy recomendable el paseo.  Como siempre lo difícil es salir de la ciudad de Guatemala.  La carretera está en perfecto estado y la Democracia está a sólo 15 kilómetros de Escuintla, a donde fuimos a almorzar luego.

Conocí La Democracia en una excursión escolar en 1975.

Soy el cuarto, arriba junto a la cabeza. 1975.

La profesora de Estudios Sociales, en el Liceo Minerva, nos llevó y siempre tuve ganas de regresar.

El nombre original de aquella población era Don García, y fue en tiempos de don Manuel Estrada Cabrera que tomó su nombre actual.


13
Jul 14

“Fuegos artificiales de vidrio”, de Chihuly

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Dale Chihuly es un escultor y emprendedor que hace sus obras en vidrio.  Yo no sabía nada de él hasta hace poco más de un año.  Aunque desde el punto de vista estético sus obras no me emocionan; desde el punto de vista técnico son maravillas.  Es que trabaja con vidrio soplado y muchas de sus obras son monumentales.

Sólo las había visto en fotos y en Youtube; pero ayer -en el Children´s Museum de Indianapolis, me encontré con Glass Fireworks y francamente es algo digno de verse.


11
Jul 13

Visita al Art Institute of Chicago

El Art Institute of Chicago tiene una hermosa colección de arte de casi todos los tiempos.  Y tiempo es lo que hubiera querido tener para visitar más despacio este lugar.  No obstante, y a vuelo de pájaro con la guía de Warren Orbaugh, le dimos un vistazo al Impresionismo y al Renacimiento pasando por otras partes.  Renoir, Gauguin, Monet y Manet.  Van Gogh. Tiepolo, El Greco, Zurbarán, Velásquez, Rembrandt, y otros más me hicieron el rato delicioso.  Y con ellos algo de arte griego, romano y etrusco, así como una pequeña exhibición de tesoros del Museo Británico.

Aaaaaaaaaah, tiempo es lo que yo necesitaba para pasar entre tantas formas y colores…y tanta belleza.


26
Sep 10

Organillera en la calle

Imagen de previsualización de YouTubeA esta organillera la encontré en la Sexta avenida de la zona 1, el 15 de septiembre pasado durante los festejos de la Independencia.  A mí me caen muy en gracia los organillos y a la gente siempre le llaman la atención.  Hace unos tres años me encontré a otro en el Cementerio General; y, a principios de este año, cuando visité el Museo de los Músicos Invisibles, descubrí una buena fuente de información sobre estos instrumentos y su fabricación aquí en Guatemala.

15
Ago 10

Rieles y cosas pendientes

Estos rieles están en El Rancho; y cuando los vi me acordé que una de las cosas que tengo pendientes en mi vida es un buen viaje en tren. Y ahora que puse esta foto me acordé de las imágenes de trenes en mi vieja enciclopedia Mis primeros conocimientos, que tenía un tomo dedicado a trenes, aviones y viajes interplanetarios.


Por cierto que, si a usted le gustan los trenes, una visita al Museo del Ferrocarril en la Plaza Barrios de la ciudad de Guatemala es muy recomendable.


Rieles, por cierto, se les dice en caló a los zapatos.

07
Abr 10

Las cuitas del Museo Nacional de Historia

Conocí la colección que se exhibe en el Museo Nacional de Historia cuando las piezas estaban amontonadas en un salón abajo de la Biblioteca Nacional. Yo la visitaba, a mediados de los años 70, cuando me capeaba del colegio e iba al Parque Central a buscar turistas para enseñarles los alrededores.
Nunca me gané más que un helado, o Q0.25; pero aprendí mucho por andar metido en el Palacio Nacional, la Catedral, la Biblioteca, el Archivo General de Centroamérica y aquel remedo de museo. Luego, quizás durante los años 80, la colección fue guardada para aparecer, después, en el edificio que ocupa ahora. Este es el del viejo Registro de la Propiedad Inmueble. Ahí fueron a parar casi todas las cosas que yo solía ver en el salón de la Biblioteca; y hasta la fecha, las viejas y precarias cédulas que identificaban los objetos en los años 70, son las mismas que identifican a los objetos en la ubicación actual del museo. La verdad sea dicha, los guatemaltecos no tenemos un buen museo de Historia. Nada que se parezca, ni remotamente, a museos como el Popol Vuh, el Ixchel, o el de la Catedral.
En una de sus calenturas, cuando era Presidente de la República, Alvaro Arzú dispuso convertir el Palacio Nacional en Palacio de la Cultura; y el guacamolón se transformó en un museo vacío y sin nada que exhibir. De cuando en cuando aparece por ahí alguna exhibición itinerante y el viejo Palacio sirve más para actos protocolarios y cócteles, que para exhibir algo de la cultura chapina.
Si el estado no podía con los museos de Arqueología, de Arte Moderno, de Historia Natural, ni con el citado Museo Nacional de Historia, ¿qué necesidad había de convertir el Palacio Nacional en pretencioso Palacio de la Cultura? Y, al final de cuentas, los museos estatales no son distintos a las escuelas estatales, los hospitales estatales, los bancos estatales, y otras cosas parecidas.
Talvez, ahora, que se discutió el traslado arbitrario del Museo Nacional de Historia de su ubicación actual al Palacio de la Cultura, sería buena ocasión para pensar afuera de la caja y explorar cómo podríamos tener buenos museos, de una forma que no fuera parasitaria, ni estuviera sujeta a las fiebres de la política.
La foto, por Luis Pedro Mirón, es de una de las coronas de laureles, de plata, que les fueron otorgadas a los autores del Himno Nacional de Guatemala. Las coronas se hallan en el Museo Nacional de Historia.

