Amanecimos con una sorpresa agradable: una yegua y su potranca de tres días de nacida junto al porche de nuestra cabaña. Luego de una noche reparadora, con una buena taza de café, las flores en el jardín y el sonido de los chorros frente a la cabaña, los animalitos le añadieron alegría a la mañana del sábado, 12 de abril del 2025 en El Soch.
Camino a la casa para desayunar, nos encontramos con don Santana, el responsable de reparar el puente que cruza la quebrada, y le pusimos cara a aquella obra.
Luego de los huevos, frijoles y panqueques —en compañía de doña Nohemí y don Julio—, es fácil que la sobremesa se alargue. Total… ahí se disfruta de los sonidos y los aromas del entorno. Además, nos encontramos con doña Chepa, la señora que llegó a ayudar el año pasado. Parte de la gracia de la visita a aquel lugar es el reencuentro, que se pondrá mejor al anochecer.
Otra novedad de este año fue que había un cascanueces especial para abrir las macadamias que se producen allá; de modo que ahora no tuvimos que usar piedras para gozar de aquellas nueces que son bocatto di cardinale.
Como corresponde, cerca del mediodía pasamos a saludar a los ahaw de El Soch, porque uno de los monumentos principales, así como uno de los campos de juego de pelota, está junto a la casa. Guiados por don Julio, procedimos a escalar y a internarnos en la selva.
El sitio arqueológico El Soch, por si no sabes, es una ciudad maya, del Clásico Temprano, ubicada en Chicamán, Quiché. Por su posicionamiento fue una ciudad estratégica para el control territorial.

Caminar por la selva y disfrutar de sus sonidos, aromas, colores, sabores y texturas siempre es agradable.
El sendero es un paseo muy agradable porque tiene variedad de encantos y no es particularmente demandante. Uno pasa por estructuras de la ciudad antigua, por cedros de 400 años de edad, por manantiales de agua milenaria y de las profundidades de la tierra, y por variedad de hongos y flores. Siempre escuchando las historias y aventuras de don Julio. Siempre haciéndonos y haciéndole preguntas. Siempre maravillándonos por la naturaleza y por los cuidados que le da don Julio. ¿Recuerdas que el año pasado dije que él -salvando las distancias- me evoca a John Dutton (de Yellowstone) por su amor a la tierra y al legado que guarda?
Al volver a la casa, luego de haber tomado un baño sabroso, caminamos hacia la cabaña para descansar, las florifundias hicieron lo suyo y nos preparamos para la noche.
Otra sorpresa para ese día fue que las tías Chita y Tita nos invitaron a cenar. El año pasado las visitamos por la tarde y la pasamos tan bien que, de verdad, nos dio mucho gusto aceptar su generosidad de nuevo. Así que, justo cuando se puso el sol, agarramos camino hacia su casa encantadora, ubicada en medio de un jardín y con vistas al valle por donde sale la luna a nuestros pies.
Allí nos esperaban la alegría y el cariño de esas damas extraordinarias que personifican la hospitalidad y las virtudes de quienes saben trabajar el campo. Lissa, Raúl y yo subimos acompañados por doña Nohemí, don Julio y Julio hijo. A Lissa algo la picó en el pie durante el paseo por la selva, de modo que, rápida y efectivamente, fue atendida por las tías. Y, para entonces, ya el poyo estaba echando punta con la cena que nos habían preparado: frijoles parados, huevos revueltos, tortillas y chirmol de tomates de árbol, frutos que allá llaman tomates extranjeros. Ese chirmol es una delicia y eleva a la décima potencia lo rico de una cena como aquella. Y… ¿sabes qué? También hubo picado de hierba santa María, una hierba que en consistencia recuerda al apio, pero que tiene un sabor anisado muy agradable. El año pasado no la probamos, pero ahora fue un descubrimiento maravilloso.

Comer la cena que preparan las tías Chita y Tita, en su compañía tiene muchos niveles de cautivador.
Además, llevábamos lasaña que venía de la casa de Lissa, de modo que dijo la tía Chita, comimos comida del campo, y añadió la tía Tita, y comida de la ciudad.
Como si eso no fuera suficiente, durante la sobremesa nos reímos mucho a costa de historias sobre la vida en el campo y sus vicisitudes, y sobre anécdotas familiares. Bromas que hemos hecho nuestras gracias a esa capacidad que tiene la familia para integrarnos a los visitantes. Gracious es la palabra con la que —el año pasado— describí la actitud con la que uno se siente acogido en medio de la selva, a la luz de las estrellas y de la luna, y al calor del poyo en aquella casa de cuento.
@luisficarpediem Que rico es volver a dinde uno es feliz. El Soch. #elsoch #arqueologia #selva #chicaman #chapinesenusa #turismo #alegria #exploracion
Cuando el frío y la humedad se acentuaron fue el momento de iniciar el retorno a la cabaña, así que bajamos contentos y agradecidos por un día memorable y por la dicha de una velada entrañable.
¿Sobra decir que el frío y las florifundias sacaron su tarea? Pues dormimos como tiernos. Eso sí, yo no me quité los calcetines y me puse un henley para protegerme mejor del frío bien envuerlto en la sleeping bag.
@luisficarpediem Cenamos rico con cariño, buenas historias y la mejor compañía #elsoch #chapinesenusa #luisfi61 #campo #alimentos #cocina #alegria
En El Soch, cada instante es un regalo que combina naturaleza, hospitalidad y recuerdos entrañables. ¡Gozar de eso, así, sin duda es carpe diem en su máxima expresión!
2/4, continuará.