Esta nota, de mi tatarabuelo, Emilio, al presidente de la República, don Manuel Estrada Cabrera, es por servicios prestados entre marzo y julio de 1907.
Quienes visitan este espacio con regularidad, ¿recuerdan que mi tatarabuelo era propietario del Establo de Schuman en la ciudad de Guatemala? Pues eso…y dice la nota:
Carta de Emilio Schuman a don Manuel Estrada Cabrera. Foto por Luis Andrés Schwartz.
Guatemala, 23 de agosto de 1907
Sr. Lic. Don Manuel Estrada Cabrera, Presidente Constitucional de la Rep. Ciudad.
Señor: Me doy el gusto de saludar a Ud. atentamente y al mismo tiempo me permito supicarle me haga el favor de ordenar al Señor Pagador del Estado Mayor me cancele mis cuentas de Marzo y Julio de este año, que arrojan un saldo de $2002.50 contra la Pagaduría.
Los gastos de mi nuevo establo y la escasez de fondos me obligan a importunar al Señor Presidente, por lo cual le ruego dispensarme.
En espera de sus muy apreciables ordenes, quedo como siempre,
Su afectísimo Servidor.
El Establo de Schuman alquilaba carruajes y otros medios de transporte, incluidas diligencias. También ofrecía servicios de herrería, carpintería, tapicería y pintura. Incluía venta de artículos para carruajes. Emilio también criaba caballos de carreras.
Está claro que, desde siempre, parece que era muy difícil que el gobierno pagara sus compromisos. Arriba a la izquierda hay una anotación que perece decir Of de Pago. Seguramente es la orden de pago y la anotación es del secretario antes de pasarle la correspondencia al Presidente. Supongo que con el nuevo establo, Emilio se refire a la locación de la 11 avenida y 14 calle A, conocida esa calle como Callejón del Carrocero. Antes de esa locación, el establo había estado en el Callejón de la Cruz, que es la 3a. avenida A, en el Barrio de la Recolección.
Gracias a mi sobrino, Luis Andrés Schwartz, por la pista.
El mausoleo donde se hallan los restos de don Manuel Estrada Cabrera; su madre, doña Joaquina y sus hijos, Diego y Francisco se halla en total abandono.
El estilo neoclásico del mausoleo Estrada Cabrera es inconfundible.
Con su inconfundible estilo neoclásico es -o era- uno de los panteones más bellos y elegantes en el Cementerio General de la ciudad de Quetzaltentango, junto con el del también ex presidente Manuel Lisandro Barillas.
Al mausoleo Estrada Cabrera le han robado las barandas de hierro y le han destruido los vitrales y tiene grafitti. Es una lástima porque el gobernante de los 22 años no sólo marcó el siglo XX en Guatemala, sino que fue un personaje importante en Xela. Controversial y desconocido como pocos, el valor histórico de Estrada Cabrera es innegable.
Detalle de la herrería que queda en el mausoleo Estrada Cabrera.
Con respecto a aquel abandono triste y hasta cierto punto irrespetuoso, el genealogista y cineasta Luis Andrés Schwartz, escribió:
En las entrañas de Quetzaltenango, este mausoleo, donde reposan mis ancestros y familiares, ha sido reducido a un testimonio desgarrador de la desolación y el olvido. Como dijo el filósofo francés Paul Ricoeur: “La memoria es el presente del pasado.” Sin embargo, ¿qué ocurre cuando la memoria colectiva se desvanece y los monumentos históricos se desmoronan, sirviendo ahora de refugio a la desesperanza?
Pienso que las tumbas no solo son para los muertos, sino también para los vivos que recuerdan y honran. El mausoleo, ahora mutilado y grafiteado, representa una pérdida tangible del patrimonio arquitectónico, además de una metáfora sombría de la desintegración social y cultural.
Este sitio, que una vez simbolizó el prestigio y la permanencia de una familia, ahora se erige como un recordatorio triste de cómo la gloria del pasado se transformó, a través de la indiferencia, en un monumento a los desposeídos. En donde la memoria se mantiene aferrada, débilmente, entre las ruinas.
Mausoleo de Manuel Lisandro Barillas en el cementerio de Xelajú.
Es cierto que el abandono y saqueo de cementerios no es un fenómeno exclusivo de Quetzaltenango; pero eso no quita que sucesivas administraciones desde el Ministerio de Salud hayan descuidado su responsabilidad no sólo con la historia de Guatemala, sino con los usuarios de los camposantos.