19
Feb 10

Samuel Pérez y el criterio de la máquina

No encuentro muy justo que si existen reglas claras en honor al “servicio al cliente” se apele a romperlas. No es eso lo que tanto luchas erradicar? No es esto un poco inconsistente? O somos o no somos, dice el lector Samuel Perez Attías al comentar mi entrada del jueves pasado sobre una visita que hice al Museo del Ejército.
 
Para los que no leyeron la entrada citada, he aquí lo que relaté: Llegué justo a las 4:00 p.m., justo cuando acababan de cerrar el lugar, así que el centinela de la puerta me dijo que no podía entrar. Me sobrepuse al disgusto, puse mi mejor puppy face y le dije al guardia que por favor preguntara, que venía con una colega italiana y que averiguara si nos dejaban entrar. Yo crucé los dedos y desee que ocurriera lo que uno cree que es inusual: esperé que alguien tuviera un poco de sentido común, que hubiera leído algo de servicio al cliente, que quisiera ser algo amable con una turista italiana, y que nos hiciera el favor de dejarnos entrar. Todo eso junto…o una de todas. Y así sucedió. Vino otro muchacho y muy cordialmente nos dejó entrar. Y mi colega disfrutó del museo, disfrutó de la vista, tomamos muchas fotos y la pasamos re bien. Y ella lleva ahora recuerdos hermosos de ese paseo.
 
Y Samuel cree que aquí me cachó en una inconsistencia. Empero, le pregunto a usted que está leyendo ahora: Si usted fuera dependiente de una farmacia que cierra a las 7:00 p.m. y un cliente con una necesidad viniera a esa hora en punto, ¿lo atendería, o no? Cumpliría usted el reglamento (horario), o daría 15 minutos de su propio tiempo para atender al cliente? Si usted hubiera estado en la puerta del Museo, ¿hubiera dado 30 minutos de su propio tiempo para que una turista se fuera encantada con ver la ciudad desde ahí, o hubiera aplicado el reglamento (horario) y la hubiera mandado a freír niguas en sartén de palo?
 
Si yo fuera el de la farmacia y el del museo, yo hubiera hecho lo primero. De hecho lo hago más de una vez al mes cuando, en circunstancias similares tengo que atender a gente que, por una u otra razón viene a mí fuera de horas de oficina. Y si se trata de no ser malataza y de atender a alguien que quiere conocer algo de Guatemala, pues yo me esmero.
 
Verás, Samuel, los buenos reglamentos proveen orden y facilitan las cosas; en tanto que los malos reglamentos las obstaculizan y las dificultan. Un buen reglamento, como el de Tránsito, facilita que lleguemos vivos a nuestros destinos y, ¡por supuesto!, mal haríamos en pasarnos los semáforos en rojo, sólo porque sí. Yo nunca haría puppy face en cada semáforo en rojo, y nada bueno saldría de eso.
 
El horario en un lugar de atención al público, sin embargo, es distinto. Puede ser un sistema de referencia, o puede ser un grillete. ¡Que maravilla que el encargado de aquel Museo encantador no es una máquina insensible, programada para cumplir a sangre y fuego un horario! Vos, Samuel, ¿de verdad crees que el guardia hizo mal en dejarnos entrar? ¿De verdad crees que yo hice mal en solicitarle que nos permitiera compartir la hermosa vista que hay allá con una visitante que venía de lejos? ¿De verdad crees que hubiera sido mejor que ella no hubiera podido subir al fuerte, con tal de cumplir un reglamento de horario?
 
