Mis amigos psicólogos coinciden en que hay perfiles psicológicos en común para las personas que ejercen profesiones y oficios, y que el perfil psicológico precede a la vocación porque esta florece en el terreno fértil. Es decir, los abogados tienen cierto perfil, los ingenieros otro, los periodistas uno distinto y los médicos forenses uno particular… así con todos.
¿A qué viene esto? A que en TikTok se me multiplicaron los troles netcenteros y, dado lo oficioso y patético que resulta ese oficio, supuse que quienes se dedican a él deben compartir cierto perfil psicológico.
¿Cómo sé que son troles netcenteros y no personas que opinan de forma cándida y legítima? Porque repiten consignas idénticas, escriben con faltas de ortografía garrafales y muy mal, y algunos manifiestan una condición obsesiva. Desde que soy tuitero he tenido algunos (todos irrelevantes), pero ahora en TikTok cayeron como langostas y por eso me llamaron la atención. Por cierto, hay troles que no son netcenteros; ese es otro tema parecido, pero distinto.
¿Cuál es el perfil psicológico de esos personajes?
Primero, recordemos qué es un netcenter: una estructura organizada que opera en redes sociales con el objetivo de manipular la opinión pública, atacar personas, organizaciones o medios; defender a políticos, gobiernos o narrativas específicas. Suelen estar financiados por gobiernos, partidos o grupos de interés y operan de forma encubierta.
Los troles netcenteros crean y manejan cientos o miles de cuentas falsas, publican mensajes coordinados masivamente, injurian, calumnian, difaman, amenazan o acosan a periodistas, activistas, académicos, profesionales y opositores. También inflan tendencias artificiales para imponer temas en la agenda pública. En resumen, son soldados de una guerra sucia digital profesional.
Dicho esto, existe un patrón bastante consistente en el perfil psicológico y sociológico de quienes terminan trabajando (o colaborando gratis) en netcenters y que saltan al insulto y al ataque ad hominem en dos mensajes:
- Nivel educativo medio-bajo o técnico (muchos con estudios truncos de comunicación social, mercadeo o carreras afines).
- Sueldos bajos que generan resentimiento y la sensación de hacer un trabajo sucio mal pagado.
- Alta rotación y sensación de anonimato: saben que son prescindibles y que nadie los defenderá si los descubren, así que no tienen incentivo para ser sutiles.
- Vulnerabilidad derivada de problemas serios de autoestima baja y por eso necesitan sentirse parte de algo grande (el gobierno, el partido, la revolución y así) para compensar su frustración personal. El insulto les da una descarga rápida de poder.
Pero no todos cobran: muchos lo hacen gratis porque creen ciegamente en la narrativa oficial o porque odian a los ricos, los medios vendidos, los académicos, los empresarios y así. Tienen baja tolerancia a la frustración y una elevada necesidad de pertenencia tribal. Suelen arrastrar historias de humillaciones o exclusión social; el ataque ad hominem es su venganza simbólica contra quienes perciben como arriba.
Rasgos compartidos con mucha frecuencia: sometimiento a una imagen de autoridad (alta sumisión a la autoridad y agresividad contra disidentes); una condición emocional que se manifiesta en dificultad para procesar y expresar emociones complejas (por eso saltan directo al insulto o al golpista, viejo, corrupto); locus de control externo (todo lo malo que les pasa es culpa de los de siempre: el CACIF, el pacto de corruptos, Giammattei y Jimmy, por ejemplo), y adicción a la dopamina de las interacciones tóxicas (cada like de otro trol, o cada respuesta airada que causan les refuerza el comportamiento) y luego se les dispara el cortisol que es la hormona del estrés).
Casi nunca ves, en un trol netcentero típico, alta inteligencia emocional; ni alguien que sostenga una conversación de ideas más allá de tres, o cuatro intercambios sin desviarse al ataque personal; ni gente con estabilidad económica, o redes sociales sólidas en la vida real. Precisamente por eso el teclado se convierte en su espacio de poder. No suelen ser personas en capacidad de conversar sobre ideas.
La receta perfecta es frustración personal, necesidad de pertenencia, pago miserable (o fanatismo ideológico) y anonimato, lo que les facilita pasar de defensor del gobierno a insultador profesional en menos de dos respuestas.
Cuando alguien te ataca con ad hominem, o con insultos rápido es porque casi siempre estás frente a una persona sin argumentos reales que está descargando su rabia acumulada. No es personal contra ti, eres solo el chivo expiatorio del día. Por eso la regla de oro sigue siendo: Don’t feed the troll… a menos que sus berrinches te mejoren el algoritmo y tengas ganas de reírte un rato a costillas de sus rasgos
¡Carpe Diem! Porque la libertad de expresión también incluye la libertad de no perder el tiempo con troles.
