El mausoleo de don Manuel Estrada Cabrera, en el Cementerio General de Quetzaltenango, ha sido saqueado poco a poco. Ya se llevaron casi todas las barandas de hierro que rodeaban el hermoso edificio.
Mausoleo de Manuel Estrada Cabrera actualmente. Foto por German Álvarez.
En ese panteón también están enterrados la madre del expresidente, doña Joaquina; la esposa del exmandatario, Desideria; y sus hijos, Diego y Francisco.
El despojo comentó hace años. La última vez que estuve ahí fue en octubre de 2019 y todavía quedaba buena parte de aquella estructura férrea. Me acuerdo muy bien de la primera vez que fui, ca. 1980 cuando ese lugar todavía conservaba todos sus elementos y su señorío clásico.
El mausoleo del presidente Estrada Cabrera en 2019.
Los chatarreros y los vándalos siguen depredando la memoria histórica en todos los cementerios; y también en bulevares, avenidas y dondequiera que puedan conseguir metales para vender. Bajo las narices de las autoridades, ¡Por supuesto!
El mausoleo de Estrada Cabrera es uno de los más hermosos que hay y -con todo y que fue un dictador- es innegable que los 22 años de gobierno de don Manuel han marcado profundamente a sucesivas generaciones de chapines. Estrada Cabrera fue presidente del 8 de febrero de 1898 al 15 de abril de 1920. Durante su presidencia ocurrieron el estallido del volcán Santa María en 1902; los terremotos de 1917 y 1918; y la gripe española.
Claro que no solo su tumba merece respeto; sino todas las que están a resguardo del Ministerio de Salud y las municipalidades. A la tumba de mi bisabuela, Gilberta, le robaron la lápida en el Cementerio General de la ciudad de Guatemala; y en ese mismo lugar, a la de mi bisabuela, Adela, le rapiñaron todo el bronce y el hierro que tenía. Así fue desnudado el sepulcro monumental de Justo Rufino Barrios, me recordó mi cuate, Rodrigo.
El vagón de tren que usaba don Manuel Estrada Cabrera, expresidente de Guatemala a principios del siglo XX fue uno de los tres vagones presidenciales que visité el sábado en el Museo del Ferrocarril.
Atravesamos el carro y vimos la ducha y el lavabo, la cocina, el dormitorio y el comedor de aquel vagón histórico que está bastante bien conservado y que guarda un aroma a madera característico. El paseo por ese vagón -y por los otros dos- consigue que uno viaje en el tiempo.
Porque mi padre vendía cajas fuertes, telégrafos y lacre, en los años 80 visitó esos vagones y el del arzobispo; y regresó a casa muy contento de haberlos visto. Me contó que eran fascinantes y quedamos en visitar la Estación Central en un futuro próximo; y nunca se dio la ocasión. Hubiera sido alegre hacer la visita con él.
Eduardo, el guía del Museo de Ferrocarril hizo que la visita al museo y, y especialmente a aquellos carros fuera muy educativa y agradable.
Nunca viajé en tren así en serio y me hubiera encantado. Mi tía abuela, La Mamita, nos contaba historias de viajes en ferrocarril y a mí siempre me maravillaban, no sólo la idea de ver pasar los paisajes distintos, sino las llegadas a las estaciones y las algarabías que se armaban entre vendedores de alimentos, pasajeros y otras personas habituales de esos lugares.
Comedor del vagón de don Jorge Ubico con vajilla antigua.
Cuando yo era niño había El tren de la alegría, que iba a Amatitlán y ese es otro paseo que nunca hice; pero en agosto pasado di un paseo breve que estuvo muy alegre.
Dormitorio del vagón del general José María Orellana.
También de niño leía sobre trenes en la enciclopedia Mis primeros conocimientos. ¿Tuviste una de esas? El volumen de trenes, aviones y viajes interplanetarios era uno de mis favoritos. Más tarde, con la lectura deLa rebelión de Atlas, los trenes se volvieron a hacer presentes en mi imaginación.
En enero de 1899, a casi 12 meses de ser Presidente de la República, Manuel Estrada Cabrera recibió una nota de Feliz año nuevo enviada por mí tatarabuelo, Federico Chacón Valenzuela.
La nota dice: Federico Chacón y familia desean al Sr. Dn. Manuel Estrada Cabrera muy feliz año nuevo.
Guatemala, enero de 1899.