Yo creo, que si el encargado, o yo hubiéramos actuado como parece que quiere Samuel que actuáramos, eso hubiera sido una victoria pírrica. Se hubiera cumplido el reglamento que tanto parece valorar Samuel; pero, ¿a qué costo?
 
Nótese que no llegué a pedir que fuera incumplida una Ley (qua norma general, abstracta y de conducta justa), lo único que pedí fue que el encargado usara su criterio y que nos diera un poco de su tiempo, con relación a un horario. Afortunadamente, él fue lo suficientemente generoso, atento y chispudo como para entender el momento y nos facilitó el ingreso al lugar. El buen juicio, en estos casos de atención al público, es más importante que la aplicación insensible de un horario. Para eso, digo yo, es que sirve el criterio humano; para saber, entre otras cosas, cuándo vale la pena cerrarle a alguien la puerta en la nariz, y cuando es mejor tener algo de empatía y atender generosamente a un visitante.
 
Finalmente, quizás valga recordar que la visitante y yo llegamos ahí a las 4:00 en punto, y no a las 4:30, o 6:30. Eso es importante porque para alguien que no es una máquina automática e irreflexiva aplicadora de reglamentos, es técnicamente irrelevante si uno llega a las 3:59, a las 4:00, o a las 4:01. Yo creo que el guardia entendió que la noblesse oblige.
 
Vos Samuel, por cierto, ¿sos el columnista, o es este un molesto homónimo?
 
La foto es del Noreste de la ciudad de Guatemala, desde el Museo; y es por mi amigo Raúl.

18
Feb 10

Sorpresa en "El fuerte de San José"

En lo que queda del antiguo Fuerte de San José se halla el Museo del Ejército. Una colección, de por sí interesante, de objetos militares e históricos de Guatemala, con una arquitectura característica que incluye bartolinas muy fotogénicas. Voy ahí siempre que tengo la oportunidad de mostrarles la ciudad a visitantes del extranjero porque, siendo que se encuentra sobre el cerro en el que está el Teatro Nacional, el parque es muy agradable y la vista hacia el norte y hacia los volcanes es magnífica.

Llegué justo a las 4:00 p.m., justo cuando acababan de cerrar el lugar, así que el centinela de la puerta me dijo que no podía entrar. Me sobrepuse al disgusto, puse mi mejor puppy face y le dije al guardia que por favor preguntara, que venía con una colega italiana y que averiguara si nos dejaban entrar. Yo crucé los dedos y desee que ocurriera lo que uno cree que es inusual: esperé que alguien tuviera un poco de sentido común, que hubiera leído algo de servicio al cliente, que quisiera ser algo amable con una turista italiana, y que nos hiciera el favor de dejarnos entrar. Todo eso junto…o una de todas.
Y así sucedió. Vino otro muchacho y muy cordialmente nos dejó entrar. Y mi colega disfrutó del museo, disfrutó de la vista, tomamos muchas fotos y la pasamos re bien. Y ella lleva ahora recuerdos hermosos de ese paseo. Y para celebrar nos fuimos al Mercado Central a comer tortitas de yuca donde doña Mela. Y la italiana, que nunca había comido tortitas de yuca, y que no sabía qué es esa fécula, regresó contentísima a su hotel.

12
Ene 10

Museo de los músicos invisibles

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Los pasos me llevaron al Museo de los músicos invisibles; un lugar encantado dedicado a la conservación de organillos, victrolas, orchestriones u orquestones, bandoleones, pianolas, y otros aparatos parecidos. Entre las cosas fascinantes que tiene el museo está el aparato en el que se grabó el primer long play, en Guatemala, por la empresa Fonica.

La del vídeo es una victrola c. 1920; y la música que toca en el disco Paramount, de 78 rpm, es La flor del café, de Germán Alcántara y la orquesta es Jack Stillman and his Royal Marimba Band. Ese disco, por cierto, tiene del otro lado una melodía titulada Bajo los puentes de parís, por C. Hurtado; pero fue mal etiquetado y en ambos lados tiene la etiqueta de los puentes.

Es divertido que, en los años de los primeros fonógrafos de Thomas Edison, y las victrolas de Victor, la gente creía que el diablo estaba en aquellos aparatos. German Rodriguez, propietario del Museo, contó que tiene una grabación que dice: !Pase, pase, a escuchar el “grafófono”; y no crea que porque se escucha una voz, tiene al diablo adentro!

El museo se halla en la 13 calle 7-30 de la zona 1; y la entrada vale Q20. Si usted desea escuchar alguno de los aparatos, ¡y ciertamente que vale la pena escucharlos!, esto tiene un valor adicional de Q10 por cada uno.

Actualización: El museo ya no existe.  Lástima.