¿Sabes qué me encanta? El monograma del papel para correspondencia de mi tatarabuelo, una F y una C muy chulas. Federico, por cierto, era comerciante, es posible que en 1895 fuera diputado y estaba casado con Jesús Ubico González.
El 12 de diciembre de 1898, mi tatarabuelo, Emilio Schuman le escribió al presidente Manuel Estrada Cabrera.
La carta, en cuestión, dice: Señor Ldo. Manuel Estrada Cabrera Presidente de la República. Pte. Muy señor mío: He tenido el gusto y la honra de servirle con todo lo que tengo a mi alcance y desde la bien llegada al poder de Ud. yo jamás me he acercado ante Ud. molestándole con alguna cuenta mía. Esto porque sabía las muchas y importantes cuestiones de que Ud. tenía y tiene de que ocuparse para su arreglo.
Ahora sí me permito de suplicarle tenga a bien de considerar mis cuentas y dar sus ordenes al efecto de un pago.
No dude Ud. que su servidor quedaría más que agradecido por este servicio y por el cual me permito de darle de antemano mis más sinceras gracias.
Concluyendo esta mi carta también me permito desear a usted un gobierno lleno de paz y de prosperidad y me suscribo con todo respeto De Ud. atto y S. S. Emilio Schuman.
La carta tiene un resumen de la misiva, elaborado por un secretario, para que lo lea el Presidente y dice:
Que no lo ha molestado pero que ahora le suplica se sirva considerar sus cuentas y ordenar el pago.
…y el don Manuel anotó una instrucción:
Que mande su cuenta al mayordomo del palacio.
Manuel Estrada Cabrera fue el ganador de las elecciones celebradas en agosto de 1898. Las cuentas a las que se refiere mi tatarabuelo deben haberse referido a servicios de transporte ya que ese era el giro del negocio del Establo de Schuman; o bien de herrería, carpintería, tapicería y pintura relacionados con carruajes.
Quién sabe a cuánto ascendían aquellas cuentas porque no acompañan ala carta que se halla en el Archivo General de Centroamérica. De cualquier manera, Emilio Schuman prestaba servicios de carruajes y otros desde tiempos de José María Reyna Barrios.
Todo pasó, sin que pasara nada, es una frase que uso cuando las expectativas de desastre no se cumplen en un evento de cualquier naturaleza; esa es una frase que oí de mi tía abuela La Mamita y se me pegó.
La Mamita era Elia Hidalgo, hermana -y cuas– de mi abuelita Juanita. Era tía de mi madre. Nunca se casó y mi papá le cantaba Solamente una vez amé en la vida. A los niños nos divertía mucho cuando cantaba Te voy a hacer tus calzones, como los usa el ranchero. También cantaba Si a tu ventana llega una paloma/ Trátala con cariño que es mi persona/ Cuéntale tus amores bien de mi vida/ Corónala de flores que es cosa mía.
La Mamita y mi tío Rony.
Cuando mis padres se fueron a vivir a Costa Rica y yo era recién nacido, ellos viajaron a San José por tierra y atravesaron el istmo centroamericano en auto. Fue La Mamita quien me llevó en avión a encontrarme con mis padres en Tiquicia.
La Mamita era una contadora de cuentos con talento. Contaba docenas de cuentos tradicionales como el de la Caperucita roja, el de Los tres cochinitos y otros, y el de Almendrita, una niña que era tan pequeña que vivía en la cáscara de una almendra. También contaba historias y aventuras de su vida de niña que había sido extraordinaria. Viajó, con su madre a Esquipulas -con una trupe, como se estilaba en la primera década del siglo XX y a lomo de un pony llamado Chino-. Siempre terminaba sus cuentos con una de tres frases: Me monto en un potro para que me cuenten otro, Me meto en un hoyíto para que me cuenten otro más bonito y Colorín, colorado, este cuento se ha acabado. Durante un cumpleaños del presidente don Manuel Estrada Cabrera ella tuvo a su cargo declamar un poema que empezaba con el verso: Quisiera ser un pajarito; y ella dijo Quisiera ser su pajarito causando la risa del mandatario y de todos los que estaban presentes.
Tenía, La Mamita, manos hábiles y era creativa como ninguna. A los niños nos enseño, a hacer peces con pepitas de mango secas; y caras de micos con semillas de jocotes marañones. Llenaba de faroles chinos el cuarto, hechos con cartón, papel crepé y otros materiales para alegrar cualquier tarde lluviosa. Durante las fiestas de fin de año ella montaba el Nacimiento de los niños; y para la Semana Santa, ella organizaba la procesión con Nazareno, alfombras, anda y todo lo necesario…en el corredor de la casa. Fue ella quien hizo las custodias que se entregaron como sorpresas en mi primera comunión. Nos enseño a hacer barriletes. De ella aprendí a pegar botones y a zurcir calcetines y a preparar la mezcla necesaria para levantar una pequeña pared de ladrillos en la terraza de la casa. Fue ella quien me enseñó qué eran unidades, decenas y centenas. Tenía paciencia de santa hasta que soltaba un ¡No me incomoden!
Ella nos enseñó juegos como el de Juan Perulero, que era uno de imitaciones; Un buque cargado de…, que era para aprender palabras nuevas; y Por allá fumé, que era una especie de tenta.
Otra frase suya, para cuando alguien le pedía algo absurdo, o imposible era: ¡Andá a freír niguas en sartén de palo!
La Mamita tenía gato, sus biceps eran fuertes y a los niños nos divertía que los mostrara. Hacía círculos de humo con los cigarrillos y fumaba Payasos. Los niños nos fascinábamos cuando sacaba el humo de la nariz, cosa que otros adultos se negaban a hacer para nosotros. Cuando en la noche me daban ganas de orinar, ella era la que me ponía de pie en la cama, acercaba la bacinica de peltre y procedía en consecuencia para ayudarme en aquel proceso.
Nos hacía tamales de dos pulgadas de largo para los niños. Ella era la diosa incuestionable del dulce de garbanzos, arte que luego desarrolló mi tío Rony y que se nos da muy bien en casa. Nadie, nadie, nadie hace tamalitos de Cambray tan deliciosos como ella. Me encantaban sus hojuelas con miel de abejas, sus plátanos en gloria, sus duraznos con cerezas y su caldo de albóndigas. Cuando hacía turrón, a mano y con un tenedor, la cocina de la casa se llenaba de abejas. Todavía la vi moliendo arroz en un metate, para hacer horchata.
La Mamita me heredó su dentadura de oro…¡toda una dentadura de oro! y, como todo patojo es bruto, la vendí para comprarme ropa.
Una copa de plata dada por mi tatarabuelo, Emilio Schuman, fue el premio para el ganador de la séptima carrera de caballos celebrada el 17 de agosto de 1901 en el Hipódromo Nacional de Guatemala, es decir, hace exactamente 122 años, en tiempos de don Manuel Estrada Cabrera.
Emilio, y su hija -mi bisabuela, Mami- criaban caballos de carreras. Recuerdo que mi abuela, Frances, contaba que una de las yeguas campeonas de Mami, o Nueva Orleans se llamaba Lucky Lester y que ganaba carreras en La Habana y en Miami, o Nueva Orleans (esto último no lo recuerdo bien).
En aquel tiempo el Hipódromo Nacional se encontraba al final de la avenida Simeón Cañas y por eso es que a esa área se la llama Hipódromo del norte.
Todavía a finales de los años 60 recuerdo haber asistido a carreras en el Hipódromo del sur, que fue construido en tiempos de don Jorge Ubico en la finca La Aurora. Recuerdo haber ido con compañía de mis padres y de mi tío abuelo, Jorge (hijo de Mami), que había sido jockey.
¿Conoces el dicho? Cada quien cuenta de la feria según le fue en ella; significa que cada uno cuenta de una experiencia según lo positivo o negativo que ha obtenido de ella; y, pues, fui a la Feria de Jocotenango y es un paseo tan agradable y alegre. Esta visita fue muy significativa luego de que en 2020 y 2021 por las prohibiciones arbitrarias no hubo esa fiesta; y el año pasado me pegó el virus chino.
Venta de dulces en la Feria de Jocotenango. Haz clic en la foto para ver más fotos y vídeos.
El ambiente siempre familiar y alegre; da gusto ver negocios que uno suele encontrar allá. Por supuesto que me disfruté mucho las comidas propias de la feria: dulces, garnachas, chelita y churros principalmente, porque los tacos y el atol de elote francamente estuvieron malitos. Compramos mazapán, que estaba tan riquísimo; conserva de coco y alfiniques. ¡Y gané llaveros en el tiro al blanco! Además, uno va a la feria a ejercer el arte antiguo de people watching.
Este año me llamaron la atención los letreros no sólo por los nombres de los negocios, sino por la iconografía.
Esta feria es muy antigua y data de cuando se celebraba en el pueblo de Jocoenango, adyacente a La Antigua Guatemala y que luego fuera trasladado junto con la capital del reino. Sin embargo tomó auge durante el gobierno de don Manuel Estrada Cabrera. A finales del siglo XIX, José Milla, en Cuadros de costumbres se refiere a esta fiesta, y dice el autor: El día 15 del corriente, a eso de las diez de la mañana, me constituí en Jocotenango, no tanto para ver la feria cuanto para ver los que van a verla. Armado con mi espíritu de observación como un instrumento cortante, fui a reunir los materiales para este articulejo; o hablando con más exactitud, fui a tomar una fotografía de la feria. Si ella aparece desordenada, confusa e ininteligible, podrá ser, o, efecto de torpeza del fotografista, o, por el contrario, demasiada fidelidad del cuadro. Si es lo primero, yo tendré la culpa, si lo segundo, la tendré también, por haber escogido ese punto como objeto del bosquejo. En uno y otro caso, me someto al fallo, y no prometo la enmienda, visto que ni yo se fotografiar mejor, ni hay por acá cosas mejores en que ejercitar el arte.
Busto de José Milla y Vidaurre en la zona 6 de la ciudad de Guatemala.
Con Carmina, Sebastián y Raúl fui como en otros años, desde hace años. Los que visitan este espacio con alguna frecuencia saben que voy a la feria desde que era niño y que luego abandoné la práctica cuando aquella festividad decayó en calidad y seguridad. Hace varios años retomé la costumbre acompañado de amigos queridos y siempre la pasamos bien. A veces tenemos la suerte de llevar a extranjeros que están de visita en la ciudad.
Mi primer recuerdo de la Feria de de agosto (como también se la conoce para distinguirla de la Feria de noviembre, que era la de don Jorge Ubico) es de cuando estaba en primer grado de primaria. Mi padre y mi tío Freddy nos llevaron a mi hermano y a mí; y en el tiro al blanco me gané una botellita de vino que mi mamá usó para sazonar un pollo.
También recuerdo que me dio miedo pasar junto a las carpas en las que eran exhibidas la mujer araña y el niño gusano. ¿Por qué es que ya no hay ese tipo de espectáculos en la Feria de Jocotenango? ¿La gente dejó de disfrutar de aquella candidez? En 2007, en la Feria de verano, en Coatepeque había un espectáculo de Mariacandunga, la peluda, y ¿vas a creer que no entré?
Mariacandunga en la Feria de verano, en Coatepeque.
En mi primera visita a la Feria de agosto recuerdo que subimos a uno de esos aparatos que dan vueltas y que me bajé totalmente mareado. No volví a sentir nada tan espantoso hasta hace unos unos años, en Sumpango, cuando tuve la mala idea de subirme a la rueda de Chicago.
De la feria me fascinaba cómo cantaban lotería; y en casa mi tía abuela La Mamita imitaba muy bien a los de la Feria: ¡El Sol, cachetes de gringo! ¡El negrito, calzón rayado! ¡La muerte quirina, que andando se orina! Ojalá me acordara de más de esas frases, que no volví a oír hasta 2016.
Por cierto que observé que en la Feria no se recicla la basura, y te recomiendo que leas mi columna que publiqué sobre la absurda legislación de reciclaje en Guatemala.
Finalmente un agradecimiento a los Polis en la feria porque fueron muy atentos.
Un paseo en tren por calles antiguas de la ciudad de Guatemala, en compañía de amigos, colegas, estudiantes y personas a la que le gustan este tipo de aventuras, ¿cómo no iba a ser una experiencia agradable y memorable?
Vista del patio de abordaje de la Estación Central, haz clic en la foto para ver más fotos.
Fuimos muy bien recibidos al llegar a la antigua Estación Central, nos reunimos en el patio de abordaje y el tour empezó puntual. Tuve la oportunidad de tocar la campana de bronce de una de las locomotoras y la verdad es que se siente re chulo. El guía nos llevó por el museo donde se cuenta la historia del ferrocarril y se exhiben cajas fuertes, escafandras, equipo y materiales propios del ferrocarril; así como se recrean oficinas y servicios tales como enfermería, cocina y lavandería, una habitación de primera clase y otras. Gracias a Pablito, por el vídeo con la campana.
Abordamos -también puntualmente- y agarramos camino por la vía y por las calles de la ciudad rumbo al norte. Cuando pasábamos por los barrios antiguos la gente salía a saludar y aunque se ve que los adultos gozan el momento, lo mejor son las caritas y ojos de los niños y de los ancianos. El ambiente dentro de los vagones era festivo y es muy chistoso oír los comentarios de los niños. ¡Tienen tantas preguntas!
La parte sórdida y triste es cuando pasamos por La línea, en el barrio de Gerona, que es una de las áreas más miserables de prostitución en la ciudad de Guatemala. A pesar de las bromas y de los chistes uno no puede dejar pensar en la vida dura en ese lugar y en las personas que ocupan los cuartitos de esa calle.
Pasado el momento de reflexión vuelve la diversión. Pasamos por tres puentes: el primero es el de La Barranquilla (que es un puente de hierro inaugurado en 1894, por José María Reyna Barrios, con ocasión de la celebración de la Revolución de 1871) El objetivo del puente era tener acceso fácil a las fincas Tivoli (zona 9) y Santa Clara (zona 10), además de comunicar la región sur de la ciudad con la región norte por medio del ferrocarril. Tanto el puente como la avenida en la que se encuentra recibieron el nombre de La Barranquilla. Esto se debe a que así se le llamaba a un arroyo que recorría parte de la ciudad y terminaba en el terreno en donde ahora se encuentra el mercado La Terminal en la zona 4.
El segundo es el puente De la Penitenciaría. Este es un puente de piedra labrada que queda sobre la Séptima avenida de la zona 4. Fue construido en 194, también, por el ingeniero italiano J. Payelá y llevado a cabo por un ingeniero inglés de apellido Blackwood. En su extremo poniente da con la casa Mini (donde estaba el célebre Teatro del Puente, de Dick y Dialma Smith) y por su extremo oriente da a pocos metros de donde se encontraba la antigua Penitenciaría de la ciudad. En esa casa también estuvo el Centro de Estudios Económico-Sociales. Cuando mi tío abuelo, Joaquín, salió de Guatemala, luego de la caída de don Manuel Estrada Cabrera, fue en ese puente donde saltó al tren y se fue para siempre.
Paso sobre el puente de La Penitenciaría sobre la Séptima avenida, a mano derecha la Casa Mini.
También pasamos por el puente que está sobre la Sexta avenida; una estructura modernista, de concreto que seguramente data de los años 50 cuando fue ampliada aquella vía hacia el sur de la ciudad. Cuando yo era niño y pasábamos por debajo de ese puente cuando sobre él pasaba el ferrocarril, en el bus del colegio levantábamos la mano porque alguien dispuso que era de buena suerte hacer eso.
¡Todos felices por el paseo! Foto por Hana Ko.
Desde niño me fascinaban los trenes y es la primera vez que subo a uno. Me gustaban desde que oía las historias que contaban mi tía abuela, La Mamita; mi abuela, Frances y mi bisabuela, Adela. Contaban historias de viajes que eran aventuras, contaban de las vendedoras que se acercaban en las estaciones. Luego, desde que aprendí a leer y leía sobre trenes en la enciclopedia Mis primeros conocimientos. ¿Tuviste una de esas? El volumen de trenes, aviones y viajes interplanetarios era uno de mis favoritos. Más tarde, con la lectura deLa rebelión de Atlas, los trenes se volvieron a hacer presentes en mi imaginación.
Boleto del ferrocarril para este paseo.
La aventura del viernes pasado fue gracias a Cam Quesada que organizó el paseo; y lo organizó de forma impecable. Fue una experiencia bonita y memorable para todos los que participamos, sin distinción de edades. Si puedes participar en una de estas aventuras te lo recomiendo, puedes pedir información en Fegua 2208 4747.
Carpe Diem significa Apodérate del día y resume bien mi visión del mundo. La libertad es el valor fundamental que guía mi vida y mis reflexiones en Carpe Diem. Vivo en Guatemala, un país que aún está por ser construido y en el que los derechos individuales y la igualdad ante la ley son precarios. Por eso, aquellos son mis temas favoritos para estos comentarios. Con todo y todo, este espacio -políticamente incorrecto- existe al amparo del artículo 35 de la Constitución de la República; y del 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (por si acaso). Me gustan la cocina, la lectura y la compañía de mi familia y de mis amigos. También me gusta pasar tiempo conociendo mi país y a su gente. Al perpetrar Carpe Diem comparto con mis lectores algunas reflexiones y experiencias en busca de lo que es bueno, lo que es bello y lo que es pacífico. ¡Por la libertad y la razón!
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